CAPÍTULO 32 - JUEVES
Trabajar con Matías en el gimnasio se sintió raro hoy. Él ha sido mi personal trainer por alrededor de un mes, pero ahora que ambos sabemos cómo se siente el otro, cada mínima acción que realizamos se puede apreciar de una forma diferente. En especial el estar en las duchas luego de entrenar... vernos cuando nos vestimos.
Él no parece confundido o incómodo. Es más, actúa de la misma forma en la que siempre lo ha hecho: como si nada hubiera cambiado. A mí esto me resulta imposible.
—Te traje los calcetines que me prestaste —dice cuando sale de asearse, con la toalla alrededor de su cintura—. Están en el bolso de ahí. —Señala un bulto verde que asoma por debajo de los casilleros.
—Gracias —intento que mi voz suene calmada, pero creo que no lo logro.
Por algún motivo, a pesar de que mi cabello es mucho más complicado que el suyo, soy yo el que siempre sale primero de las duchas y, para cuando Matías se me une, ya estoy casi completamente vestido. Sospecho que es porque me aterra que me vean desnudo.
Hay otras tres personas cambiándose a nuestro alrededor, tengo que esforzarme por no llamar la atención.
Me coloco las zapatillas con lentitud y tardo tanto como puedo en atarme las agujetas porque sé que Matías debe estar completamente desvestido no muy lejos de donde me encuentro. Y aunque muero por espiar, mi vergüenza es mayor que mi interés por su belleza.
—¿Nervioso por lo de mañana? —pregunta él.
—No realmente, yo estaré sentado detrás de todo en el escenario; nadie me verá —bromeo.
Sin querer, alzo la mirada por apenas un instante.
Las mariposas explotan en un espectáculo de fuegos artificiales en mi estómago. Mi corazón se detiene por un instante, o quizá por varios. De repente, mi rostro quema como si acabase de comer algo muy picante.
A pocos metros de distancia tengo el trasero desnudo de Matías. Está de espaldas mientras rebusca algo en su casillero. Todo en su figura es perfecto: las proporciones, los músculos, el tono bronceado... ¡Maldita sea! ¡Si lo está haciendo a propósito para incomodarme, lo mataré!
Vuelvo a bajar la vista, tengo la respiración agitada.
Desarmo el nudo de las agujetas y vuelvo a comenzar.
Calma Gabriel, calma.
—Es una lástima, porque pienso ir cuando salga del trabajo —afirma él.
—Lo sé, aunque no vale la pena. En serio. Te aburrirás —respondo, aún cabizbajo.
Escucho sus pasos, noto las sombras de sus movimientos. Despacio, Matías se viste.
—Mila prometió que iba a dar un buen discurso cuando fui por ti a su casa —refuta—. Además, nos graduamos del secundario una sola vez en la vida. Aunque resulte aburrido, es importante.
—Ya suenas igual que mi madre, quiere tomar miles de fotografías mañana —bromeo.
Y como si la llamara con la mente, me llega un mensaje de ella.
Busco los lentes que he dejado en el estuche dentro del bolsito naranja mientras me duchaba. Matías se sienta a mi lado para colocarse su calzado, aprovecha para leer por encima de mi hombro, curioso.
—Dile que sí —suelta él de repente.
¿Eh? ¿Que sí qué? ¿De qué habla?
Alejo el cabello que me ha caído sobre el rostro, limpio los vidrios con el borde de la camisa y me pongo los lentes para leer el mensaje. Por puro instinto, cubro la pantalla con ambas manos. Una tontería, él ya leyó el mensaje de todas formas y, aparentemente, quiere que responda que "sí".
"Gabito! Estás en el gimnasio hoy, no? Si sigues allí, pregúntale a tu amigo Matías si quiere venir a cenar a casa hoy. Tu nana preguntó por el y cómo se encuentra. Y se que tus hermanos también quieren jugar con el... habrá guiso de berenjenas y papitas al horno. Preguntale si quiere venir ;)"
¡MAMÁ! ¿Qué demonios está haciendo? ¿Quiere matarme de vergüenza ella también? ¡¿Por qué demonios tiene que ser tan obvia?!
—Me encanta el guiso de berenjenas —murmura Matías a mi lado con una sonrisa. Luego, suelta una carcajada sincera.
Dejo escapar un suspiro y confirmo que iremos juntos a casa. En el trayecto deberé explicarle al chico de las mil gorras que ya le conté a mi mamá sobre el baile del sábado.
La mesa ya está servida cuando llegamos. Mis hermanos atosigan a Matías con preguntas sobre a qué deberían jugar después del postre y sobre tonterías como su color preferido. No sé cómo hace el trío de chiquillos para tener tanta energía a toda hora. Supongo que yo soy igual a mi manera, Mila siempre dice que nunca parezco agotado —ni siquiera cuando lo estoy—.
Mi nana nos recibe con un beso en cada mejilla, como acostumbra. Sonríe sin decirnos nada y noto que Matías quiere saludarla, pero que no sabe cómo o si sería correcto.
—Ciao, nonna —murmuro yo. No sé hablar en italiano, pero conozco palabras sueltas que ella me ha enseñado con los años sin querer.
—Ciao, bambini —responde ella, alegre, para ambos—. Hola —añade luego con un dejo de timidez.
—Hola, nonna —mezcla el chico de las mil gorras.
Esta es la conversación más boba que he tenido en años, pero me causa mucha ternura.
Mamá golpea la olla con una cuchara y pide que tomemos asiento antes de que la comida se enfríe. Su sonrisa me preocupa. ¿Qué demonios tiene en mente?
Sin decir nada, decido ocupar mi sitio. Matías se acomoda a mi lado, mis hermanos frente a nosotros; mamá y nana en los extremos de la mesa.
