5. Un poquito de desilusión
📅 DÍAS DESPUÉS
La vecina de enfrente de sus tíos tenían una hija, Delia, de la misma edad que Lucía y esa mañana apareció en su puerta para conocerla. A la rubia le encantó la determinación de la morena. Estuvieron hablando muchísimo rato y congeniaron bastante bien. Habían quedado después de cenar en ir a dar un paseo por el pueblo y así ella le presentaría a sus amigas.
Lo de conocer a gente nueva a Lucía, no le gustaba, pero, o eso o morirse de asco el resto del verano. Así que se puso un vestido blanco suelto y sus sandalias de esparto. Se recogió el pelo en una trenza y se encontró con Delia en mitad de la calle. La morena se enganchó de su brazo como si fueran amigas de toda la vida.
- ¿Y tú qué quieres estudiar, Lucia? -le preguntó la morena ajustándose sus gafas
- Medicina -le contestó.
- Uff. Muy difícil ¿no? -le dijo ella siendo ésta, la respuesta que casi siempre le daba todo el mundo cuando les decía lo que iba a estudiar.
- Bueno si, pero es lo que siempre he querido. ¿Y tú? -le hizo una pregunta con otra, para desviar el foco de lo suyo y para que Delia se centrara en ella.
- Derecho. Mi padre siempre me ha dicho que soy la abogada de las causas perdidas. Y no sé equivoca...
Ambas siguieron contándose su vida. Delia le dijo que estaba deseando irse del pueblo porque era la pequeña de su casa y no quería acabar como sus hermanas, casadas con el primer imbécil que las dejó embarazadas. Lucía le contó que su padre la había dejado aquí porque se había ido a trabajar lejos. Por suerte Delia no se dio cuenta de que había dicho padre y no padres y así tuvo que ahorrarse el contarle que no tenía madre.
Estuvieron una hora dando vueltas por todos los sitios que a Delia se le ocurrió hasta que llegaron a la plaza. Alli se reunían los más jóvenes del pueblo. En uno de los bancos había un chico pelirrojo con dos chicas morenas. En cuanto Delia llegó los saludó muy animadamente.
- Hola, chicos. Esta es Lucía, mi vecina - les dijo ella muy sonriente pues estaba feliz de tener una nueva amiga- estos son Roger, Mati y África.
Los chicos se levantaron y saludaron a Lucía con un par de besos en la mejilla. Hablaron un poquito para conocerse mejor. Lo normal de estas edades. A Lucía le hacia mucha gracia Roger. No tenía pelos en la lengua cuando hablaba de quien fuera, y a ella le recordó a un compañero de clase de su instituto.
Lucía se levantó del banco un rato después. Tenia mucha sed. Había un kiosko en la plaza donde vendían botellas de agua, y hacia allí dirigió sus pasos.
- Voy a por agua. ¿Queréis algo? -les preguntó ella con amabilidad.
- Un buen maromo que me abanique - le respondió Roger riéndose.
-Preguntaré si tienen alguno.
Lucia agitó su cabeza sonriendo también y se dio la vuelta para ir al kiosko. Camino con decisión y sintió su corazón latir con fuerza al ver a Brahim sentado en su moto, hablando con otros chicos. Ella tragó saliva intentando no mirarlo. Algo que el moreno si que hizo. Desde que la vio llegar a la plaza con la otra chica, no había apartado sus ojos de ella. Bueno él y los otros dos chicos que estaban a su lado.
Lucía compró un botellin de agua y después de pagar se giro para volver con sus nuevos amigos.
- ¿Me estas siguiendo, pija? -Lucía levantó sus ojos para ver como Brahim se acercaba a ella mirándola descaradamente. Le hizo un repaso de arriba a abajo, deteniendo su mirada en el escote de su vestido, ese que dejaba vislumbrar dos maravillosos pechos que seguramente, atormentarían los sueño del chico.
- Si claro, como sino tuviera otra cosa mejor que hacer que seguirte a ti -le contestó ella irónicamente a la vez que rodaba sus ojos en su dirección.
- Pues yo si lo creo. Es normal que persigas a un tío bueno -Brahim le guiñó uno de sus ojos y se mojó los labios uno contra el otro, provocándola de alguna manera.
- ¿Un tío bueno? ¿Dónde? - le dijo ella mirando por todos lados mientras los amigos de Brahim se reían. Ella le hizo un gesto con la boca y se dio la vuelta.
- ¿Me das agua? -le pidió a Lucía, más por no dejar que se fuera tan pronto que por tener realmente sed.
- ¿Y que se me peguen tus babas? No, gracias.
Lucía le hizo un gesto de negación con la cabeza. Brahim la miró alzando una de sus cejas y la rubia resoplo.
- Anda, toma. Ya me compro yo otra -le dijo Lucía dándole el botellín. Ese gesto. Ese pequeño gesto dejó a Brahim descolocado. Hacía tanto tiempo que alguien no era amable con él sin pedirle luego nada a cambio.
- No hace falta, Lu -le dijo él intentando rechazar la botella.
