Cada vez que la oscura noche desciende, a lo lejos se ve brillar un hermoso árbol de cerezo en la punta de una montaña.

La princesa del castillo lo tiene todo menos la libertad, y eso es lo que mas desea.

La luna se vuelve azul y actúa la obra de la eternidad.

Desesperada, la princesa del castillo sale de su hogar, dispuesta a cruzar todo Japón para ver ese cerezo de frente.

La noche se pone su capa y cubre todo a su paso.

Corre y corre hasta que pierde de vista la prisión a la que llamaba casa. Cuando cierra los ojos la hermosa oscuridad la llena de paz.

En la interminable noche el brillante cerezo sacude sus flores dejando caer delicados pétalos que vuelan junto al viento.

Atrás de las nubes la radiante luna aparece con su hermosa canción de luz.

La princesa del castillo cruza mortales escenarios con tal de llegar a su preciado árbol. Para su sorpresa una chispa de esperanza siempre existe, y esa chispa se hace cada vez mas grande.

El bello paisaje brilla igual que la luna, y la princesa del castillo tiene una corazonada de que se acerca a su destino.

Trepa con sus ultimas fuerzas la montaña y al ver al brillante cerezo a su lado siente tranquilidad, y una indescriptible felicidad. Delicados pétalos caen suavemente y tocan sus mejillas.

Su sonrisa vence la oscuridad y brilla por toda la eternidad.