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Capitulo 21 "Macarao: El Infierno"

20 de Junio del 2016
Macarao. Lugar de formación del Grupo de Acciones de Comandos (GAC\GNB)

Frío, era, todo lo que sentía en aquel momento. Un frío gélido y desgarrador que le recorría todo el cuerpo, temblaba, ya que el agua casi congelada con la que le habían obligado a bañarse esa misma noche dejó su cuerpo aun mas débil ante el violento clima de aquel lugar. Víctor estaba en la oscuridad del bosque, temblando descontrolado del frío, sus dientes castañeaban, hacia lo imposible por obtener frío pero sus esfuerzos era en vano, su cuerpo no tenia fuente de calor alguna, sus manos rodearon su cuerpo, adolorido por los múltiples hematomas que cubrían su cuerpo debido a las múltiples palizas que recibió, cubierto por el uniforme verde oliva de la FANB. El cual era nulo para protegerlo del frío tan fuerte de las noches en Macarao que, como lugar desértico, era un calor horrible de día y un frío insoportable en las noches.

Habían sido tres meses ya, desde que había sido deshonrando y expulsado del abismo, siendo enviado allí como forma de castigo, a tomar parte en uno de los cursos de fuerzas especiales mas rudo de Venezuela. El curso del GAC, el cual era conocido como seis meses en el infierno. Y eso fue para él, desde el primer día en que pisó esa tierra, maldita para él, el infierno tuvo nombre y ese era: Macarao. Aun recordaba el recibimiento que tuvo. "Escoltado" por los soldados oscuros Frederick y Chris, fue recibido por el Teniente Roberto Mariño y el sargento primero Ernesto Flores. Fueron recibidos dentro del edificio administrativo, mientras se dirigían allí vio como varios hombres vistiendo uniformes camuflados trotaban al ritmo de una pegajosa canción militar. Entonces, Víctor pensó que no seria un lugar tan fuerte y eso fuera sido acertado si Frederick no hubiese intervenido. Una vez dentro de la oficina del Teniente, este procedió a relatarles que les esperaba desde hacia dos días, habían recibido la orden del presidente de admitir a un joven especial en el cursos de ese año.

Fue una larga hora de hablar. Luego Mariño dijo que llevaría a Victor hacia su barracón, junto con sus uniformes de la FANB y sus uniformes camuflados, entregados por el mismo gobierno. Una vez el teniente se retiró con Víctor, el joven cazador vio como Frederick hablaba algo ese sargento en voz baja. Supo que a raiz de ello, él había sido el joven con más malos tratos recibidos en el lugar. Y tenia razón, ya que Frederick le había entregado una carta del presidente, donde venia una orden de hacerle la vida el infierno a ese joven, torturarlo usando la excusa del entrenamiento. Junto a esa carta venia un cheque muy jugoso, y se le prometió que si lograba hacer que la muerte del joven pareciera un accidente, recibiría otra paga.

Desde allí, comenzó el infierno. Victor recordaba el momento donde veía a Frederick hablar con el Sargento Ernesto y recordaba todos los abusos que sufría allí. Desde el primer día, al principio, fue por sus fallas físicas.

Durante los primeros días fueron duras pruebas físicas, trotes largos y agotadores bajo un sol ardiente, bosques y selvas húmedas. Sudaba y mucho, sus poco entrenados pulmones no podían soportar semejante trote, a pesar de tener una voluntad alta, no tardó en quedarse atrás del grupo, siendo entonces víctima de los abusos verbales del sargento. Insultos y blasfemias eran dirigidas hacia él, gritándole por ser tan débil y lento, diciéndole que era patético. Aún así, esos primeros días, no llegó al abuso verbal. No tardaron en llegar las famosas "gaseadas". Reunían a todo el grupo, formándolos en hileras, donde Víctor solo podía ver a hombres y mujeres vestidos de camuflaje de bosque. Nerviosos como él. Entonces, entre la selva llegaron los instructores, entre ellos el sargento.

¡El infierno es de color blanco!

Gritó uno de ellos, no tardó en rodearlos un gruesa cortina de humo que se cernió sobre ellos, era gas lacrimógeno. Los aspirantes a comandos sintieron los efectos de ahogamientos y picor de ese gas antidisturbios, siendo presas del pánico, varios jóvenes salieron del círculo buscando aire fresco, cosa que, los instructores no permitían. Empujándolos de regreso a aquellos que intentaban escapar y a los otros que lograban escapar eran regresados a la fuerza. Victor, no tardó también bajo los efectos del ahogamiento, tratar de huir. Intentó salir entre el denso humo blanco, para solo ver como una mano emergía entre aquella cortina, agarrándolo por el cuello del uniforme, lo siguiente que recibió fue una bofetada en su rostro, tan fuerte, que le hizo caer de espaldas. Era el sargento Ernesto, el cual colocó una rodilla en su pecho mientras le soltaba otras dos bofetadas más. Víctor a pesar del leve aturdimiento, vio que a ese hombre no le afectaba el gas, ni a el ni a ninguno de los instructores.