- ¡No quisiera yo que te murieras de sed! y no me llames, Lu, joder.
Brahim cogió la botella aún dudando y musitó un gracias en susurros. Lucía volvió al kiosco a comprarse otro botellín mientras Brahim regresaba con sus amigos. Aún estaba sorprendido del gesto de Lucía.
- ¿Y esa quien es? - le preguntó un chico moreno con mechas rubias de nombre Rubén el cual estaba a su lado.
- Solo una del pueblo -contestó Brahim sin poder dejar de mirarla. La forma como le sonreía al kiokero. El como tomaba la botella entre sus manos. Todo eso le gustaba.
- ¿Te la has follado ya? -las palabras venían de parte de Felix, otro de los chicos que había a su lado.
- Aún no - le contestó él fastidiado. No sabía porqué pero que hablaran así de Lucía le molestaba
- Pues entonces podemos intentarlo los demás... -dijo Rubén fijándose en como la rubia movía sus caderas, haciendo que ese vestido blanco, le ondulara en los muslos.
- No. A ella la dejáis -les dijo Brahim mientras Lucía pasaba a su lado casi sin mirarlo. Y si, que ella lo ignorara, que no le diera aunque fuera una mirada de reojo, le desilusionó un poquito.
- ¿Y eso porqué? -le preguntaron sorprendidos por la determinación con la que Brahim les hablaba.
- Porque ella es mía.
Las palabras habían salido de su boca con una pasmosa facilidad. Nunca había sentido la necesidad de reclamar así a una persona, y menos a una chica. Pero, de pensar que algunos de estos desgraciados pusieran sus manos en ella, le revolvía las tripas.
- Pues lo mismo te toca desvirgarla, tiene pinta de no follar mucho y mira que está buena -Brahim apretó sus puños intentando calmarse. Le estaba jodiendo un montón que hablaran así de ella. Pero demasiado.
Lucía volvió a sentarse en el banco mientras abría el botellin de agua, mirando de reojo a Brahim. La había puesto nerviosa, otra vez. Él no se parecía a ningún chico de los que ella conocía, y quizás por eso le atraía tanto.
- ¿De qué conoces a ese delincuente? -le preguntó Mati, una de las chicas. Ninguno de los ocupantes de ese banco se había perdido el encuentro de Lucía con Brahim.
- De nada. Me arreglo la bici el otro día en el taller donde trabaja - contestó Lucía quitándole importancia, pues, no le apetecía hablarles de Brahim.
- Aléjate de él, es mala gente y un peligro andante -le advirtió la muchacha, alzando su barbilla en la dirección en la que Brahim y los otros chicos estaban.
- Ay, Mati por dios. No todos los que están en el Castillo son mala gente - le respondió Roger, haciendo aspavientos con su mano delante de su cara.
- Si están allí es por algo ¿no crees? Que tú te hayas enrollado con unos cuantos no quita el hecho de que están en el Castillo -Mati forzó una media sonrisa y arrugó su nariz mirando asqueada a Brahim y a los demás.
- Se dice follar, Mati, hija que eres muy remilgada -las muecas de Roger dirigiéndose hacia su amiga, le hacían gracia a Lucía, sino fuera porque la conversación que mantenían, la tenía bastante confundida.
- ¿Qué es el Castillo? - les pregunto Lucía sin tener ni idea de lo que hablaban.
- Es un centro de reinserción - le respondió Delia- está a las afueras del pueblo.
Lucía sintió como la garganta le picaba mirando a Brahim. Jamás había imaginado que ese chico, estuviera en esa clase de centros. Era algo que su cabeza no concebía.
- Pero vaya - dijo Roger quitándole importancia a éste desagradable hecho - que ahí están mejor que yo en mi casa. Entran y salen cuando quieren y hacen lo que les da la gana.
- ¿Y aquellos de allí están todos en el centro? - siguió preguntando Lucía con un gran desasosiego en su cuerpo.
- Los tres -le respondió Rubén- pero no me preguntes porque están ahí que no tengo ni idea. Hay de todo como en la cárcel. Algunos están porque sus padres no pudieron hacerse cargo de ellos, y otros, por delincuentes.
- Aunque hay a algunas que no les importa salir con delincuentes - dijo Mati señalando al frente.
Lucía desvío su mirada hacia donde la chica decía. A la plaza acababa de llegar una impresionante morena de pelo rizado con unos pantalones increíblemente cortos y un escotazo de vértigo. Iba bastante maquillada y se acercó al grupo de Brahim con bastante determinación.
- Bueno es que a Bandana le dan igual 8 que 80 - dijo Roger riéndose de la recién llegada.
- ¡No te metas con mi prima! - replicó esta vez África, que hasta ahora, se había mantenido en silencio.
- Afri, tía. Que tu prima es mu puta - le recordó Roger riéndose.
Lucía no perdía detalle de cómo la morena se le acercaba a Brahim y él se dejaba tocar por ella.
No pudo evitar sentir algo de desilusión, y no era por el hecho de que él estuviera en un centro de menores, era por verlo con esa tía. Incluso sintió una punzada en su pecho, cuando ella puso sus dos manos en su cuello.
