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❈•≪07. Sensación incomprendida≫•❈

—¿La infección de tu ojo se encuentra mejor?

YunHo apretó sus labios en una sonrisa apenada, YeoSang se había sobresaltado y mirado por encima de su hombro con ojos bien abiertos. Claramente lo había tomado por sorpresa.

—Lo siento.— murmuró cuando sintió su cara calentarse.

El azabache se apresuró en sacudir su cabeza—. No importa.— farfulló entre dientes, tal vez avergonzado—. Está bien.

El alto asintió, no muy convencido y se colocó junto a su compañero. Caminando a su lado.

—Va mejorando.— pronunció Kang luego de aclararse la voz, atrapando la atención de quien iba mirando al suelo como si hubiera algo interesante en su superficie—. Quizás esté bien dentro de unos días más.

—¿Te sucede seguido?

La respuesta del chico llegó luego de que bajaran unos pocos escalones.

—No, no. Creo que fue por alergias.

YunHo pronunció una exclamación de sorpresa—. ¿Sufres de alergias?

—Por el clima.— confirmó con suavidad. El de cabellera clara no dijo nada y ante eso, YeoSang se halló agregado—. ¿Me estás siguiendo por alguna razón?

La serenidad de YunHo se fue por un caño tan pronto sus oídos registraron la pregunta y sin tener con qué atragantarse, lo terminó haciendo de igual forma. El aire que se filtró por su boca, raspó su garganta y le ocasionó una tos repentina. Su rostro ardió y su lengua se enredó en sí misma, no encontrando una respuesta lo suficientemente rápido para su gusto.

No lo estaba siguiendo, aunque si lo veía desde otra perspectiva lo parecía. Él sólo vio a su compañero salir del salón tan pronto la campana sonó y sin pensarlo hizo lo mismo y maldición, el bochorno en su sistema lo estaba haciendo sudar.

Como ya lo dijo; había actuado sin pensar. Siguiendo un impulso. Pero en su defensa, quería hablar con el azabache. Que aún portara su parche en el ojo le pareció curioso.

¿Tanto así podía malinterpretarse?

El pánico cerró sus cuerdas y antes de que comenzara a balbucear por una disculpa, la risa arrastrada y extremadamente fugaz de YeoSang le llamó la atención. Haciendo de su respiración algo insignificante.

—No tienes que volverte loco, sólo era una pregunta.— le murmuró con buen ánimo, sus labios manteniéndose curvados en un gesto ameno.

—Yo... bueno yo... en serio yo...

Y su verborragia atropellada provocó que su tranquilo compañero se riera por segunda vez. El sonido seguía siendo bajo y por algún motivo, cuidado. Sin embargo, no era forzado ni por compromiso. Era genuino y no buscaba liberarlo de su tensión personal. Él en verdad se estaba divirtiendo, aunque fuera a su costa, lo estaba haciendo.

—De acuerdo, creo que necesitas respirar un momento.— aconsejó cuando finalmente se encontraron en el primero piso.

YunHo sacudió un mano, queriendo asegurar que estaba bien. A pesar de que podía sentir el ardor en sus orejas, tan intenso como inconfundible. Incluso podía apostar su futuro primer sueldo que estaban rojas a más no poder.

Hace mucho no se avergonzaba de esa manera. Sentía que se estaba poniendo en ridículo.

«Dios, ten compasión de mí por favor».

—Lo siento.— masculló un tanto ahogado, su voz sufriendo de una inflexión nerviosa desde el principio—. Yo a veces actúo sin pensar y...— deteniéndose, carraspeó para intentar estabilizar su tono agudo—, no te estaba siguiendo. Sólo quería conversar.

YeoSang no dijo nada de inmediato, sólo asintió cortamente en comprensión y continuó andando. A un paso tranquilo y con la vista al frente sin ningún tipo de turbación aparente.

—Pareces más confiado de lo que en realidad eres.

Parpadeando, el aludido arrugó su ceño con ligereza. No se esperaba una observación, siendo honesto. Aunque errada no estaba.

No era tímido como el infierno, pero es verdad que era considerablemente reservado y como ya se había señalado con anterioridad, él en serio actuaba un tanto torpe alrededor de nuevas personas.

—Las apariencias engañan.— replicó tras sacudir sus hombros. Su efusión aminorando de forma gradual—. Además, siempre estoy acompañado de mis amigos. ¿No será por eso?

El de hebras oscuras pronunció un sonido evaluativo, meneando su cabeza de un lado a otro con sutileza. Considerando sus palabras, tal vez.

—Quizás.— concedió segundos más tarde—. Aunque varios compañeros suelen hablar contigo también.

—Es lo normal, con algunos me llevo bien. Sólo soy algo tímido.

—Eso es bueno.

YunHo no respondió, habían ingresado a la biblioteca así que debía o mantener el silencio como estaba o hablar entre susurros verdaderamente bajos. Prefería la primera opción. Y el que no supiera qué decir no tenía que ver en su decisión.

