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CAPÍTULO 17 - MIÉRCOLES



¡Estoy rodeado! No hay escapatoria. Miro a la derecha, luego a la izquierda, busco cualquier salida, pero no encuentro ni una. Muerdo mi labio inferior, derrotado, y suelto un suspiro. Por la noche le conté a Mila lo ocurrido con Matías. Ella le dijo a Julián y él al resto. Ahora esperan un relato detallado y jugoso sobre cada segundo de la tarde de ayer.

No tengo excusas para huir. Mis clases ya se terminaron y no tengo nada que hacer, ellos lo saben.

—¿Te declaraste? —pregunta Elena, curiosa.

—¿Se besaron? —añade Totto mientras bate sus pestañas con exageración a modo de broma.

—Vamos, dinos si están de novios —ruega Silvina—. No me perdonaría si me perdí de tomar una fotografía del momento.

—¿Qué pasó? ¿Cómo se lo dijiste? ¿Qué te respondió? —enumera Tristán.

—¿Lo invitaste al baile ya? —inquiere Julián, que ya sabe la respuesta pero disfruta de la tortura.

—¡Basta! —pido en un grito desesperado—. No quiero hablar de eso aquí. —Bajo la voz, avergonzado.

En la escuela, los chismes vuelan. Uno lo dice, otro escucha la mitad y lo pone en sus redes sociales. Eso lo leen los demás, suman rumores propios que oyeron o suponen y se crea una red de suposiciones absurdas que hacen que todas las miradas se posen sobre la víctima —o sea, yo— hasta que surja el próximo asunto interesante.

—Solo queremos que confíes en nosotros —asegura Elena.

—¿Puede ser otro día? —ruego—. ¿El sábado cuando nos juntemos?

No sé por qué intento retrasar lo inevitable.

—Nop —responde Totto—. Tiene que ser hoy. ¿Y si pedimos unas pizzas en mi casa? Podemos cenar temprano, enterarnos de las novedades y regresar cada quien a su hogar antes de que sea muy tarde.

—¡Me parece perfecto! —Se apresura a decir Julián—. Yo tengo que ir a trabajar por unas cuatro horas, pero cenen sin mí. Llevo el postre y hablamos ahí. No empiecen el interrogatorio antes de que llegue.

—Perfecto, esperen que le aviso a mis padres —anuncia Mila, ya con el teléfono entre sus manos.

—Y no, no puedes decir que no —me amenaza Tristán—. Es más, tendríamos que avisarle a Victor y a Miguel.

—Ya les estoy escribiendo —responde Elena con una sonrisa.

Definitivamente tendré que aceptar. Al menos será una conversación privada.

A nuestro alrededor, los pasillos están ya casi desiertos. Muchos alumnos del último año se retiraron temprano, otros ni siquiera vinieron a la escuela hoy. A estas horas quedan apenas los que toman clases extras, los que participan de clubes o los que están cumpliendo con algún castigo particular. Por fortuna, hay pocas posibilidades de que esta escena llegue a las redes sociales. Mi mayor preocupación es Tristán.

Entre las cabezas de mis amigos puedo ver el cielo anaranjado del atardecer, los vidrios de las ventanas están llenos de gotas de la llovizna intermitente que nos acompañó desde el amanecer y que ha hecho que mis rulos se vean espantosos.

Me pregunto qué estará haciendo Matías ahora. Tengo ganas de hablar con él, pero temo que mi insistencia lo aleje. Lo mejor será esperar a que él me escriba para coordinar nuestro entrenamiento de mañana. Solo si para el próximo almuerzo no tengo noticias suyas me atreveré a contactarlo.

No sé por qué siempre que nos juntamos pedimos pizzas. Supongo que será la opción más fácil y la más económica, pero a mí ya me tiene un poco cansado. Además, no es buena para la salud. He notado que mis camisas cierran un poco más ajustadas este año que el anterior, estoy seguro de que tiene que ver con la comida chatarra de estas reuniones grupales. Tal vez la próxima vez les recomiende a los demás preparar ensalada o algo más nutritivo. Me van a mirar de reojo y se reirán, pero lo intentaré de todos modos.

Apenas si comí una porción. Cené con lentitud como si de esa forma pudiese quizá retrasar el interrogatorio. Fue en vano.

Julián llegó antes de que se acabara toda la comida y dejó el postre en el centro de la mesa mientras él se apresuraba a tomar los últimos dos trozos de mozzarella.

Sentados alrededor de una mesa redonda, todos los ojos se posan en mí. Victor me mira con lástima, sabe que estoy incómodo. Miguel parece desinteresado, siempre acompaña a su mejor amigo aunque no le interese el destino o el motivo. Mila ya sabe lo que ha ocurrido y tan solo se cruza de brazos a la espera de mi discurso. Julián alza la vista de su cena de vez en cuando y me dirige una mirada que amenaza en silencio: "dilo de una vez". Nadie ha probado los cupcakes de arándano todavía.

