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Capítulo 7. Radiante

Hola de nuevo, ojala las cosas se vayan poniendo chidas

Los invito a comentar siendo respetuosos.

YYY

Capítulo 7. Radiante

Bakugo estaba cansado, dormir en ese destartalado sofá le había pasado factura. Igualmente lo hizo el hecho inequívoco de lo desgarradora que fue la escena de ayer. Tan íntima y preocupante para alguien que llevaba años intentando evitar ese tipo de contacto. No hubo nada físico, gracias al cielo. De haber contacto físico de por medio, estaba seguro de que no podría resistir mucho tiempo. Alguien tan lindo como Midoriya Izuku, era probablemente de esas tentaciones que se meten por la piel. Hasta calarte profundo, dejando huella y queriendo quedarse.

Katsuki ya se había sentido irremediablemente atraído por una persona de esta forma antes, una mujer a la que permitió colársele por los poros, la dejó vivir entre su mente y corazón. Los cuales a la primera oportunidad, se los pisoteó con todas las fuerzas que le fue posible obtener. Tan cruelmente que actualmente, continuaba sin poder reponerse de golpe tan duro.

No iba a permitirse que una hermosa criatura frágil, delicada, triste, melancólica, con tanta agonía en su pequeño cuerpo; se le metiera por los ojos. No caería en ese viejo truco de nuevo. O sea Izuku no fingía, realmente estaba sufriendo como pocas personas que conociera alguna vez lo hubieran hecho; sin embargo, eso no cambiaba la terrible realidad de que Katsuki no iba a volver a enamorarse en toda su puñetera existencia, porque había sufrido por tantos años y de manera tan agónica, que le sorprendía que no hubiera muerto todavía.

En eso la puerta del departamento de Katsuki se escuchaba de forma insistente, obligando a Bakugo a salir de sus cavilaciones, entre maldiciones, se levantó de mala gana de su improvisada cama que puso en el sofá.

─ Ya voy maldición, ya voy.

Gruñó lo suficientemente alto para que lo pudieran escuchar del otro lado, cuando abrió vio a su mejor amigo, quien lucía una expresión un poco descompuesta.

─ ¿Cabrón, qué haces tan temprano aquí?

Fue la seca "bienvenida" que le dijo el rubio a su amigo pelirrojo.

─ Si, Katsubro buenos días para ti también ¿Cómo descansaste? Yo no dormí muy bien pero gracias por tu preocupación.

Dijo en un tono sarcástico el pobre de Eijirou, quien se adentró el departamento, apartando al de piel bronceada, para que le dejase avanzar sin complicaciones.

─ Si, si lo que sea. Deja de joder y dime de una puta vez ¿Qué haces aquí?

El hombre amigable, avanzó ignorando mortalmente a su desconsiderado anfitrión y lejos de sentirse ofendido; se sentía un tanto ofuscado por la terrible realidad, de que no había podido ni conciliar el sueño, pensando en cómo estaría el peli verde y Bakugo en el departamento, que tal estaría el primero con toda la situación. Sentía, además, una casi enferma curiosidad por saber quién era el pequeño misterio que dormía un poco adolorido en la pequeña y vieja cama del mayor de los ahí presentes.

─ Te hice una jodida pregunta.

Refunfuñó el dueño del departamento, siguiendo a su mejor amigo quien se metió sin decir nada, a la habitación de Bakugo donde yacía un maltrecho cuerpecito cubierto con un pijama ajeno y una sábana ligera color azul claro, en la cama del rubio. El pecoso estaba despierto acostado con una mano recargada en su pecho. Se notaba que de nuevo, el niño estaba en ese mundo de añoranzas y recuerdos que lo eran todo para él. Se notaba tan, tan solo, demacrado y triste. El chico miraba por la ventana que estaba cerca de la cama, en la pared del costado izquierdo de la misma. Parecía muy inmerso en su propio mundo como para percatarse de la presencia de los dos chicos que le observaban desde la entrada de la habitación.

─ Bastardo, ya despertaste.

Afirmó Katsuki, sintiéndose muy estúpido por decir una cosa tan obvia, pero no se le ocurrió nada menor para cortar el silencio desgarrador. El ojiverde se giró con dificultad y a la luz de la mañana, los golpes se veían todavía más dolorosos; con diferentes tonalidades de morado, rojo, azul y verde por todo el rostro del chico. Tenía casi cerrado uno de sus bellos ojitos. De todos modos, aunque algo pálido, se notaba mucho mejor la belleza del muchacho. Por la santa mierda, sí que Katsuki tenía un jodido buen gusto.

─Buenos días, ya desperté desde hace un rato.

La voz, estaba un poco quebrada, como de alguien que tiene pocas fuerzas mezclado con el hecho de que se comportaba entre tímido y melancólico, el pelirrojo no pudo apreciarla en todo su esplendor, de todos modos; le pareció muy bella.

─Dormiste poco, maldito.

Regañó Katsuki al tiempo que se sentaba al pie de la cama, con cuidado de no incomodar al chico.

─ Es verdad, solo que me cuesta trabajo dormir.

El pelirrojo sonrió enormemente cuando la tímida mirada del oji verde reparó en su presencia.

─Deberías de tomar un poco de leche tibia o algo de plátano. Ayuda a dormir. Porque debido a tus heridas y a los medicamentos que usaras para el dolor, no es buena idea pedirte pastillas para dormir. Si tienes problemas, hablare con algún doctor amigo de mi hermana para que te de una revisada.

Comentó con su típica alegría Kirishima, siendo igualmente muy amable dejando perplejo a Izuku, quien si bien no quitó su expresión un poco cohibida y gris, sí que logró atraer su atención. Katsuki era tan diferente a ese hombre que estaba ahí de pie.

─ Lamento mi falta de educación, mi nombre es Kirishima Eijirou, soy mejor amigo de este amargado de aquí –eso lo dijo al tiempo que palmeaba la espalda de Katsuki quien gruñía- Ayer lo ayude a cuidarte y me quede preocupado, así que vine a ver qué tal estabas.

El pelirrojo extiende su mano, para que el menor de los 3 la tome, lo que hace suavemente y Kirishima le sacude un poco su mano de manera enérgica.

─ Midoriya Izuku, el gusto es mío.

─ Es un lindo nombre, lo que va de acuerdo contigo, porque eres un niño lindo.

El pelirrojo volvió a sonreír al tiempo que logró sorprender ligeramente a Izuku. Lo que puso, de muy mal humor a Katsuki quien observaba la escena en silencio y con una mueca de fastidio.

YYY

¿Qué pasara? Lo veremos en el capítulo 8. Suficiente  

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