Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 2

Nada como empezar el día levantándote antes de que siquiera comience realmente. La alarma había sonado exactamente a las 4:00 a.m, no quería levantarme de la cama pero no tenía de otra. Me cepillé y me lavé la cara para espantar un poco la terrible pesadez que tenía en los ojos, ¿por dónde empezar? Por lo que me llevaría más tiempo, me senté frente a mi escritorio encendiendo la computadora de mesa e investigando lo necesario para hacer mi informe. Terminarlo a tiempo y hacerlo bien en el proceso, sin contar que no podía escribir por lo menos cinco palabras sin bostezar, sería un verdadero reto.

Cuando al fin había escrito todo lo necesario en cada página, sentí que un peso se me quitaba de encima, otro volvía a ocupar su lugar; había pasado hora y media y aún tenía que resolver ecuaciones antes de estudiar para el examen. Me estiré en la silla y bajé un momento a la cocina por un vaso con agua, y allí me encontré con mi mamá ya tomando café.

—Buenos días Anni. ¿Te sirvo?

—Buen día mami, te lo agradecería muchísimo en verdad lo necesito —respondí a su saludo tomando asiento.

—¿Llevas mucho despierta, cariño? Cuando me levanté la luz de tu habitación ya estaba encendida —ya con la taza de café caliente frente a mí y una rebanada de pan crujiente, comencé a soplar antes de dar el primer sorbo.

—Llevo despierta más de una hora; olvidé unos pendientes que tengo que entregar hoy y no me quedó de otra más que madrugar -le expliqué, para luego darle un gran mordisco al pan.

—Eso no me parece extraño, desde que entraste a la universidad te noto muy distraída y pensativa —la miré un momento, tenía una vaga idea de lo que diría a continuación—. ¿No será que alguien te tiene así?

—Ya habías tardado madre. No sólo hay alguien como tú dices, son varios —su expresión era de asombro entremezclado con gracia, me levanté de mi puesto para lavar mi taza.

—¿Y se puede saber quiénes son esos varios? —preguntó con cierto tono burlón.

—Los profesores —respondí saliendo de la cocina, escuchando la risa de mi madre a mis espaldas. Subiendo las escaleras recordé en lo que había pensado la noche anterior y sentí como una molestia se alojaba en mi estómago y mi pulso se tornaba un poco fuera de lo normal. Casi olvidaba que ese era el día. Me atrevería a hablarle...

*****

—¿¡Dónde estabas!? ¡Es tardísimo! —escuchar las quejas de Clarie sólo hacía que mis nervios crecieran, aunque sí tenía razón de quejarse, se me había hecho tarde. Y apuesto a que habíamos perdido el primer autobús que va directo a la parada más cercana a la universidad—. Llegas casi una hora tarde —miré la hora en mi celular y era cierto también, eran las 6:54 a.m. Sólo nos quedaba media hora.

Sólo ella lograba verse tan bien a esas horas y seguir intacta de regreso. Casi parecía una muñeca de porcelana con esa piel tan blanca y suave, y su cabello tan negrísimo hasta los hombros. Ella sin duda tenía ese porte elegante que nadie con facilidad adquiría, y es que ese ya lo tenía desde pequeña con esa mirada suspicaz, y aunque sus pecas le dieran ese aire adorable su mirada era todo lo contrario. Sus expresiones casi siempre eran de fastidio, seriedad o molestia. No diría que era un persona amargada pero si alguien con el carácter prepotente.

—Sabes que pudiste haberte ido hace mucho, no tenías que esperarme —le respondí, sentándome a su lado en la banca para esperar el siguiente autobús.

—Hmm en realidad también acabo de llegar... Olvidé hacer un esquema y recién lo recordé después de que me desperté —quién lo diría, no era la única que había olvidado hacer los deberes. Pero no había reparado realmente en lo que había dicho.

—Espera, ¿qué? ¿De cuál esquema estás hablando Clarie? —tan pronto llegó el segundo autobús nos subimos buscando puesto, la ventaja de tomar el primero era precisamente por la hora, no había mucha gente abordando y podíamos ir tan cómodas como quisiéramos. Ya sentadas, cada una en diferentes filas pero cerca; volví a insistir.

—El de Inglés —me respondió como si fuera lo más obvio del mundo.

—No puede ser posible, tengo todo anotado en mi agenda y no decía nada de un esquema —le expliqué, un poco asustada de su respuesta. Ella me miró de arriba abajo con una mueca extraña.

