Siento la estocada. Se acaba de dar cuenta que soy nuevo...

Eso me excita, su dura erección me invade y siento que puedo morir de placer.

Así percibo que se queda quieto. Pero yo no quiero esperar y muevo mi cadera sintiendo como me parte en dos.

Muerdo la sábana y siento mi cara caliente, densas lágrimas escapan. Lo escucho gemir de forma gutural.

-Ratoncito despacio... Me dice entre dientes. -Estas muy apretado y también me duele.

Eso me ha excitado, empiezo a moverme despacio, en un suave meter y sacar. Arde como el infierno pero me gusta, las piernas me pueden fallar, pero me recuesto totalmente quedando a merced de él.

Me toma de las caderas y siento un líquido caliente correr por mis piernas, lo toco con la yema de mis dedos... Es sangre.

Cierro mis ojos y acaricio mi erección.

-Jean deja de tocarte, te voy a demostrar que yo puedo saciarte. Y empieza a empujar tocando un punto que se me hace familiar.

Empiezo a gemir como gata en celo, por varios minutos me penetra y me hace lo que quiere conmigo hasta que ya no puedo más, y una explosión me invade llevándome al éxtasis.

Termino jadeante.

De pronto la mano de Rodolfo me jala del cabello obligándome a quedar de espaldas y de rodillas mientras me susurra con esa voz ronca por la lujuria... -Acabas de experimentar placer mi ratoncito, placer que yo le di a tu cuerpo, me besa otra vez el cuello dejándome una marca más.

No sé cuantas marcas ya tengo, pero son mías, son hechas por el hombre que nunca imagine siquiera pudiera verme de otra manera que no sea un patético residente.

Sigue empujando con fuerza, hasta que varias estocadas después libera su semilla en mi interior.

La sensación es nueva para mí, pero es tan jodidamente deliciosa...

-Rodolfo lléname... Déjame sentirte más digo eso sin pudor. Total solo será hoy.

El se recarga en mi hombro jadeante. Me abraza...

Mientras murmura -Ratoncito sexy, déjame ser el cuervo que te coma cada noche, déjame permanecer junto a ti.

Estoy sorprendido -Yo... Yo quiero domesticar ese cuervo salvaje y arrogante respondo débilmente mientras incrédulo me pierdo en el deseo, mi felicidad no la puedo ocultar.

Con esa promesa dormimos abrazados.