•01•
El frío calaba los huesos y el fuego crepitaba en la pequeña salamandra. Las cuatro figuras creaban divertidas sombras contra la pared color trigo. El silencio era pesado, pero necesario.
Se puso de pie e hizo una serie de movimientos intentando aliviar el dolor acumulado en sus extremidades.
—Creo que es todo por hoy —dijo y comenzó a juntar los pinceles que yacían dispersos por la gran mesa de madera color azul. —La próxima clase haremos sombras.
Sus alumnos se despidieron con sus morrales al hombro y sus lienzos bajo el brazo, dejándolo solo en su estudio. Se tomó la última taza de café del día y finalmente cerró con llave el lugar.
Todavía tenía que alcanzar el metro si quería llegar a tiempo para ver su programa favorito. Apretó el paso y tuvo que abrirse camino por la estación casi a los empujones. El vagón estaba atestado y podía sentir el soju en el aliento pesado de la gente y el olor a fritanga en sus ropas. Era algo que detestaba. Odiaba con todo su corazón viajar como ganado, pero todo el mundo deseaba llegar a sus hogares. Una vez que bajó en su estación, caminó las tres calles que lo separaban de su casa. Pasó por un lugar que vendía pollo frito y estuvo tentado de comprar, pero luego recordó que aún tenía un poco de carne y kimchi en el refrigerador. Un poco más contento ante la perspectiva de comer carne, caminó más rápido y llegó a su apartamento a los pocos minutos.
El sonido del ambientador lo hizo dar un respingo. Siempre era lo mismo. No lograba acostumbrarse al siseo del aparato a pesar de tenerlo hace ya varios meses.
Cuando se quitó los zapatos, soltó un alegre suspiro de placer y movió los dedos alternativamente. Fue quitándose prenda por prenda y se paró bajo la ducha con impaciencia. Era como alcanzar el nirvana. El agua caliente cayendo por su piel blanca tiñéndola de un saludable color rosado, el olor de su shampoo preferido de coco, la esponja suave paseándose por su piel. Todo ese ritual era su recompensa por todo un día de ir y venir y lidiar con profesores, directivos y alumnos obstinados.
Puso toda la ropa del día en la lavadora y calentó la carne en el microondas. Miró su programa favorito sentado en el sofá de su sala y finalmente cayó dormido con el plato sobre su regazo.
Las gotas de sudor caían de su cabello por su espalda. Los jadeos se hacían más intensos a medida que aumentaba el ritmo de las embestidas. Cerró los ojos, aferrando el agarre en la cintura delgada.
—Estoy cerca…
Sonrió ante el tono desesperado de su amante y se movió contra el cuerpo dorado. Las estocadas iban escalando a un ritmo más violento y ambos gimieron casi en sincronía. Rodó los ojos hacia atrás de su cabeza y abrió la boca buscando el aire perdido. Los músculos se tensaron bajo sus manos y un estremecimiento lo recorrió de pies a cabeza. Se inclinó hacia adelante dejando un beso sobre los hombros anchos.
—Eres increíble —susurró dibujando un camino de besos sobre la piel tibia.
El rostro agitado de su amante lo miraba desde la cama, el cabello negro desordenado sobre la almohada y esa sonrisa que era una locura.
El ruido del plato al romperse lo hizo abrir los ojos asustado. Otra vez ese sueño. ¿Quién demonios era ese hombre? Repasó los detalles del sueño y sintió un tirón en su entrepierna. Estaba duro como una roca. ¡Cielos, esto se está saliendo de control! —pensó. Hacía por lo menos seis meses que soñaba con aquel desconocido. Al principio, sus sueños eran imágenes fugaces, sin rostros o siluetas definidas. Unas manos que tomaban las suyas, unos labios dulces que lo besaban con ansías y una voz que repetía su nombre entre sombras. Con el correr de los días, todo fue tomando forma, los lugares, los colores y el rostro de él. Un rostro hermoso. Un rostro que pintaría casi sin descanso. Un rostro que ahora llenaba gran parte de su pequeño taller. Un rostro que no conocía.
Juntó los restos de la porcelana rota y limpió el piso. Estaba cansado de no poder hacer nada con respecto a sus sueños. Lo peor es que luego quedaba sugestionado y pensando en aquel hombre todo el día.