—Qué desactualizada eres por Dios, ya nadie escribe en agendas —la vi meter su mano en el bolsillo de su pantalón y sacar su teléfono para mostrarme algo—. Mira, yo descargué ésta App; es como una alarma, escribo cualquier cosa que quiera recordar con tiempo y me avisa sin dificultad.

—Entonces no es tan buena, porque olvidaste hacer ese esquema —bueno no era hora de calificar App's, sino de organizarme. Con cada parada del bus nos tomaría aproximadamente veinte minutos llegar a la nuestra, así que si me apresuraba quizá lo terminaría antes—. Déjame ver de qué va, con suerte lo termino antes de bajarnos.

—Lleva tres días recordándomelo, pero lo desactivé cuando me empezó a fastidiar y ya sabemos el resto... —pues si ella lo olvidaba con su teléfono recordándoselo diariamente que quedaba de mí. Tomé su teléfono leyendo los puntos que tenía que investigar, ella viendo mis intenciones me interrumpió—. Hice varias investigaciones que no usé, puedes copiar esas.

Le tomé la palabra y utilicé de sus apuntes para terminar lo más rápido posible.

Era muy incómodo escribir con el bus pasando por cada bache de la vía, eso sin contar que por cada frenazo todos los que estábamos allí nos balanceabamos de un lado a otro. Cuando estaba apunto de terminar, el autobús volvió a frenar en otra parada y cuando vi a Clarie bajar me apresuré a hacer lo mismo con la hoja y el lápiz aún en mis manos y si no fuera por el señor junto a mí seguramente hubiera olvidado mi morral, y creo que caminé tan rápido que no tuve tiempo de frenar antes de tropezar con la acera y caer de lleno en el piso.

Clarie al escuchar mis quejidos se volteó un momento y al verme aún tirada en el piso, rápidamente me ayudó a ponerme de pie. Creo que ni los raspones me dolían tanto como ver la hoja con lo que había escrito, tirada en un sucio charco.

Clarie al ver mi expresión de derrota me tomó de mano tirando de ella para que continuáramos nuentro camino a la universidad como desde un principio. Después de todo aún quedaban dos cuadras más de camino, y solo si corríamos lograríamos llegar justo a tiempo.

—No te preocupes, creo que tengo un borrador en mi mochila, es mejor que no tener nada —habló por fin, con un poco de dificultad debido al maratón que estábamos corriendo—. Recuérdame pedir de regalo de cumpleaños un auto, no quiero pasar por esto cinco años.

—Gracias, prometo compensarte —le respondí, frenando el trote justo frente a la reja del plantel. Nos quedamos un momento para tomar aire. La pelinegra intentó empujar la reja pero no cedió.

—¡Carajo, está cerrada! ¿Qué hora es? —este día está cerca de clasificar como el peor de todos, ¿algo más puede pasar? Saqué mi celular para corroborar que no fuera tan tarde y al ver la hora maldije en mi mente.

—Son las 7:45 a.m dudo que nos dejen pasar con más de veinte minutos de retraso —¿ahora qué? ¿Simplemente nos damos la vuelta y regresamos, o nos atrevemos a rogarle al portero que nos permita pasar? Clarie no tenía ninguna de las dos opciones en mente.

—Saltemos —su propuesta me descolocó un poco, no sabía si estaba hablando en serio o soloe estaba gastando una broma. ¿O puede que con tanta exaltación le corrió mucha sangre al cerebro?

—¿Estás loquita Isabel? —en ese momento quise reír al ver la mueca de molestia que tenía su rostro, ella odiaba que la llamara por su segundo nombre, o que usara esa expresión en realidad— Si nos encuentran saltando por el portón nos podrían expulsar o algo parecido.

—Tú en verdad no piensas —se dio la vuelta y comenzó a caminar en dirección al campo de fútbol. Yo solo la seguí, al fin y al cabo que no tenía mucho más que hacer. Rodeamos gran parte de las instalaciones, y como ya había sospechado desde que llegamos, no se encontraba más nadie fue de los salones. Miré de nuevo a Clarie cuando paró de andar y comenzó a cerciorarse de que no anduviera alguien de la limpieza rondando. Y me sorprendió cuando la vi desdoblando unos alambres que se encontraban apenas sosteniendo la tela de la cerca.

