
4. El aprendiz de mecánico
📅 ️AL DÍA SIGUIENTE
Lucia estaba en el comedor de la casa de sus tíos decidiendo si se bañaba en la piscina o si veía una serie. Una gran decisión, pensó ella riéndose. Tenía casi todo el tiempo del mundo para decidir entre una cosa u otra, incluso, en hacerlas las dos.
Escuchó el timbre de la puerta de la calle y se levantó del sofá para abrir. Su tía estaba en su despacho trabajando liada con algo de los impuestos o del IVA. Lucia estaba hoy en plan vago y no le apetecía hacer absolutamente nada. Si seguía así estaba claro que el aburrimiento se apoderaría de ella tarde o temprano. Caminó hacia el jardín y abrió la puerta de la calle. Cual fue su sorpresa al encontrase allí a Brahim, junto a su bicicleta. Tragó saliva con fuerza sin poder evitar cruzar su mirada con la suya. De cerca y a la luz del día aún era mas guapo. Y aunque llevaba el mono de trabajo del taller, esto no le restaba ni un ápice de atractivo.
El moreno la miró de arriba a abajo sin disimulo recorriendo su cuerpo lentamente. Esta chica lo ponía cada vez más malo. Y no ayudaba para nada que los pantalones fueran tan cortos y que llevara la barriga al aire.
- ¿Qué quieres? -le preguntó ella con un tono algo más duro de lo que pretendía, pues no quería que él notara que su sola presencia, la afectaba.
- Tranquila, fiera. Te he traído tu bici -le dijo él dándole una burlona sonrisa, a la vez que le guiñaba un ojo con descaro.
- Pues vale. Dámela y hasta luego -Lucía se acercó hacia su bicicleta, arrebatándosela de las manos a Brahim. Procuró no mirarlo durante todo este proceso, pero, su voz, la llevó a desistir de su propósito.
- Juan me ha dado unos papeles para tu tía -le explicó el chico, para justificar que aún no se hubiera ido.
-Yo se los doy -Lucía le tendió la mano aún con ese tono de fastidio en su voz. Incluso golpeó un par de veces el suelo con la punta de sus pies, para que fuera más evidente lo poco que le gustaba que Brahim estuviera ahí.
- Tengo que explicarle para lo que es -Lucía rodó sus ojos y abrió más la puerta para que él pudiera entrar, algo que le hizo ganarse una burlona sonrisa por parte del chico.
- Está bien. Entra.
Brahim traspasó la puerta de la calle con una sonrisa triunfal en su rostro. Lucía lo ignoró, acercándose hacia donde estaba la bicicleta para cerciorarse de que el arreglo, había sido correcto.
- Te la he arreglado yo -le dijo él, muy orgulloso de su trabajo. Se permitió acercarse hasta estar a pocos centímetros de ella. Incluso, a esa distancia, podía aspirar el olor a cítrico que su cuerpo emanaba. Un olor que le resultó bastante agradable.
-¿Quieres un premio por hacer para lo que se te paga? -le respondió ella con ironía. Ladeó su cabeza para encontrarse a Brahim muy cerca de ella. De nuevo sintió la necesidad de tragar saliva y de no desviar su mirada hacia sus ojos.
- Eres un poco gilipollas, ¿eh? -fue la respuesta que le dio Brahim ante las pullas que estaba recibiendo por parte de la chica.
- ¡Madre mía! Y tú no tienes vergüenza. Me dejaste tirada imbécil. Eso se llama omisión de socorro -le recordó ella mientras cruzaba sus brazos a la altura de su pecho.
- No te estabas muriendo -Brahim frunció el ceño, y a la vez, tuvo que reprimir un suspiro. Estaba muy bonita enfadada y con las mejillas tan coloradas.
- Joder, pues menos mal, que si me llego a morir no sé que hubieras hecho.
Lucía puso sus brazos en jarra mientras él la miraba divertido. Desde luego que 5 minutos con ella eran más interesantes que un par de polvos con Bandana.
- Mi tía está en su despacho, ahora le digo que salga -ella se volteó dejándolo en el jardín para intentar poner distancia entre ellos. La ponía tan nerviosa que no quería aturullarse y acabar diciéndole lo primero que se le viniera a la cabeza.
- ¿Ni me vas a invitar a entrar? Hace calor -le pidió Brahim llevándose una de sus manos a la cara para imitar un abanico.
- El árbol da una buena sombra, quédate ahí -Lucía le dió una irónica sonrisa y desapareció dentro de la casa.
Él no pudo evitar mirarle el culo mientras subía el par de escalones. Y no pudo evitar fantasear con ese culo y con su dueña. Desde que la había visto había tenido unos cuantos pensamientos con ella no aptos para menores, y al final no había tenido más remedio que aliviar ese deseo. Porque si, la deseaba, y no sabía si era porque se sentía atraído por ella o porque le atraía lo complicado. Y ella lo era. La sobrina de un Policía Nacional. De uno que él conocía muy bien.