Siguiéndolo en silencio, anduvo junto a su compañero sin tener mucha idea de qué estaban haciendo allí. Por lo que sabía, era alguien dedicado y estudiar parecía gustarle, así que las posibilidades de que hubiera ido para otra cosa que no fuera esa, eran nulas.

Observando a su alrededor, la mayoría de mesas estaban ocupadas por unas pocas personas. Todas encerradas en su propio mundo, con auriculares o sin ellos. El silencio era lo único que se percibía en el lugar. Exceptuando sus pasos.

Con ojos atentos, miró al azabache ingresar a la sección de letras. Sin prisa vio todos los libros ante él para luego de unos segundos, disponerse a coger cuatro. Sus miradas se cruzaron en algún punto antes de volver sobre sus pasos. Y quedándose atrás por unos miserables centímetros, YunHo se llevó una mano al pecho. Causando algunas arrugas en su uniforme por la manera descuidada en la cual sus dedos se cerraron sobre sus prendas.

«¿Qué carajos?», se preguntó para sí. Su corazón había dejado de palpitar. «¿Así de nervioso me pongo a su lado?». Se cuestionó en consecuencia, la incomprensión por el pequeño hecho siendo absoluta.

Sacudiendo su cabeza, se deshizo de aquellas preguntas que vinieron después. No era buen momento para encerrarse en sus pensamientos, y menos cuando no estaba solo. En la comodidad de su casa, sin nadie alrededor y con libertades para enloquecer si era necesario, sí.

Con zancadas grandes, volvió a posicionarse junto a su compañero. Éste enarcó una ceja, su comportamiento no le había sido desapercibido. Aún así, no le dijo nada. Internamente agradeció, ni siquiera él sabía porqué reaccionó de esa manera.

Una vez YeoSang se registró, se encaminó fuera. No se alejaron ni un metro del lugar cuando una voz se alzó por sobre los murmullos cotidianos de quienes iban y venían a su lado. YunHo no tenía idea de quién era pero por la exhalación profunda y audible que el chico a su lado liberó, dedujo que su caso era otro. Lo conocía.

—Finalmente te encuentro.

El chico que los alcanzó y sostuvo el brazo de YeoSang con total confianza era bajo, realmente bajo. YunHo nunca lo había visto antes, estaba seguro. Su cabellera era castaña, no tenía mucho volumen y algunas ondas la adornaban. No podía decirlo a ciencia cierta, pero no eran naturales.

—Estoy ocupado.— musitó el azabache entre ellos, mostrando los libros que sostenía en sus manos.

El castaño frunció su ceño, no parecía verdaderamente molesto. Tal vez disgustado. YunHo no sabía leer a las personas muy bien así que estaba inseguro al respecto.

—Te mandé mensajes.— farfulló sin un tono en particular. No sonaba como un reclamo para él, tampoco como un regaño. Se escuchó como un señalamiento ligero—. Y ayer te llamé.

—No estamos solos.

Y así, con esas palabras arrastradas y en algún punto suplicantes, fue como el castaño que desconocía, reparó en su persona. Sus ojos cafés clavándose en los suyos en segundos. Su mirada se volvió curiosa y su cabeza se inclinó a un lado mientras escrutaba su rostro. En respuesta, estiró sus labios en una sonrisa y pronunció un saludo.

—De acuerdo, hablaremos luego.— dijo tras suspirar, soltando al azabache—. No intentes escapar.— agregó tras apuntarle con su índice, la diversión filtrándose en su tono—. Nos vemos, tú.

Algo confundido y sin saber qué responder, YunHo se limitó a sacudir su mano. Despidiendo al castaño.

—¿Un conocido?— preguntó el de hebras melocotón un vez retomaron su andar.

YeoSang meneó su cabeza—. Amigo.— corrigió con simpleza—. WooYoung es mi amigo.

«¿WooYoung?», en su mente repitió el nombre más de siete veces. Intentando buscar entre sus cajones por algún resultado pero como supuso, no había nada allí. No lo conocía y nunca había escuchando un nombre similar antes.

—Oh.— murmuró, levemente asombrado—. Se ve agradable.

—Lo es.

No hubieron más palabras después de ahí y a ninguno pareció molestarle. Estaban bien con algunos silencios. Después de todo el receso no duraría mucho más e iban de regreso a su salón, para ser un intercambio inesperado el más alto del par estaba satisfecho.

✦• ───── ✾ ───── •✧

Para cuando el horario común llegó a su fin, SeongHwa se despidió de ellos. Cogiendo su mochila y apresurándose por salir hacia la libertad, como solía proclamar en algunos momentos que gustaba de burlarse de ellos.