—¿¡Qué estás haciendo!? —no respondió, en cambio me mandó a callar. Deshizo cuatro pequeños alambres que apuesto ya se encontraban flojos desde hace tiempo, quise preguntarle cómo lo sabía o si ya lo había hecho antes pero ya parecía bastante obvia la respuesta, además de que en ese momento no había tiempo para hacer preguntas. Y abrió la tela haciéndome una señal de que pasara rápido, obviamente lo hice y tenía miedo de que nos encontraran pero ya estábamos en esa situación y lo único que nos quedaba era ser sigilosas y evitar que alguien nos viera a toda costa.

Por supuesto que antes de dirigirnos a nuestro salón dejamos todo tal cual estaba cuando llegamos. Los pasillos estaban totalmente desiertos pero a lo lejos se escuchaban voces. Y en ese justo momento una pregunta asaltó mi mente.

—¿Cómo haremos para entrar al salón? La profesora no nos dejará hacerlo por la tardanza.

—Lo sé, no tienes que repetirmelo —me respondió volteando los ojos irritada, podía notar ese tono de fastidio característico de ella en su voz, se le veía ansiosa—. Yo me encargo —acto seguido me haló del brazo para ocultarnos detrás de un pilar, luego sacó una roca de su bolsillo trasero y la arrojó con fuerza a la ventana que daba a nuestro salón de clases. Su fuerza y puntería me asombró.

—¿Estás loc..? —rápidamente me calló tapándome la boca con su mano, haciéndome señas de que hiciera silencio. Obviamente la obedecí, las dos nos quedamos mirando en dirección del blanco, momento atrás habíamos escuchado el alboroto que se había armado en cuánto el estruendoso sonido del vidrio quebrándose y cayendo al suelo se escuchó por toda la instalación.

Entendí el punto, pero era un arma de doble filo. Con la distracción la profesora saldría a revisar y seguramente iría a informar a la direccional lo sucedido, así dejándonos el camino libre de colarnos a salón y con el alboroto nadie nos notaría. La falla sería que dieran con nosotras y nos descubrieran, rogaba porque la Srta. Lucy no hubiese pasado lista aún porque de lo contrario nuestra presencia no tendría ninguna explicación lógica.

Y pasó justo lo que pensé y lo que Clarie esperaba, la profesora salió totalmente furiosa y en busca del culpable. Mi corazón latía tan fuerte y apresurado que tenía miedo de que se me saliera del pecho, nosotras aún permanecíamos escondidas y muy quietas. Y logramos escuchar el sonido de sus tacones alejarse deprisa en dirección opuesta, esa era nuestra señal para entrar.

Y caí en cuenta de algo; la roca pudo haber impactado con algunos de nuestros compañeros o alguien pudo haberse lastimado con los vidrios rotos. Un sentimiento de culpa me invadió y me arrepentí de haber seguido a mi trastornada amiga. Quise irme por donde mismo había llegado, pero tenía que cerciorarme primero de que mis sospechas no fueran ciertas.

Clarie me apuró a entrar al salón aprovechando el disturbio en éste. El puesto en el que me sentaba normalmente ya era ocupado por alguien más, así que busqué con la mirada algún otro libre y justo en ese preciso momento lo vi, y él me miró a mí devuelta, sentí un pequeño susto en el corazón y una molestia muy fastidiosa en el estómago. Pero lo que más sentía en ese momento era culpa. La piedra que había lanzado Clarie minutos atrás le había dado justamente a Tristán, y él me había visto entrar. Eso sólo significaba una cosa...

Estaba en graves problemas.

******

La primera hora ya había terminado y me dirigía al comedor de la cafetera junto a Clarie. Me sentía agotada y ¡aún no acababa el día! Luego de cruzar miradas con un furioso Tristán me senté al fondo de la clase dónde nadie más me notara, el susodicho había pasado el resto de la clase en la enfermería; por fortuna el golpe no era grave y no lo había impactado tan fuerte, de alguna manera el vidrio había ayudado a amartiguar pero no se podía ignorar el feo chichón que se le había formado en la sien derecha al pobre desafortunado. Me preocupaba un poco el hecho de que sospechara de mí o creyera que había sido yo la que lo había lastimado, de alguna manera había sido culpable por no haber detenido a la pecosa chiflada de hacerlo.