A los pocos segundos escuchó unos pasos que venían de la casa y una mujer de pelo castaño salió por la puerta. Brahim la había visto un par de veces. Era la gestora de su jefe, y la mujer del policía, claro.
- Hola, Brahim. Me ha dicho, Lu que me traes algo de parte de Juan -le dijo ella con una sonrisa bastante amable- ¿porqué no has pasado dentro? hace mucho calor.
Brahim miró a Lucía la cual, bajó la mirada algo avergonzada después de haberlo dejado tanto rato al sol.
- No quería molestar -le contestó él sin mencionar que la culpa era de la rubia.
- Tonterías, pasa dentro por favor -Olga le hizo un gesto al muchacho y él la siguió dentro de la vivienda. En cuanto atravesó la puerta, un golpe de aire fresco lo recibió y respiró algo aliviado.
- Me ha dicho que es lo de los seguros sociales y que te ha escrito el número de referencia para pagarlo y la clave permanente - Brahim le tendió los papeles y Olga los examinó unos instantes.
- Vale -dijo ella sin apartar su vista de los folios- si te esperas un momento soluciono esto y se los llevas a Juan de vuelta ¿te parece bien?
- Sin problema. Juan me ha dicho que me espere lo que haga falta -respondió Brahim con educación.
- Espero no tardar mucho. Lu, cielo, ¿porqué no llevas a Brahim a la cocina y le das algo de beber?
- Claro, tía -le respondió Lucia con su mejor sonrisa. Olga desapareció por el pasillo que llevaba a su despacho y la rubia quitó la sonrisa de su cara- sígueme, imbécil.
- Yo te sigo al fin del mundo, pija -Lucía se dió la vuelta sin calcular muy bien la distancia que la separaba del castaño. Sus rostros estaban muy cerca y casi podían sentir el aliento del otro en sus mejillas.
- Deja de llamarme pija porque no lo soy ¿vale? -le pidió ella muy cabreada. Se había puesto roja y apretaba sus puños algo enfadada. Porque Brahim era irritante.
- Cuando me demuestres que no lo eres, dejaré de llamártelo -le dijo él sin poder apartar la vista de sus labios. Sería tan fácil agarrarla de la cintura y plantarle un beso que le quitara todas las tonterías de encima.
- Eres insufrible -acabó por protestarle ella mientras le hacía un gesto para que la siguiera hacia la cocina.
- Dame agua, tengo sed - le dijo Brahim con exigencia en cuanto entraron en la amplia estancia.
- No soy tu criada -Lucía puso distancia entre ellos, situándose cerca de la ventana.
- Tú tía ha dicho que...
- Mi tía no está ahora -Lucía le señaló la nevera con un gesto hastiado en su rostro- dentro hay agua o lo que quieras y en el mueble de arriba del fregadero los vasos. Sírvete tu mismo.
Lucía se dio la vuelta y se sentó en uno de los taburetes de la cocina para hacer como que miraba el móvil. Su padre le había mandado un mensaje cuando llegó a Florida, pero nada más.
Llevaba aquí varios días y aún no habían hablado por teléfono. Tenia la sensación de que su padre se había olvidado de ella. Aunque bueno, en Madrid la dejaba mucho tiempo sola cuando él se iba de viaje y no pasaba nada.
Brahim arqueó una de sus cejas resoplando. Fue al frigorífico y cogió una jarra de agua. Lo volvió a cerrar. Fue hacia el mueble y cogió dos vasos mirando de reojo a Lucía la cual no había levantado su mirada del móvil.
- Así que, Lu -le dijo Brahim mientras llenaba los vasos con agua. Lucía alzó sus ojos y lo miró mientras él le tendía uno de los vasos. Ella se quedó muy sorprendida por este gesto pero decidió aceptarlo- me gusta el diminutivo.
- No te he dado permiso para llamarme así -le respondió ella aún con ese tono de voz tan duro hacia él.
- No lo necesito -Brahim aún mantenía en su rostro ese gesto de suficiencia cuando hablaba con ella.
- ¿Y porqué no me extraña? -Lucía bebió de su vaso y volvió a dejarlo en su sitio mientras se fijaba en Brahim. Aunque llevaba el mono del taller y estaba algo manchado de grasa, guapo era un rato. Tenía unos labios bastante gruesos y sus ojos estaban coronados por largas pestañas que le daban un toque aún más atractivo de lo que era.
- ¿Te gusta lo que ves, rubia? -a Brahim no le había pasado el escrutinio de la chica, y, lejos de molestarle, hasta le gustó que ella se fijara tanto en él.
