23. Ilusión
📅 PRINCIPIOS DE AGOSTO
- Pues nada, aquí está el bebé. Y tengo que deciros que todo está perfecto. Tanto de peso y medidas. Los marcadores también están dentro de la normalidad -la ginecóloga les señaló la pantalla y les fue explicando lo que veía.
- Oh, dios -dijo tía Olga mientras las primeras lágrimas empezaban a aflorar por sus mejillas. Tío Fran acarició la cara de su esposa y depositó un tierno beso en sus labios.
- Y ahora, a escuchar su corazón.
La ginecóloga subió el volumen del altavoz y pudieron escuchar los fuertes latidos del bebé. Era un milagro. Un maravilloso milagro. Y por suerte, todo iba bien. Ese pequeño corazoncito latía rápido, haciendo que ese sonido llenara de felicidad a sus padres y a su futura prima.
Sus tíos habían querido que Lucia estuviera con ellos compartiendo este momento. Consideraban a la rubia algo más que su sobrina y por este motivo, ella estaba igual de ilusionada que ellos.
La ginecóloga les dio una copia de la ecografía y Lucía fotografió una de ellas con su móvil, emocionada de ver a su futuro primo. La doctora le dio a su tía también varias recomendaciones para los próximos meses. Los tres salieron de la consulta con una gran sonrisa, y también aliviados de que todo estuviera bien.
- Ay, dios. Si es que aún no me lo puedo creer -dijo tía Olga llevándose las manos a la cara. Su marido la estrechó entre sus brazos y cogió la mano de Lucía. Quería tener a sus dos personas importantes a su lado.
- Pues créetelo, tía. Os merecéis los dos todo esto que os está pasando -les dijo Lucía mirándolos con una gran sonrisa. Estaba tan feliz por ellos. Se lo merecían tanto.
- Supongo que hay alguien ahí arriba que quiere que tengamos un hijo -le dijo tío Fran a Lucía haciendo que ella se emocionara pensando en su madre. Lo feliz que estaría sabiendo que iba a ser tía. Y seguro que en este momento, también estaría con ellos.
- Sí que lo hay, Fran. Sí que lo hay -le contestó tía Olga abrazando a su marido.
Tío Fran las invitó a las dos a comer en un chiringuito del puerto para celebrar la buena noticia. Él también estaba feliz. Muy feliz. Lo que tanto tiempo había ansiado, por fin se haría realidad. Iba a ser padre. Si no pasaba nada, tendría un bebé. Un maravilloso bebé con la mujer de su vida. Y también estaba contento por Olga. Ella era la que peor lo había pasado de los dos. La que tiró la toalla antes y se cansó de luchar por algo que no iba a suceder nunca.
- ¿Habéis pensado algún nombre? -les preguntó Lucía mientras pelaba gambas como si no hubiera un mañana. Olga y Fran se miraron compartiendo una sonrisa cómplice, pues desde que supieron que Olga estaba embarazada, había un nombre que si que tenían claro.
- Bueno, si es niño aún no lo tenemos claro -le dijo tío Fran mientras cogía la mano de su mujer, esperando la reacción de Lucia cuando le dijeran lo que habían pensado.
- Pero si es niña en eso no hay discusión -le dijo tía Olga mientras miraba a Lucía emocionada y nerviosa- le pondremos Belinda.
Lucía alzó sus ojos y vio como sus tíos la miraban con una pequeña sonrisa. Belinda. Como su madre. La pequeña rubia sintió que le escocían los ojos y tenía ganas de llorar.
- Es un nombre muy bonito -le dijo Lucía emocionada de nuevo - ella estaría feliz de que su primera sobrina se llamara como ella.
- Belinda siempre está con nosotros, Lu -le dijo su tío buscándole la mano- y ahora lo estará más que nunca.
La pequeña rubia cogió la mano que le tendía su tío y le agradeció con una sonrisa el pequeño gesto que habían tenido con ella. Siguieron comiendo y hablando un poco del futuro. Lucía recibió un mensaje de texto y al leerlo sonrió como una tonta. Era de Brahim. Le decía que la echaba de menos y que esta tarde la iba a llevar a un bonito sitio. Ella le contestó que estaba deseando verlo también.
- Esa sonrisa es por un chico -le dijo su tía. Lucía sintió sus mejillas sonrojarse y guardó su móvil intentando aparentar una calma que no tenía.
- ¿Un chico? -le preguntó su tío poniéndose en ese momento alerta- ¿Qué chico?