—¡No saldrás maldito cobarde!.

Le retuvo allí, casi ahogándose y cuando el humo se dispersó, Ernesto le quitó la rodilla del pecho, dejándolo respirar profundo, casi al borde de ahogarse. No era el único, varios sufrieron ese mismo sentimiento. Ese, fue el primer día de lo que serian tres meses se abusos físicos constantes.

Las semanas siguientes fue lo mismo, trotes, ejercicios excéntrica y concéntricos de formas tan rudas y explosivas que agotaban de forma brutal al joven cazador, trotar, para él, era un suplicio cuando los músculos de sus piernas dolían al venir de duros días de entrenamientos a las piernas, pecho, hombros, bíceps, abdomen, casi todo su cuerpo dolía. Tanto por los abusos físicos como por los golpes repentinos de Ernesto hacia él joven. Un día, mientras entrenaba el abdomen, recibió un duro puñetazo en la boca del estómago, sacándole aire, dejándolo caer de espaldas sin pode seguir con el ejercicio. Le gritó débil y marica.

Y tras cada día de duros ejercicios, venían las gaseadas, constantes, donde podía notar como cada vez le afectaban menos, pero, aun así, se sentía la asfixia. Aún así no se movía, hacia un esfuerzo sobre humano en hacerlo, pues sabía que por allí estaría Ernesto esperando, para así atacar. Una ocasión a veinte, incluido Víctor, fueron obligados a entrar en un agujero donde se les arrojó una lacrimógena y al mismo tiempo! Fue sellado. ¿Tortura o entrenamiento? Victor no lo sabía, pero aquello era el infierno para el y ellos.

Aunque, el infierno personal de Víctor, solo comenzaba.

El comienzo del verdadero infierno, fue cuando en una de las rondas de flexiones, su cuerpo, agotado por los músculos sobre exigidos, ante el ardiente sol, cayó de boca al suelo, se había desmayado dejando que el mundo se volviera solo un manto de oscuridad pura para él. Ernesto, atento siempre sobre el joven cazador, vio la perfecta oportunidad para iniciar la verdadera tortura al ver como se había desmayado.

Al abrir los ojos, lo primero que sintió fue un leve mareo, no obstante, su visión le dejó mas confuso. Estaba de pie, frente todo el grupo de aspirantes, entonces notó que, su cuerpo enterró incluidos los brazos estaban amarrados a un enorme poste de madera. Forcejeó tratando de salir del amarre pero un potente puñetazo en su mandíbula lo hizo detenerse, viendo borroso y aturdido por el golpe. Entonces, oyó la voz de Ernesto.

—¡Todos ustedes, vinieron aquí a ser comandos, un comando jamás debe ser débil!.

Entonces se giró, justo cuando Víctor logró mirarle a él. Ernesto sonrió con maldad mientras daba la espalda al resto del grupo. Otro puñetazo impacto, esta vez, en la mejilla izquierda.

—¡Ustedes no deben de ser como este maricón!.

Otro golpe, en la mejilla derecha, y así pareció empeñarse en hacer sufrir al joven, golpeándolo varias veces en el rostro, partiéndole la ceja izquierda la cual dejo salir sangre, obligando a que Víctor cerrase el ojo izquierdo. Así siguió partiéndole el labio. Luego fueron varios golpes en el cuerpo, dejándolo cada vez más débil y adolorido, Mientras le insultaba, llegó un punto donde Víctor, se rompió y las lágrimas no tardaron en caer de sus ojos. Eso, solo hizo que Ernesto se aplicase más en su tarea. Todos los jóvenes del grupo veían como esa injusticia era cometida, unos querían evitar aquello, pero el temor a sentir ese mismo castigo los intimidó mientras que otros, disfrutaban del dolor ajeno. Miedo era lo que nació en el cazador. Lo peor era que ninguno de los que querían evitar aquello podían, ya que el Teniente encargado de ellos, el Teniente Roberto Mariño, estaba de misión en otra base del GAC.

Al final de esa tortura, Ernesto, con los nudillos ensangrentados se acercó al joven y le susurró.

—Bienvenido al infierno, Víctor Perez, te envían saludos Frederick y Chris.

