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33. Ha sido un buen verano

📅 ÚLTIMA SEMANA DE AGOSTO

Lucía se miró en el espejo de su dormitorio. No tenía ningunas ganas de ir a ningún sitio. Si por ella fuera, se quedaba en su cuarto tumbada en la cama viendo alguna película mala con Brahim. Pero su tía, la había obligado a salir. Era su última semana en el pueblo. Y según ella, tenía que aprovechar los días que le quedaban, sobre todo con Brahim. El lunes vendría su padre a buscarla. Y el lunes se terminaría este verano. El verano donde se enamoró por primera vez. Porque sí, estaba enamorada de Brahim. De su Brahim. Y dolía mucho no poder decírselo.

Por miedo a que él no sintiera lo mismo.

Por miedo a que un te quiero muriera en sus labios cuando ella tuviera que dejarlo.

Por miedo a abrir su corazón y que éste se rompiera. 

Por miedo a irse y no volver a verlo nunca más. 

- Estás muy guapa, cariño -le dijo su tía mientras la miraba desde el marco de la puerta. A ella también le costaba dormir por las noches, sintiéndose culpable de que casi violaran a su sobrina, y ella no haber podido evitarlo. Esta niña les había cambiado la vida a ella y a su marido, y ya no concebían la vida sin ella. 

- Gracias -le respondió ella con timidez. 

- Nosotros nos vamos. ¿Cuándo viene, Brahim? -le preguntó ella mientras miraba el reloj que descansaba en su muñeca. 

- Está de camino. No os preocupéis, iros tranquilos.

Olga se acercó y abrazó a su sobrina. Siempre estaba pendiente de ella. Vigilando que estuviera bien y que el episodio del intento de abuso no la tuviera muy afectada. Que lo estaba. Pero entre todos habían conseguido darle la calma y la seguridad que necesitaba. Sobre todo Brahim. El chico venía todas las tardes a verla. Estaba con ella, la animaba, hacía que comiera y la hacía feliz, que eso era lo más importante. 

Su tía salió por la puerta y ella apoyó su cabeza en la pared. Cogió aire con fuerza y lo dejó salir lentamente. Segundos después, la puerta de la calle se abrió y sus tíos se fueron. 

Fue a la cocina para coger un vaso de agua y calmarse. No tenía nada que temer. A Saúl lo habían trasladado ésta vez a un reformatorio, y en dos días iría directamente a la cárcel, gracias a su denuncia y a las de un par de chicas del Castillo a las que también había acosado. Se bebió el agua con mucha tranquilidad. Pero en cuanto el timbre sonó, su corazón latió de nuevo desbocado. 

Salió de la cocina y atravesó el recibidor. Pulsó el botón del portero y abrió la puerta. Segundos después Brahim aparecía por la entrada. Ella tragó saliva al verlo. Su cuerpo reaccionó loco perdido a su presencia. Esos vaqueros rotos, esa camiseta negra de manga corta que marcaban sus antebrazos, ese flequillo rebelde...y esa mirada en ella. 

Si, estaba enamorada de Brahim. Y era algo que no quería evitar. 

Él llegó hasta Lucía después de darle un repaso de arriba a abajo. Llevaba un sencillo vestido azul de tirantes que le quedaba algo por encima de la rodilla. Era suelto, pero se le marcaba en la cintura. El escote era redondo, pero le favorecía muchísimo. Se acercó hasta ella y la cogió de la cintura cruzando su mirada con la suya.

- Estás preciosa -le dijo él al oído para después dejar un tierno beso en su mejilla. 

- Bueno, es el vestido más "recatado" que tengo -le contestó ella dejándolo entrar en la casa. 

- ¿Recatado? -le preguntó él algo extrañado- no sé a qué te refieres.

- Que con éste vestido no se me marca nada... -le contestó ella retorciendo los dedos de su mano. Brahim la miró y entendió al instante lo que a ella le pasaba. 

- Lu, preciosa. Porque lleves otro tipo de vestido no quiere decir nada -el tono de voz de Brahim era lo más tranquilizador que podía. Desde que pasó el episodio con Saúl, tenía especial cuidado con ella, procurando que se sintiera lo más cómoda posible con él. 

