- Mamá, no pienso tomarme ese laxante otra vez. Sabe asqueroso.
- Piensa que si no el estreñimiento irá a peor y te dolerá la barriga mucho.
- ¡Mamá!
- ¿Hola?-saludó al abrir la puerta.
- ¡Alex! - se sorprendió Leyre.
- ¿Quién? - preguntó su madre tornando su vista hacia la entrada a continuación-Ah.
- Yo...yo, yo soy... un amigo de Leyre.
- Perfecto, pero hija, la próxima vez que venga a visitarte tu novio avísame.
Cálidos noté sus pómulos, aún sin haberlos palpado. Rojo atardecer en esas mejillas, suave y tenue. Como ella, y su vida, que parpadeaba sin saber que camino coger. La joven pensó en su cabeza un argumento con el que negar la relación amorosa que mantenía. Le placería desmentir aquella idea. Pero... ¿cómo hacerlo cuándo no existía verdad más pura? Aquel chico no era su novio. No guardaban una situación descriptible con tales palabras. Entre estos barcos perdidos en el mar, se encontraba algo más. Un vínculo, un lazo, unido no hace mucho. O puede que siglos llevará fijado este suceso, dos corazones, coincididos en un ascensor¿Existen las casualidades? La muchacha poseía una cabeza transitada por los cantos de colíbris y golondrinas. No hallaba en su conciencia conocimiento de una definición certera sobre si eso era amor, o incluso más¿Pero acaso consta existencia en la galaxia de algo más profundo que este término? Leyre decidió cortar a su madre:
- Sólo somos amigos. Simples amigos.
- Sí, cariño. Bueno, ya que parece que ahora nos permitimos mentir, voy a ver cómo va mi plantación de marihuana-antes de desaparecer trás la salida se acercó al oído del muchacho - Cuídamela.
Ahora la habitación, únicamente la ocupaban dos almas. Dos almas¿Destinadas?

OS AMO. Bueno, aquí tenéis mi empalagosa prosa. Cuidado con la diabetes. Votad y comentad, por favor. ♡♡♡♡♡♡♡♡♡♡