Se retiró de allí, ordenándole a un grupo de jóvenes aspirantes que lo soltasen y llevasen a la enfermería. Un grupo dirigido por una mujer, joven, de unos 22 años, le soltó. Como un peso muerto, cayó al suelo, pero evito chocar contra el mismo gracias a los reflejos de otro joven. Ella le habló pero no pudo oír nada. Su mente estaba desviada, en otro lugar. Invadida por el dolor y el miedo que ese día nació en él. Miedo a estar a la merced de ese hombre. Entonces, la oscuridad se lo tragó.

No podía hacer nada, si usaba sus poderes, solo seria una excusa para ejecutarlo.

Pasó una semana en enfermería, donde fue visitado varias veces por aquella mujer siempre acompañada de dos jóvenes más. La primera vez, el asustado al verla entrar, susurro un "Por favor no me hagas daño"mientras que ella aseguraba que no lo haría. A los días, Victor supo que, posiblemente, ellos serian aliados en un futuro. Supo que aquella mujer morena de 22 años se llamaba Rosamund, y sus compañeros eran Nolan y Javier.

Una vez volvió al grupo de aspirantes, fue recibido, aun con las heridas en recuperación, con una paliza. Ernesto le había ordenado a un grupo de aspirantes que cada día le dieran una paliza al joven cazador. Y así fue, cada día, una paliza el grupo de cinco. Y con ello, el dolor en Víctor aumentaba. El miedo seguía allí, al saber que seguía siendo víctima de Ernesto.

Victor recordó las primeras prácticas de tiro, eran con el fusil AK-103. La gran mayoría pensaba que ese día verían otra paliza, al ver fallar al joven cazador. Pasaban al campo de tiro en grupos de cinco. Y así fueron, hasta en una ocasión hacerlo solo cuatro y por ordenes de Ernesto, hacer pasar solo a Víctor. Estaba ansioso, en todo el día no había tomado lugar una paliza y ese sería el momento, creía él. Pero su sonrisa se esfumó apenas Víctor se acerco confiado al fusil, colocó el cargador, rastrillo el arma y quitó el seguro, apuntado y disparando las 30 balas en las dianas, acerando 25 veces. La quijada de todos cayó al suelo al ver ese espectáculo.

Victor se acercó al sargento tras haber dejado el fusil sobre la mesa, le saludó de forma militar y volvió a la formación. Rosamund le miraba orgullosa, no podía sonreirle pero aun así allí estaba el sentimiento, ese día, Víctor estuvo tranquilo. Pero solo fue un respiro para mas y mas palizas. Varias veces gritó, pidiendo piedad.

Entonces, llegó el punto de quiebre. Donde el miedo pasó a ser odio puro.

Ese día los hicieron pararse a todos de madrugada, donde el frío era horrible. Ernesto, venia con ideas malévolas. Entre todos los jóvenes, tomó a Víctor y se lo llevó a la fuerza. Seguido de su séquito de aspirantes leales a él, fue llevado hasta las duchas. Donde allí, entre todos, fue golpeado y desnudado, dejándolo sin nada de ropa, fue atado a un pilar, donde luego, fue bañado con agua gélida. Los gritos de Víctor se oían por todas partes, pidiéndoles que se detuvieran. Otra paliza más, entonces lo dejaron sólo, para luego traer a todos los demás aspirantes. Una vez todos allí en las duchas, Víctor fue víctima de una humillación, al dejar que todos pudieran ver su cuerpo desnudo, herido, y aunque las duchas eran lugares donde cualquiera podía verte desnudo, todos se concentraban mas en bañarse que en ver el cuerpo del otro. Esta vez, todos veían su cuerpo.

La orden de Ernesto fue que cada un se acercaría y le daría un golpe al joven cazador. Y así fue cumplida, cada uno de los aspirantes, se acercó a Víctor golpeándole en el rostro o en el pecho. Así fue, cuando llegó el turno de Rosamund, ella le miró con pena y tristeza pero él, ya no podía ver nada, el dolor le había cegado, lo mismo se repitió con Nolan y Javier. Cuando todo hubo finalizado, Ernesto le liberó dejándolo caer como un muerto, sin nadie que le ayudase, le dieron otro baño con agua gélida. La sangre se fue por el desguace. Ernesto se fue de allí dejando solo a un pobre niño de 14 años, teniendo arcadas de dolor. Odio, un oído irremediable se fundió en su cerebro. Odio y deseo de venganza.

Todos morirían, todos aquellos por los que estaba allí. Desde ese día, evitaba mirar a cualquiera, evitaba todo contacto físico, traumado por la humillación. Evitaba incluso a Rosamund y a los suyos.

Tres meses habían pasado. Ahora, sentado en la gélida oscuridad del bosque, Víctor con el frío invadiendo su cuerpo, recordaba todo por lo que pasó. Allí en la oscuridad, fue donde notó que ese era su verdadero lugar. Tres meses, donde solo había sido abusado.

