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Capítulo 20: McKencie.

—No lo verás más.

Abro tanto mis ojos que duele.

—No puedes obligarme, no eres mi padre. —Automáticamente me cubro la boca.

Él respira hondo y hace de cuenta de que no dije lo último.

—No vas a verlo más, sea tu amigo, tu novio, o simplemente alguien con quien te revuelcas. Fin de la discusión.

—Es solo mi amigo. No puedes prohibirme hacer amigos, ya sabes lo que me cuesta. —Y a mí me cuesta admitirlo.

Luke se sienta en su típico lugar de la mesa y me ignora.

—Interpreto tu silencio como un "Sí, puedes verlo". —Con eso levanta la mirada.

—¿Desde cuándo me contestas? —Su mirada es tan fría que me recuerda la clase de persona que es—. Sigue relacionándote con él si quieres, pero no creo que él quiera tenerme de enemigo.

El silencio se hace de inmediato.

Supe que él había ganado.

Me voy hacia el cuarto.

No pensaba hacerle caso. Iba a seguir viendo a Andrew. Luke no sabía que ambos íbamos a la biblioteca, y él no me había prohibido ir allí. El problema es que faltaba toda una semana para el sábado. Y yo no podía aguantar tanto tiempo sin ver a Andrew.

Me acuesto en el colchón (sí, no hay camas como tal) agarro un libro e intento perderme en un mundo de fantasía que no tenga nada que ver con mi realidad. Pero me es imposible. Todos mis pensamientos están dirigidos hacia Andrew, mi mente no deja de reproducir la pelea con mi padrastro y la forma en la que me defendió.

La puerta se abre, intento hacer como que estoy perdida en la lectura, aunque ni siquiera sé qué libro es, e ignoro a Marie, que ahora se encuentra sentada a mi lado. Me extraña que no me esté gritando todavía, así que levanto la mirada del libro.

—¿Tú también tienes algo que decirme?

Sin embargo, en su mirada no hay nada de odio, sólo compasión.

¿De verdad ésta es mi hermanastra?

—Solo quería decirte que no le he contado a mi padre que habías dormido afuera. Había creído que te habías levantado temprano y habías ido a correr. Claro, hasta que tu... amigo abrió la boca.

Suspiro y cierro el libro, dejándolo a un costado.

—Te creo. ¿Algo más?

—Sí, presentame a tu amigo, ¿Andrew era? —Sabía que iba a decirlo. Me arrepiento de haber creído que estaba preocupada por mí.

—Ya lo has conocido. —Digo cortante. A Andrew no. A cualquier menos él.

—Sabes a lo que me refiero. —Lo sabía pero no iba a hacerlo. Ni en sus sueños—. Además, no es como si te gustara, o como si a él le fueras a gustar.

Creo que mi mirada lo dice todo.

—Oh. Por. Dios. ¡Te gusta! —Exclama tan alto que inmediatamente le cubro la boca. Si Luke se entera... aunque seguro ya lo sospecha.

—Callate.

Ella se deshace de mi agarre y se levanta, rumbo a la puerta. Antes de irse, dice:

—Pobre Ann. ¿Qué se siente saber que ningún chico te corresponderá jamás?

Y con eso cierra la puerta.

Siento que las lágrimas arden en mis ojos, pero les niego la salida. Hace mucho que había aprendido a no llorar por los comentarios de Marie.

Pero esto era diferente. Sabía que Marie no necesitaba que le "presentara" a Andrew. Ella lo podía engatusar sola. Y estaba segura de que lo lograría. Marie es todo lo contrario a mí, es alta, rubia, de ojos azules, con todas las curvas en su lugar. Todos los chicos —incluso algunas chicas también— se giran para verla. Es el centro de atención, sale de fiesta y tiene a casi todo el colegio como amigo; mientras que yo soy la chica marginada que lee libros debajo de un árbol en los recreos.

No era competencia. Y en cuanto intentara conquistar a Andrew, él caería en su juego y yo lo perdería.

Las lágrimas no cayeron y me quedé dormida.

