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Capítulo 29. ✨Constelación Fénix✨

Aldora

¿Cómo puedo contener las lágrimas que salían en este momento?

¿Cómo le digo a mi corazón que todo saldrá bien?

¿Cómo le digo a la pequeña criatura que tengo en mis brazos que me sonría con ternura que lo protegería hasta los fines del mundo?

Mi Donato sonría con una sonrisa tan hermosa e inocente mientras sus ojos negros con aquellos destellos que solos las estrellas se identificaban me miraban con demasiado anhelo.

Es que era igualito a su padre, tenía sus ojos, sus sonrisa, su mirada, su color de piel, menos su pelo que era igual al mío. Estaba vestido con una ropita que Fénix hace horas lo había cambiado, y en su cuello portaba su collar que siempre se mantenía verde.

Ya habían pasado tres días desde que no salía de la cueva y me mantenía con mi bebe y mis abuelos en una habitación que Fénix había acondicionado. Él tuvo que salir a ver que paso con el distrito de mi padre y se llevó a carolina y a mi hermana. Ella no la quería cerca del bebe y creo que mi hijo también estaba de acuerdo porque siempre que la mirara fruncía sus cejitas molesto hacia su tía.

Ese niño ya conocía quien era su madre y eso que Alida y yo éramos gemelas.

<<Un hijo siempre sabe quién es su madre.>>

Y lo confirme desde que mi pequeño no me dejaba ni siquiera respirar, cada vez que iba a bañarme lo dejaba con su abuela y no pasaba ni cinco minutos cuando comenzaba a llorar. Así que tuve que acondicionar nuestro baño y dormida, porque él aunque no se quería despegar de mí. No podía dormir sin su padre, siempre tenía que tener a sus dos padres a lado para poder dormir porque si no, no dormía.

—¿Quién es la estrella más bella de este planeta?—hable haciéndole mimo mientras el sonría con ternura se removía en la cama.

Es que era tan hermoso.

—Cariño ¿podemos entrar?—la voz de mi abuelo sonó desde la puerta y sonríe de oreja a oreja porque ese hombre si lo amaba.

Asentí mientras me acomodaba en la cama y le colocaba un juguetico al bebe que miraba como si eso fuera lo más interesante del mundo.

—Claro abuelo.

Él seguido de mi abuela entraron con mi almuerzo y al parecer Fénix como que no se cansaba de tenerme todo controlado.

—Ese niño tan precioso, saco la belleza de los Smith.—mi abuela le hacía mimos a lo que él sonrió feliz mientras se lo llevaban en brazos y mi abuelo la miraba feliz.

—De eso no lo dudo amor.—estuvo de acuerdo él.

Yo negué divertida porque siempre decían lo mismo cada vez que veían a Donato.

—¿Y ya hay noticias nuevas?—pregunte dudosa de saber la verdad.

Y es que los guardianes nos protegían en alerta máxima como si el mundo fuera un caos y debían protegernos hasta con su vida. Lo único que sé, es que allá fuera todo era cadáveres, cuerpos sin vida y toda clase de vehículos quemados que Fénix limpiaba todos los días con ayuda de la gente de mi padre.

Digamos que la cosa allá se puso fea, pero al parecer ganaron porque cuando Mateo dio la orden de seguirnos la mayoría venían a la montaña a buscar lo que no se le habían perdido. Por lo que le dio una ventaja a mi padre, con Carlos y su gente para poder defender el distrito.

Al parecer Franmar y Crux que todavía no sabía nada de ellos, estaban en otras ciudades buscando aliados para poder vivir lo que queda de vida en el planeta en paz.

Por causa de los desechos tóxicos que ocultaba el distrito Diamante, la zona se estaba colocando en cuarentena, y si nadie salía, nadie entraba. Así que ese cargo se le concedió a los Norteños eran los que más recursos tenían, para tratar ese estado de tosida. Además el Alcalde estaba perdido y nadie sabía de él.

—Nada aun.—me contesto mi abuelo.

—Espero que todo esto se acabe y por fin podamos tener un buen futuro donde podemos criar a nuestros hijos sin riego a una guerra futura.

El asintió dándome la razón mientras yo me tomaba el té de margarita que siempre me daban desde mi embarazo. Y no entendía porque todavía seguían sin echarle azúcar a esta cosa.

—Frenellin comento que Alida volverá al calabozo pero antes le pondrá represarías en limpiar los cadáveres y todo eso.

