17
Escuchaba a mi madre a lo lejos. La voz de mi padre y de mi hermana. Los escuchaba a todos, pero no podía abrir los ojos. Sentía los párpados hinchados y la sensación de que tenía una pesa de cien kilos en el pecho.
Cuando logré abrirlos, mi madre se abalanzó encima de mí y comenzó a llorar.
—¡Por Dios santísimo, Joaquín!
Intenté levantar el brazo para acariciarle el hombro a mi madre, pero no pude hacerlo. Me sentía demasiado débil.
—¡Les voy a meter una demanda a esos bastardos de mierda! —vociferaba mi padre.
—Amor, ¿puedes hablar? —me preguntó mi madre—, ¿podrías contarnos qué fue lo que pasó?
En ese momento todos los recuerdos regresaron a mi mente de golpe. La imagen del chico tirado en el suelo, con los ojos abiertos, como si estuviera mirándome, pero su mirada estaba vacía.
Comencé a llorar desconsoladamente.
—E-ellos... —Tenía la garganta tan irritada que apenas podía hablar—. Ellos mataron a un chico... Lo mataron frente a mí, mamá...
Mi madre me acarició el pelo.
—¿Quienes, cariño? —me preguntó, tratando de ocultar su evidente angustia.
—La policía. Le dispararon en el pecho. Él no estaba haciendo nada malo.
Mi padre salió de la habitación sin decir una palabra.
Yo todavía no tenía claro cómo es que había llegado al hospital y como se habían enterado mis padres. Así que, cuando mi madre logró tranquilizarme, me contó la historia.
Para la policía era más complicado que alguien muriera en la comisaría. Así que, en cuanto me desmayé, me llevaron de inmediato al hospital más cercano. Revisando mis registros descubrieron que era hijo de uno de los doctores más influyentes del país, el resto es historia.
—¿Qué pasó con el chico que iba conmigo en el patrullero? —le pregunté a mi madre.
—No nos dijeron nada sobre eso, solo nos dijeron que tú estabas internado en el hospital y que otro chico había muerto.
—Él debe estar en la comisaría... Seguramente necesita ayuda, mamá. Él también aspiró gas lacrimógeno, ¡hay que ir a sacarlo...!
Cuando intenté levantarme, mi madre me detuvo.
—Tú no puedes ir a ningún lado. Tus vías respiratorias están muy irritadas por el gas, estás recibiendo oxígeno y necesitas recuperarte.
—El chico que iba conmigo fue el que me sacó de la calle y me salvó la vida, mamá —insistí—. Él le pidió a la policía que me llevaran a un hospital pero ellos no le hicieron caso. Él me ayudó, ¡no podemos dejarlo ahí! Esos policías son terribles...
Mi madre hizo silencio durante unos instantes, luego me dijo:
—Voy a hablar con tu padre. Él está furioso con esos policías porque te trataron como un delincuente. Las enfermeras nos dijeron que te trajeron al hospital esposado. por Dios Santo, llevabas tu uniforme puesto, ¿cómo no pudieron darse cuenta de que no eras parte de la manifestación? Es ridículo.
—Mamá, mataron a un chico inocente delante de mis ojos. Un muchacho de mi edad que estaba tratando de salir de allí igual que nosotros. Ese chico podría haber sido yo. No es justo que estén haciendo eso con la gente... ¿Qué explicación le van a dar a su familia? ¿Van a decir que le disparó otro manifestante? ¡Yo lo vi! ¡Esa misma arma que lo mató me apuntó a mí también!
Mi madre me apretó la mano.
—La enfermera que me llamó me dijo que un chico que aparentemente era mi hijo estaba en el hospital. También mencionó a ese chico porque no sabían si eras tú... Dijo que le habían disparado en el pecho. Te juro que en ese momento se me pasaron tantas cosas por la cabeza... Yo no sé qué haría si alguna vez me llaman para decirme una cosa así.
—A esa pobre madre la van a llamar para decirle que su hijo está muerto. Le van a inventar una excusa y van a culpar a los manifestantes, pero yo sé lo que pasó en realidad. Esa madre debería tener el derecho de saber quién mató a su hijo. Debería saber que no se puede confiar en la policía.
—Voy a hablar con tu padre —volvió a decir ella—. Vamos a ver si el chico que te ayudó sigue en la comisaría y si necesita ver a un doctor. Luego hablaremos sobre lo otro, ¿está bien?
Asentí.
Cuando mi madre salió de la habitación volví a llorar. La imagen de ese muchacho era todo lo que ocupaba mis pensamientos. No podía dejar de verlo allí, tumbado en la calle, con la expresión de miedo grabada en su rostro. Murió aterrado, indefenso. Murió siendo inocente, como tantos otros.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro