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Capitulo cuarenta y cuatro

Príncipe del infierno

Satanás clavó una mirada gélida en Araziel. El amo y señor del infierno con los brazos estoicos en los costados esperaba con paciencia y premura a que el joven considerase su proposición.

- ¿Y bien? - le preguntó al joven demonio.

Araziel rehusó mirarle a la cara cuando respondió.

- ¿Por qué? - dijo con el rostro sombrío.

Satanás no pudo evitar suspirar. Aquel chiquillo no iba a ponérselo fácil. ¿Pero cuando Araziel le había puesto fácil alguna situación en la cual estuviese involucrado? 

- ¿Qué tiene de extraño que intente ayudaros? ¿Acaso has olvidado todo lo que significas para mí?

Cuando acabó de pronunciar la última frase, Araziel se dignó a mirarle a los ojos y Satanás no pudo evitar sentir un nudo en el estómago. El alma del demonio que tenía ante él era bella y aún frágil, pero había una esquirla de valor que brillaba más que cualquier otra cosa. Pero dentro de ese hermoso brillo había una mancha sucia de puro miedo.

Araziel tenía miedo de regresar y volver a fracasar.

- No sé si quiero volver - confesó.

Nalasa le miró con los ojos abatidos y brillantes mientras agachaba la mirada. Satanás sufrió por ella. Él había visto y sentido todo lo que ella había dado para poder sacar a Araziel de aquel estado deplorable en el que se encontraba. Y ahora la pobre muchacha sentía que todo lo que había dado había sido en vano.

“No lo voy a permitir”.

- Sabes que aquí no puedes quedarte Araziel - le dijo pausadamente y con su voz paciente.

- ¡¿Por qué no?! - estalló el joven demonio -. Aquí estoy bien y Nalasa está a mi lado. Si nos quedamos aquí nadie jamás nos hará daño.

- El miedo hiere más que cualquier otra cosa. Estás tan lleno de miedo y de temor que pareces estar dispuesto a sacrificar a la persona que más amas.

- ¡Eso no es cierto! - replicó él.

- ¿Entonces por qué estas diciendo esta sarta de barbaridades? Sabes perfectamente que aquí ella no se puede quedar. Ahora está aquí contigo solo por que yo así lo deseo. Este es el limbo demoníaco recuérdalo jovencito. Y no solo eso: recuerda que otros dependen de ti en este preciso momento.

Araziel cerró los ojos y dos gruesas lágrimas descendieron por sus mejillas. Sus sentimientos eran sendos y profundos torbellinos incontrolables. Satanás lo sabía y por tanto era el momento de pincharle para que regresase al mundo. Él aún no estaba muerto.

- ¿Quieres saber quién a sido el responsable de la salvación del alma de Nalasa? - Araziel abrió los ojos de par en par completamente lívido -. ¿No te has parado a pensar como es que ella sigue aquí y no se ha marchado ya?

Araziel se giró hacia Nalasa y ella le aguantó la mirada completamente serena. El chico la miró atentamente y pareció que el labio inferior comenzaba a temblarle.

- No puede ser - susurró incrédulo.

- Si puede - le contradijo su señor -. Fue tu madre Asbeel la que la retuvo.

- No es posible, ella está muerta - se negó a creer.

- En nuestro tiempo lo está, pero en el pasado no - le recordó -. Fue tu madre la que la salvó para que te salvara a ti Araziel. Y por eso, solo por eso, deberías dejar de dudar y afrontar que no debes rendirte.

Araziel dibujó una sonrisa en sus labios. Aquella sonrisa decidida que tantos orgullos le habían proporcionado a Satanás. Sabía lo que el muchacho acababa de decidir. Lo que estaba resuelto a dar y a sacrificar con tal de perseguir su destino.

“Así debe ser Araziel. Tú naciste para convertirte en el más poderoso príncipe del infierno. Tú estas destinado a proteger el infierno a mi lado como hijo de mi hermana Asbeel que eres”. Aunque eso él aún no lo sabía.

- Entonces ¿qué decides?

- ¿No lo sospecháis ya mi señor? No soy ningún cobarde: elijo pelear.

- Así me gusta Araziel eres digno hijo de tu madre.

Satanás se acercó a los dos jóvenes sin poder contener su sonrisa llena de orgullo y satisfacción. Hacía mucho que no se sentía tan bien. Espero poder volver para explicarle todo a mi querida Asbeel - se dijo.

- Por fin a llegado el momento de coronarte príncipe. ¿Estás listo? ¿Sabes qué tienes que hacer?

Araziel asintió y miró a Nalasa a los ojos durante un largo instante.

- Tengo que volver - le dijo.

- Si, lo sé - respondió ella henchida también de orgullo.

La joven le rodeó el cuello con los brazos y permanecieron los dos abrazados durante un largo y sobrecogedor minuto. Satanás miró la escena y sintió como su corazón muerto intentaba palpitar en su pecho reseco. Pero no pudo dar ni un latido. Hacía demasiados siglos que había quedado muerto y sepultado. Y quizás jamás pudiese volver a ser lo que una vez fue. 

Araziel, muy a su pesar, separó a Nalasa con delicadeza de su cuerpo y le besó la frente con dulzura a modo de despedida momentánea.

- Te prometo que te traeré de vuelta. 

- Sé que lo lograrás, ya me salvaste la vida una vez. Confió en ti.

La muchacha se apartó de su amado y Satanás se acercó y le colocó la mano izquierda en el hombro derecho.

- Hay almas alrededor de tu cuerpo. Cuando regreses tómalas, ellas querrán hacerlo.

- Lo sé. Siento sus voces y me piden que las utilice, que las libere. No les importa desaparecer. Dicen que me quieren y que desean mi felicidad.

- Te están agradecidas por todo lo que has hecho por ellas. Quieren devolverte el favor.

Araziel asintió y cerró los ojos. Satanás hizo lo propio y canalizó su fuerza interior y una gran porción de su propio poder y como un latigazo potente se lo transmitió a su pupilo mientras murmuraba con voz solemne:

- Yo Satanás, señor del abismo infernal, te nombro príncipe del infierno.

Araziel sintió una ola de calor y de dolor y todo se volvió blanco en su cabeza a la vez que unas luces brillantes lo envolvían.

Tu puedes hacerlo Araziel - pensó Satanás mientras veía como su pupilo desaparecía del infierno paralelo. Todos estamos contigo.

Y entonces Araziel abrió los ojos.

- Muy bien - dijo Naburus relamiéndose los labios agrietados y apartando la mirada del cuerpo moribundo de Samael -. Ya me he desecho de este imbécil metomentodo y ahora me ocuparé definitivamente de Araziel.

Marduk apretó los dientes y se puso delante de su señor para protegerle. Al verlo, Naburus se echó a reír a carcajadas.  

- Ya está muerto, todo es inútil criado. Me apoderaré de su cuerpo y ninguno de vosotros logrará impedirlo. 

El demonio cogió impulso y se precipitó hacia ellos. Ya está, todo está perdido - se dijo Marduk lleno de una dolorosa impotencia -. Perdóname amor mío, al final no he podido cumplir con lo que te prometí. 

Naburus estaba a solo un palmo de ellos cuando una blanca luz brilló en la oscura noche. A su alrededor, las almas brillaban puramente en su forma corpórea y se sonreían entre ellas. Ante aquel sorprendente espectáculo, Naburus se detuvo anonadado observando la escena.

Y entonces se produjo el milagro.

Las almas miraron con cariño a su señor y se cogieron de las manos sin que la energía cósmica las repeliera. Kimi y Fava se unieron a sus hermanos también con una sonrisa en los labios y miraron a Marduk, Naamah y Jezebeth. Los dos jóvenes fantasmas sabían que pasaría y lo que darían a cambio de su desaparición y no les importó. Ahora irían a un lugar en el que podrían estar juntos para siempre: en el corazón del amo Araziel. 

- Gracias por todo - dijeron.

Y entonces, la luz se hizo más brillante y las almas se unieron en una sola y aquella brillante luz, se posó en el pecho casi inerte de Araziel y su luz recorrió el cuerpo del demonio por entero. Las heridas fueron cerrándose rápidamente a medida que la luz recorría toda su figura. Sus cuatro colas se movieron con lentos espasmos y sus alas se estirazaron a la ves que un brillo dorado aparecía entre las plumas.

Aquel espectáculo era hermoso y Marduk no pudo evitar derramas lágrimas llenas de incredulidad. Los parpados de Araziel se abrieron cuando la luz desapareció de su cuerpo y miró a su fiel mayordomo. Después miró a sus dos amigos y se incorporó mostrando una sonrisa de disculpa.

- Perdonadme por haberos preocupado amigos míos - les dijo.

- No es posible - susurró la voz de Naburus que estaba a escasa distancia con los ojos fuera de sus orbitas.

Araziel se alzó cual largo era y estirazó sus nuevas alas con destellos dorados. Su peor enemigo negaba con la cabeza sin poder dejar de mirarle con la mandíbula desencajada por la perplejidad.

- No puede ser - dijo como si fuese una maldición -. No puede ser verdad.

- Si que puede ser querido Naburus. Por fin he conseguido lo que tú tanto has anhelado toda tu podrida existencia. Ahora soy un príncipe del infierno.

- ¡MENTIRA! - Naburus se precipitó con los ojos en blancos llenos de ira hacia él. Araziel extendió las manos y creó una onda expansiva que hizo retroceder a Naburus hasta golpearlo contra el suelo. Dando un poderoso salto, el nuevo príncipe del infierno atacó a su contrincante clavándole las rodillas en el estómago. Naburus dejó escapar un grito con saliva incluida. Araziel acababa de destrozarle los intestinos y el estómago.

- ¿Qué te parece el probar el dolor que tú mismo has causado?

- ¿Por qué tú y no yo? - dijo Naburus con el rostro lleno de sudor y la boca retorcida por el dolor -. ¿Por qué el señor a interferido por ti?

Araziel colocó sus dos garras en cada lado de la cabeza calva y cuarteada de su enemigo. Apretó con fuerza los dedos y le clavó las afiladas uñas en las sienes.

- Tú mejor que nadie debería saberlo - y sin mucho esfuerzo le partió el cuello.

Araziel soltó la cabeza sin vida de su enemigo y vio con sus nuevos poderes como el alma podida de Naburus salía de su cuerpo. La atrapó sin dificultad y la hizo desaparecer produciendo un fuego fatuo en la palma de su mano. El aire se llenó de un olor a azufre y del sonido de un grito de dolor.

Todo había terminado.

Se levantó lentamente del lado del cadáver de Naburus - que había quedado reducido a huesos - y sintió como sus amigos iban hacia él. Se dio la vuelta y vio el rostro iluminado de Naamah, Marduk y Jezebeth.

- Mi señor - pudo articular su fiel mayordomo antes de abrazarle fuertemente. Los dos permanecieron unos instantes abrazados antes de que Marduk lo tomase de los hombros para mirarle a los ojos -. Es un milagro.

- No mi fiel Marduk, no es un milagro. Todo esto es gracias a las personas que me quieren. - Se tocó el pecho y pudo sentir el latir de su corazón y la pura luz de las almas que habían penetrado en su cuerpo para vivir eternamente dentro de él. Era una sensación muy agradable. Una calidez abrumadora y gratificante.

- Bien hecho - dijo una voz henchida de orgullo.

Ante ellos apareció Satanás con una sonrisa en los labios y con un inconsciente pero sanado Samael entre los brazos. Naamah se acercó al señor de todos y alzó una mano para tocar la frente pálida del inconsciente. Satanás le dedicó una mirada a la diablesa.

- No temas por él. Vivirá.

- Y entonces ¿por qué os lo lleváis mi señor? - preguntó asustada.

- Samael a hecho algo imperdonable diablesa. A ayudado a un ente demoníaco a resucitar y a traicionado a su mejor amigo. Este muchacho necesita un castigo ejemplar y un retiro para meditar en todo lo que ha provocado.

Ella asintió y se alejó del señor Satanás para volver al lado de Jezebeth, el cual, ya no tenía el brazo herido. Araziel le había curado y ella misma experimentó el arte de la sanación en sus propias carnes. Se volvió hacia Satanás y éste le dedicó una sonrisa inocente.

- Ahora debo irme. Ya sabes que hacer Araziel, suerte - y desapareció con Samael.

Araziel asintió para nadie en particular y corrió en dirección al sauce llorón.

Los diablillos estaban allí haciendo una especie de barricada para proteger el cuerpo de Nalasa, pero al verle llegar se apartaron y le dejaron espacio. El señor del castillo se puso de rodillas y acunó la cabeza de la joven difunta sobre su pecho.

- Ya estoy aquí mi amor - susurró contra sus labios. 

A su alrededor se hizo un circulo expectante formado por los diablillos y los tres demonios. No le importó y cerró los ojos buscando algo en su interior. Ahora soy un príncipe - se dijo -. Y no solo soy eso, también soy el hijo de un ángel. Yo poseo poderes de ángel.

Con ternura, acarició el cabello despeinado de Nalasa y sus mejillas pálidas antes de inclinar más su cara y besar los labios de ella. Algo dentro de él se unió y un calor beneficioso le recorrió por entero. De sus labios se liberó una extraña energía que pasó a los labios de ella y sintió como un estremecimiento recorría el cuerpo flácido de Nalasa. Quédate conmigo - suplicó -. Vuelve conmigo para siempre. Hasta que mi vida se marchite para la eternidad, regresa a mí.

Araziel separó sus labios de los de ella y la miró lleno de ansiedad. Un suspiro salió de su boca y los parpados de Nalasa se abrieron. Sus ojos castaños le miraban con un brillo hermoso mientras una sonrisa se formaba en sus labios.

- Hola - dijo con la voz ronca. Araziel la abrazó con fuerza sin poder dejar de reír de felicidad.

Los diablillos estallaron en vítores y en aplausos y Naamah se abrazó a Jezebeth llorando como una magdalena. Marduk miró hacia el cielo estrellado y vio la figura etérea de un ángel.

- Asbeel - susurró.

Ella le sonrió con infinita ternura y desapareció. El demonio sonrió mientras una lágrima caía por su mejilla.

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