Capítulo 1
Las calles desiertas, las tiendas cerradas, las farolas encendidas y la lluvia adornando aquella hermosa vista desde mi ventana. Solo pude sonreír para luego volver mi vista al trabajo. Apuntar, tachar, subrayar y reestructurar, ese era mi trabajo principal.
—¿Nunca te cansas mi niña?—dirigí la mirada a mi lado, el camarero me sonreía con ternura trayendo en su mano mi preciado postre—Trabajas demaciado
—Tranquilo Leonardo. Sabes que adoro esto más que lo otro — le sonreí ampliamente y el dejo el plato ante mí
—Que le aproveche señorita —antes de que se fuera agarre su mano deteniendolo
—¿Podrias cuidar a mi bebé mientras voy al baño?—el solo pudo reír asintiendo
Sin perder un segundo me levanté, caminé por el local escuchando algunas de las conversaciones de las personas a mi al rededor y al llegar al pasillo de los servicios aparte mis gafas suspirando algo cansada. Escuche un pequeño grito y pequeños pasitos por el pasillo asique al mirar ví como un pequeño niño corría seguramente de vuelta a su mesa. Me perdí por unos segundos en aquella escena viendo la felicidad en su máximo esplendor, chocando así contra alguien.
—Disculpe—al alzar la mirada mis ojos chocaron contra los de aquel sujeto, unos ojos extraños, un color casi inexplicable
—La culpa es mía —su sonrisa me hizo estremecer
Ninguno nos movíamos del sitio, y solo segundos después una voz nos sacó de nuestro análisis profundo
—¿Papa no vienes ?— aquella pequeña voz me sobresaltó y al mirar hacia atrás ví a aquel niño con un puchero
—Enseguida campeón— su voz volvió a sonar dejándome casi la piel de gallina, me rodeó y se fue dejándome allí plantada como gilipollas.
Rode los ojos de vuelta a mi camino -Que putada...para uno que me gusta y esta cogido- ante mis pensamientos reí.
Cuando salí del baño, me tomé la molestia de buscar aquel chico de ojos raros pero al parecer había desaparecido.
Retome mi asiento volviendo a mi trabajo mientras degustaba aquella maravillosa tarda de arándano y queso.
Las horas ante los papeles pasaron tan rápido que casi el local estaba vacío, solo una pareja de ancianos se mantenía charlando tan animadamente que ni cuenta se habían dado de que ya iban a cerrar
—¿Algo más pequeña? —Sentí su voz de nuevo y al mirarle sonreí
—Una última copita Leonardo.
El solo asintió para irse. Espere paciente mi copa mientras revisaba mi propio trabajo dejando mis gafas a un lado.
—¿Como se encuentra mi pequeña reina de corazones?—no quise ni contestar al hombre que más asco me daba en el mundo, solo seguí leyendo mis anotaciones — Eres tan educada como tu madre
—De alguien tube que sacar los buenos modales —le mire de reojo, aquel hombre que hacia años era mi héroe se habia vuelto mi mayor tormento.
—Todabia me pregunto si realmente eres mi hija — soltó mientras sonreía con su característico caracter de mierda
Reí ante su comentario para dejar completamente lo que hacía, miré sus ojos esmeralda tan profundos que hipnotizaban, su cabello rubio y su tez clara hacian resaltar aquellos ojos infernales, todo ello acompañado de un fino traje granate, mala combinación.
—¿Quieres otra prueba de paternidad? —desvió la mirada de mí y cogió uno de los papeles leyendolo tranquilamente, su sonrisa lobuna no se hizo esperar
—Esta es toda la prueba que necesito—soltó la hoja mirandome, dejando sobre los papeles una pequeña tarjeta dorada con el dibujo de un árbol en particular —haz a papi feliz —se levantó colocando su traje preparado para irse
—¿Mi opinión no cuenta?—se giró hacia mí e inclinandose sobre la mesa acerco su rosto al mío
—¿Desde cuanto se le pregunta a las putas si quieren follar?—sonrió una vez más, y ante mi silencio él solo se fue.
Había perdido otra batalla, como siempre. Molesta y sin acabar mi trabajo ni aunque sea empezar mi copa recogido todo y salí del lugar, preparada para saldar la deuda de mi padre.
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