Aunque mi abuelo no muestre ninguna reacción feliz hacia mi hermana, entendía que prefería verla viva y trabajando en cosas dura por intentar matarme, que verla muerta. Éramos lo único que le quedaba de su hija y no iba perderla por una locura hereditaria.

—¿Sabes que estuvo mal lo que hizo?

Él miro sus manos entristecido pero asintió dándome la razón, yo me levante de la pequeña cama y me senté frente de él agarrando sus manos.

—Yo... yo no entiendo porque ella es así, ósea no le encuentro la lógica porque hizo lo que te hizo. No casi te mata a ti, si no que también al bebe.—mi abuelo estaba muy triste pero sabía que al final él la perdonaba sin importar lo que hiciera.

Y eso estaba muy mal.

Yo jamás le aplaudiría y tampoco apoyaría a alguien que actuara de la misma forma que Alida conmigo. Eso era muy malo y repulsivo y lo veía demasiado feo intentar matar alguien embarazado.

Resople cansada mientras veía como mi abuelo se apagaba poco a poco y soltaba una lágrima.

—Abu, no te pongas así. Solo buscaremos una mejora, a ver... Si así deja de ser como es.—mentira, yo no buscaría ayuda profesional a la persona que intento matarme embarazada.

Él se limpió una lágrima, me dio un beso en la frente antes de levantarse.

—Voy a tomar una siesta, tu solo descansa cariño.

Asentí mientras lo veía irse y mi abuela me traía un Donato rendido, lo acostó en la cama y me acosté a su lado.

Lo bueno de todo, era que Donato no brillaba en la oscuridad. Pero si se le hacía muy difícil dormir a veces en las noches, cosa que lo estábamos acostumbrando poco a poco.

***

Fénix

—¿Ya saben lo que van hacer?

—¡Si señor!

—Ok, retírense.

El grupo grande de soltados rompieron fila mientras que Natividad se volteaba a mí con los brazos cruzados y una cara de cansado.

Yo solo miraba a las dos personas que discutían a la distancia de nosotros como si estuvieran en su casa.

—¿Ya le dijiste a donde se irá?—pregunte acercándome a mi suegro.

Él también miraba lo que yo miraba cansado de lo mismo de todo este mes completo, cada día, cada hora, cada bendita oportunidad era lo mismo y la única persona que no tenía la culpa de todo eso, era la que salía perdiendo en todo el caso.

—No, se lo contare esta noche. Francia ya me tiene hasta la corinilla de su berrinche de niñata que ya me está cansado, ¿sabías que ayer la pobre de carolina casi se cae de las escalera del quinto piso?—negó molesto, pero el asintió.—Si no fuera porque Martin llego a tiempo y vio las intenciones de la chica, quien sabría dónde estaría ahora la pobre chica.

Yo me lleve la mano a la cien mientras pedía paciencia, porque ya los gritos de Carlos y Francia se hacían más fuertes, mientras este la mandaba a comer estierco. La otra solo le decía la mil forma de morirse.

—Está loca.—el asintió de acuerdo conmigo, yo lo mire unos segundo frunciendo la ceja lo que el noto y me miro más confundido.— ¿Por casualidad esa loca no es hija tuya?

Él negó rápidamente molesto.

—¿Qué? No, está loco.

—No sé, pregunto. Lo que pasa es que la locura es hereditaria en tu familia y ya lo comprobábamos.

—Que yo sepa Aldora, no lo heredo.

Yo me cruce de brazos bufando de esa mentira.

—Sí tú lo dices.

Él me miro confundido, pero esta vez mire a carolina que venia del otro extremo hablando con Martin y se le veía feliz.

Ya no se le veía tan apagado como semanas atrás por culpa del idiota de Carlos, sin querer había escuchado una conversación que Aldora tenía con ella cuando ella fue a ver como estaba él bebe. Y por lo que me entere, Carlos era un patán hasta todos los sentidos, que la estaba apagado poco a poco y las palabras que Aldora le dio fueron muy de su agrado.

—Si no es para ti, déjalo. Jamás fuiste obligada a quedarte en una relación donde jamás te trataron como una reina, sino como una plebeya.—yo me quede tras de la puerta cuando ella lo dijo tan bajito y con la voz apagada que pensé que el culpable era yo, pero no.

—Es que... es que lo amo.—la voz de carolina estaba tan rota que sabía que había llorado, yo estaba por irme.

Porque lo quieran o no, yo no era chismoso y drama ajenos no me importaba. Pero Aldora al soltar aquellas palabras me dejaron pesando y comprendiendo al fin que ella era la indicada después de todo.

