Capítulo 1
Hace un par de horas que su madre le había obligado a ordenar el ático, queriendo buscar pertenencia. antiguas para vender en el mercado. Durante los primeros cuarenta minutos, cumple las ordenes al pie de la letra, acumulando todo aquello que podría venderse a un buen precio; ropa, artículos electrónicos, joyas de sus antecesores, etc. Pero de pronto, hurgando en una caja que le perteneció a su abuelo, saca con bastante dificultad una bola de acero.
Su abuela en su adolescencia y primera etapa adulta fue un gran deportista atlético, su especialidad era el lanzamiento de bala y, al parecer, se dejó una como recuerdo.
-Ojalá hubiera salido Atlético como tu abuela…
Se queja mientras intentaba con ambas manos sacar la bola de la caja. Por un movimiento torpe de su mano, la bola cae al piso con fuerza, creando un pequeño agujero en una de las tablas ya algo mohosas por la humedad de todos esos años.
- ¡¿Qué fue eso?!
Escucha gritar a su madre desde el segundo piso, que buscaba en su cuarto igualmente, algunas pertenencias, joyas y ropa que pudiera vender.
- ¡Nada! Solo se cayó una caja, pero todo está bien.
- Ok… Cuando termines baja a comer.
Con eso, y tomando todo lo que recolecto en su cuarto, la mujer baja al primer piso, dejando a su hijo mientras suelta un largo suspiro.
Maldiciendo por lo bajo, este deja de lado la caja que estaba viendo para centrarse en la madera rota a su lado. Abre los ojos con sorpresa al notar que, bajo la madera rota, se escondía una pequeña caja de cuero. Su curiosidad muchas veces le ocasiono problemas, ganándose golpizas por parte de chicos de su edad, e inclusive hombres mayores, pero era una cualidad que le era imposible ocultar. Y justamente ahora, volvía a dejarse llevar por ello.
Saca la caja con cuidado, sintiendo la necesidad de cuidar su contenido. En la esquina derecha de la caja, tenía escrita una leyenda.
“nunca olvides lo importante de ser humano”
-Axel Fuster
Ese nombre, Axel Fuster, es el nombre de su abuelo.
Baja con rapidez las escaleras, casi tropezándose en el camino.
- ¡Mamá!
Grita deteniéndose en el umbral de la pequeña cocina donde su madre preparaba el almuerzo, provocando que esta brincara por la sorpresa y el susto.
- ¡Jesús! Andreu, casi me das un infarto.
Haciendo caso omiso a la dramatización y aparente enfado de su madre, se acerca rápido a ella enseñándole su hallazgo.
- ¡Mira, mira, mira, mira!
Repetía como un niño de cinco años, señalándole las palabras escritas en la caja que ahora reposaba en las manos de su progenitora.
- ¿Axel Fuster…? ¿el abuelo? Pero él nunca vivió aquí…
Se cuestiona la mujer, mirando las letras grabadas con confusión.
- Pero venía muchas veces a verlos cuando apenas se mudaron con papá ¿verdad? -Interroga el joven de cabellos alborotados tonalidad zanahoria, sin dejar que la confusión de su madre desvaneciera su curiosidad y emoción- ¿quizás la dejo en ese tiempo?
- quizás… ¿Dónde estaba? Nunca la vi cuando limpiaba el Ático…
- ¡¿Crees que sea uno de sus inventos?! -Interrumpe a su madre queriendo evitar a toda costa la explicación de como ahora había un agujero en el piso del ático- Papá siempre me contaba sobre los inventos del abuelo, ¡decía que era el mejor del mundo!
- Eso contaba, pero nunca me dejó ver sus inventos -Comenta un tanto contrariada por ese factor que siempre le molesto desde que se caso con su esposo- Pero al parecer gente muy importante admiraba a tu abuelo, cuando enfermó y fui a cuidarlo a su casa, veía en los basureros cartas que le enviaban duques, condes, y hasta algunas de gobernantes extranjeros.
-Woow… -Observo la caja con aun más devoción que antes- ¿Puedo abrirla?
La mujer deja salir una corta risa, depositando la cajita de cuero en la mesa frente a su hijo.
- Hazlo. Algo me dice que es un regalo que dejó para ti.
Con la emoción a tope, y acomodando primero el parco de sus lentes, desenvuelve las tiras de cuero que cubrían la caja, desprendiendo luego el broche que servía como cerrojo.
Al abrir por fin, y mirar el interior, se encuentra con una muñequera de cuero, cobre y acero que sostenía lo que parecía ser un reloj de bolsillo.
- ¿Qué es esto…? -Cuestiona sacando el aparato con cuidado, no queriendo romperlo por algún movimiento torpe.
- nunca vi uno de esos… -Comenta la madre observándole luego de apagar el Fogón donde cocinaba el almuerzo.
Andreu se prueba la extraña y pesada muñequera notando que tenia una correa para ajustarla. Sonriente al gustarle como le quedaba, aprieta un pequeño botón que tenia en el costado, pensando que serviría para abrir la capsula del reloj. Grande fue su sorpresa al descubrir que, al momento que se abrió la capsula, lo que había en el interior era algo completamente distinto.
