¿PEOR QUE ANTES?
Parte escrita por LuisaPaz4
— ¿Necesitas algo para el bebé? — Interrogó Aomine con acostumbrada seriedad. —Puedo parar un 24 horas—
Taiga observó a su hijo, estaba sentado en los asientos traseros, puesto que el moreno no contaba con sillita para bebés. Hiro dormitaba, arrullado por el movimiento del auto. En ese momento recordó que la papilla que había logrado comprarle a su pequeño había volado cuando el imbécil de Nash lo había tacleado.
—Si, creo que si...—
—Bien—
Unos minutos más tarde estaban estacionados frente a un minimarcket. Aomine ni siquiera lo dejó bajar del auto, "Está helando demasiado, no vale la pena que me acompañes" le había dicho sin dejarlo replicar. Y como si tomarse la molestia no fuera suficiente, tampoco le había recibido el poco dinero que Taiga había rescatado de un bolsillo escondido.
Ahora no le quedaba más remedio que esperar, muerto de vergüenza y sintiéndose sumamente mal.
Cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás.
Aún recordaba lo que había pasado cuando llegó a casa de Kouki en el auto del profesor.
— ¿Quién es él? ¿Estas bien? ¿Estas en problema? ¿Quieres que le marque a Akashi?—
—Creí que no le hablabas a Akashi, Kouki—
— ¡No me cambies el tema, Taiga!—
—No pasa nada, te lo juro, es un... Ah... Mi profesor. — Murmuró con Hiro en un brazo, la pañalera al hombro y Aomine esperándolo atrás, recostado al capo del auto. —Pero te lo contaré luego, a ti y a Kuroko, ahora me tengo que ir—
Y sin más había huido. Como había estado huyendo de todo desde hace mucho tiempo.
Al llegar al apartamento del moreno, otra leve disputa había tenido lugar, sin embargo, y tal como antes, Aomine no se dejó rebatir. El apartamento sólo tenía una habitación, y Kagami se había negado rotundamente (sin éxito) a ocuparla, podría dormir cómodamente en el sofá-cama del Living, más no le fue permitido.
Por ello ahora se sentaba sudando y exaltado sobre el colchón ortopédico de la cama del docente. Había tenido una pesadilla... No, más bien uno de esos recuerdos que lo torturaba noche si y noche también.
Estaba boca abajo, atado a la cabecera de la cama con un par de sogas que le herían las muñecas, sollozaba, puesto que era lo único que la mordaza en su boca le dejaba hacer, y Nash estaba sobre su cuerpo, penetrándole violentamente y lacerando la piel de su espalda y sus glúteos con su preciada navaja de bolsillo, y eso no había sido lo peor, sino que Hiro lloraba a grito herido como fondo.
Se secó las lágrimas a manotazos. No quería seguir siendo débil, no podía creer la manera en la que había bajado la guardia y había dejado que ese asqueroso lo sometiera en medio de la calle.
Suspiró, comprobó que Hiro siguiera durmiendo y bajó los pies al suelo, se estremeció al sentir lo frío que estaba, pero de igual manera empezó a caminar fuera de la habitación. No quería abusar de la confianza que su profesor le había dado, pero si quería volver a dormir, necesitaba, al menos, un poco de agua.
Todo estaba a obscuras, pero eso no era un problema para él, se sentía amparado bajo el manto de las sombras.
Más se llevó un susto enorme al llegar a la cocina y encontrarse con un muy taciturno Moreno.
Respingó al recibir su mirada, parecía enojado, furiosamente contenido. Aomine estaba solo ahí, sentado en una banqueta, sin embargo, lo que hizo retroceder a Taiga fue la funesta arma que rompía agresivamente la armoniosidad del mármol de la barra desayunadora.
Se sintió golpeado abrumadoramente ante ese hecho.
La palidez llegó a su cara tan rápido como el pensamiento de ¿En qué demonios nos metí?
Retrocedió casi hiperventilando, sin quitarle la mirada de encima al Moreno.
—Chico, no es lo que piensas. — Aomine se levantó del asiento bruscamente en cuando interiorizó la situación. Veía claramente la cara de terror del Doncel.
—N-no se a-acerque... — Jadeó Taiga temblando. Se le estaba viniendo el mundo encima, cuando empezaba a confiar en él profesor... pasaba eso... Y había traído a su bebito a ahí.
—M-me voy...—
— ¡No! — Gruñó sin darse cuenta. Dejándose llevar por la ira que le embargaba el haberse dejado ver en esa situación por el pelirrojo.
—Ngh... — Gimió a nada de colapsar de miedo.
—Lo siento, lo siento, solo déjame explicarte... —Aomine intentó suavizar la expresión, extendió la mano hacia el arma, con intención de guardarla.
—P-por favor no... —Exhaló tambaleándose, una lluvia de malos recuerdos, de traumas, de dolor, inundandolo, y de pronto: sintió humedad en su pantalón, un charco tibio formándose bajo sus pies descalzos. Empezó a sollozar ahogadamente, aterrado, sintiéndose humillado...
—Mierda. ¡Mierda! — Bramó Daiki golpeando con el puño justo al lado del arma. ¿Cómo era posible que estuviera causando eso en el chico? ¿En qué clase de jodida Mierda se había convertido?
—L-lo siento mucho, por favor no se enoje, l-limpiaré... No te enojes... — Hipó con la vista en los pies.
Aomine alzó las manos, para demostrarle que no iba a hacerle daño.
—No, no, pequeño, no estoy enojado... Mírame. —Pidió. Caminó despacio y se acercó al muchacho, sin importar que se está mojando las pantuflas. —Mírame, niño. — Pidió nuevamente.
Taiga levantó la cabeza, los ojos anegados en lágrimas gruesas, el labio inferior temblándole.
—Soy un militar inactivo, tengo un permiso para portar el arma, y si la tenía sobre la mesa era por... — El Moreno suspiró. —Te lo explicaré todo, pero dejame hacerme cargo de ti en este momento—
Taiga asintió, no tenía motivo alguno para creerle, y si muchos para temerle, pero le creía, patética y jodidamente le creía. Su corazón despedazado necesitaba aferrarse a algo.
Aomine se sintió aliviado ante esa muestra de aceptación, tomó al chico en brazos y los encaminó al único baño del apartamento, lo dejó a un lado del lavado y lo instó a bañarse mientras le buscaba algo de ropa.
Minutos después entró nuevamente al baño, acostumbrado como estaba a vivir solo, no recordó tocar, y por ello la imagen que lo recibió casi lo hace perder los estribos nuevamente. Marcas antiguas y nuevas adornaban la espalda y los glúteos del Doncel, hematomas de vistosos colores pintaban el lienzo de nívea piel.
Dejó la ropa sobre una mesita y salió sin decir nada. Buscó el trapero, un balde con agua y empezó a limpiar el piso.
Taiga estaba sobre el sofá, con las piernas en el pecho, y un té en la mano. Hiro era un niño quejumbroso, pero solo cuando estaba despierto, al dormir era un angelito más.
Aomine lo miraba atentamente, sopesando que podría decirle al chico. Cuál de toda su colección de traumas iba a mostrarle.
No es como si hubiese uno menos jodido que el otro...
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