Estaba allí en el bosque bajo el pretexto de mejorar su resistencia al frío. Cada recuerdo, infundía en el un calor abrazador que, irónicamente, le protegía del frío, cada recuerdo de ese infierno. Tres meses, ese odio e ira, la venganza le daba una sensación de calor que le protegió del frío. Miró a la estrellas. Estaba solo. Rió, en voz baja, pensando en que estaría haciendo Alexa, o incluso Aldrich. Su mente, ya herida en parte, se imaginó lo peor, ya que desarrolló esa costumbre durante esos tres meses. De esperar lo peor pero aun así, el solo pensar en que ella estaría allí esperándolo. Tanto ella como Aldrich, una sonrisa, algo que no se vio de él en esos tres meses, se asomó en sus labios.

Y entonces, allí al frío de la noche, temblando, se prometió que les daría muerte a todos aquellos que le hicieron un infiernos allí. Y comenzaría por Ernesto, el cual debía de haberlos entrenados a todos de forma que, para todos, fuese un infierno, pero no, solo se dedicó en hacerle el peor infierno a Víctor. Todo por dinero.

Solo faltaba, momento perfecto.

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21 de Junio del 2016
Macarao. Lugar de formación del Grupo de Acciones de Comandos.

En mitad de la noche se durmió. Dejando de lado el frío y la soledad, todo bajo un manto negro que le lograba dar cierta paz. No tardó en ser despertado de una patada en el estómago, lo cual le dejó sin aire obligándolo a tomar bocanadas de aire de forma brusca. Boca arriba, sintió que la una bota se posase sobre su pecho, aplicando presión en el mismo. El panorama boscoso le daba vueltas.

—Despierta, bella durmiente.

Era la voz burlona de Ernesto. La mirada de Víctor se aclaró dejando ver al sargento vestido de camuflaje con aquella sonrisa burlona en su rostro. En lugar de miedo o dolor, Víctor le miró con odio. Ese odio que ahora era su escudo y que evitaría que él siguiera sufriendo en ese infierno. Un dolor potente recorrió su mejilla cuando la punta de la bota impactó con fuerza en ella. Sintió el sabor de la sangre mezclado con un mareo notorio. A pesar de eso, esta vez, no suplicaría por un alto. Sorpresivamente, no pasó de esa patada, Víctor esperaba mas golpes que no llegaron.

—¡De pie! Vamos que es hora de comer.

Ernesto se giró dándole la espalda, y acompañado de dos de esos aspirantes que le servían de lacayos, se dirigió hacia los terrenos del campo de entrenamiento, Víctor como pudo se puso de pie, aguantando el dolor muscular, una vez de pié respiró con dificultad. Avanzó tras el rastro de Ernesto, avanzó por el bosque, logrando alcanzarlo a duras penas, para al final, salir en uno de los laterales del campamento. Vio como frente a las barracas, estaban los demás aspirantes a comandos formados en filas. Delante de ellos, uno de los sargentos auxiliares de Ernesto.

—!Hoy inicia su primera fase de entrenamiento de disparo táctico y asalto en espacios cerrados!.

Le oyó vociferar, se detuvo junto a ellos un momento, esperando la orden de Ernesto de unirse a la formación. Vio como Rosamund, aquella aspirante que junto con sus amigos le habían ayudado, le miró. Él, desvío la mirada, no pudiendo mantenerla después de aquella experiencia en las duchas. La voz de Ernesto le sacó de su mente.

—¡Vamos bella durmiente!.

Se giró hacia él, viendo como con una ceña le indicaba que le siguiera. Y así lo hizo, alejándose de la formación, Víctor siguió al sargento Ernesto hacia el destino incierto al que le guiaba. Solo quedaba ver que surgiría y superarlo. Después de todo, Víctor estaba decidido a no morir allí.

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21 de Junio del 2016
Macarao, lugar de formación del Grupo de Acciones de Comandos.

Bajo el ardiente sol, sentía como el sudor se escurría por su frente y rostro, bajando por todo su piel, incomodandole la sensación del sudor en sus pechos. Su piel morena relucía contra el sol por el sudor. Rosamund, ella con otras cinco mujeres eran aspirantes a comandos de la Guardia Nacional Bolivariana, aguantando seis meses de infierno en macarao. Ya llevaban tres, meses allí, estaban a la mitad, ella no se rendiría. Logró conseguir a un par de hombres con los cuales formó una amistad y camaradería. Pero ella tres ahora ponían su atención sobre el joven que les acompañaba a la promoción de ellos. Hasta donde ella sabia, se llamaba Víctor y tenia apenas catorce años. Aun recordaba como fue su reacción al oír aquello.

Casi pierde los estribos ¡¿Como un niño podría estar en dicho infierno!? Y los abusos cometidos por su instructor, el sargento Ernesto, solo hacían las cosas peores, le dolía, le dolía verlo sufrir, mas no podían hacer nada más por él. Aunque aquello fue lo que ella pensó al momento. Ya que, con ayuda de uno de los auxiliares de Ernesto, el cual repudiaba al sargento, logró enviar una carta al Teniente Roberto Mariño, informándole de la situación, de los abusos inhumanos allí ocurridos. Ahora solo le quedaba esperar y ver si su plan funcionaba.

—¡Hoy inicia su primera fase de entrenamiento de disparo táctico y asalto en espacios cerrados!.

Vio al sargento auxiliar vociferar aquello con voz imponente. El auxiliar repasó a todos los allí presentes que, de 100, solo quedaban 30. Su mirada buscaba debilidades, y al no verlas, prosiguió hablando. Aunque, en ese momento, su atención cayó de forma disimulada sobre el sargento Ernesto que junto con dos de sus lacayos, aparecía en el campamento, seguido más atrás por Víctor. En un momento dado, Víctor se detuvo cerca de la formación y por breves segundos, la mirada de ambos chocó, solo unos segundos antes de que el joven apartase la mirada. Rosamund dirigió los ojos de nuevo al frente, recordando que desde el día del incidente en la duchas, el no había tratado con ellos.

Observó como se retiró detrás de Ernesto, para desaparecer metros más allá, detrás de las barracas, en el centro de los oficiales. Miró al frente, el auxiliar seguía hablando.

—Vale, ¡¡Un paso al frente... Rompan filas!!.

Todos dieron un paso al frente, al mismo tiempo, casi sincronizados a la perfección. Entonces, caminaron justo detrás del sargento que había iniciado el camino hacia la cancha de tiro. Rosamund entre el los 30 aspirantes, vio como se acercaban a ella Nolan y Javier. Los cuales, con una sonrisa le empujaron.

—¿Mucho sol comando?.—Dijo Nolan con burla. Ella le sonrió de mala gana.

—Por favor, a excepción de ustedes, yo no me derrito.

—No te derretiras pero si dudas que jode.—añadió Javier riendo por lo bajo.

Ella estuvo a punto de responder cuando vio como todos se detenían, casi en seco. Rápidamente su mirada se dirigió al sargento auxiliar que miraba con interés algo que entre las 30 personas atravesadas, no veía así que entre empujones se abrió pasó entre unos cuantos seguida de ambos hombres, para así ver aquello que les hizo detenerse. Justamente estaban pasando por la entrada del campo de entrenamiento donde tres camionetas Toyota Land Cruiser de color beige y las siglas de la GNB\GAC detenerse justo delante de ellos. De los vehículos descendieron varios hombres del GAC, portando la variante unicolor negro, con los chalecos antibalas tácticos, los rostros cubiertos con pasamontañas y cascos. Se pararon frente a los vehículos. Todos armados con AK103 y MP5.

De uno de los vehículos bajó lo que parecía un oficial. No llevaba equipo táctico, solo su guerrera de camuflaje de bosque, pantalones de campaña igual camuflados, las botas negras relucientes y su confiable pistola en la cintura. Una Beretta. Su mirada dura recorrió a todos los aspirantes y luego, cayó con la fuerza de una bomba sobre el auxiliar. Rosamund, vio la estrella en el cuello del hombre. Un teniente. ¿Seria el teniente Mariño?. Fue cuando Nolan le tocó el hombro, inclinándose a su oído:

—Teniente Mariño.R

Abrió los ojos emocionada, al parecer su carta si había llegado al destino y, si venía con esa escolta, suponía que era para llevarse a Ernesto, deseaba y esperaba que así fuese. El teniente Mariño, caminó hacia el auxiliar, seguido de dos comandos GAC. Sus pisadas levantaban nubes de polvo y no había que ser genio para saber que el pobre auxiliar estaba muerto del miedo.

—Mi teniente !Que sorpresa verle aquí..

—Busco al sargento Ernesto.—Le cortó.—¿Donde está?.

Directo y sin rodeos. Mariño había recibido la carta de la joven aspirante, y no tardó en reunir una escolta para ir a investigar el asunto, por lo visto, allí no estaba ni Roberto ni el joven Víctor. Así que eso solo elevó sus alarmas, incluyéndole el silencio del sargento que solo le hizo molestar, no tenía tiempo que perder, quien sabe que estaría haciéndole al pobre joven. Aún no entendía el por qué de lo que hacia pero alguien debía de detenerlo.

—¡¿Donde está auxiliar!?.—Le gritó. Él, firme, respondió al fin.

—En el centro de oficiales, mi teniente.

Rosamund al igual que el resto de aspirantes vio como se giró hacia sus acompañantes armados y les ordenó:

—Barran el campamento, quiero a todos los instructores detenidos.—Su mirada cayó en dos de sus hombres.—Usted y usted, conmigo.

Se giró, dirigiéndose con paso firme y mano en la pistolera hacia el centro de oficiales seguido de dos comandos con AK103. Rosamund, al igual que el auxiliar y gran parte de todos ellos, les veían como ángeles vengadores en ese infierno. Claro, con ellos no cambiarían las cosas, el entrenamiento seguiría igual de duro, pero, por lo menos, ese pobre joven no sufrirá más.

Era lo que ella esperaba.

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21 de Junio del 2016
Macarao, centro de oficiales de formación.

Si, alguna vez le hubiesen dicho en los últimos días que, aquel hombre que se encargó de ser su torturador por esos tres meses, le trataría con cortesía, se hubiera reído. Si le fuesen dicho que, ese mismo hombre, se encargaría de darle un almuerzo decente, caliente y de calidad, se fuera reído aun más fuerte. Lo cierto era que todo ello, ahora estaba siendo una realidad.

Se encontraba sentado, en una mesa de comedor, donde solo estaban en él y Ernesto, cada uno ubicado en los extremos. Victor en el derecho y él, en el izquierdo, donde justo detrás estaba la única salida del lugar, y aunque le daba mala espina estar solo allí, con su torturador, se mantuvo sereno, no quería llamar la atención y meterse en mas problemas. Ernesto, sentado allí, le miraba fijamente. Su rostro sereno, sin ese ápice de maldad era el detalle preocupante.

—Cazador, porque, tu para mí no eres un aspirante ya, solo una mierda sobrenatural que no debería de existir, creeme, si no fuera sido por esos dos tipos que te trajeron aquí, nunca hubiera tenido el placer de descargar mi odio en un ser como tú, y aun mejor, pagándome.—Dijo mientras tomaba su tenedor y envolvía en el, unos espaguetis.

Víctor, ya acostumbrado al maltrato psicológico y físico, no le prestó atención. Aunque la verdad era que estaba ya, en su limite, y otra tortura física lo quebraría. Respiró profundo, manteniendo la mirada fija en ese hombre. Hombre que, ahora, masticaba con gusto los espaguetis. Víctor bajó la mirada, frente a él, un plato caliente de espaguetis con salsa y carne molida.

—Debo de felicitarte.—La voz de Ernesto le hizo desviar la mirada de la comida, hacia el rostro del sargento.—No cualquiera aguanta una noche tan fría, y mas con el pequeño baño que te dimos.—Ese tono burlón era algo que el joven cazador odiaba.

—Ahora, puedes comer.—Le dijo señalando con su tenedor el plato de Víctor.

Victor, nuevamente, miró la comida, con una desconfianza fundada con bases solidas. Lentamente, introdujo el tenedor en la comida y le dio vueltas, enrollando el espagueti en él. La carne junto con la pasta soltaban un olor delicioso, que solo le tentaba a devorar ese plato, pero la desconfianza era lo que lo mantenía alerta. Alzó el tenedor, y mientras se lo acercaba a la boca, no advirtió la sonrisa maléfica de Ernesto. Y sin darle más rodeos al asunto, se llevó la comida a la boca.

Primero, fue el sabor delicioso de la pasta, pero cuando mordió, cientos de agujas de dolor recorrieron su cuerpo en forma brutal, parándose para caer de pie mientras ahogaba un gemido de dolor, abría la boca ensangrentada que pintada de un llamativo carmesí, tintaba sus dientes del mismo color. Escupió, arrojando pequeños trozos de cristal mezclados con la comida. Soltó un grito de dolor mientras las pisadas de Ernesto se hacían sonar.

—¡Vamos! Por favor, ¿Creías que alguien como tú se merece siquiera un plato de comida?.—Dijo con esa diversión sádica de él.—¡No eres mas que mierda!.

Una potente patada impactó en el rostro de Víctor que, herido por toda la boca llena de cristales, se retorcía del dolor. Una cruel carcajada abandonó los labios de ese hombre. Solo qué, nunca sabes cuando el mundo puede darte una mala jugada.

La puerta del comedor fue abierta con estrépito, de un patada habían reventado la cerradura. Ingresando allí, tres hombres armados con fusiles de asalto. Victor, sumido en su dolor, levantó la mirada como pudo, logrando ver solo a lo que creyó, y era, su salvación en ese momento.

El Teniente Mariño, veía la escena con asombro y cólera subiendo por su espalda, al ver la comida esparcida con los trozos de cristal por el suelo. Ernesto al verle, se paró firme, pero eso no detuvo al teniente.

—Mi tenien...

Un fuerte puñetazo impactó en el estómago de Ernesto sacándole todo el aire. El sargento dio varios paseos atrás, adolorido y batallando por respirar. Pero Mariño no tendría compasión en ese momento.

—Sargento Ernesto, queda arrestado por cometer crímenes de lesa humanidad ¡¡Llevenselo!!.

La potente orden fue mas que suficiente para que los dos comandos se acercasen hacia el sargento, que al verlos acercarse, trató de huir, pero un culatazo en todo el rostro, destrozándole la nariz, fue más que suficiente para hacerle caer de espaldas, ambos lo tomaron por los brazos, y adolorido lo sacaron de allí mientras Mariño, se agachaba junto al cazador gritando "Medico" en la sala entraron dos comandos más, que ayudaron a Víctor a salir de allí rumbo a la enfermería, a la sala de emergencias.

Ese día, mas de 5 sargentos auxiliares y otros aspirantes colaboradores de Ernesto, fueron arrestados. El mismo sargento, fue apresado y llevado junto el prisionero guerrillero, donde ahora ambos estarían en condiciones pobres, solo seria cuestión de días para que su tortura iniciase. Todo mientras Victor era atendido con éxito, retirando todos los pedazos de vidrio.

Aun así, ese día, algo dentro del cazador se resquebrajó, dando el inicio del nacimiento de un verdadero líder cazador. El nacimiento del comando, sediento de sangre y venganza, solo faltaba un pequeño empuje para que el asesino consumado, que Víctor debía de ser, naciese. Y pronto lo haría.

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24 de Junio del 2016
Macarao. Enfermería del Grupo de Acciones de Comandos.

Luego de unos largos y tediosos días de recuperación, que Víctor pasó en la enfermería bajo cuidados atentos de los médicos allí. Por suerte, no ingirió ningún cristal, pero las heridas en su boca sanaban lentamente, se suponía que, según el medico, ese día saldría de alta. Y no deseaba nada más que eso, y hablar cara a cara con ese hombre que le salvó. Esos días no habían sido muy importantes, estar allí sin nada que hacer, mas que mirar el techo, comer y esperar a que las heridas sanasen. Y así hubieran sido los tres días, si no hubiese sido por Rosamund, quien le visitó. Lo recordaba muy bien.

Ese día, tendido sobre la camilla, con la cabeza sobre los brazos, Víctor miraba el techo con un interés tan grande como una hormiga, pero era lo único que podía hacer. Su mente viaja a los recuerdos de su época en el abismo, recordando las ocurrencias de Aldrich y lo tierna que podía ser Alexa. Eso, le hizo sonreír. Y justamente cuando hizo eso, Rosamund abrió la puerta dando una rápida mirada al lugar, ambos chocaron miradas, la oscura contra la marrón, y la apartaron. Ella entró, y sin dudar la aspirante se acercó, con sonrisa radiante y cabello suelto, hacia él.

Aun recordaba ese incidente, y todavía no se sentía bien consigo mismo como para mirarla fijamente a los ojos, menos para establecer una conversación amistosa. Pero eso no detuvo el hecho de que se sentó a su lado, y fue ella quien trató de establecer una relación, determinada, muy determinada y segura era esa mujer. Eso le había ayudado a soportar el duro curso GAC. Aunque, antes de ella decidir el decir algo, se quedó callada esperando que el siquiera le dirigiera la mirada, cosa que claro está, no ocurrió.

—Hola...—Saludó en voz baja, sin saber por donde iniciar una conversación.—¿Como.. Siguen tus heridas?.

Y aunque fuese una falta de respeto, Víctor no respondió. Seguía con su mirada enfocada en el techo, claro, sabia que ella estaba allí pero simplemente no podía mirarla. No era tan fácil.

—Bueno, supongo que no quieres hablar, pero, tengo una noticia que puede interesarte. —Dijo ella con una sonrisa que él, no vio, y con un tono de voz alegre.—Ernesto está preso.

Inevitablemente, sin poder evitarlo, las cornisuras de sus labios se arquearon formando una sonrisa, algo que tenia tiempo sin hacer, y eso era algo que Rosamund no había visto en el serio cazador. Ella, mantuvo su sonrida sabiendo que estaba logrando algo. Ya lo había ayudado enviando ese llamado de ayuda al teniente, pero quería terminar de ayudar al joven. Así que prosiguió.

—Sus ayudantes fueron expulsados del curso, y dentro de un par de días seguiremos el curso, aun nos quedan tres meses, y el curso seguirá bajo el mando del teniente.—Ella desvío su mirada.—Hablamos con él, Nolan, Javier y yo, ya... Sabemos lo que eres.

Ella regresó su mirada al rostro del joven cazador solo para ver como aquellos orbes negruzcos estaban clavados en ella. La mirada era tan intensa que le causó escalofríos, así que decidió desviarla nuevamente. Víctor aun se negaba a hablar, así que en un ultimo esfuerzo hizo la pregunta que le rondaba la mente.

—¿Es cierto que... Ustedes son maquinas de matar?.

Victor desvío la mirada al frente, ella le miraba atentamente, viendo como sacaba su mano derecha y se quedaba mirando fijamente lo que parecía ser un tatuaje, Y en él se quedó su mirada perdida, por lo visto significaba mucho para él, sintió el impulso de preguntarle por ello, pero si ni siquiera le saludó, dudó en que le respondería esa otra pregunta, así que derrotada, se puso de pie con un suspiro decidida a salir del lugar, tal vez en otro momento. Pero antes de poder dar un paso, una mano aferrada a la suya con fuerza la hizo detenerse en seco, se giró viendo como él la sostenía.

—No te vayas.... Por favor.

Pidió en un suave susurro, ella sonrió cálida. Y ahí pasó unas largas horas hablando con el joven cazador, que al final le relató parte de su historia, ella levantaba las cejas, reía o hacia gestos de sorpresa al relatarle cosas como el enfrentamiento con el golem de hierro. Hasta que llegó la hora de irse, al día siguiente Victor seria dado de alta, y le dijo que hablaría con el hombre que le salvo, y que sin importar que, terminaría ese entrenamiento y volvería más fuerte que nunca al abismo.

Ella tenia esperanzas en él. Y Víctor estaba determinado.

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25 de Junio del 2016
Macarao. Centro de oficiales del formación.

—Así que deseas terminar el curso.—Afirmó Mariño, juntando los dedos sobre el escritorio de su oficina.

Victor, el día siguiente apenas le habían dado de alta se había dirigido al centro de oficiales, pidiendo hablar con el teniente. Cosa que no se le fue negada. Tras unos minutos de espera, logró hablar con el hombre que le salvó. Victor llevaba unos jeans, camisa negra y botas negras. Mientras que Mariño llevaba su uniforme camuflado. El teniente a diferencia de Ernesto, trataba con mucho respeto al joven cazador, trato que era recíproco.

—Si, deseo que usted me entrene como un verdadero comando, superé la mitad de uno de los cursos mas duros de Venezuela, no me rendiré sin haber aprendido nada antes.

Victor hablaba con firmeza, y una seriedad casi igual a sus primeros días de cazador, esa era la herramienta de su mente para poder mantenerse equilibrada, por que si mostraba sus sentimientos, se quebraría como un cristal. Y eso no podía suceder.

—No quieres que todos esos días de soportar golpes se vayan a la basura ¿Por qué es tan importante para ti terminar este curso?.—Mariño se veía honestamente intrigado por tal petición.

—No tengo opción, estoy exiliado del abismo por dos años, los hombres que me trajeron aquí fueron quienes le pagaron a ese sargento para torturarme y casi matarme, le ruego me deje terminar el curso.—Victor trataba de convencer al teniente, se tomó una pausa y siguió hablando.—Durante el tiempo que me reste hasta que se cumpla el plazo de dos años podré servirle como soldado a usted.

Esa era una propuesta muy tentadora para Mariño, tener a un cazador a sus órdenes podría darles una ventaja clave a el y a sus hombres contra la guerrilla y otros grupos insurgentes. Decidió no perder esa oportunidad.

—Muy bien, Joven Perez de pie.—Ordenó firme y enérgico, Víctor se puso de pie igual de rápido.—Vaya a la oficina de intendencia, que le provean de nuevos uniformes y crema para las botas, al igual que artículos de cuidado personal, mañana a primera hora reinicia su curso,puede retirarse.

—Si señor.

Ambos hicieron el saludo militar, y al bajar la mano Víctor se retiró. El Teniente Roberto Marino veía aquello como una oportunidad única, tendría bajo sus ordenes por casi dos años a un cazador del abismo, una máquina de guerra y destrucción. Era la mejor ventaja jamas creada. Mientras que Víctor, satisfecho, iba a retirar sus uniformes. Su plan era simple, hacerse mas fuerte, volver al abismo y recuperar lo suyo.

Estaba determinado en lograrlo, atravesó un infierno, y no dejaría que ese esfuerzo fuese en vano.

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