Pero muy en el fondo ignorando mi remordimiento de conciencia, una parte de mí se burlaba de él y hasta creía que se lo merecía indirectamente por ser ese chico patán, ególatra y principalmente estúpido machista. Él en verdad creía que podía tener a cualquier chica comiendo de su mano, se creía un Dios del Olimpo; con poder y belleza inigualable. Por lo menos ese chichón le demostraría todo lo contrario y le serviría de lección.

—¡Qué día! —habló por fin mi amiga después de todo el caos que había causado. La miré con el ceño fruncido.

—¿Estás satisfecha? Hoy violamos cada regla existente del puto reglamento universitario -le reproché bastante molesta de su actitud.

—Ojos que no ven corazón que no siente. Alguien —enfatizó la última palabra señalando entre comillas con sus dedos— rompió las reglas, pero si lo profesores no saben quién fue es inútil, no nos afecta en nada —me aseguró, como si sus palabras fueran de fiar—. Además no creo que alguien nos haya visto en ese momento, sino ya estaríamos en la direccional.

—Pues te equivocas. Quizá a ti no te vieron ¡pero a mí sí! —chillé dejándome caer con pesadez en una silla.

—No es mi culpa que seas tan lenta y retrasada —le lancé una mirada fulminante a lo cuál ella solo se encogió de hombros—. Por cierto ¿quién te vio?

—El que menos debía hacerlo; Tristán —tomé una liga de mi bolso y amarré mi cabellera pelirroja en una cola de caballo alta y un poco floja y quise sacar también el tupper con mi desayuno pero no lo encontré. Revisé con más cuidado entre mis cosas y efectivamente no estaba, seguramente lo olvidé en la encimera de la cocina—. ¡Genial, ahora no tengo desayuno! —quise halarme de los pelos por tan mala suerte.

—Puedo prestarte para que compres algo de la cafetería —me ofreció Clar sin mucho interés en realidad.

—No. Tú me vas a invitar hoy y el resto de la semana el desayuno, es lo menos que puedes hacer por el susto que me he llevado hoy —le exigí con los brazos cruzados y mi mirada completamente seria, no esperaba que aceptara realmente pero nada me costaba intentarlo.

—Está bien. Pero que no se te haga costumbre, no pienso alimentarte toda la vida por haberte ayudado. También cómprame algo a mí —de mala gana, pero aceptó mi condición. Me ofreció unos cuántos billetes, sin esperar mucho los tomé y me dirigí a ordenar un par sandwiches y Coca-Cola. Ya de vuelta con lo que había pedido me dispuse a comer.

—¿Crees que Tristán piense que fui yo la que arroje la roca? —le pregunté a mi amiga después de un largo rato comiendo en silencio.

—No te vio hacerlo. Así que sus piensos no valen de nada —me tranquilizó terminando de tomar su refresco. Yo hice lo mismo y nos retiramos a nuestra siguiente clase que ya estaba apunto de comenzar.

—Solo espero que no pase nada.

Caminamos por un rato hasta llegar a la clase de física. Todos nuestros compañeros habían entrado en bola y de manera tan desordenada que preferimos esperar a que despejaran la entrada y así poder pasar nosotras. Mi amiga pelinegra ya se encontraba buscando puesto y cuando estuve apunto de hacerlo también, el profesor me interrumpió.

—Srta. Russell —me llamó con un tono vehemente.

—Rossi, profesor —lo corregí.

—Rousi —contuve mis impulsos de volver a corregirlo y le dediqué una pequeña sonrisa esperando a que volviera hablar—. Por si no lo sabía tenemos un reglamento de vestimenta muy específico, pero se lo dejaré pasar solo porque es de nuevo ingreso; y solo por esta vez.

—¿Qué? —lo miré con duda esperando a que dijera que era una broma. Pero claro ningún profesor bromeaba en esta universidad al parecer.

—No se permiten pantalones rasgados —me específico. Bajé la mirada a mis pantalones y noté que de alguna manera tenía razón; mi pantalón tenía una gran rasgadura y se podía apreciar mi rodilla aún enrojecida por el golpe. Ni siquiera me había dado cuenta que se me había roto cuando me caí.

Me disculpé con el profesor y me senté en mi puesto. Después de un rato que había transcurrido la clase, noté que no había visto al pelinegro de lentes en toda la mañana, un sentimiento de decepción me invadió por así decirlo. Justo ese día que me había decidido a hablarle no había asistido.