YunHo no le dio mayor importancia, eran sólo clases de auto-estudio por todo lo santos. Su mirada en cambio, reparó en su mejor amigo. El rubio se hallaba guardando sus cuadernos con total calma y eso le llamó la atención.

—¿A dónde vas?

Brincando en su sitio, MinGi le dio una mala mirada por el susto imprevisto que le ocasionó.

—Club de lectura.— le murmuró sin aparente interés por explicarse—. Movieron el día así que bueno, ya sabes.— agregó enseguida, encogiéndose de hombros.

—¿Tienen reunión hoy?— MinGi asintió, levantándose—. ¿Y conseguiste leer ese libro?

—Era sólo la mitad.— respondió como si no fuera nada—. Estuvo interesante.

YunHo asintió, queriendo hacer más preguntas antes de que tuviera que estar en silencio por horas. Pero la puerta de su salón se abrió y por ella se asomó un rostro que su cabeza todavía recordaba; el chico bajo y de cabellera castaña clara. Sus ojos redondos disparándose directamente hacia la única persona que estaba parada en el salón y conocía.

—MinGi-yah.

Su voz al llamarlo fue baja y tranquila, el nombrado lo miró y tras sonreírle, colgó su mochila al hombro y se fue en su dirección. Despidiéndose de él a medias, sin darle una mirada. YunHo alzó ambas cejas, asombrado por su velocidad al ir tras el chico más bajo. Procediendo a cuestionarse con fugacidad desde cuándo su mejor amigo ansiaba por llegar a un sitio donde hablarían sobre libros.

Era una faceta suya de la que no tenía conocimiento alguno y seguía sorprendiéndolo.

Resoplando una risa, se concentró en sí mismo. Su amigo era así de peculiar, darle mayor profundidad a algo insignificante no tenía sentido.

Pero su intento fue uno vago, porque en el silencio de su salón, su mirada se vio moviéndose de su libro a su compañero a la distancia. Y vamos, el chico no estaba haciendo nada más que garabatear algo en su cuaderno. Seguramente se relacionaba con la tarea. Hoy les habían dejado bastante.

Cruzando sus brazos sobre su pecho, se dijo que mirar un poco más no dañaría a nadie. Saciar su intriga parecía ser más relevante para su cerebro que cualquier tarea o libros por revisar.

YeoSang se encontraba inclinado sobre su asiento, su cabellera caía sobre su frente y de su expresión YunHo no podía decir demasiado, apenas y se apreciaba algo desde su posición. Pero en base a ello, concentrado era una buena palabra para usar. Tampoco se le ocurría otra más acertada.

Inclinando su rostro a un lado, lo vio cerrar su cuaderno para rápidamente, abrir un libro de matemáticas. Al verlo, recordó de manera efímera la prueba que se acercaba.

«Debería estar revisando esas fórmulas nuevas», murmuró para sí. Endeble y al pasar.

YeoSang bajó su lápiz y procedió a sacar su móvil, no se entretuvo mucho con él y aunque creyó que terminaría usándolo para escuchar música como otros, no fue así y volvió a meterlo en el interior de su mochila.

Las agujas del reloj fueron el único sonido que YunHo percibió, todo lo demás se redujo a nada y él no sabe cuánto tiempo estuvo absorto viendo a su compañero hacer sus cosas. Y tal vez debió estar más al pendiente. Porque la única certeza de la que fue consciente, le robó el aliento y golpeó su estómago. Sus miradas se habían encontrado.

«Dios mío, Dios mío, Dios mío».

El calor explotó en su rostro y tardíamente sus ojos se desviaron. Haciéndose hacia delante, se dobló sobre su escritorio y desesperado, buscó la forma de ocultarse.

Discreción no era una palabra que conformara su vocabulario, de ninguna manera. Por lo cual sus movimientos fueron bruscos, torpes y llamativos para sus compañeros que sí estaban gastando su tiempo de manera adecuada.

Y una vez más, sintió cómo su corazón detenía sus palpitaciones de imprevisto para retomarlas con mayor violencia. Francamente, si estaba por tener un ataque al corazón no le sorprendía. Había sido atrapado, ¿qué más daba?

Pero eso nunca pasó y tras el correr de algunos minutos, sus latidos se regularon.

Temeroso, sus ojos fueron de regreso a YeoSang. Y Jesús fuera más compasivo, el azabache no había cambiado su posición en lo más mínimo y seguía viéndole. Sus labios quisieron moverse, articular alguna palabra para explicarse sin producir sonidos pero sus intenciones fueron interrumpidas sin haber comenzado y todo a causa de una sonrisa.

El gesto era amigable y liviano. No había burla o censura y lo agradeció, luego podría excusarse diciendo que simplemente se encerró en su mente y que en verdad no le estaba viendo. Sonaba convincente para él.

Y tomando esa oportunidad, se desentendió de su compañero y se puso a hacer lo que debía: estudiar.

«Suficiente vergüenza por hoy, Jeong. A enfocarse».




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