Muero de hambre y el aroma a comida casera me está por volver loco. Creo que llevo todo el día sin probar bocado. Estaba tan preocupado por no comer mucho que terminé por saltarme el almuerzo. Eso no es bueno, tengo que ser más cuidadoso.
Durante la cena, mamá se pone en modo detectivesco. No es más obvia porque no sabe cómo; sus preguntas indiscretas van a lograr que me dé un ataque. Matías parece divertido con la situación, pero a mí me incomoda muchísimo.
Cada tanto, le lanzo una mirada silenciosa a mi madre en la que intento decirle: "ya basta, estás yendo demasiado lejos". Sin embargo ella no me entiende. Mejor dicho, me ignora. Sabe perfectamente que no me agrada su curiosidad extrema.
—¿Así que vives solo? ¿Y tus padres? —se entromete ella.
—Me mudé con un amigo hace años, pero él debió seguir con su camino —declara Matías, escoge las palabras con cuidado para que sus afirmaciones no sean mentiras completas. Yo ya le avisé que mi abuela no aprueba de ciertas cosas.
—Es una lástima —replica mamá, consternada—. A mí me preocupa mucho pensar que Gabito vaya a tener que irse a vivir solo si llegan a aceptarlo en la universidad esa que tanto le interesa.
No recuerda el nombre, no se entromete mucho con mis estudios en general. Ya le he repetido el sitio y la carrera que sueño con perseguir casi treinta veces en lo que va del año. Es un caso perdido, nunca lo recordará.
—Vivir solo es complicado, por eso tengo mascotas. Estoy seguro que Gaby se va a querer llevar a Tobías —responde mi personal trainer.
—Es verdad, están las mascotas... —Mamá interrumpe lo que está pensando y cambia de tema—. ¿Te veremos mañana en la graduación?
—Sí, claro. Llegaré tarde porque trabajo, pero allí estaré —asegura—. Es un día importante para Gaby y para sus amigos. —Matías sonríe.
Mi madre me mira de soslayo con aprobación. ¡Es demasiado obvia! Desearía tener el poder de la telepatía para rogarle que se detenga, que me está humillando. Es por estas cosas que a veces no le cuento sobre mi vida privada. ¡Debí haber imaginado que iba a interrogar a Matías!
—¡Cierto! —exclama ella y junta las manos en el aire como si aplaudiera—. Trabajas en el gimnasio del centro, ¿no? Por eso es que se conocieron ustedes dos. A veces el destino es sorprendente, nos cruza con personas que cambian nuestras vidas. Gaby tiene pocos amigos, pero todos son excelentes. Incluyéndote a ti, claro.
¡MAMÁ!
Voy a explotar de vergüenza.
Matías suelta una carcajada, no parece incómodo con la situación y de seguro nota qué tan rojo está mi rostro. Mi abuela no entiende ni la mitad de lo que decimos y los más pequeños ya están distraídos con otra cosa, conversan sobre no sé qué serie de televisión.
—Gabriel es un ángel —dice por fin—. El mejor amigo que podría desear.
—Sí, es un angelito —repite mamá—. No podría estar más de acuerdo contigo.
Esto es demasiado para mí. Respiro hondo, me pongo de pie y camino rumbo al refrigerador en busca del postre. Necesito cambiar de tema o llenar sus bocas con comida para que dejen de lado la conversación. Urgente.
—¿Quién quiere flan? —pregunto, animado y sin voltearme.
Todos responden con una afirmación. Creo que he logrado mi objetivo: se acabó el interrogatorio. Sé que mi mamá aprueba a Matías, que le parece un buen chico. Es todo lo que importa. No necesita saber cada detalle de su vida y hasta su tipo de sangre esta noche, ¡ni siquiera yo sé esas cosas! Ha obtenido suficiente información por una noche.
—Y cuando terminemos, ¿vas a jugar al Jenga con nosotros? —inquiere Leonardo con la boca llena.
—Claro, a lo que ustedes prefieran —responde Matías, sonriente.
—¡A las escondidas! —exclama Fabrizio.
—¡O al dominó! ¡O al bingo! —sugiere Alonzo.
—Una sola cosa —interrumpo yo—. Matías trabaja mañana y no puede quedarse hasta tarde.
—Entonces que él decida —sugiere mamá.
Varios pares de ojos se clavan en el rostro de mi personal trainer.
—Em... soy pésimo para tomar decisiones, ¿y si lo sorteamos?
Su respuesta deja conforme al trío. Así, los cinco nos marchamos a la sala de estar para dedicarle las siguientes horas a algún juego grupal. Estoy feliz y frustrado. Pero más que nada feliz, que es lo que importa.
Cuando llegué al secundario, jamás sospeché que un día tendría amistades sólidas o que encontraría a una persona a la que amaría con todo mi corazón. En mi mente, serían años de transición en los que no ocurriría nada importante o interesante, un período obligatorio de "nada".
No podría haber estado más equivocado. Ahora, quisiera que mañana no llegara. Estoy cómodo en este sitio, en este momento de mi vida. Me asusta pensar que podría perderlo todo cuando el verano se acabe y la universidad inicie.
¡Quedan dos capítulos y el epílogo nada más! ¿Están tan ansiosos como yo? Lo que falta es bastante "extenso/importante".
¡Espero que les agrade el discurso que dará Mila!
Y ya que estoy, como soy una buena persona (?) y sé que deben estar desesperados al pensar: "¡Oh, no! ¿Qué voy a leer cuando me quede sin los rulitos de Gabriel?", les traigo una recomendación.
PD. Como he estado hablando mucho de la mamá de Gaby, pongo una canción que le gusta a mí mamá =p
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