- Pues... -le contestó Lucía dubitativa, sobre todo, al ver la rara expresión de su tío- es... un amigo, un amigo especial...
- ¿Cómo de especial? -insistió Fran activando ya, el modo padre. Incluso se permitió fruncir el ceño mirando a su sobrina.
- Tío Fran, te adoro, de verdad. Pero me quedan 3 meses para cumplir los 18. Por favor, no preguntes. Es un amigo y punto -le contestó ella algo azorada pues no deseaba darle detalles de nada que tuviera que ver con Brahim.
- Déjala, Fran -su mujer le dio un manotazo en el pecho riéndose- Lucía tiene razón. Es una chica preciosa y tiene derecho a tener sus amigos. ¿O es que no te acuerdas nosotros a su edad?
- Nosotros a su edad hacíamos cosas, Olga -le dijo tío Fran recordando perfectamente cuando ellos empezaron a salir.
- Pues espero que Lucía también las haga...
📅 MÁS TARDE
Brahim la esperaba en el sitio de siempre. En el muro que había en el instituto. La rubia llegó puntual a su cita. Vestía un pantalón corto de color verde militar y una camiseta blanca asimétrica que le dejaba un hombro al descubierto. En cuanto la vio su corazón empezó a latir deprisa y dejó escapar el aire lentamente.
Lucía le quitaba la respiración.
La capacidad de razonar con coherencia.
Estaba pillado por ella.
Sí. No lo quería reconocer, pero lo estaba.
Lucía llegó y deslizó sus brazos por su cintura, besando sus labios muy lentamente mientras él también la agarraba. Sus besos eran tan dulces que deseaba perderse en esa boca hasta que ambos se quedaran sin aliento.
- Hola -le dijo ella sonriéndole despacio pero, sin querer apartar sus manos de su cuello.
- Hola preciosa. ¿Todo bien? ¿Y el bebé? -las preguntas de Brahim eran sinceras. Sabía lo importante que sus tíos eran para Lucia, y por boca de ella, había conocido la tragedia que sufrió Olga cuando le dijeron que no podía tener hijos. Le caía muy bien la asesora de Juan. Era una mujer sincera que no tenía prejuicios con nadie. Y menos con él.
- Todo bien. Es muy pequeñito pero está perfecto -le contestó ella, aún emocionada recordando la ecografía.
- Me alegro mucho, Lu. Vas a ser una prima increíble.
Lucía lo abrazó. Dejo reposar su cabeza en su pecho y él solo tuvo que deslizar sus brazos por su espalda para abrazarla bien fuerte. Sentía algo por ella. No quería ponerle nombre porque tenía miedo. Era algo más que sexo. Era algo más que sus ganas por ella. Había días que se veían y no acababan haciéndolo. Simplemente, hablaban, se contaban su vida y se besaban sin descanso. Para Brahim todo esto era nuevo. Nunca había ido más allá con una chica. Bueno, es que ninguna era Lucía.
- ¿Nos vamos? -le preguntó Brahim apartándola con suavidad de su pecho, pues quería llevarla a un sitio y deseaba tomarse su tiempo para ir allí.
- Claro. ¿Dónde me llevas? -la curiosidad de Lucia por saber donde iban, creció aún más.
- A otro de mis sitios favoritos.
Brahim la besó de nuevo y se dio la vuelta para coger el casco de la moto. Se lo tendió a Lucía y se montó esperando que ella lo hiciera también. Cuando la rubia se abrazó a su cintura, arrancó la moto y salieron del pueblo. Ella ya se había acostumbrado a ir con él, a que sus manos rodearan su cuerpo y su cabeza reposara en su espalda mientras él la llevaba.
Porque confiaba en él.
Y porque sabía que con Brahim, siempre estaría segura.
Un cuarto de hora después llegaron a su destino. El moreno dejó la moto aparcada y ambos se bajaron de ella.
La chica observó que estaban al inicio de una arboleda con un camino de piedras surcado de flores y árboles. Brahim sacó su mochila de la moto y le tendió la mano para que lo siguiera. Ella entrelazó sus dedos con los suyos y lo siguió.
- Al final va a resultar que Arroyo Laurel es bonito y todo -le dijo Lucía mientras caminaban por el camino.
-También es porque yo estoy en este pueblo -le dijo él con chulería, esa que tanto le recordaba al Brahim de sus primeros días.
-Bueno Brahim, tú lo haces más interesante si -Lucía se rio y él acabó guiñándole un ojo.