******

El resto del día transcurrió tan aburrido como todos. Con todo lo que me había pasado hasta había olvidado estudiar para el examen, solo tuve tiempo de repasar un poco y dudo que haya respondido bien a las preguntas. Ni el chico misterioso ni Tristán habían asomado sus narices en todo ese tiempo, el segundo seguramente abochornado por la contusión en su frente, del primero desconocía las razones.

—Que flojera de esperar el camión —me dijo Clarie estirando sus brazos como signo de flojera.

—Ya quiero llegar a mi casa y dormir —respondí apenas entre un bostezo.

—Pero primero tengo que pasar al baño, creo que me cayó mal el almuerzo. Espérame —explicó sobándose la barriga.

—Ok. Estaré en la entrada, no tapes el baño —bromeé haciéndola enojar y provocando que me sacara el dedo.

Tal como le dije empecé a caminar hacia la entrada de la universidad con lentitud. Cada paso que daba hacía eco por los pasillos vacíos de las instalaciones, y lo único que abarcaba mi mente en ese momento era el dichoso chico de lo lentes. Y estaba tan metida en mis pensamientos que cuando sentí una mano en mi hombro me sobresalté, era él. Después de haberse desaparecido todo el día ahora se encontraba justo frente a mí.

—Hola muñeca.

—Tristán —pareció complacido al escucharme pronunciar su nombre, tenía un mal presentimiento—. ¿Qué te lleva a hablarme? —fui directo al grano, ya estaba lo suficientemente agotada como para aguantar berrinches.

—Vaya, vaya ¿porqué el apuro cabeza de zanahoria? ¿Quieres escapar de mí o algo? —su tono meloso me molestaba, parecía como si me estuviera retando.

—No te apareciste en todo el día. No me digas que te estabas escondiendo o ¿si? —desvié de manera sutil sus preguntas, atacándolo con una y logrando una mueca de enfado. El chichón había disminuido un poco pero lucía desagradable y se había tornado de tres colores diferentes, resaltaba en su piel blanca y aunque había intentado que mechones de su cabello castaño lo ocutaran lo era suficiente—. Ahora dime qué es lo que quieres realmente.

—Dime ¿no te haces un idea del porqué? —esta vez ya no sonreía, estaba serio.

—No, para nada —mentí.

—Tú, pequeña alimaña. Tú fuiste quién me hizo ésto —escupió con enfado. Señalando el bulto cerca de su frente.

—Estás equivocado, yo no te hice nada. Pero si te soy sincera creo que te luce —me burlé lo que lo enfureció aún más.

—Entonces ¿cómo explicas que justo después de que esa roca me golpeara tú ibas entrando? Es muy fácil deducirlo, provocaste una distracción para desviar la atención de ti entrando a hurtadillas —el estúpido sin neuronas me estaba probando que aún le quedaban algunas funcionando.

—No tienes como probarlo —lo reté.

—Así que lo estás aceptando... —yo solita me había echado la soga al cuello, pero ¡yo ni siquiera había hecho nada!

—Sólo estoy diciendo que no puedes culparme de algo que yo no hice sin tener pruebas —expliqué, tratando de convencerlo de mi inocencia.

—Yo te vi. Eso es más que suficiente, solo tengo que decírselo a la profesora y el director —amenazó acortando la distancia prudente entre los dos.

—¿Y porqué no lo hiciste en cuánto me viste? —su silencio fue suficiente para seguir hablando— Claro porque es tu palabra contra la mía y nadie más aparte de ti me vio entrar al salón.

—No cantes victoria zanahoria —vi como desviaba ligeramente la mirada a un punto detrás de mí lo cuál me puso en alerta. Seguí su mirada y a nuestras espaldas a unos cuántos metros se encontraban Marco y Theo, éste último con su celular apuntando en nuestra dirección seguramente grabando nuestra conversación.

—¿Es en serio? —pregunté molesta, caminé rápido y me abalancé contra Theo para arrebatarle el teléfono, con lo cuál no tuve mucho éxito— No volveré a repetirlo, ¡yo no hice nada!

—Admítelo de una buena vez si no quieres que nosotros te lo saquemos —me advirtió Marco de mala manera.

—No aceptaré culpas ajenas.

—Pues tú te lo buscaste —susurró Tristán haciéndole señas a Marco el cual con agileza se posicionó detrás de mí y me sujetó de los brazos.