¿Sentía algo de celos?
Podría ser. Sobre todo porque Lucía apretaba sus dientes mientras la otra le hablaba al oído y Brahim se reía.
- Bueno, yo me voy a casa - dijo Lucía levantándose. Ya se había hartado del espectáculo- encantada de conoceros, chicos.
Mati, África y Roger se despidieron de ella mientras Delia se levantaba para irse también con Lucía a casa. Al pasar al lado de Brahim, ella bajó sus ojos y ni siquiera lo miró, algo que él sí hizo.
- Bueno que, ¿nos vamos o no Brahim? -Bandana miró fastidiada al chico el cual había rechazado todas sus insinuaciones, para que la llevara a la cama.
- Lo siento pero va a ser que no - Brahim arrancó su moto dejando a una sorprendida Bandana mirarlo boquiabierta.
El moreno salió de la plaza con rapidez. Desde que vio a Lucía su cuerpo entero estaba alterado. Porque es que ella le alteraba. Hasta el punto de no querer irse con Bandana. Habían pasado un par de ratos buenos en la cama, y nada más, pero tampoco habían sido para tirar cohetes. Y la rubia le había quitado las ganas de querer estar con alguien más que no fuera ella.
Lo que se preguntaba Brahim era si Lucía ya sabía quien era él y donde estaba. Aunque creía que aún no lo sabía, porque todavía no se había alejado de él.
Y rezaba porque no lo hiciera.
De camino a casa Lucía pensaba en Brahim. Se preguntaba que podía haber hecho para acabar en ese centro. Y aunque ella no era una persona de juzgar a nadie y creía en las segundas y terceras oportunidades, la curiosidad la estaba matando.
- No le hagas mucho caso a Mati -le aconsejó Delia al percibir lo callada que estaba- no todos los que están en el Castillo son mala gente. Hay algunos que están ahí porque no se llevan bien con su familia, y la mayoría trabaja en el pueblo.
- Yo es que paso de lo que diga la gente, Delia, no me gusta juzgar a nadie por lo que cuentan, prefiero conocerlo por mi misma -le confesó ella aún sintiendo ese desasosiego en el estómago.
- Es que Brahim está para conocerlo... - dijo Delia riéndose.
- Si que lo está si - le respondió ella con la misma risa.
Siguieron hablando por el camino, como no, de chicos. Delia tenía un medio rollo del instituto pero a lo mejor se iba a estudiar a Madrid y no lo vería mucho.
- Bueno, si quieres ir a visitarlo a Madrid, te puedes quedar en mi casa, Delia -le ofreció Lucía pues ésta chica le había caído bastante bien y estaba segura de que serían muy buenas amigas.
- ¿En serio? -le preguntó Delia sin poder creerse la suerte que tenía.
- Pues claro que si. Todo sea por el amor -le contestó haciendo aspavientos con su mano.
- ¿Amor? ¿Eso que es?
- Eso digo yo -contestó Lucía, a la vez que dejaba que un pequeño suspiro saliera de su garganta.
📅 AL DÍA SIGUIENTE
Lucía se levantó temprano esa mañana, para ir al mercadillo del pueblo de al lado con su tía. Entró en la cocina y cogió una manzana sentándose en un taburete.
- Tía, Olga -Lucía quería preguntarle algo a su tía, algo que la atormentaba desde anoche.
- Dime, cariño - le dijo ella levantando la vista de su bolso.
- ¿Qué es el Castillo?
Llevaba toda la noche dándole vueltas a lo mismo e incluso había mirado en Internet y no había gran cosa. Un par de fotos si acaso y nada más.
- Es un centro de reinserción que hay a las afueras del pueblo -le contestó ella dejando el bolso a un lado y prestando atención a su sobrina.
- Un reformatorio entonces.
- Bueno, algo así. Aunque es para chicos de entre 16 y 19 años. Los que están allí o bien estudian para sacarse el título de Bachiller o una profesión -Olga hablaba con conocimiento de causa, pues su marido conocía bastante bien ese lugar.
- ¿Cómo un F. P.?
- Si, eso mismo. Les enseñan como reinsertarse en la sociedad una vez se cumpla el "castigo" o la condena que tienen. Y es algo más laxo que un centro de menores.
Lucía se quedó callada y trago saliva pensando en Brahim. En por qué estaría en el Castillo.
- ¿Tú sabías que Brahim estaba en el Castillo? - le siguió preguntando a su tía. Ella dejó lo que hacía y la miró esbozando una pequeña sonrisa.
- Si, claro que lo sé. No es el primer chico del Castillo que trabaja en el pueblo, Lu. Y sinceramente, parece un buen chico. Es educado, amable y sabe comportarse. No todos los que están allí son peligrosos. Pero si quieres saber más, pregúntale a tu tío -le aconsejó ella, cogiendo ya su bolso para marcharse las dos.
- ¿Y porqué? -le preguntó ella con algo de extrañeza.
- Porque más de uno está ahí, porque él lo detuvo.
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