La tapa por dentro era trasparente, pudiendo ver la expresión sorpresiva de su madre a través de este. Sin embargo, en su transparencia se dibujaba una cruz con un circulo en medio. Donde debía estar el reloj, se exhibe una flecha de cristal, rodeándola una cruz donde, en cada punta, se mostraban los puntos cardinales.
- Es… una brújula.
Comenta al tiempo que notaba que, si bien la flecha señalaba los puntos cardinales, los rodeaba una aureola con cinco gemas incrustadas.
- Es… bastante excéntrica para ser una brújula común.
El menor asiente, sintiéndose bastante decepcionado con el hallazgo. Su progenitora, mientras tanto, decide continuar con su labor de terminar la comida.
Luego de la comida, se encamino al pueblo para vender los bienes que junto a su madre habían seleccionado. Caminando a un costado de Tieh, el burro de la familia que cargaba con la mercancía intentaba descifrar que significaba ese circulo con las gemas. En el trayecto, fue capaz de notar que la flecha no apuntaba al norte, en realidad, apuntaba hacia el noreste, justo donde se encontraba incrustada una gema de tonalidades cobre.
- Que extraño…
Murmura antes de recibir un empujón de Tieh, avisándole que ya estaban en el mercado.
-Hola, Andreu ¿Qué nos tienes hoy?
Escucha hablar a una mujer mayor que vendía trigo junto a él, sonriéndole ansiosa. Era su compradora más fiel.
-Pues, Señora Lavender, le traigo una prenda que sé ha querido durante mucho tiempo -Exclama el joven, con su sonrisa y actitud negociante, mostrándole un vestido de seda calipso- ¡Ta-da!
- ¡No puede ser! Hace meses esperaba que tu madre vendiera este vestido -La mujer toma la prenda de inmediato, disfrutando el tacto suave de la tela en sus dedos- Dame el precio, Andreu, necesito este hermosura.
-Pueeees… pensaba venderlo por 5 monedas de plata -Esconde una pequeña sonrisa al ver la expresión de horror de la mujer- Pero, ya que usted es mi mejor clienta, ¿Qué le parece si lo rebajo a 3 monedas de plata y 5 de bronce?
La mujer parece pensarlo unos segundos, no realmente satisfecha con el negocio, pero al ver como otra mujer se acercaba curiosa por la prenda, inmediatamente saca de su bolsillo el dinero.
- Trato, aquí tienes el dinero, niño.
- ¡Es siempre un placer hacer negocios con usted! No se arrepentirá, lo prometo.
- Hey niño ¿Qué traes en el brazo?
Escucha hablar a su otro vecino mercader, un hombre que vende carne de conejo cazado por el mismo y sus hijos.
- Oh… es algo que me dejo mi abuelo… aun no se que es, pero se ve genial ¿verdad?
- ¿tu abuelo? ¿el famoso inventor? -Cuestiona el hombre mirándole con una mezcla de sorpresa y curiosidad.
- Exacto. El mismísimo Axel Fuster -Clamo con orgullo, le encantaba sentir la admiración ajena, aunque fuese a través de los logros de su difunto abuelo- No es por alardear, pero estoy más que seguro que este fue su ultimo invento, creado única y exclusivamente para su querido nieto.
Sabia que estaba mintiendo, pero los gestos y expresiones de asombro de quienes le estaban escuchando provoco que su razón fuese eclipsada por la avaricia de reconocimiento. Tanta era su hambre de ser admirado por todos, de ser tan proclamado como su abuelo, que no pudo notar las miradas suspicaces y maliciosas que dos hombres de sobrero alargado le dedicaban, tanto a él, como a la extraña muñequera.
Cuando el cielo se entinto de un bello color naranja, Andreu se encaminaba satisfecho con el Botín hacia su hogar. Logró vender casi todos los vestidos de su madre,y algunas joyas y postales de colección, a aquellos que tenían el dinero para desperdiciarlo en ello. No fue hasta mitad de camino, y gracias al nerviosismo de Tieh, que fue capaz de notar dos presencias que le seguían con total descaro.
Pensando que se trataban de asaltantes, se separo del burro y le dio una fuerte palmada para que este corriera a casa, llevándose el resto de los bienes no vendidos y el dinero ganado. No era la primera vez que intentaban robarle sus ganancias, y este procedimiento siempre había rendido buenos frutos.
Ahora probablemente le darían una paliza y se irían frustrados al no conseguir el dinero. O eso pensaba.
- Andreu Fuster, nieto de Axel Fuster -Escucho la voz grave y atemorizando de uno de los hombres justo detrás de él, congelándole en el acto- ¿estoy en lo correcto?
Voltea su rostro con dificultad por la rigidez de su cuerpo, topándose con los rostros pulcros de dos hombres altos y vestimenta formal.
“Guardias” Piensa al instante, sin entender realmente como lo conocían.
-Esto. -El otro hombre, de bigote Marrón y ojos verdes, toma con rudeza su antebrazo derecho, indicando el aparato con acusación plasmado en su tono de voz- ¿Dónde lo conseguiste?
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