Siguieron caminando unos minutos hasta llegar a la orilla de un pequeño lago. El paisaje que Lucía tenía delante de ella era lo más bonito que había visto en su vida. El cielo azul, el agua casi de la misma tonalidad y miles y miles de flores. Se dio la vuelta y vio que Brahim había sacado una toalla enorme y que la ponía en el suelo. Se acercó a ella y la abrazó por la cintura mientras ella se agarraba a sus brazos.
- ¿Te gusta? -le preguntó Brahim besando su hombro desnudo, algo que le produjo a la rubia, un ligero estremecimiento.
- Me encanta. El paisaje es precioso -admitió ella agarrándose a las manos de Brahim, para mantenerlas sobre su estómago.
- Tú sí que eres preciosa -Lucía se giró y lo que vio en los ojos de Brahim la dejaron casi sin aliento. La miraba de una forma muy dulce, casi con adoración.
No te enamores, le dijo él.
No te enamores tú, le contestó ella.
Estaba claro que ambos no iban a respetar la advertencia del otro.
- ¡Madre mía, Brahim! Si me llegan a decir hace un mes que me acabarías llamando preciosa, no lo hubiera creído -le dijo ella recordando sus primeros encuentros y como parecían odiarse.
- Te lo insinué, pero no me hiciste caso -le recordó él esbozando una tierna, pero, a la vez, sensual sonrisa que a ella le hizo temblar de nuevo.
- Eran todo insinuaciones sexuales -le dijo ella riéndose.
- Y no me sirvieron de nada. Al final me hiciste más caso besándote que otra cosa.
- Es que tus besos son adictivos, Brahim -ella le sacó la lengua y se agarró de nuevo a esos brazos, esos que deseó que nunca abandonaran su cuerpo.
Acabaron sentados en la toalla mientras veían como los pájaros se acercaban al lago. Sus manos estaban unidas. Lucía tenía su cabeza apoyada en su hombro, disfrutando de las caricias del chico en sus dedos.
- ¿Echas de menos a tu madre, Lu? -La rubia tragó saliva levantando la cabeza del hombro del chico. Lo miró entristecida. Como siempre que pensaba en ella.
- Mucho. Y a veces me regaño a mi misma porque no pienso todos los días en ella -le admitió con algo de tristeza en su tono de voz.
- Es normal, Lu. No puedes estar las 24 horas pensando en tu madre. Si no, no vivirías -le explicó él, pues a Brahim le pasaba exactamente igual con su padre. Había veces que se recriminaba el no haber pensado en él.
- Es que... tantas cosas que me hubiera gustado contarle...
- ¿Le hubieras hablado de mí? -Brahim le guiñó un ojo dándole una burlona sonrisa. Lo hacía para que su pregunta no le causara tanta tristeza.
- ¡Pues claro! Y creo que se lo hubiera tomado bien, mi madre era muy comprensiva y nunca juzgaba a nadie. Eso lo aprendí de ella.
- ¡Desde luego que lo aprendiste! Porque mira que acabar saliendo con el chico malo del pueblo...
Lucía tragó saliva al escuchar las últimas palabras de Brahim. Nunca hasta ahora le habían puesto nombre a lo que había entre ellos. Sobre todo por miedo a que al otro no le gustara esa etiqueta.
- ¿Por qué pones esa cara, Lu? -le preguntó Brahim al verla mirarlo muy sorprendida.
- Es que... has dicho saliendo Brahim...
Brahim se mojó los labios y bajó su cabeza algo avergonzado. Había sido algo inconsciente. Pero era algo que sentía. Levantó su mirada y se cruzó con la de Lucía. Subió su mano hasta acariciar lentamente su mejilla como si quisiera grabar cada trozo de su piel en sus dedos.
- Nunca he salido con nadie, Lu. Pero se supone que esto es lo que se hace cuando se está con alguien, ¿no?, si fuera solo sexo, ahora mismo estarías subida encima de mí y te estaría rogando que no dejaras de moverte.
- También puedo hacer eso -le dijo Lucía en un susurro, uno que le pareció tan sensual que el cuerpo del chico se removió de forma anhelante.
- Ya, pero resulta que yo quiero más que eso -le confesó él con evidentes signos de nerviosismo, pues, ya era hora de decirle a la rubia todo lo que sentía por ella.
- ¿Y qué es lo que tú quieres, Brahim? -el tono de voz de Lucía era casi un susurro, pues, estaba algo temerosa de la respuesta que él le diera.
- ¿Es que no es evidente? A ti.
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