El tiempo vuela cuando uno lee.

Me había quedado leyendo un rato más después de la clase de literatura, pero no me había dado cuenta que el tiempo había pasado tan rápido.

Eran las 8 p.m. y se supone que llego a casa a las siete. No me importa si me regañan. A mi padrastro no le importo y a mi hermanastra menos.

Junto todas mis cosas apresuradamente en mi mochila. No sé por qué me apuro si no quiero llegar a casa. Pero aún así lo hago.

Las luces a penas llegan a los pasillos desolados de la escuela, todo parece tan tétrico. Sonrío. Tenía que quedarme hasta tarde más veces. Nunca me imaginé estando tan tranquila en el pasillo del colegio. Siempre está tan alborotado y lleno de gente, que es raro verlo tan vacío.

Mientras camino hacia la salida empiezo a sentir como si alguien me siguiera. No me asusté. Supongo será algún profesor o la señora de limpieza.

Se escuchan algunos ruidos, pero tampoco me doy la vuelta. Si hay algún asesino detrás mío que deje de hacerse el misterioso y me maté de una vez.

De repente una voz masculina desde el hueco de la escalera me hace detener mis apresurados pasos.

—No sabía que las pelirrojas hacían doble turno.

Una de mis cejas se levanta automáticamente. ¿Pelirroja? Sin duda me hablaba a mi, pero yo no tenía ese tipo de confianza con nadie como para que me dijeran así.

Así que me di vuelta para saber quién se atrevía a hablarme de ese modo.

Oh, no debería de haberme dado vuelta. Debí de seguir mi camino hacia casa, pero no. Todas las decisiones que tomó suelen ser estúpidas.

Si no me hubiera dado vuelta podría haberme ahorrado muchísimo tiempo de mi vida. Porque, en cuanto lo vi, supe que pensaría en él está noche, y la próxima y la próxima.

Cuando me volteé, lo primero que me llamó la atención de él fueron sus ojos, que a pesar de la escasez de luz, era como si brillaran, como si me invitaran a mirarlos. Eran de un negro tan intenso que cualquier persona se hubiera quedado horas observando. Me incluyo.

Luego mi mirada fue directamente a sus labios –No me juzguen— tenía unos labios hermosos. Quería saber qué se sentía estar cerca. Me conformaba con eso. Sólo estar cerca, no preciso tocarlos para saber que me gustan.

Su pelo negro fue lo siguiente que mi vista captó. Estaba despeinado o así era su estilo, no lo sé pero quiero averiguarlo. No era ni corto ni largo, era perfecto para enredar mis dedos en él y alborotar su cabello aún más.

Por último vi su cantidad increíble de tatuajes. Y todos los que habría debajo de su camisa y sus jeans. Tenía la típica pinta de punk.

El chico misterioso bajo por las escaleras y a medida que se fue acercando más alto me parecía. Bueno, todo me parece alto desde mi metro cincuenta.

Pues ahora imagínese un personaje literario. Sí. Lo que leyeron. Este chico es todo lo que yo llevaba toda mi vida buscando en el colegio. Un chico de cuentos. Físicamente claro está. Por muy bueno que esté puede ser un egocéntrico al igual que el resto del alumnado.

¿Dónde estuviste toda mi vida? ¿Por qué nunca lo vi en los recreos?

Cuando está lo suficientemente cerca siento mis mejillas arder y mis piernas temblar. ¿Pero qué me pasa? ¿En qué momento me enfermé?

Ahora que está cerca puedo escanear su cara a la perfección. Un arito atraviesa una de sus orejas y en la otra hay un expansor, o lo que sea que se pongan los chicos locos de ahora. Pero no me importa, es al único que haya visto que le queda bien una de esas cosas. Otro piercing se encuentra en su nariz, y no puedo dejar de mirarlo.

—Así que, ¿qué haces tan tarde en la escuela? —Volví a sus ojos, aunque sé que debería alejarme de él ahora, antes de que sea demasiado tarde—. ¿No te han avisado que las clases terminan a las 6?

—Podría hacerte la misma pregunta. —Jaque mate chico bonito.

Él siguió mirándome fijamente. Por un momento sentí que podía leer mis pensamientos. Lo cual no sería nada bueno teniendo en cuenta todas las cosas que estoy pensando sobre él.

Sé que estoy sonrojada, y sé que si lo sigo mirando estando él tan cerca, el sonrojo va a aumentar. Y ni tú ni yo queremos que eso pase.

Sus ojos negros no dejan los míos en ningún momento. No hablamos. No creo que haga falta, ambos estamos concentrados en el color de ojos del otro. Aunque no sé qué puede atraerle de mis ojos marrones. Porque cuando una persona de te queda mirando mucho tiempo es porque le atraes, ¿verdad? Vamos, así es en los libros.

Lo que parece ser el ringtone de su celular, rompe el momento. En parte lo agradezco. Nada bueno puede salir de esto que acaba de pasar. Pensándolo bien, ni yo se que acaba de pasar. Por otro lado maldigo su celular, porque sé que ningún hombre volverá a mirarme como él lo acababa de hacer.

El chico está teniendo una conversación con alguien pero habla tan bajo que no llego a escuchar lo que dice.

Decido huir.

No es lo más valiente que alguna vez haya hecho, pero sí lo más inteligente.

Su mirada va a perseguirme de camino a casa. Su pelo, la forma de su cuerpo, y la forma en la que me miraba. El tono de su voz. Todo ¡Hasta el ringtone de su celular! No voy a poder evitar soñar con él esta noche.

Soy consciente de ello.