—¿Qué vas a hacer Tristán? —preguntó Theo bajando la cámara. Pregunta que yo misma me hacía en ese mismo instante.

—¡No dejes de grabar y no hagas preguntas! —Theodore como cualquier bufón obedeció a su amo. Rogaba porque Clarie se apareciera en cualquier segundo pero parecía que se la había tragado el escusado— Ahora esta es la cosa; si no quieres que yo mismo te haga hablar te recomiendo que lo hagas tú misma por tu propia voluntad ya que te estoy dando la oportunidad de hacerlo.

—¿Sí estás conciente que estás grabando todo esto y les va a ir peor a ustedes que a mí? —le recordé, tratando de salvar mi pellejo. No sabía que me había haría pero estoy segura de que nada bueno sería.

—Nada que no se pueda editar, ¿crees que soy tan estúpido? —entre otras cosas más...

—¿Tengo que ser sincera o prefieres una mentira que no te haga sentir mal? —podría estar casi derrotada. Pero si caía lo haría con estilo. Y aunque su condición atlética y gran tamaño me intimidaban no se lo demostraría, pero tener a tres juntos y reunidos con el mismo plan, eso sí que era terrorífico.

—¡Habla! —su grito hizo que por un momento dudara en si valía la pena callar, podía decirle fácilmente que la que había provocado todo en realidad era Clarie, pero no sería correcto. Y tampoco era justo culparme por algo que no había hecho solo para complacer a los tres trogloditas que estaban conmigo. Estuve apunto de rendirme cuando divisé a alguien más.

¡Era él, el chico de los lentes! Él podría ayudarme. No pensé que ocurriría de esta manera, pensaba hablarle de manera casual, no precisamente para pedirle que me auxiliara.

—¡Eh, tú! —genial, aparte de mudo también era sordo porque había hecho caso omiso de mis palabras. Pero ¿como lo llamaba? Claro, por el apodo, talvez así me prestaría atención— ¡Chico de los lentes! —cuando volví a gritar se detuvo, permaneció un momento quieto y se volteó lentamente mirándome a los ojos así que seguí intentando— Ayúdame —le supliqué.

No movió ni un solo músculo, no entendí porque se había quedado tan estático y estupefacto. Con mis gritos, tanto Marco cómo Tristán también habían desviado su atención de mí, sí él no me ayudaba yo misma lo haría. Aproveché la distracción para pisar con fuerza el pie de Marco zafándome de su agarré. Corrí lo más que pude sin mirar atrás y solo me detuve cuando me encontré a pocos metros de la parada y allí estaba Clarie.

—¿Dónde carajos estabas? Pensé que te habías ido sin mí.

—Vámonos de aquí, te explico en el camino —respondí apenas recobrando el aliento y subiéndome al camión que acaban de aparcar junto a nosotras. De camino a la casa le conté todo lo que había sucedido mientras ella se había ido al baño, pude ver un gran sentimiento de culpa en su mirada. Me explicó que después de salir del baño cortó camino y por ello no se había topado con nosotros y al ver que no estaba pensó que ya me había ido a casa.

La tranquilicé diciéndole que no me había pasado nada. Pero siendo sincera aún seguía aterrada, mañana volvería a ver a Tristán y por más que quería acusarlo no podía sin antes llevarme a Clarie en el camino e inculparme a mí por ser su cómplice.

Ya no quería pensar más en eso. Al menos ya no por hoy.

******

Llegué a mi casa justo a tiempo para la cena, pero otra vez no tenía ánimos de probar bocado. Mamá se preocupó al ver mis codos, mis manos y mi rodilla raspada; le conté de mi incidente al bajarme del autobús y me reprochó el haberme olvidado mi desayuno en la cocina. Luego de tanto escucharla parlotear subí a mi cuarto para bañarme y tirarme en la cama.

Aún seguía en mi cabeza rondando la misma pregunta, ¿porqué ese chico no se había atrevido a ayudarme? ¿Tanto miedo le tenía a los tres mastodontes o sólo no quería meterse en problemas? Lo cierto era que mi interés por él se había esfumado por completo.


—Otro idiota más.

N/A: Pues bueno no tengo mucho que decir en realidad, sólo que me esforcé mucho para actualizar este segundo capítulo el cual va dedicado a mis dos fieles lectoras: Mi hermana y Brend_pz porque de alguna manera se siente reconfortante que a alguien le interese lo que escribes. ¡Hasta la otra semana linduras!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro