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Capitulo 1

Un sol cálido, brilloso e iluminador siempre bendecía a las tardes de abril.

Las ciudad tenía un cielo azul digno de una pintura o un cuento de hadas. La gente aprovechaba el sol de mediodía para salir en familia, con amigos o en pareja; no importaba si era un completo extraño, el punto era disfrutar el perfecto día.

Pero para un chico de cabello bicolor, toda esta multitud reunida, era perfecta para que nadie notara su presencia y se pudiera perder entre tanta gente.

Corría con todas sus fuerzas, tomaba grandes bocanadas de aire para no perder el ritmo ni perder energía, sus latidos inundaban sus oídos y parecía su corazón se le saldría del pecho.

Finalmente, cuando la sensación de adrenalina le abandonó, se escondió en un callejón oscuro, donde nadie le vio entrar. Escondió su rostro entre sus piernas y se quedó ahí, perdiendo la noción del tiempo.

En un parque, solitario y con algo de timidez, se encuentra un chico de ojos en un bello color rubí; cabellos lacios y azabaches y unos peculiares dientes puntiagudos cual tiburón.

Se encuentra solo, sentado en una banca, nervioso a la vista de muchos y no se atreve a hablarle a nadie.

Se dedica a observar todo a su alrededor, niños felices jugando en el arenero, familias sonrientes, parejas melosas y grupos de amigos.

Sin embargo, algo llama su atención.

Al otro lado de la calle, en un callejón oscuro, hay alguien, sentado o más bien escondido. La gente no nota su presencia ni le pone atención.

Puede sentir su tristeza aún estando a una considerable distancia.

Algo dentro de él comienza a crecer, la curiosidad sobre aquella persona y el sentimiento de querer reconfortarlo.

Todo esto le hace armarse de valor, salir del parque, cruzar la calle e ir hacia aquel callejón.

—¿Estas bien? –el de hebras bicolor alzó la mirada ante aquella voz.

Ambos se miran con sorpresa.

El azabache jamás había visto unos ojos más bonitos en toda su vida, no eran del mismo color, era sensacional. El contrario, admira su cabello negro que por alguna razón, brilla y se le hace hermoso.

—Oye ¿que haces aquí solo? –pregunta el azabache.

El contrario no responde, sólo aparta la mirada.

El oji rubí siente que metió la pata, pero no iba a rendirse tan fácilmente.

Se sienta al lado del chico de ojos heterocromáticos y se le queda viendo un par de minutos en silencio.

—Oye ¿Qué tienes? ¿Por qué estás tan triste? –pregunta nuevamente.

—Mi mamá se va a ir –responde en un tono bajo–. Dicen que ya no puedo verla.

—¿Pero por qué? A nadie lo deben alejar de su mamá si la quiere mucho –vuelve a cuestionar.

—Porque ella me hizo esto –muestra la quemadura en su lado izquierdo de su cara.

El de dientes puntiagudos muestra sorpresa ante esto. Sin embargo, también curiosidad. Así que con delicadeza toca la cicatriz en modo de caricia.

—¿Te duele mucho? –pregunta el oji rubí.

El de ojos heterocromaticos niega lentamente.

—Antes dolía mucho. Mi papá me tuvo que mandar al hospital, estuve ahí un largo tiempo –responde con tono vacío.

Se quedaron un momento en silencio. El de dientes filosos no sabe que decir ante la tristeza del de hebras bicolor.

Así que decide dejarse llevar.

—¿Sabes? Cuando era más pequeño, me trepe a un árbol gigante, para rescatar a un gatito –comenzó a narrar y el de ojos heterocromaticos le presto atención–. Logré llegar a la rama en la que estaba y rescatarlo, pero la rama no nos aguanto y caímos. Que bueno que use mi quirk para que no nos doliera –hizo una pausa y una mueca de tristeza apareció–. Herí al gatito, su pata, se lastimó, me sentí realmente mal.

—¿Y luego que pasó? –preguntó el otro chico curioso.

—Realmente estaba triste, como tu –sus ojos se juntaron–. Pero mis papás me llevaron de paseo, fuimos a unos juegos, compramos helado y jugamos en el parque.

Entonces, al azabache se le ocurrió una idea.

—¿Y si intentamos eso?

—¿Intentar que? –preguntó el bicolor.

—Comprar helado, ir a juegos, pasar el rato tu y yo –le tomó de la mano–. Te prometo que después de esto, ya no estarás triste –le dedico una cálida sonrisa.

El de ojos heterocromaticos asintió hacia el contrario.

El azabache se levantó del suelo sin soltar la mano de su nuevo amigo, así mismo le ayudó a ponerse de pie.

—¡Nos vamos a divertir mucho! –exclamó con felicidad y una gran sonrisa en su rostro.

Aquellos momentos, juegos, risas y charlas, fueron acompañados y adornados con el cálido sol y un cielo que pasaba de azul a naranja.

Apenas el de ojos bicolor aceptó su propuesta asintiendo, el de dientes filosos le tomó de la mano y lo sacó de aquel callejón; corriendo juntos entre las calles hasta el destino que le tenía deparado.

Un puesto que regalaba helados estaba cerca, así que aprovecharon y pidieron uno, soltando risas mientras comían sus helados y charlaban.

Caminaron y corrieron hasta un lugar en donde se encontraba un carrusel, siendo el azabache el primero en montarse a un caballo, extendiendo su mano al contrario para que subiera con él.

Hablaron de todas las cosas que podrían hablar un par de niños, se rieron como nunca antes, hasta estallar y obtener un dolor en sus estómagos.

Improvisaron todas sus actividades, lo primero que veían era lo primero que tomaban. ¿Videojuegos? ¡Adelante! ¿Sandías? ¡Claro! ¿Chocolate o malteada? ¡Delicioso! ¿Un juego de tiro al blanco? ¡Seguro es divertido!

Todo aun sin decir sus nombres.

La diversión les distraía de ese detalle.

Incluso hubo un momento del día en el que la lluvia llegó hasta ellos, teniendo que refugiarse de esta. Pero esto no detuvo su felicidad ni sus risas, al contrario, rieron más y jugaron un rato en la lluvia.

Al terminar esta, charlaron y jugaron animadamente una vez más, en aquel parque donde estaba de el cabellos oscuros.

Sin embargo, el ocaso llegó, y con ello, el momento de ir a casa.

—¿Realmente tienes que irte? –preguntaba el de ojos heterocromaticos, escuchadose un tono lastimoso.

—Mi mamá se preocupara si no regreso, mi papá también lo hará y vendrá a buscarme –habló el oji rubí.

Su contrario hizo una mueca de disgusto. Él lo noto, así que rápidamente intentó remediarlo y animarlo.

Tomó una de sus manos entre las suyas, el bicolor lo miró con asombro, y comenzó a sentir calor en sus mejillas, mirando a su acompañante directamente a sus ojos.

—Hagamos una promesa –habló el de dientes filosos juntando sus dedos meñiques–. Volvamos a vernos, en aquel parque, y cuando nos encontremos, esta vez, pasaremos todo el día juntos –le mostró una gran sonrisa.

El de hebras bicolor aceptó la promesa de meñique gustoso, asintiendo y mostrando una ligera sonrisa, pero que irradiaba como el atardecer.

—Bueno, ya me tengo que ir –el pequeño de cabellos negros comenzó a alejarse de él–. Tengo que correr o me regañaran. Adiós

Se despidió de él con su brazo y corriendo hacia las calles.

Fue ahí donde el de ojos bicolor reaccionó. ¡Olvidó preguntarle su nombre!

—¡Oye espera! ¡Olvide preguntarte cómo te llamas! –gritó extendiendo su mano, intentando alcanzarlo.

Pero en ese momento, un pitido envolvió sus oídos, comenzó a ver nublado y todo se dispersaba, siendo lo último que veía, la cabellera negra de aquel que le hizo pasar el mejor de sus días.

Cuando Todoroki despertó, notó que había extendido su brazo.

Se dio cuenta de dónde estaba, su habitación de la U.A.

Se enderezó de su cama y colocó su mano en su frente.

Su corazón latía en un ritmo anormal y le inundaba los oídos, sentía una sensación nostálgica en su cuerpo y el calor se apoderaba de sus mejillas.

Había soñado con un momento de su infancia.

Miró la hora en su despertador, debía apurarse para llegar a su salón, eso le distraerá de su sueño, ya luego lidiaria con ello.

Cuando llegó hasta su salón, todos se encontraban charlando entre ellos, siendo él, el último alumno en llegar.

—Buen día Todoroki-kun –saludaba Midoriya alegre.

Este apenas pudo escuchar su saludo, seguía metido en sus pensamientos y su sueño.

Entre todos los alumnos, el que pudo notar lo que le pasaba, fue Kirishima. Quien dejó a sus amigos un rato y fue a ver a su compañero.

—Oye Todobro, ¿te encuentras bien? –preguntó el pelirrojo tomándole del hombro.

—¿Uh? ¿Por qué lo dices Kirishima? –preguntó.

—Deku te saludo y no respondiste –respondió a su pregunta.

—Ah lo siento. Buen día Midoriya –saludo de regreso Todoroki.

Kirishima lo dejó dándole una sonrisa que mostraba sus dientes que parecían los de un tiburón.

Recordando de manera intensiva su sueño.

Durante toda la clase, permanecía en sus pensamientos, haciéndose preguntas sobre su sueño y por qué tan de repente venía a su cabeza dicho momento.

¿Cuántos años tenía en ese entonces? ¿7, 8, 10? Maldición no se acordaba bien.

¡Y olvido preguntarle como se llamaba desde el principio! Para así poder buscarlo y cumplir su promesa.

El pequeño Todoroki era un tonto. Pensaba mientras se daba un ligero golpe contra su escritorio.

Ese fue un momento de su infancia, uno muy especial. Y aquella persona le hizo sentir algo que, ahora que ha crecido, sabe que fue lo que sintió.

Se había enamorado de aquella persona.

Y aquel sentimiento nostálgico junto con aquel cabello oscuro, había vuelto a invadir su cabeza y su corazón.

Este proyecto se hace en colaboracion con TY-Mobile

Vayan a darle amor y gracias por asesorarme con esta novela

Portada hecha por bumblegiggles

Creditos a Byeolmu y Sotagi en Twitter

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