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1. Prólogo

Hay veranos que es mejor olvidar. Y hay otros que los recordamos para siempre.
Veranos que soñamos vivir una y otra vez. Y veranos guardados con llave en el fondo de nuestro corazón. 

El recuerdo de un amor de verano hace que el resto del año valga la pena. Dicen que los amores de verano son como burbujas de champan, intensos, nos revolucionan y nos hacen sentir bien. 

Ellos también tuvieron su amor de verano. El último antes de dejar de ser unos adolescentes y pasar a ser lo que todo el mundo esperaba de ellos, personas adultas.

No tenían nada en común. Venían de mundos totalmente diferentes y si no llega a ser por ese verano, posiblemente nunca se hubieran conocido, no hubieran sabido lo que era el sabor de sus besos, ni el roce de sus pieles, ni tantas caricias buscadas. Aprendieron a esconder sus miradas, a contener las ganas de estar juntos y a decírselo todo con una sonrisa. Se amaban locamente robándole minutos al tiempo. Aunque la palabra amor nunca llegó a salir de sus labios. 

Lo que empezó como un desafío, terminó siendo la historia de amor más intensa jamás vivida por alguno de ellos.

La primera vez que se vieron, se odiaron y al darse el primer beso, comprendieron que cuando la vida te pone el amor delante de tus ojos hay que cogerlo de la mano y no dejar que dé media vuelta.

Que no sea este el verano del último beso, ni el de los últimos abrazos.

Que sea el comienzo de ese amor que todo lo puede y todo lo derriba.

Porque nadie escoge su amor, pero el corazón sí nos escoge a nosotros.

📅 UNA TARDE CUALQUIERA

📍 MADRID

Lucia estaba terminando de beberse su taza de té mientras miraba por la ventana. El cielo estaba algo gris y amenazaba lluvia. A ella le gustaban los días así. Le recordaban a húmedos besos, a caricias escondidas y a cálidos abrazos. Todo le llevaba al verano. A aquel verano. Sonrió recordándolo con cierta nostalgia. Tanto que vivió y tanto que creció ese verano...

La puerta de la calle abriéndose con fuerza, la sacó de sus pensamientos. A los pocos segundos, su hija Amanda entró en la estancia donde ella estaba, visiblemente enfadada. En la mano llevaba una rosa roja, la cual dejó encima de la mesa de la cocina mientras se sentaba fastidiada.

- Hola a ti también -le dijo Lucía mirando como su hija apretaba sus labios.

-Perdona mamá, pero es que... estoy cabreada -Amanda, su pequeña de 20 años, que ya no lo era tanto, cruzó sus brazos a la altura de su pecho, resoplando repetidamente. 

- ¿Y se puede saber porqué? -le preguntó su madre deseosa de saber el motivo por el cual, su rostro lucía así de enfadado. 

- Mira -ella le señaló la rosa que lucía roja y fresca sobre el mantel de hilo blanco. Era bastante bonita, y se notaba que había sido cortada ese mismo día. 

- Es muy bonita hija. ¿Y eso?

- Pablo me la ha regalado -Lucía intentó contener una sonrisa, pues conocía perfectamente al emisor del regalo.

- Ah -fue lo único que acertó a decir, pues quería darle ese tiempo a su hija, para que pudiera contarle que era lo que le atormentaba tanto de ese regalo. 

- No, ah no, mamá -Amanda miró a su madre muy disgustada, mientras ésta, ella contaba hasta cinco mentalmente.

- ¿Entonces? ¿Qué pasa? Creí que te gustaba Pablo, hija -eligió sus palabras con mucho cuidado pues a veces, las reacciones de su pequeña rubia, eran impredecibles. 

-¿Quién te ha dicho a ti que me gusta? -las mejillas de su hija se pusieron de pronto de color sonrosado mientras ella bajaba sus ojos algo avergonzada. 

- Pues tu cara cada vez que lo miras, y que ahora estás como un tomate -le contestó su madre, evidenciando algo de lo que ella llevaba tiempo dándose cuenta. 

- ¡No me gusta! -le dijo ella casi gritando para negar lo que su madre le decía. 