-Ya...pero es que... -Brahim deslizó uno de sus brazos por su cuello y otro por su cintura. La atrajo hacia su pecho y dejó que ella posara su cabeza en el. La abrazó hasta que creyó que ella estaba más calmada. 

- Si tú estás cómoda así, por mi perfecto -le dijo Brahim separándola de él, a la vez que le daba una tierna sonrisa. 

- ¿Sinceramente? Es un vestido que tenía mi tía Olga de cuando salía con mi tío...no es que sea horrible, pero es el más sencillo que he encontrado...¿a ti te gusta? -Lucia miró el vestido de arriba a abajo y luego a Brahim. 

- A mi me gustas tú, lo de la ropa es secundario, Lu...para mi esto es muy simple. Ponte algo que pueda quitarte rápido.

Lucía miró a Brahim el cual le sacó la lengua mientras ella se reía. Por fin se reía. Sólo dios sabía lo que le costaba hacerla reír. 

- No fue culpa tuya, Lu -le contestó él con toda la paciencia del mundo- y lo sabes. No fue cuestión de la ropa que llevabas, ni que lo provocaras ni nada...

- Eso dice la psicóloga -le dijo ella alzando sus hombros, confirmando las palabras de Brahim. 

Él volvió a atraerla a su pecho. Sus brazos se posaron en los suyos acariciándola muy despacio. Sintió como se le ponía la piel de gallina y besó su frente mientras deslizaba sus dedos hasta entrelazarlos con los suyos.

- ¿Nos vamos? -le preguntó él, separándola de su cuerpo para poder salir juntos de la casa- o me encargo personalmente de buscarte un vestido.

Lucía le dio una media sonrisa y acercó sus labios para besarlo. Fue un lento beso, de esos que das cuando quieres tomarte las cosas con mucha calma. No habían vuelto a estar juntos desde lo que pasó. Y a Brahim le daba exactamente igual. A él lo único que le importaba es que ella estuviera bien. No quería forzarla nada. Y aunque Lucía le había dicho que no quería que fuera con pies de plomo con ella, procuraba tener todo el cuidado posible.

Pero la rubia decidió que ya era hora de hacer frente a sus miedos. Y Brahim no le daba miedo. Ni estar con él, porque la verdad es que lo deseaba. Se deshizo de su agarre y llevó sus manos hasta el borde de su vestido. Muy lentamente se lo fue quitando hasta quedarse en ropa interior, delante de él. Brahim tragó saliva ante el espectáculo que tenía delante. La deseaba. Y mucho. Porque siempre la deseaba. Siempre tenía sed de ella. De su Lucía.

- ¿Me ayudas entonces a cambiarme? -le preguntó ella mordiendo su labio bastante nerviosa.

- ¿Estás segura, Lu? Que no pasa nada, de verdad... -le insistió él hasta estar totalmente seguro de que ella lo estaba. 

- Si pasa. Pasa que quiero sentirte, que quiero que me hagas sentir. Que ya no puedo más Brahim. Joder, que te necesito, y mucho...no me hagas que te ruegue que me muero de la verguenza -Brahim fue hacia ella poniendo sus manos en sus caderas. Tiró de Lucía hasta tenerla pegada al cuerpo mientras sus manos apretaban la piel desnuda que quedaba expuesta.

- A mi no tienes que rogarme, Lu. Yo te doy lo que tú quieras encantado de la vida.

Lucía le sonrió y unió sus labios con los suyos para besarlo ésta vez con muchas más ganas. Con toda la pasión que tenía contenida de estos días. Él la alzó hasta hacer que sus piernas se enroscaran en su cintura y la llevó hacia su dormitorio. Donde por fin Brahim, consiguió alejar todos sus miedos.

📅 MÁS TARDE

Caminaron cogidos de la mano por entre las casetas de la feria. Algunas personas los miraron. La sobrina del nacional del pueblo con uno de los delincuentes del Castillo. Pero a ellos les daba igual. Brahim la agarró de la cintura cuando llegaron a un puesto de algodón de azúcar. Alzó una de sus cejas señalándolo y Lucía se río. Pidieron uno y se lo fueron comiendo mientras observaban las atracciones.