Jamás había estado en pareja. Desde que había asumido su sexualidad, unos cuatro años atrás, a sus veintidós, solo había tenido encuentros casuales. Revolcones de una noche, sin compromiso ni ataduras. No lo necesitaba. Su soledad era cómoda y no creía poder compartir su espacio con nadie. Eran él y sus pinturas. No necesitaba nada ni a nadie más.
Miró el reloj que colgaba sobre la pared de la sala. Todavía podía pintar un poco antes de ir a la cama.
Miró el lienzo a medio pintar. La cara del hombre de sus sueños estaba a medio terminar. Solo había pintado aquellos ojos grandes y brillantes y parte de su cabello. ¿Existiría tal belleza en la vida real? Por supuesto que no.
Tomó la paleta de pintura y se sentó. Cerró los ojos un momento, repasando cada detalle en su memoria y entonces comenzó a pintar.
—Ni lo sueñes.
Su amigo se arrodilló y juntó las manos.
—Por favor. Sólo será esta vez.
HyungWon lo miró desde arriba con los brazos cruzados. Su chaqueta de cuero hizo ruido cuando se movió. Aún así no se compadeció de su amigo. Y tenía razón en no hacerlo. Chang siempre lo metía en situaciones disparatadas.
—¿Acaso escuchas lo que dices? Quieres que pose desnudo para una clase de pintura. Pídele a Nunu. Él está en mejor forma.
—Ya lo hice. No puede ese día.
HyungWon frunció los labios, molesto.
—O sea que soy tu segunda opción.
Chang se puso de pie y se sacudió las rodillas del jean oscuro que estaban manchadas de verde.
—¿No acabas de sugerirme que le pida a él? ¿Quién te entiende? —dijo y se recogió el cabello largo en una diminuta colita que él opinaba que era super caliente.
—Bueno, pero igual. Hieres mi orgullo.
Chang sonrió.
—¿Eso significa que lo harás?
HyungWon se echó el cabello hacia atrás y unas chicas que pasaban a su lado, suspiraron al unísono.
—No. Tengo una reputación que cuidar. Y no quiero que luego todos anden hablando de mis “atributos”.
Chang rodó los ojos.
—¿Por qué? ¿Eres muy “pequeño”? —preguntó mientras se echaba a reír.
—Al contrario, mi pequeño padawan —respondió HyungWon haciéndole una llave y apretándolo contra su cuerpo—, pero luego no quiero hordas de mujeres siguiéndome para que les de amor.
Ambos entraron a su próxima clase riendo y tomaron asiento al fondo del salón.
—La estructura probablemente fue construida por el rey Tiridates I en el siglo I d.C. como templo al dios sol Mihir. Para la próxima clase, quiero que hagan la página 218... Alrededor de 1600 a.C. Thera sufrió un terremoto devastador seguido de la infame erupción volcánica minoica que cubrió el asentamiento de Akrotiri en capas de piedra pómez y ceniza volcánica de un metro de espesor, preservando los frescos vibrantes resurgidos por una excavación iniciada en 1967...
—Basta, déjame en paz —HyungWon golpeó a su amigo en la cabeza con su cuaderno.
El profesor paró la clase y se bajó apenas los lentes para mirar al par de revoltosos.
—Im y Chae, llevan toda la clase comportándose como niños de preparatoria —todos sus compañeros los miraron, algunos divertidos, otros escandalizados y algunas chicas, admiradas—. Así que como evidentemente ya saben el tema que íbamos a hacer la próxima clase, ustedes dos lo expondrán a todos sus compañeros.
Ambos quisieron protestar, pero el profesor los mandó a callar con un gesto de su mano.
—Voy a matarte —HyungWon encendió un cigarro y se sentó en las escalinatas del campo de deportes de la universidad—, ahora tendré que hacer un trabajo extra. Y tengo que ayudar a mi tía en la tienda.
—Bien, yo lo haré —HyungWon lo miró y soltó el humo por la nariz—. Haré el trabajo y solo deberás leer tu parte.
—¿En serio lo harás?
—Por supuesto. No tengo mucho que hacer esta semana… pero tendrás que aceptar posar para mí.