- Claro. Ni a mi tampoco me gustó tu padre la primera vez que lo vi -Lucía rodó sus ojos y sonrió al recordar ese momento, el momento en el que todo su mundo cambió por primera vez y su vida ya no fue la misma a partir de ese día.

- Somos tan diferentes mamá -Amanda chasqueó su lengua con fastidio. No había negado mucho que Pablo le gustara, pero si, había buscado otra razón para que no lo hiciera. 

- Y esa es la gracia, Amanda. Si fuerais iguales, te aseguro que te aburrirías -le señaló su madre sentándose por fin, cerca de su hija. 

- Pero es que... -Amanda intentó replicarle. Su hija le recordaba tanto a ella. Pero con un par de años más.

- ¿Es que, qué Amanda? -el tono de Lucía evidenciaba su desacuerdo con su hija, algo que nunca le ocultaba. 

- Pues que Pablo no deja de ser uno de los chicos a los cuales ayuda papá...

Lucía miró a su hija y cogió aire con fuerza. Sabía que Amanda bebía los vientos por Pablo. Las pocas veces que los había visto juntos se había fijado como se buscaban constantemente con la mirada. Por eso no entendía que su hija negara lo que sentía por él, y que le diera una razón tan sumamente absurda.

- ¿Sabes, Amanda? Si a ti te gusta Pablo, que sé que te gusta, deberías dejar de pensar en lo que él es o deja de ser, para centrarte en lo que realmente sientes, mi vida -le aconsejó Lucia intentando ser paciente con su hija. 

- Ya. Pero es que Tris dice...

- ¡A Tris que le den, Amanda! Joder, deja ya de dejarte influenciar por tus amigas, sobre todo por esa a la que no le hacen contacto las neuronas -le respondió ella muy cabreada. Algunas amigas de su hija no daban para más aún, juntando sus cerebros. 

- ¡Mamá! -le dijo su hija mirándola alucinada pues no esperaba para nada oírla hablar así de las que eran sus amigas. 

- Ni mamá ni leches, Amanda. Creo que ya va siendo hora de que te cuente una historia... -Lucía miró la rosa que descansaba en medio de la mesa y sonrío. Ya era hora de abrirle los ojos a su hija, y de que tuviera más perspectiva de la vida. 

- ¿Qué historia mamá? -le preguntó ella deseosa de saber que tenía que contarle. 

- La historia del mejor verano de mi vida. Aquel verano en el que supe lo que era estar enamorada, pero enamorada de verdad... -un suspiro salió de la garganta de Lucía, recordando, precisamente, ese verano. Ese que jamás olvidaría, por más que pasaran los años. 

- ¿Y eso lo sabe papá? -la pregunta de su hija le hizo reír. Su pequeña Amanda sabía muy poco de su historia de amor. Y ya iba siendo hora de que la supiera. 

- Lo sabe papá -le respondió ella para, segundos después, agarrar una de sus manos con mucha dulzura. 

- ¿Y no está enfadado? -Lucía chasqueó de nuevo su lengua y agitó su cabeza de un lado a otro un par de veces. 

- Amanda. Cállate y escucha ¿quieres? quizás cuando termine tengamos suerte y corras a darle las gracias a Pablo por la rosa -su hija abrió mucho sus ojos y ahora fue su turno de negar con la cabeza. 

- Muy bonita tiene que ser tu historia para que lo haga... -le dijo ella rodando sus ojos un par de veces. 

- Créeme lo será....todo comenzó hace 25 años más o menos...

*** De nuevo os traigo ésta historia, la cual he querido editar, sin cambiar la trama pero, enriqueciéndola y también, para corregir algunos fallos gramaticales y ortográficos. Para los que ya la habéis leído, os invito a leerla otra vez, y para los que no la habéis hecho, espero que os guste y que os enamoréis de Lucia y de Brahim.

Debido a un cambio en la política de contenido de Wattpad, en esta historia, Lucia y Brahim tendrán ambos 18 años, y la edad para salir de Él Castillo, serán los 19 para no cambiar más la trama de la historia, y no vulnerar el código ético de Wattpad.

Quiero dedicarle este prólogo a NaraBiebs, espero que ahora si puedas leerla completa. Muchos besos y abrazos para todos ***

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