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❈•≪01. Ventisca de causalidad≫•❈

La primera vez que YunHo lo vio, se encontraba aburrido, distraído y con su mente en ningún lugar en específico. Literatura no llamaba especialmente su atención, no había un motivo de porqué y tampoco le interesaba hallar uno.

Es como era y estaba bien con eso mientras sus notas mantuvieran una estabilidad decente.

Tenía el vago recuerdo de su profesora explicando ciertos detalles relevantes del libro que tocaba estudiar en ese punto del año, el cual apenas tenía poco más de dos meses de haber empezado. El lápiz que debería de estar usando para tomar apuntes o para mínimo, fingir que lo estaba haciendo como un par de otros compañeros, no era más que un adorno entre sus dedos. El cual de vez en cuando, golpeaba contra la madera de su escritorio. Reproduciendo melodías aleatorias que venían a él.

Llegó a un grado notoria de indiferencia, cuando su mirada que, simulaba estar fija en la adulta que hablaba, comenzó a fluir entre sus compañeros. Sin buscar nada de ellos, sólo recorría sus expresiones o sus escritorios. No había curiosidad ni mucho menos interés.

La primavera no tenía mucho de haber iniciado, el clima era agradable y la iluminación dentro de su salón, parecía un filtro de tenue claridad. La brisa que soplaba fuera no era mucha pero tampoco sutil. Recordaba que la clase estaba por finalizar y de la nada, una ráfaga de viento sopló y se coló entre las ventas abiertas, haciendo ondear las cortinas. Todos se vieron atraídos por esa interrupción inadvertida y cuando se halló por apartar su vista, la aparición de una escena casi artística lo mantuvo en suspenso. Congelando su acción e incluso su respiración.

En la primera fila de los asientos contra los ventanales, en el tercer asiento para ser precisos. Un desconocido chico de brillante y oscura cabellera azabache vislumbraba el escenario que la ventana a su lado le ofrecía con total serenidad. Sus párpados estaban caídos en representación de tal emoción a la vez que su memoria guardaba la información que sus ojos le daban.

En ese momento, justificó el que su propia mirada hubiera sido atrapada por tal espectáculo a causa de lo poco llamativa que era la cabellera ajena en comparación al resto. Todos allí tenían sus cabellos teñidos o en una tonalidad más clara de la que en realidad eran. Incluso él mismo había transformado de manera radical el insípido café de sus hebras a un color más suave pero distintivo. Volviéndolas melocotón.

Se dijo que el azabache de su pelo, fue lo que capturó su atención.

Era distintivo entre todo ese mar de colores.

Todos los años, los grupos eran formados al azar. Muy difícilmente, más de cuatro o cinco estudiantes de un grupo, permanecían juntos en uno nuevo. Pocas instituciones poseían un sistema de agrupación fijo donde, con quienes empezabas a estudiar era con quienes culminarías de hacerlo. Recorriendo juntos y como una sólida unidad esos intensos años de secundaria hasta que la graduación llegara.

Eso no pasaba allí, anualmente fluían de una división a otra con el avanzar del tiempo. Mezclándose unos con otros. Y gracias a eso, concluyó que ese chico, o era nuevo en el lugar o provenía de otra clase.

Pero ese pequeño hilo que comenzaba a tejar, se vio cortado con brusquedad cuando la campana sonó. Ocasionando que su cabeza regresara donde su profesora quien, para ese entonces borraba lo escrito en la pizarra mientras les pedía que al salir, lo hicieran de forma civilizada.

Con su atención enfocada en algo más, su pequeño ensimismamiento se esfumó. Hablando con quien era su compañero de banco y amigo, comenzó a guardar sus cosas. Siendo burlado por los escasos apuntes que había tomado. Los cuales eran genuinamente pobres.

Las risas y las burlas inocentes continuaron, y para cuando salieron del salón para encaminarse hacia la cafetería, su mente borró de manera parcial, lo que con tanto esmero, su retina se forzó en capturar.

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La segunda vez que su mirada e interés mismo se vieron atraídos hacia esa persona no identificada, fue estando en los pasillos. Casi una semana después. Y literalmente su mirada se vio obligada a terminar en su compañero.

Estaba perdiendo el tiempo con sus amigos, era un receso después de todo. Era lo que mayormente se hacía en esos momentos, aparte de llenar sus estómagos con alimentos livianos o pesados, dependiendo de la persona.