HyungWon chasqueó la lengua en clara señal de protesta y se recostó en el escalón.
—¿Por qué debería ayudarte? Tú me metiste en esto, tú deberías hacer el trabajo solo.
Chang se sentó a su lado.
—Eres mi mejor amigo. Es tu deber estar para mí cuando lo necesito. Nunu no puede ayudarme y tú tienes un cuerpo armonioso. Y necesito aprobar ese curso. Y además nadie te reconocerá. La clase ni siquiera es en la universidad. Mi profesor tiene un pequeño estudio.
—¿Cómo puedes estar seguro que nadie me conocerá? Soy muy famoso.
—Y demasiado engreído. Lo prometo. Seremos todos hombres y ni siquiera es un grupo muy numeroso.
Finalmente HyungWon asintió si podía usar la cara cubierta.
—Oigan, ustedes dos —ambos miraron hacia donde salía la voz. Ahí estaba el presidente del centro de estudiantes, mirándolos con el ceño fruncido tras sus lentes y su ropa dos tallas más grande que lo hacían ver aún más pequeño de lo que era—. ¿Qué hacen aquí? Hoy no hay partido.
—Estamos descansando, cuatro ojos —respondió HyungWon volviendo a recostarse.
—Oye, ten más respeto. Soy mayor que tú —replicó indignado el chico.
—Sí, sí, como sea…
—¿Y tú qué haces aquí? ¿No tienes que ir a atemorizar a los de primero? —dijo Chang echando la cabeza hacia atrás para que el sol le diera en cuello.
—¿Atemorizar? —el chico abrió tanto los ojos que casi se le caen los lentes—. Yo solo hago mi trabajo y…
—Oh, ¿ese no es Nunu? —preguntó HyungWon señalando un punto detrás del chico. Este se puso como un tomate y por reflejo, se tocó el cabello para luego girarse con una sonrisa solar.
—Ajaja, ¿no te dije? Al nerd le gusta Nunu…
El chico dejó caer sus hombros y los encaró de nuevo.
—Cierra la boca, Chae. Y lárguense de aquí o juro que usaré todas mis influencias para que los suspendan.
HyungWon se puso de pie y caminó hacia él. El presidente era casi una cabeza más bajo que él y si no fuera porque era un pequeño dictador escolar, uno podría hasta sentir ternura por él. Su cabello espeso y de color rosado y sus ojos felinos, hacían que su rostro fuera considerado adorable. Y tenía una sonrisa preciosa aunque nunca la usaba.
—Mira, fascista de medio metro —el chico no se dejó amedrentar y alzó la cabeza mirándolo a los ojos y cruzándose de brazos—, que tú seas un culo aburrido no te da derecho a amargarnos la vida. Consíguete un novio que te are el trasero por toda la sala de audiovisuales y deja de molestarnos.
El chico soltó una risita desafinada y lo miró de arriba abajo.
—Tú no pareces muy satisfecho tampoco, Chae. ¿Acaso tú, con esas ínfulas de playboy de feria, no tienes a nadie que te rellene el culo como pavo para el día de acción de gracias?
—¿Por qué? ¿Sientes curiosidad? —replicó golpeándose el trasero.
—Sigue soñando, Chae. No te aceptaría ni con un moño en el cuello.
—Bueno, bueno —Chang agarró a HyungWon por un brazo y comenzó a arrastrarlo fuera del campo—, vamos que tenemos clase en cinco minutos.
—¡Eso, lárguense! ¡A ver si les entra algo en el poco cerebro que les queda!
HyungWon le enseñó el dedo del medio y ambos amigos se adentraron en el edificio.
—Voy a arrancarle los dientes a ese enano insufrible.
—Ya, no le prestes atención —dijo Chang garabateando algo en un papel—, y ve a esta dirección a las seis. Y ponte boxers nuevos.
HyungWon rodó los ojos y entró a su próxima clase.
Hoseok miró dentro de su armario y tomó una camisa oscura y unos jeans que le quedaban un poco ajustados. Pero no tenía demasiado tiempo, se había atrasado en una reunión con una galería de exposiciones y tuvo que avisar que llegaría un poco tarde a la clase.
