Cierta vez existió una chica de cristal, así como lo lees, ella era de cristal, a la luz del sol su rostro brillaba con los colores del entorno.

Ella no conocía la felicidad, pero tampoco sabía que era la tristeza. Nunca experimento aburrimiento al igual que nunca se divirtió.

Ella vivía en una casa de cristal. Sin embargo, aquellas paredes no eran igual de frágiles como su vida, más bien, eran tan resistentes y gruesas que no pasaba el sonido, el viento u agua. Esto no representaba un problema pues, como era de cristal no necesitaba alimento u oxígeno.

Pasaba sus días sin morir, pasaba sus días sin vivir.

Cierta vez, tras varios años la chica encerrada allí vislumbró un ser que jamás había visto.

No sabía qué era, pero en cierto modo su forma era similar a la de ella. Claro está, aquel ser no estaba compuesto por cristal, pero su sonrisa mostraba tantos colores como aquel material.

El chico al ver esa enorme jaula de vidrio y a aquella chica dentro se acercó tan rápido como sus pies le permitieron. Apoyo las manos en el frío vidrio del exterior y observó asombrado todas y cada una de las esquinas de ese artefacto.

La chica de cristal sintió por primera vez el miedo. Se asustó se la repentina aparición abrupta del muchacho, entró mucho más en pánico al darse cuenta de su temor ¿qué es esto? Se preguntaba en su mente de cristal.

El humano sin notar el temblor de la chica empezó a hablarle, pero su voz no podía atravesar las gruesas paredes transparentes, solo se distinguía una leve vibración con cada entonación grave que emitía.

Es demasiado decir cómo fue cada día a partir de ese momento, el chico regresaba a la jaula de cristal aquella e intentaba comunicarse con la chica de cristal quién comprendió que no podía hacerle daño ahí dentro. Por primera vez pudo sentir la felicidad, estaba contenta de estar encerrada allí dentro. Cuánto se equivocaba aquel ser por ello.

Sin embargo también sintió la curiosidad. Quería saber que eran aquellos ruidos que salían de la garganta del humano, quería escuchar su voz y una idea que jamás se había cruzado por su mente apareció.

¿Pero, cómo?

Dio golpes suaves en el cristal mientras apoyaba las manos intentando que sus ojos le trasmitieran lo que quería decirle. El chico no podía entenderla y ambos tras cada intento se frustraban más.

Ya algo cansado de todo aquello y por fin entendiendo lo que la chica cristal quería decirle, sin previo aviso golpeó el cristal con su puño.

La chica al otro lado, y quién tenía apoyada una mano en la pared sintió fuerte y claro el sonido que provocó el impacto, junto con el estremecido cristal.

Asustada la chica retrocedió y vio como el chico seguía golpeando reiteradamente, intentando sacarla de allí.

El cristal nunca cedió, nunca pudo agrietarse no importó cuántos golpes el chico le diera.

Pasaron semanas y meses, el chico dejó de visitarla tan a menudo. Y la chica de cristal pronto volvió a quedar sola, y esta vez sí lo sintió, sintió en su frágil cuerpo una presión que creyó podría romperla dentro de su acorazado mundo.

Aprendió a llorar, a extrañar y la frustración en su delicado cuerpo era afilada.

Empezó a soñar volver a ver a aquel chico que no era de cristal, empezó a soñar en qué hubiera pasado si sus paredes que tanto la habían protegido se hubiesen roto al primer golpe de aquel desconocido.

Pero también recordó todo el esfuerzo que había hecho. Había visto sus manos sangrar destrozadas sin saber qué era aquello, lo había visto día y noche golpeando el cristal sin rendirse y de cierto modo también experimentó el sentimiento amargo de la culpa.

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¡Hola! Espero os guste la pequeña historia, estaba con dudas de si publicarla o no pero aquí vamos. 

Sugerencias o correcciones son bienvenidas <3