-Rubia, pija... ¡que poca imaginación tienes hijo! pues no, no me gusta lo que veo. No eres tan guapo como tú te crees.
-No me lo creo, lo soy -le dijo él con una chulería que a ella le enervó la sangre.
- ¡Madre mía! De verdad que eres imbécil.
Lucía rodó sus ojos y bebió otra vez de su agua. Brahim dejó el vaso y se acercó un poco más a ella. Sus codos se estaban rozando y eso hizo que de nuevo esa descarga eléctrica los recorriera por completo. Brahim se relamió los labios mirando los de ella, deseando probarlos. La respiración de Lucia estaba algo más alterada porque su cercanía la ponía nerviosa.
- Pues tú si que eres guapa, rubia -Brahim bajó un poco su tono de voz, para que este se volviera más ronco, consiguiendo lo que pretendía, que ella sintiera un estremecimiento recorrer su cuerpo por su causa.
- Si crees que me voy a derretir por un piropo vas listo - Lucía sintió como uno de los dedos de Brahim rozaba los suyos. Fue una ligera caricia que le hizo sentir un pequeño espasmo en su estómago. Alzó sus ojos para mirarlo sabiendo que se perdería en esa mirada chocolate, de seguir manteniéndole la mirada.
- Eso es lo que me gustaría que te derritieras, mientras estás debajo de mi, o arriba o de rodillas... me da igual...
Lucia emitió un pequeño jadeo procesando las palabras de Brahim. Sintió como una ola de calor le subía por todo el cuerpo hasta que las mejillas le ardieron. Porque él había conseguido lo que quería, que ella también se imaginara estando con él, en todas y cada una de esas situaciones.
- Eres un descarado. ¡Qué más quisieras! -acertó a decir Lucía una vez que la voz le salía de la garganta. El ambiente en la cocina se había vuelto más denso y cargado. Entre ellos había una tensión que ninguno de los dos podía negar.
- Si que quisiera, si -Brahim se mojó los labios uno con otro y fijó su mirada en los de la chica. Pasaron segundos hasta que alzó sus ojos para mirarla por fin a los suyos. Volvieron a mirarse en silencio. Como si con esa mirada quisieran conocer el pensamiento del otro.
Brahim quería besarla. Perderse en esos labios que sabía que no serian como los que estaba acostumbrado a besar.
Lucia quería recibir sus besos porque sabía que nunca la besarían como él lo haría.
Ambos se deseaban. Ninguno hacia nada.
Hasta que el deseo los consumiera y no tuvieran mas remedio que apagar esa sed que tenían del uno por el otro.
Escucharon el ruido de la puerta del despacho y Brahim se separó de ella esbozando una leve sonrisa. Lucia se mordió los labios y cogió su vaso de agua para disimular y calmarse ella toda esa ansiedad que había sentido, provocada por las miradas del chico.
Tía Olga entró por la puerta segundos después con los papeles de Juan en la mano.
- ¡Pues listo! Ya puedes decirle a Juan que todo arreglado. En unos días le harán la devolución -le dijo tendiéndole los documentos.
- Gracias. Yo se lo digo -le contestó Brahim cogiendo los papeles. Dejó el vaso encima de la mesa y encaminó sus pasos para salir de la casa.
- Dile a Juan que me diga cuanto es el arreglo de la bici - le dijo su tía acompañándolo hacia la puerta.
- Oh, por eso no se preocupe. No es nada, la arreglé en unos minutos -le dijo Brahim ya casi llegando a la puerta.
- Pero bueno, Brahim. Algo tardarías. Dime que te debo por favor -volvió a rogarle Olga.
- No se preocupe. Es un regalo para Lu.
Lucía abrió sus ojos muy sorprendida mientras Brahim se despedía de ellas saliendo por la puerta de la calle. Tía Olga caminó detrás de Brahim y lo despidió amablemente. Se dio la vuelta y regresó a casa entrando en la cocina. Lucia seguía bebiendo agua como si nada.
- ¿Lo conoces, Lu? -le preguntó ella intentando contener una sonrisa, pues no le habían pasado desapercibidas las miradas que ambos se echaban cuando pensaban que el otro no los veía.
- Es la segunda vez que lo veo en mi vida contando la del taller -le dijo ella mintiéndole con descaro, pero, procurando sonar convincente para no tener que darle explicaciones a su tía.
- Pues está claro que lo has impresionado. Le gustas -le señaló ella algo que era tan evidente como que el agua salía por el grifo.
- ¡No digas tonterías, tía! Si apenas lo conozco... - las mejillas de Lucía se tiñeron levemente de un rubor rosado pensando en la escasa posibilidad de que fuera verdad que Brahim se sintiera atraído por ella.
-Bueno, tienes todo el verano para conocerlo, y que él te conozca. Personas como Brahim se merecen una oportunidad, y estoy segura, de que tú, querrás dársela.
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