- Voy a echar todo esto de menos cuando me vaya -dijo Lucía con un deje de tristeza en su voz. Ya era hora de que sacaran el tema de su partida. 

- Yo te voy a echar de menos a ti cuando te vayas -le confesó el chico sin ser capaz de mirarla después de sus palabras. 

Lucía se quedó parada mirando a un Brahim que la miraba como quien mira su mayor tesoro. Porque eso es lo que ella era para él. Lo más bonito que alguna vez había tenido en su vida. Ella sintió un nudo en su estómago y unas ganas enormes de llorar. Quería decirle tantas cosas. Pero ambos sabían que la cruda realidad estaba ahí. 

Terminaron de comerse el algodón y caminaron hasta salir fuera de la feria. Había un banco en una plaza donde acabaron sentados. Ella encima de Brahim. El malagueño le quitó el pelo de la cara mientras con su otra mano la sujetaba por la cintura. 

- Ha sido un buen verano ¿verdad? -le preguntó Lucía mordiendo sus labios de forma bastante nerviosa. 

- El mejor verano de mi vida, Lu -le contestó él rozando su nariz con la suya. Bajó sus labios hasta posarlos en su cuello perdido en el aroma de su piel.

- ¿Crees que volveremos a vernos, Brahim? -le preguntó ella con el corazón latiéndole muy deprisa, pues la respuesta le daba tanto miedo como la pregunta. 

- No voy a engañarte, Lu. Me encantaría decirte que si, que podemos vernos. Pero...tú tienes una vida en Madrid y yo...yo no dejo de ser quien soy. Tú tienes claro tu futuro y yo por desgracia vivo el día a día. Sabemos lo que hay, rubia -el tono de su voz era descorazonador. Que era lo que ambos sentían sin decirlo. 

- Lo sé. Pero no por eso voy a dejar de perder la esperanza -le admitió ella intentando contener todas las lágrimas que quería dejar escapar por sus mejillas. 

- Nunca la pierdas conmigo, Lu. Eres la única persona que ha creído en mi.

Lucía agarró ambas mejillas con sus manos y lo miró fijamente. Quería almacenar cada mirada y cada beso muy dentro de ella, para que los días que ya no estuviera con él, no olvidara lo feliz que fue en cada uno de estos momentos. 

- Porque creo que tú, Brahim Díaz, puedes conseguir todo lo que te propongas. Eres más listo, fuerte y valiente de lo que tú te crees. Y sería una pena desaprovechar todo tu potencial -Brahim la miró y sonrió orgulloso. Cuando ella le decía esas cosas, se las acababa creyendo. 

- Si el destino quiere que nos juntemos de nuevo, acabaremos viéndonos, Lu. Mientras tanto tienes que prometerme que vas a ser feliz, a vivir  y a ser lo que estás destinada a ser. Prométemelo -le pidió él con la voz algo entrecortada por la emoción tras sus palabras. 

- Lo haré si tú me prometes que no te vas a rendir. Que te buscarás un futuro, Brahim -le dijo ella con la misma seriedad con la que el chico le había hablado. 

- Te lo prometo, preciosa -ella le sonrió y acabó poniendo su cabeza en su pecho escuchando los latidos de su desbocado corazón. 

Ella tendría que irse pronto.

Él tendría que dejarla ir aunque le doliera hasta el alma.

Porque ella fue la forma más bonita que tuvo de decirle la vida que podía tenerlo todo.

Porque ahora tendrían que escribir un capítulo nuevo en sus vidas.

El capítulo del adiós.

- Bueno, Lu, no sé tú, pero a mi me apetece montarme en los cacharritos, comerme una papa asá y bailar en la caseta del ayuntamiento, qué me dices?  -Brahim la separó de su pecho y la miró sonriendo. Sonriendo como podía. Porque si ella quería llorar, él llevaba mucho rato tragándose las lágrimas. 

- Que no voy a querer olvidarte nunca, Brahim.

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