Siento las gotas de sudor que resbalan por mi nuca y se cuelan poco a poco por debajo del cuello de la camisa. Noto que mi corazón late con prisa a causa de los nervios; las mariposas están atentas, listas para reaccionar cuando sea necesario.

Tomo una gran bocanada de aire. Lo suelto.

Y relato lo que ocurrió la tarde anterior. Dejo algunos detalles fuera porque me parecen irrelevantes. Intento no detenerme mucho tiempo en un mismo asunto. Les pido que se guarden sus comentarios y preguntas para el final, que no me interrumpan ni malinterpreten.

Voy por la parte en la que yo evité que Matías ganara la partida de UNO cuando mi teléfono comienza a vibrar con fuerza. Normalmente nadie lo notaría, pero lo dejé sobre la mesa y es imposible ocultar el llamado.

Elena, sentada a mi lado, se asoma con curiosidad.

—¡OH, POR DIOS! ¡ES ÉL! —grita, les avisa a todos los demás que el chico de las mil gorras me está llamando.

Maldición. No voy a atender, no con tantos testigos. Sería muy incómodo, antinatural. Solo espero que él no se ofenda ni se preocupe.

El teléfono sigue vibrando.

—¡Ya, atiende, maldita sea! —pide Tristán, molesto—. ¿Qué esperas?

—Yo... —No encuentro una excusa—. Tengo las manos todas grasosas, no quiero arruinar el teléfono.

—¡No seas idiota! —añade Silvina—. ¡No ignores a tu chico!

—Pero él no es mi... —Me volteo y comienzo a explicarme.

—¡Hola! Habla Mila.

Escucho la mi mejor amiga del otro lado. Vuelvo a girarme con prisa, preocupado. ¡Tiene mi teléfono contra su oreja!

¡No! No! ¡No! ¿Qué demonios hace?

—¡Sí! Me acuerdo de ti, claro. Eres el chico que trabaja en el gimnasio al que empezó a ir mi novio, ¿no? —añade ella.

Elena se cubre la boca con las manos para no soltar una carcajada. Tristán intenta acercarse a Mila para oír la conversación. Todos están expectantes.

Quiero arrebatarle el aparato, es mío. ¡Espero que no diga una tontería! ¡Ojalá que nadie diga una...!

Julián le arrebata el teléfono a Mila y lo pone sobre la mesa. Presiona el parlante del altavoz. Me voy a morir. Luego, habla:

—¡Hey! ¡Hola! ¿Qué tal estás? Habla Julián —saluda él también, efusivo.

—¡Buenas noches! —responde Matías del otro lado. No suena incómodo, sino sorprendido—. ¿Llamo en mal momento? Quería hablar con Gaby sobre el entrenamiento de mañana, pero parece que estoy saludando a todos menos a él —bromea y suelta una carcajada.

Amo su risa, sonrío.

Elena se pone un cupcake entero en la boca con prisa para ahogar su risa. Sé lo que está pensando: "Awww, dijo Gaby", "Awww y tú sonreíste por eso".

La mataré si se le escapa un comentario de esa clase.

—Aquí estoy. —Levanto la voz para que Matías me oiga—. Estaba cenando con amigos y no tenía el teléfono conmigo, lo siento.

—¿Interrumpo una fiesta? ¡Lo siento! No fue mi intención. —Se disculpa el chico de las mil gorras—. Me escribes cuando te pueda llamar, no tengo apuro y estaré mirando películas hasta tarde.

—¡No! —Me apresuro a gritar antes de que malinterprete la situación. No me gustaría que él pensara que yo soy un chico que ama las fiestas—. Ya terminamos de comer, no te preocupes. Te llamo en un rato, no será tarde. ¿De acuerdo?

—Perfecto, hablamos en un rato entonces —anuncia él. Hace una pausa y saluda—. ¡Adiós Gaby, Mila, Julián y a los que estén por ahí! ¡Diviértanse que la adolescencia es una sola! ¡Y buen provecho!

—¡Adioooos! —responden todos salvo por Miguel y por mí.

La llamada finaliza. Quiero desaparecer. Todavía tengo que terminar con mi relato sobre lo que ocurrió ayer y ahora, además, tendré que lidiar con comentarios incómodos, burlas y quién sabe qué más.

Espero sobrevivir al interrogatorio.

Sé que es un capítulo breve, lo siento. Pasa que, al igual que en la vida real, no todo los días están llenos de emoción y de aventuras. Este miércoles es un día más; tiene sus momentos especiales (los que salen en los capítulos), pero nada más. 

Quedan dos semanas y dos días para la graduación de Gabriel y sus amigos. 

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