
Capítulo 15: Mi héroe.
Entro intentando no hacer ruido con la puerta, lo cual es una tarea imposible. En cuanto la abro un poco, esta produce un sonido que probablemente haya despertado a todo el barrio.
Esperaba encontrar a mi padrastro esperándome, en cambio, me encuentro con Marie sentada en la mesa. Sin embargo está ella sola, no hay otro indicio de que mi padrastro se encuentre en casa.
—Tienes suerte de que sea yo la que te descubra. —Tiene una sonrisa diabólica en su rostro.
—¿Dónde está Luke? —Realmente no me importaba, pero esperaba cambiar de tema antes de que me pregunte con quién estaba. Todavía no había pensado en una mentira. Y no era muy buena mentirosa.
—Haciendo negocios. —No dijo más del tema, y yo tampoco quería saber—. ¿Dónde estabas? No, espera, esa no es la pregunta. ¿Con quién estabas?
Se para de su lugar en la mesa y se acerca a mí.
—No tengo que darte explicaciones.
—¿En serio? Pasate el horario límite. Ni siquiera somos tu familia, podemos echarte a la calle si queremos. Y si te echamos, ¿quién te recogería? Nadie. No tienes a nadie en el mundo. Ni un solo familiar. Así que empieza a obedecer a mi padre.
Ahora estaba tan cerca que casi podía sentir el odio que me sentía. Como escupía las palabras con rabia.
—¡Quizás me recoja una familia que no sea narcotraficante!
Nunca hablábamos del negocio de el padre de Marie. Y en cuanto dije las palabras, mi hermanastra estampó su mano contra mi cara.
—¡Desagradecida! —Y con esto se va al cuarto.
No dudo de que vaya a contarle todo a su padre.
Era la primera vez que Marie me pegaba. Mi mejilla ardía y podía sentir que se hinchaba.
En ese momento me siento tan cansada de todo esto, de esta familia, de esta vida. Decido irme, aunque sea sólo por esa noche. No me importaba no tener a dónde ir, simplemente tomo mis cosas y cierro con un portazo, milagrosamente la puerta no se cayó.
Me dirijo por las calles sin ningún destino. No conozco el barrio, es decir viví aquí toda mi vida pero sólo conozco mi cuadra. Así que no tardó en perderme.
En un momento llego a un callejón para nada amigable. Es el típico callejón en el que destripan prostitutas, pero este estaba vacío. No había ni un alma, lo cual lo hacía aún más tenebroso. Cruzando el horrible callejón podía ver una calle más transitada, así que me dirijo hacia allí.
Pero claro, nunca nada me sale bien. Tropiezo y caigo de cara al suelo, ensuciando toda mi ropa de lo que sea que hubiese en el suelo de ese asqueroso callejón.
—Mierda. —Murmuro para mi misma.
De repente escucho unas voces justo detrás mío.
—¿La princesa se lastimó? —El dueño de la voz pone sus manos en mis brazos y me aprieta, levantándome del suelo.
El pánico aparece en el momento en que veo que son tres chicos, y no lucían exactamente amistosos. Y yo estaba sola, en un callejón oscuro. Estaba segura de que aquí me destriparían.
—Toda tu ropa se ensució, tendremos que quitártela. —Dice el de la derecha. Lógicamente el del medio es el que manda de los tres. Su agarre en mis brazos aumenta.
—¡Sueltenme! —Me empiezo a remover intentando soltarme, pero me estaba presionando tan fuerte que a penas y logré moverlo de lugar.
—Quizás la próxima vez no vayas por callejones a esta hora. —Los tres se ríen.
El del medio se acerca a mi cuello, y ahí es cuando vuelvo a forcejear y a gritar. Aunque dudaba que alguien me escuchara en ese lugar.
Repentinamente las manos del chico dejaron mis brazos y la presión desapareció. Abro mis ojos con miedo. Veo a dos de los chicos en el suelo y a el que era el jefe de los tres, peleándo con otro chico que no llegué a ver bien por la oscuridad del lugar.
—¡Metete en tus asuntos, idiota! —Gritaba a la vez que intentaba pegarle a el chico misterioso, pero este lo esquivo fácilmente.
El chico lo derribo con una piña en la cara, y cayó al suelo con sus otros dos amigos.
Finalmente el trio se levanta mirando con odio a mi salvador, pero se van sin decir nada.
Me quedo sola con el chico que me salvó. Era bastante cliché. Mi héroe.
—¿Estás bien? —Su voz me resulta conocida, pero la oscuridad me sigue impidiendo reconocerle.
—Eso creo... —Todos mis pensamientos están confusos. Estoy como desorientada.
Caminamos hasta salir del callejón, y finalmente veo a mi salvador. Quedo sorprendida en cuanto lo veo. La luz de las farolas le da un tono más oscuro a su rubio pálido, haciendo que se parezca más a su hermano, cosa que seguro no le hubiese gustado.
En cuanto el voltea a mí, se queda estupefacto al igual que yo. Al parecer tampoco me había reconocido.
—¿Ann? —En ese momento, la expresión de Noah parece llenarse de preocupación—. No sabía que eras tú. ¡Dios, ¿estás bien?!
Su mano va directamente a mi mejilla, justo donde Marie me pegó. Sentía que estaba un poco hinchada. Probablemente, este de un color morado, para nada bonito.
—Sí, eso creo. —Me quedo mirándolo un rato—. ¿Qué hacías tú en el callejón?
Era demasiada casualidad. O yo era muy escéptica en cuanto al destino.
—Pasaba por aquí —Dice distraído, quitándole importancia—, más importante, ¿qué hacías tú en un callejón a esta hora, sola?
Decido no mentirle.
—Me fui de mi casa. —Quizás sonó más cortante de lo que quise.
—Bueno... no voy a preguntarte porqué, pero ¿tienes a dónde ir?
Mire hacia mis zapatillas. Pensé en lo que estaba haciendo. Marie tenía razón, ¿a quién quiero engañar? No tengo familiares, no tengo amigos, no tengo nada. ¿A dónde pensaba dormir? Y en el caso de que al día siguiente volviera a casa, ¿cómo se lo tomaría mi padrastro? De repente todo mi plan sonaba a locura.
—Voy a tomar tu silencio como un no. —Levanto la vista esperando encontrarme con su mirada desaprobatoria, pero en cambio, me encuentro con su sonrisa, en un intento de consolarme—. Vamos.
En cuanto empieza a caminar, caigo en que quiere que lo siga. Sin embargo, me quedo en mi lugar intentando entender su plan. Al ver que no lo sigo, vuelve a hablar.
—¿Vas a quedarte ahí toda la noche? Vamos, puedes quedarte en mi casa.
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