Cuando llegó a su estudio, las luces estaban bajas y todo estaba en silencio. Abrió la puerta y algunas cabezas se levantaron para saludarlo. Estaban dibujando y pintando a un modelo vivo. No quiso interrumpir, así que paseó entre medio de los alumnos, señalando detalles aquí y allá y finalmente miró al muchacho que posaba recostado sobre un edredón rojo y dorado. Estaba completamente desnudo y solo cubría sus partes íntimas con una hoja grande de plástico y usaba una extraña máscara dorada. Le pareció extraño, pero supuso que era algún acuerdo entre los alumnos y, como le gustaba que ellos encontraran su propia forma de expresarse, no puso objeciones.
El modelo era delgado y con un cuerpo tonificado. Piernas largas y de músculos definidos, vientre plano y marcado y unos hermosos brazos largos que terminaban en unas manos grandes y delgadas. Podía ver que el chico tenía cabello oscuro que le llegaba a los hombros, algo no muy común dado que la mayoría de los jóvenes usaba el mismo corte de moda.
La clase pasó sin contratiempos y una vez que todos terminaron, Hoseok despidió a sus alumnos y caminó hacia el pequeño cuarto de baño. Cuando abrió la puerta se encontró con el modelo desnudo, de espaldas y riendo al teléfono.
—Oh, espera… —lo escuchó decir y algo en su voz lo hizo contener el aliento. ¿Dónde la había escuchado antes?
Entonces el muchacho se giró con su miembro entre sus manos y riendo.
—Mira esto, idiota. Te dije que no era pequeñ… ¡Oh, mierda!
Hoseok abrió la boca y su cara se tornó de un violento color morado.
—¡Profesor! —el modelo se apresuró a cubrirse con sus dos manos y su celular cayó al piso—. Lo siento, lo siento… creí que era Chang…
Pero Hoseok no podía apartar la mirada de aquel rostro. ¡Era el muchacho de sus sueños!
Cerró la puerta rápidamente y se apoyó en la pared. Tenía que ser un sueño. O una pesadilla. El muchacho tenía el mismo rostro que… No. Eso era imposible. Por supuesto que lo era. El cansancio le estaba jugando una mala pasada y por eso ahora veía fantasmas donde no los había. Nervioso, comenzó a juntar los elementos de dibujo y a guardar las pinturas y pinceles en los cajones cuando escuchó la puerta del baño. No quiso mirar.
—Oiga, profesor —la voz seguía siendo la misma de sus sueños. Profunda y ronca. Apretó los ojos y finalmente se giró. No era ningún sueño. Él chico efectivamente era real. De carne y hueso–. De veras que lo siento. A veces bromeamos así con Chang y… ¿Se siente usted bien?
Hoseok asintió sin poder apartar la mirada de aquel rostro. Era mucho más hermoso que en sueños. Y esos labios…
—Wonnie, ¿planeas quedarte a vivir aquí? Deja a Hoseok en paz y vamos. Los chicos nos esperan. Adiós, profe. Hasta el viernes.
Wonnie. El muchacho de sus sueños se llamaba Wonnie. Al fin podía ponerle un nombre a aquel rostro.
—Claro… de nuevo, lo siento, profe —dijo el chico palmeándole un brazo—. Y por favor, no le diga a Chang lo que acaba de suceder, sino me joderá hasta fin de año…
El muchacho salió de su estudio agitando la mano y sonriéndole. Y él ni siquiera había podido decir una palabra. Tuvo que sentarse por una media hora para recuperarse de la impresión. ¿Qué debía hacer ahora? ¿Buscarlo?
Agarró su morral y salió corriendo. Tenía que volver a verlo.
El chico de la máscara dorada
Hola a todxs! Esta vez les traigo esta pequeñísima historia que es parte de un reto que nos pusimos con mi amix/best Beta/partner in crime, etc ElpelitorosadeWon para superar el "bloqueo de escritor" que estamos transitando. No es ¡Oh, qué maravilla, es para un premio Pulitzer!, pero tampoco es tan mala (creo). En fin. Gracias a las que siguen apoyándome. Prometo volver renovada. No sé cuándo. Mientras les tiro shots para que maten el tiempo🤣
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