Estaban fuera de su salón, simplemente conversando. Habían tenido educación física y a pesar de cuanta energía hubieran invertido en esas primeras actividades del año, aún tenían energía de reserva. La suficiente como para que, de tres chicos, dos conversaran de manera activa. Gesticulando de manera exagerada aunque no fuera necesario. Mientras que el más calmo de ellos, sólo reía o servía de apoyo para su conversación tan banal.

El trío estaba enfocado en lo suyo, como todos los demás. Pero la diferencia entre ellos y el resto, era su ubicación. Pasar el rato en la entrada de su salón, no era sólo descuidado sino que una molestia también. Pero se dieron cuenta de esto, una vez el incidente pasó.

Cuando YunHo conversaba sobre algo que le apasionaba o de manera sincera, le entusiasmaba. No sólo su tono de voz lo hacía evidente, sino que sus ademanes inconscientes, se ampliaban a la par. Enfatizando sus emociones. Por lo que, cuando se encontró llevando a cabo una acción tan inofensiva como reír podía serlo, su tembloroso y distraído cuerpo, retrocedió. Alejándose unos pasos de sus amigos en busca de aire. Pero al no estar prestando atención a su entorno, terminó impactando con otro objeto en movimiento.

No fue un hallazgo de cuerpos contundente o catastrófico, para nada. Pero sí lo suficientemente sentido, como para que se percataran de que en efecto, eso había sucedido.

Y girando por sobre sus talones, apresurado por corroborar que no había lastimado a nadie. Nervioso de que fuera algún profesor. Ya que tenían tres que gustaban de llegar al salón cinco minutos antes de que la campana suene, simplemente para preparar sus cosas.

Pudo respirar cuando comprobó, que sólo se había tratado de un compañero. Y antes de que pudiera agacharse para ayudarlo con sus hojas caídas, el tipo había sido más rápido y su accionar quedó por la mitad. Inconcluso.

—Lo siento, no estaba prestando atención.

Tras una fugaz reverencia, su mirada finalmente aterrizó en el rostro sosegado del pelinegro que lo observaba. Y al recordar con extrema ligereza de quién se trataba, su respiración se extinguió por unos segundos.

«El de la venta», murmuró en sus pensamientos. Repentinamente en blanco. Era la primera vez que lo veía desde una distancia tan cercana desde que reparó en su existencia.

—Está bien, iba distraído también.

Voz calma pero baja, fue lo que destacó. Y recibiendo una efímera reverencia de parte del pelinegro, lo vio ingresar al salón. Sin más. Sus ojos lo siguieron por un corto lapso, antes de ir a parar donde sus amigos.

El pelirrojo de ellos, se rió. Malicioso. Acercándose a su persona para rodear sus hombros con su brazo derecho.

—Tan descuidado como siempre.— exclamó jocoso, meneando su cabeza sutilmente—. Deberías estar más atento a tu alrededor.

Fingiendo molestia, resopló con exageración—. Dice quien casi se cae mientras trotaba en educación física.

—Estaba cansado, era el final de la clase y además, eso le pasa a cualquiera.— objetó sin mucho esfuerzo, sacudiendo su mano con indiferencia falsa.

—Recuerdo ver tus cordones desatados.— agregó un malicioso rubio. Confabulando, sin acordarlo, con YunHo—. Y fue a la mitad, no al final.— corrigió con diversión en su distinguida voz.

Rodando sus ojos, el chico de facciones llamativas, dijo—. ¿Saben algo?, cuando se ponen de ese modo se vuelven molestos.

—¿Quién comenzó?— murmuró un sonriente YunHo.

Ignorando sus palabras, el chico de coloridas hebras cambió el tema sin mucha gracia. Importándole poco la obviedad de su acción.

Y para cuando la campana sonó, anunciando que era momento de tener las últimas clases de ese día, el trío de chicos se empujó hacia el interior del salón y sin explicarse porqué, la mirada de Jeong, fue donde el único chico allí dentro.

Y como la primera vez que lo vio, se hallaba en su asiento viendo por la ventana. Una expresión mucho más tranquila decorando sus facciones.

Pero no reparó en él mucho más. Después de todo, sólo había sido un impulso guiado. La profundidad en éste escaseaba.





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