—Carol, amar y querer son dos cosas diferentes. Debe saber diferenciarlas, porque si no, vas a parar a loca. Yo quería a Mateo hasta tal punto de tenerle miedo de su forma de amor era algo enfermizo, que hasta me daba miedo de volver a enamorarme...

—¿Y cómo es amar?—la interrumpió carolina y yo por la intriga también me quede.

—Amar, es verse en un futuro con esa personal. De tener miedo de mostrarle tu sentimiento sabiendo que él tiene el poder de destruirte sabiéndolo, dar tu vida por él, sabiendo que le dolerá pero olvidando que esa persona se le hará difícil recomponerse y lo mejor de todo, volver de la muerte por él y por el regalo que me dio sin ser planeado.

Después de eso no quise saber más, porque me lleve a Donato fuera de la cueva y dure un gran rato afuera jugando con el mientras que ellas se desahogaban.

No era mi problema, pero ahí mismo entendí que al ver al pequeño castaño con mis ojos sonreírme. Comprendí que era la mejor locura que podía haber hecho.

Volviendo al presente mire a carolina que le sonreía a Martin y este se ponía colorado al verla.

<<Ay, ¿soy yo o aquí huele a amor?>>

Era una buena pregunta que debía responderme, hasta que mire a Carlos y este que estaba discutiendo con Francia miro la escena que nosotros mirábamos y lo peor que dicho hombre no le gusto lo que vio. Porque le dejo con la palabra en la boca a Francia y se fue molesto como el chavo del 8 chipoteando.

—Drama juveniles.—bufo mi suegro cansando pero con una pequeña sonrisa en los labios.

—Sí, una nueva historia que me gustaría leer en un futuro.—le palme el hombro atrayendo su atención.—Yo que tú, iría ahora mismo donde esta Francia y le da la nueva noticia.

—Sí, es lo mejor. Bye me saluda a mi hija, mi nieto y a Leo.—el comenzó a caminar hacia a Francia.

—¿Y Aurora?—pregunte riéndome sabiendo la respuesta.

Él se volteo con una cara de poco amigos antes de negar.

—Esa mujer me odia tanto, que solo le deseo que Dios la cambie a bien y no a mal.

Me reí por su ocurrencia mientras daba media vuelta y me iba a la sala de reunión donde me esperaba Crux y Franmar.

Cuando llegue esto dos tenían cara de pocos amigos y como que hoy era el día de las caras largas, y en mi corazón esperaba que Aldora tampoco me recibiera con pelea por una vez desde que estamos en esta relación rara.

—¿Espero que sus caras sean de que han peleado y no por lo que le mandamos hacer?—pregunte sentándome en la silla del centro.

Crux bufo como niño mientras que Franmar le volteaba los ojos también apoyando su niñatura.

—En realidad, Los Norteños están de acuerdo que nos aliemos porque saben que tenemos recursos y armas. Además al alcalde lo encontraron entrando a Tierras profunda y como que se le olvido que ya nos aviamos aliado con ellos.

Yo aplaudí feliz, porque al menos teníamos noticias buenas.

—Así que Los Kelly lo tienen encarcelado, dijeron que mientras controla la toxina en el distrito, lo mandara hasta aquí para que Frenellin se haga cargo.—explico Crux mientras veía esta vez a Franmar que voltea a otro lado molesta.

—Y me imagino que tu cara de molestia, es porque tú quieres matarlo con tus propias manos.—concluir al verla como sus ojos se cristalizaban pero su cara de perro no la cambiaba para nada.

—Quiere ir ella misma a buscarlo.—la acuso Crux mientras que esta negaba.

—Con un grupo de guardias de aquí.—chillo ella molesta.

Crux bufo molesto mientras se levantaba de la silla.

—Sí, aja. Anda con cuentos baratos hacia otro lado, que yo no nací ayer...

Y ahí mismo los dos se agarraron en una discusión sin fin, yo solo me levante porque no estaba para quejas de nadie y solo quería volver a casa donde me esperaba una linda chica con nuestro hijo en brazos.

Yo no tenía necesidad de todo esto, tenía una familia ahora.

Cuando la tarde cayó emprendí la ida y llegando a la montaña vi que los guardianes siempre estaban en su posición desde el día que mi chica murió y así se quedaron como unas estatuas de piedras gigantes que protegían nuestro hogar.

Subí la pequeña escaleras de piedras que estaba comenzando a crear, Aldora y yo decidimos que queríamos hacer una casita cerca de la cueva. Que fuera más familiar, algo que en un futuro estuviera estable. Y la montaña siempre se mantenía verde y frondosa que no me importo para nada, siempre estaba hermoso y creo que por eso Kong quería saber porque esta montaña siempre se mantenía de pies a pesar de las guerras.