• • •

Las clases de matemática son lo peor.

Es decir, la materia está bien. Lo malo es la profesora. La señora Gonzales está sentada en su escritorio con una revista en la mano. Lleva así casi una hora, mientras nosotros, los alumnos, gritamos y hacemos cualquier cosa, aunque nada que tenga que ver con suma y resta. Yo por mi parte, estoy mirando mi cuaderno en blanco. Esperando el timbre que indica el fin del día.

Faltaban unos minutos para el final de la clase, yo ya estaba guardando mis cosas cuando de repente la puerta de abre. Todos dejan el alboroto instantáneamente para observar al chico parado en la puerta.

La señora Gonzales levanta, por fin, la vista de su revista al darse cuenta que todos nos callamos. Mira detenidamente de arriba a abajo al intruso.

—¿Qué se le ofrece? —Dice despectivamente.

El chico parece no notar el tono amargado de la señora Gonzales, sonríe.

—Soy nuevo y esta es mi clase, o eso creo.

—Faltan cinco minutos para que terminen las clases, ¿te parece que son horas de llegar?

—Me perdí. —Se encoge de hombros y pasa hacia el salón, cerrando la puerta detrás suyo.

Cuando está ya dentro, puedo verlo mejor. Su pelo es de color verde-azul (obviamente teñido) y no alcanzo a ver tan bien sus ojos, pero podría jurar que son verdes. Es de mi estatura. Y es raro encontrar a un chico que mida lo que yo.

El chico de cabello azul se para adelante de toda la clase para presentarse. Aún recuerdo cuando yo pasé por eso. Las manos me temblaban y los nervios apenas me dejaban decir una frase completa. Pero él parecía de lo más tranquilo, incluso feliz de estar ahí, delante de todos.

—Bueno, hola. Me llamo Charlie McKencie. —El timbre suena y todos se apuran a salir—. Bueno, chau.

Todos pasan a su lado, incluso la profesora Gonzales. Quién le dice algo así como: "La próxima vez llega más temprano"

Todos salieron ya, y yo sigo sin saber por qué no me fui yo también. Estoy mirando fijamente a Charlie, quien se da cuenta que no está solo.

—Alguien se ha quedado a escuchar mi presentación, bien. —Dice sin ánimos, pero con una sonrisa—. Eso te convierte en mi mejor amiga hasta que termine el año.

Yo río inevitablemente. Este chico es raro.

Como yo.

—Soy Ann. —Digo antes de que me lo pregunte.

—¿Te acompaño a la salida, Ann?

—Si quieres, Charlie.

Me ofrece su brazo y yo lo tomo.

Es extraño, ni siquiera lo conozco. Pero me cae bien. Quizás sea mi oportunidad para hacer amigos...

De camino a la salida Charlie me cuenta prácticamente toda su vida. Y para cuando salimos, siento que ya lo conozco.

Resulta que viene de otra ciudad, su familia tuvo que mudarse. Aunque mencionó que ya había vivido aquí cuando era más chico, así que ya conocía la ciudad. Lo que me quita la oportunidad de poder mostrarle yo la ciudad. Dijo que había llegado tarde porque se había quedado dormido en el patio. Sí, ¿ya mencioné que este chico es extraño?

Cuando estamos afuera, ya casi todo el alumnado se ha esfumado. Sólo hay una persona en la acera de enfrente. Lo reconozco casi de inmediato. En cuanto me ve, se encamina hacia nosotros.

Yo no puedo evitar pensar en le hecho de que ha venido a buscarme al colegio. Jamás nadie, en ningún mundo paralelo, me habían venido a buscar al colegio. Pero ahí estaba, mi chico de los libros había venido a por mí.

O eso creía, porque en cuanto llega a nosotros, casi corriendo, Andrew abraza primero a Charlie.

—¿McKencie?

—¿Monroe? —Le responde Charlie mientras abraza a Andrew.

—¿Ann? —Digo para mi misma al darme cuenta que estoy en un segundo plano.

¿Se conocen?

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