
Capítulo 31: Culpable.
Novios.
No podía dejar de repetir esa palabra una y otra vez en mi cabeza durante el trayecto a casa de Andrew, de mi novio.
No creo que tarde mucho en acostumbrarme.
La casa de Andrew no quedaba muy lejos del hospital por lo que no tardamos mucho en llegar.
A pesar de la sonrisa imborrable que se encuentra en mi cara, por dentro me carcome la culpa por haber dejado a mi madre. Sé que no ha sido la madre del año, y ni siquiera había ido a ver cómo estaba ¡Me había chocado un maldito auto y ella estaba tan tranquila en su mansión! En parte no la puedo culpar, ha sido mi madre muy poco tiempo como para que pueda importarle.
Atravesamos la puerta y fuimos directamente a la sala, donde estaba toda la familia. Creo que llegamos un poco tarde para cenar.
—Llegamos. —Anuncia él y todos voltean a vernos. Inmediatamente siento vergüenza e intento soltar la mano de Andrew, pero él no me deja.
El único que parece notar nuestras manos unidas es Noah, quien por suerte no dice nada.
—¡Ann, querida! ¿Te quedarás a dormir? —Dice la señora Monroe con una cálida sonrisa en su rostro. ¿Por qué no puede ser ella mi madre?
—Sí, si no es ninguna molestia.
Iba a responder cuando el sonido del timbre la interrumpe. Noah se levanta y va hacia la entrada. Todos esperamos en silencio. Por algún motivo tenía una mala sensación.
Noah vuelve acompañado de una rubia ya conocida.
Cindy definitivamente iba a matarme.
En cuanto me ve, su dulce sonrisa pasa a ser una expresión de furia.
—¿Qué hace ella aquí? —Dice mientras me señala. Su mirada cae hasta nuestras manos entrelazadas—. ¿¡Qué...
Está estupefacta. ¿Acaso no se da cuenta que su amor/obsesión por Andrew, no es correspondida?
En parte me da un poco de pena.
—Lo siento, se ha metido sin permiso... —Explica Noah.
—Cindy, por favor... —Empieza Andrew, soltando mi mano para llevarla a su frente. Parece como si estuviera a punto de tener una discusión que ya tuvo mil veces—. ¿Qué haces tú aquí?
La rubia borra todo rastro de ira en cuanto escucha que le está hablando a ella.
—He venido a verte a ti. —Se acerca a él con un brillo extraño en sus ojos—. Creía que ella ya no molestaría más, pero es más dura de lo que parece.
Me dispara una mirada de odio.
Pienso detenidamente sus palabras.
—¿Tú... —Digo pero no termino la frase porque me interrumpe.
—Sí, yo fui. —Ahora me está mirando a mí—. Sabía que no te alejarías de él, por lo que tuve que tomar medidas drásticas, y que mejor que sacarte del camino para siempre.
Creo que Andrew se acaba de dar cuenta de lo mismo que yo, ya que toma del brazo a Cindy y la arrastra hacia la puerta. Ella se queja y se intenta liberar del agarre pero no lo logra y en un segundo ya se encuentra afuera. La puerta se cierra con tanta fuerza que deja a los vidrios retumbando. El silencio vuelve.
Andrew está de cara a la puerta, dándonos la espalda a todos. Por la tensión en su cuerpo puedo decir que está enojado. Creo que si Cindy hubiera sido hombre ya se hubiese llevado un par de golpes.
—Bueno, ¿alguien quiere helado? —Pregunta el señor Monroe cortando la tensión.
Todos parecemos reaccionar. Noah sale hacia su habitación, el señor y la señora Monroe corren a la cocina a por el helado y Andrew se da la vuelta, mirándome.
—Lo siento tanto. No sabía que vendría. —Se acerca y me abraza. No sabía por qué se disculpaba, pero no me iba a quejar. Rara vez me abrazaba.
—No te preocupes. —Él me suelta, me sonríe y luego deja un rápido beso en mis labios. Podría acostumbrarme a eso.
Me toma de la mano y me arrastra por el pasillo, hacia su habitación. ¿Qué? ¿Y el helado?
—Has tenido un accidente, tienes que descansar. —Dice mientras entramos a su cuarto.
Ni siquiera se molesta en encender la luz, se tira a la cama dejándome un lugar a su lado.
—¿Dormiremos juntos? —Yo y mis preguntas idiotas.
—No es como si nunca lo hubiésemos hecho. —Me coloco a su lado—. Además ahora somos novios.
Novios.
Qué bien sonaba dicho por él.
—Supongo que tendré que invitarte a más citas. —Dice riendo.
—Con la biblioteca me basta. —Ambos reímos.
—¿Puedo presentarte a mis padres como mi novia? Aunque ya lo sospecha de todas formas.
—Yo por mi parte, no creo que a mi madre le hagas mucha gracia.
Mencionar a mi madre sólo me hacía pensar en el día de mañana, cuando tenga que volver a casa.
—¿Puedo venir a vivir contigo? —Le pregunto. Él se ríe pero no contesta, como si también se hubiese preguntado lo mismo antes.
—¿No hemos pasado ni un día siendo novios y ya quieres venir a vivir conmigo? —Puedo notar la risa en su tono de voz—. Sé que soy irresistible pero tenemos que hacer varias cosas antes.
«Hacer varias cosas» No pienses mal Ann... no lo hagas. Él sólo se refiere a citas. Muchas citas y besos.
—Como el sexo. —Dice.
Este chico lee mentes.
—¿Qué?
—Citas. Quiero decir. Muchas citas. —Volvemos a reír.
Sin embargo, la risa fue pasajera y mis pensamientos volvieron al tema que estaba revolviéndose en mi cabeza.
Mi madre.
Sabía que en cuanto vuelva a casa estaría pidiendome perdón por no haber ido al hospital, y sinceramente ya me daba igual lo que haga. No es como si yo estuviera tan dolida. Sólo conozco a mi madre desde hace un par de días.
Andrew me aprieta contra él en un abrazo, como si pudiera sentir la tristeza que tengo en estos momentos. Tristeza por no haber tenido una madre en mi infancia y adolescencia.
Nos quedamos así hasta que me duermo.
*~*~*
Mis temores se cumplieron.
Me encontraba en el salón de mi casa. Sentada en el sillón rojo de cuero con un libro en la mano.
En cuanto llegué me di cuenta que no había nadie en casa, por lo que pude relajarme y, después de mucho tiempo, leer algo. Despejar mi mente de todo.
Cuando estaba por el último capítulo, escucho como la puerta se abre. La paz se terminó.
—¡Ann!
Los tacones resuenan en el suelo. Cada vez más cerca. Suspiro y cierro mi libro.
En cuanto me ve, me dedica una sonrisa torcida que no llega a sus ojos, estos están llenos de tristeza.
Se sienta a mi lado sin mirarme. Espero impacientemente a que diga algo.
—Te contaré todo. Puedes odiarme incluso más que ahora, pero tienes que dejar que te cuente esto. Necesito que escuches mi historia.
Tardo en darme cuenta de lo que habla, y aunque quería decirle mil cosas, no dije nada y me decidí a escuchar atentamente.
—Te contaré por qué me fui.
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