Llegue hasta la cueva, donde los esposos Smith estaban en la sala hablando entres ellos y yo seguí el camino sin antes saludarlos y entrar a la habitación donde vi a una Aldora luchando para colocarle ropa a Donato.

—¡Aaaaaaah! Donato, mami quiere descansar.—chillo mi chica mientras le besa su gordita cachete y este sonría haciéndola molestar.

Se veían tan hermosos como una familia.

<<Mi familia.>>

Yo entre haciendo acto de mi presencia a lo que él bebe volteo a mirarme y su sonrisa se ensancho más, y sentí algo en mi corazón cada vez que ese pequeño me sonreía o miraba.

<<Lo amaba y quería más como él.>>

—¡Pero miren que lindo esta ese niño!—chille como un niño haciéndolo reír más y lo vi que me estiraba sus manitos para que lo cargara.

Yo me incline hacia Aldora y le di un beso en los labios mientras ella perdía aquella batalla, y me disponía a cargarlo.

Cuando estuvo en mis brazos le comencé hacer cosquilla y el reía muy feliz.

—Dios mío vístelo tú, necesito descanso.—ella se dejó caer dramáticamente a la cama con su bata de baño y me reír de ella.

Lo vestí sin problemas mientras la chica que tenía a mi lado se había quedado dormida, y él bebe comenzaba a cerrar sus ojitos ya durmiéndose, lo acosté a lado de mi chica y sin darme cuenta me coloque a su lado y la moví de un brazo a lo que ella murmuro entre sueños y me reía más.

<<Se había quedado dormida en bata de baño.>>

Mala idea, porque sus piernas quedaban al libre y me daba muy buen acceso a ellas.

Yo con cuidado le coloque las almohadas alrededor del cuerpo del niño como barrera mientras la cargaba a ella en sueño y ella se levantaba dormida.

—Fex ¿Qué haces?... tengo sueños.—se froto los ojos y yo le di un besos en los labios.

—Nada, quiero darme una ducha con mi chica.—abrir la puerta del baño y la introduje en la bañera pero antes le quite el paño.

—Pero yo ya me bañe.—dijo ella como si fuera algo obvio pero no hacía nada para salir de la bañera.

—Sí, pero lo hiciste sola. Y yo quiero hacerlo con mi novia, con mi mujer y la madre de mis hijos.

Todavía como que no entendía lo que quería decirle, porque me miro confundida.

Me despoje de la ropa introduciéndome en la bañera y la traje a mí, ella me respondió el beso que siempre terminaba en consumirnos a los dos.

—Hablas de muchos, si sabes que con Donato fue muy difícil y casi me pierdes.—ella se separó pegando su frente con la mía.

Yo en cambio coloque mis manos en su pequeña cintura, ya que mi chica no tenía su vientre plano por el embarazo, pero siempre hacia todo lo posible para que volviera como era antes de Donato aunque eso lo dudaba porque sus pechos habían crecido porque amamantaba y odiaba el ejercicio.

—Uno no es mucho y yo quiero más, además haremos lo posible para que no sufras con los otros.

Yo solo quería tener una familia grande con ella, no me veía con un solo hijo.

Ella coloco sus manos alrededor de mi cuello mientras se recostaba y me hacía cariño en la espalda.

—Tengo miedo Fex.—susurro ella bajito.

—¿Por qué trébol?—le di un beso en la mejilla.

—Qué pasa si vuelvo a embarazarme y esta vez si no sobrevivo.

—Eso no volverá a pasar, además todo aquello fue por culpa de Alida.

Ella saco su cabeza de mi cuello y me miro con sus ojos cristalizado, yo subí mis manos a su cara y le di otros besos.

—Prometes que no volverá a pasar.—dijo ella y yo asentí confiado porque esta vez no permitiría que volviera a pasar por el mismo dolor.—Esta bien, pero que sea cuando Donato tenga más años.

—¿Y por qué no ahora?

—Porque ahorita quiero disfrutar de ustedes lo más que pueda.

No le han pasado que saben cuándo miran los ojos de aquella persona que vuelve su mundo de cabeza, saben que es la indicada sin importar lo que digan lo demás.

Bueno así éramos nosotros, nos amábamos como nosotros solo sabíamos y mirando sus ojos grises sonreír dándole la razón, pero sin antes de besar sus labios y soltar lo que llevaba días pensando.

—¿Quieres ser mi otra parte de la constelación?

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