13
Francisco
"Querido Francisco:
Creo que ninguno de los dos tuvo la oportunidad de hablar mucho aquella noche. Supongo que fueron demasiadas emociones juntas las que nos impidieron expresar lo que estábamos sintiendo. Además, había cosas más interesantes que hacer, como besarnos, por ejemplo.
Ha sido muy difícil para mí admitir lo que me está pasando. Pero tú me ayudaste a descubrir ese sentimiento que guardaba mi corazón y a vivirlo como nunca antes lo había vivido. Tú, tu sonrisa, tu cabello con aroma a flores bailando con la brisa de la playa, tú y toda tu existencia es lo mejor que me ha pasado en la vida.
Lo nuestro no podía quedarse solo en un amor de verano, tampoco en una simple amistad, porque era evidente que ya se había convertido en algo mucho más que eso. Te extraño, desearía poder permanecer cerca de ti y disfrutar de cada momento contigo, pero supongo que esto va a poner a prueba nuestra paciencia.
Gracias por escribirme y por las flores. Me has hecho muy feliz.
Espero tu pronta respuesta.
J."
Había esperado esa respuesta con tantas ansias que al leerla me quedé con sabor a poco.
No supe en qué momento ese muchacho ricachón que parecía ser todo lo opuesto a mí se convirtió en alguien tan importante. Jamás imaginé siquiera llegar a ser su amigo y ahora me encontraba intercambiando cartas de amor con él. Era algo bastante loco.
Dejé su carta sobre el escritorio y comencé a escribir la respuesta. Me temblaban las manos, tenía la sensación de que una simple carta no conseguiría expresar todo lo que llevaba guardado en mi corazón, pero por lo menos quise intentarlo.
"Querido Joaquín
Tu carta hizo que mi corazón casi explotara dentro de mi pecho. No esperaba recibir noticias tuyas tan pronto, pero desde luego, la sorpresa fue más que grata para mí.
Hay muchas cosas que echo de menos de nuestros encuentros. Nuestras conversaciones junto a la fogata, o recostados a la orilla de la playa en una noche estrellada. Lamentablemente nuestra faceta romántica duró un suspiro, pero en lugar de entristecerme, pongo a volar mi imaginación y fantaseo con reencontrarme nuevamente contigo. Supongo que quieres saber qué es lo que imagino, pero de momento la vergüenza me impide plasmarlo en esta carta, así que espero que tengas paciencia y esperes a que me sienta un poco más confiado para contarte mis secretos más embarazosos. Lo único que me interesa que sepas por el momento, es que no sales de mi mente ni por un segundo. Espero que tú estés sintiendo lo mismo y que también estés fantaseando conmigo, así no soy el único que va a pasar vergüenza.
Te envío un abrazo y un beso, como esos que nos dimos en mi auto.
Hasta pronto:
F."
Me apresuré a doblar la carta y a meterla en el sobre, como si estuviese escondiéndome de alguien, aunque estaba solo yo en la habitación. Por más que yo sintiera que mis sentimientos eran puros, no podía evitar pensar que, en el fondo, estaba haciendo algo incorrecto y prohibido. Pero esta no era la primera vez que experimentaba un sentimiento como ese.
Ya eran cerca de las seis de la tarde cuando dejé la carta en el buzón. Revisé los bolsillos de mis pantalones para tantear las llaves de mi auto y me monté en él para ir a encontrarme con mis amigos. Ellos ya sabían lo que estaba pasando con Joaquín, pero ninguno de ellos estaba de acuerdo con mi relación a distancia, ni con nada que tuviera que ver con él. El principal negado era mi mejor amigo; yo sabía que tenía sus motivos y que yo no tenía ningún derecho a recriminarle su desagrado por Joaquín, pero sí que tenía derecho a hacer lo que dictara mi corazón, aunque supiera que a él no le gustaba en absoluto la idea.
Estacioné mi auto en la puerta de su casa y entré. No había nadie más que mi amigo en su casa, lo cual me pareció extrañísimo.
—¿Y los demás? —pregunté extrañado—. ¿No dijeron que nos juntábamos a esta hora?
Él hizo un gesto negativo con la cabeza.
—Les dije que vinieran más tarde. Tengo que hablar contigo.
Mateo. Así se llamaba mi mejor amigo. Era un tipo rústico, de pocas palabras y carácter fuerte. Cuando se enojaba era preferible mantenerlo lejos. Tenía una personalidad bastante particular, pero si había algo que no le faltaba, era lealtad.
La muerte de su hermano causó muchas cosas en él. Perdió la capacidad para sonreír de forma espontánea, se volvió un cascarrabias. Incluso se apartó de nosotros durante un buen tiempo, pero nuestra insistencia hizo que volviera a las reuniones nocturnas alrededor de la fogata.
—Hablemos —le contesté, mientras me sentaba junto a él.
—Lo que estás haciendo no es correcto —sentenció.
—Ya pasaron dos años, Mateo —respondí en voz baja—, mi corazón estuvo vistiendo de negro durante demasiado tiempo, ¿no te parece?
—¡Dos años no son nada! —exclamó, enojado—. ¿Ya te olvidaste de Gerardo? De lo mucho que te quería y de los sentimientos que tenía hacia ti. ¿Olvidaste todo eso?
—Jamás voy a olvidarlo—contesté—, pero los sentimientos llegan y no quise rechazarlos esta vez. Gerardo no hubiera querido eso.
Lo vi apretar los dientes y los puños contra sus rodillas. Una lágrima traviesa rodó por su mejilla y se perdió en su mentón.
—Encima con ese tipo...
—No tuviste mucha oportunidad de conocerlo.
—No necesito conocerlo. ¿No te das cuenta? Esa gente no es como nosotros, Francisco. Ellos creen que el dinero lo mueve todo. ¿No escuchaste a su hermana?
—¿Y tú lo escuchaste a él? —Intenté tomar su mano, pero él la apartó de forma brusca—. Escúchame bien, Mateo. Si yo percibiera que Joaquín es un imbécil homofóbico, ni siquiera sería su amigo. Pero no lo es, no piensa igual que su familia y él también está pasando por lo mismo. Él también vive en esta sociedad asquerosa y es aún peor porque su posición socioeconómica lo juzga incluso peor que a nosotros. Comprendo lo que sientes y créeme que jamás le faltaría el respeto a la memoria de Gerardo, pero tampoco puedo estar toda la vida prendado de su recuerdo. Lo que tuvimos nosotros fue algo único, pero él ya no está.
En ese momento, Mateo se giró para mirarme. Había rabia y dolor en sus ojos. Estaba profundamente herido, pero yo sabía que no era por mi causa, sino por quienes le arrebataron la vida a su hermano. Ese odio que todavía permanecía instalado en su corazón lo hacía ver enemigos por todas partes. Cualquier cosa que afectara de alguna manera la memoria de Gerardo hacía que Mateo explotara contra quien fuera. Incluso contra mí.
—Tú estás faltándole el respeto a mi hermano, Francisco. Lo estás haciendo... ¡Te metiste con uno de ellos!
—¡No, no lo hice! —exclamé—. Tú sufriste a Gerardo como hermano y yo jamás me atrevería a cuestionar ese dolor. ¡Pero yo lo sufrí como su novio y tú bien sabes cuánto lo amaba! Sabes las noches que pasé llorando por él, lo que me costó pronunciar su nombre sin que se me hiciera un nudo en la garganta. ¡Tú y yo sufrimos su pérdida juntos y lo mínimo que deberías hacer es alegrarte porque finalmente estoy logrando abrir mi corazón y permitirme volver a sentir algo por alguien! Si no lo puedes ver eres un maldito egoísta.
Luego de aquello, me levanté y salí de la casa de Mateo. Ese sentimiento al que tanto miedo le tenía había regresado con fuerza. La angustia, la rabia, el dolor. Eso que había conseguido ocultar estaba de vuelta gracias a Mateo. Yo sabía que no había sido su intención, pero lo hecho estaba hecho.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro