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Capítulo 2: Tic, Tac.

Los malos presentimientos tienen la costumbre de acertar”.

Ashton despertó de su ensimismamiento con el bullicio de la ciudad y el sonido del claxon de los coches. Había permanecido un buen rato observando con ahínco la enorme pantalla en la que Eileen Causey se había proyectado.

Antes de que la joven Eileen desapareciera, le mencionó al detective que: la ciudad de Grivan cobraría sentido cuando ella estuviera muerta. ¿Se refería a los vídeos que ella misma ideó e ingenió para dar a conocer?

Cuando inspeccionó el apartamento de la muchacha, pudo visualizar que la tarjeta SD de la cámara de video, la cual era suya, no estaba. Dado el desorden desmesurado de la vivienda, imaginó que alguien entró buscando lo que Eileen tenía en su poder. No era muy descabellado pensar que pudieron deshacerse de la chica por saber demasiado. En Grivan quiénes tenían alto conocimiento de la realidad, no eran bienvenidos.

Al tener constancia de que hackearon las ondas de radio y televisión, demostraba que Eileen se aseguró de darle aquella memoria a alguien conocido para que así se encargara de retransmitir su juego si ella ya no estaba para hacerlo.

No tenía muchos datos del amigo de la joven Causey, pero por cómo reaccionó en casa de ella y las fotografías conjuntas, eran muy cercanos.

Se encargaría de mirarlo muy de cerca.

—Vosotros tres —señaló el detective a los chicos sospechosos que siguieron a Eileen la noche pasada—. A comisaría, a declarar.

—Hermano, ya te hemos dicho que no tenemos nada que ver en esto.

—Pues como no tenéis nada que ver, no os importará hacer vuestra declaración. Así que marchando. Entrad en el auto.

—¡Vas a matar a mi jefa de un disgusto como se entere! —exclamó uno, negándose a entrar.

Ashton puso los ojos en blanco. No era la primera vez que se enfrentaba a chicos como aquellos.

—Entra en el auto pacíficamente o serás arrestado por resistencia a la autoridad.

Los tres chicos se miraron cómplices ante las palabras del detective. Cierto era que no querían problemas con la policía, así que finalmente accedieron a declarar a regañadientes.

Una vez en comisaría, su compañero Marcus Forney se levantó de su escritorio observando con curiosidad a quienes había detenido Roux. El primero hizo una mueca de desagrado ante el olor a cannabis que desprendían todos ellos. Luego preguntó:

—¿Quiénes son estos mindundis?

—¡Eh! ¡Mindundi tu madre! —se defendió uno.

—Llévalos a la sala de interrogatorio. Pasaré en seguida —informó Ashton.

—De acuerdo.

—Oye —lo llamó recordando algo—. ¿Los ordenadores de la comisaría también han sido hackeados por la imagen visual de Eileen Causey?

—Sí. ¿Estás seguro de que tu vecina estaba bien de la cabeza, Ashton? Nos hemos llevado un buen susto. Era imposible detener aquello. No sé qué diablos ha querido decir, pero tengo malas vibraciones.

—¿Malas vibraciones, por qué?

—Porque no ha sido un video que tú y yo hayamos visto, lo ha visto todo Grivan. Y había matones piropeando su discurso por las calles. ¿Entiendes por dónde voy?

—No. Explícate.

—Se podría estar ganando un público, Ashton. Un público no recomendable. No sabemos qué tipo de repercusión causará esto en Grivan, pero mucho me temo que no será bueno. Estamos hablando de que tu vecina tenía planeado esto.

—Si lo tenía planeado quizá es porque sabía que algún día irían tras ella. Tampoco ha dicho nada que no fuera cierto. Grivan es oscura, Marcus.

—¿Has hablado con tu padre?

Ashton frunció el ceño.

—¿Por qué lo preguntas?

—Es el alcalde de Grivan. Algo debería decir ante esto.

Roux guardó silencio y Marcus prefirió hablar con él en otro momento, ya que debía llevar a los tres jóvenes a la sala de interrogatorio.

El joven detective se acercó a su escritorio para sentarse en la silla y observar su ordenador. No había permanecido en comisaría cuando hackearon todo, pero en el exterior fue mucho más espeluznante. La confusión e inquietud se engendró en la mayoría de ciudadanos, como en Ashton. Si Eileen quería jugar a un juego, no sería rápido ni fácil.

Iba a ser un rompecabezas.

El hombre se despeinó su cabello castaño sobre sus dedos y soltó un bajo suspiro. Luego cerró los ojos agachando su cabeza sobre la mesa de escritorio. Permaneció así durante algunos segundos, pero empezó a alarmarse cuando el bullicio de los teléfonos sonando y los agentes de aquí para allá, fue suplantado por un silencio ensordecedor. Él levantó la vista para observar el panorama: no había absolutamente nadie.

—¿Qué...?

Unas manos bajo el escritorio subieron por su entrepierna haciendo que el inspector se echara para atrás con la silla. Bajo la mesa se manifestó quien ya conocía.

Luego una risa femenina inundó sus oídos.

—¿Echando una cabezadita, detective?

—Eileen...

Ella se subió a la mesa de escritorio sentándose de piernas cruzadas. Su falda de cuadros rojas y sus medias de rejilla llamaban su atención. Su melena oscura y el flequillo recto sobre la frente le daban un aspecto imponente.

—No. Otra vez estoy soñando. Esto no tiene sentido.

—Todo tiene sentido si usted se lo da.

—¿Por qué demonios sueño contigo? —inquirió.

—¿Por qué no soñar conmigo? Soy una chica de ensueño.

—Respondes mis preguntas con otras preguntas. Te gusta jugar.

Ella sonrió.

—Ya le dije que esto es un juego. ¡El Show de Eileen Causey!

—¿Por qué? ¿Por qué quieres hacerlo de este modo?

—Porque no hay mejor modo de irse, que marcharse a lo grande.

Ella se bajó de la mesa para posicionarse frente al hombre. Luego se sentó en su regazo fingiendo ser una niña consentida.

—¿Sabe? Aquellos que están nerviosos por mi discurso, son los mismos que temen que una mujer revele los secretos que se han empeñado en ocultar. ¿Es más fácil creerle a un hombre de traje y corbata solo por el hecho de ser de bien? ¿Por qué no se debería creer a un matón, a una fulana o a un ladrón? Creo que los verdaderos nobles de una ciudad no son la gente bien vestida, los verdaderos nobles somos la escoria, lo que todos repudian, lo que la gente de bien no se digna a mirar por la calle.

—Me estás volviendo loco. Cada vez que hablas es...

—¿inspirador? Lo sé. Es unos de mis encantos.

—Iba a decir asfixiante.

—También es uno de mis encantos.

La joven se levantó de su regazo para caminar por su alrededor, moviéndose como un felino juguetón.

—Dime una cosa.

—Dispara —dijo ella.

—¿Estás muerta?

La mano de un agente llamó la atención del joven detective, despertándolo del sueño. Ashton se levantó de un sobresalto y, por instinto, miró bajo la mesa de su escritorio. Casi creyó que de ahí saldría Eileen, pero no. Volvió a la realidad.

—Detective Roux. Le solicitan en la sala de interrogatorio.

—Voy enseguida.

Interrogar a aquellos tres chicos no fue más que una pérdida de tiempo. Declararon que siguieron a Eileen porque les pareció una chica muy hermosa y que les resultó gracioso hacerla sentir nerviosa siguiéndole en la oscuridad. Ashton les advirtió que a nadie más le hicieran pasar ese mal trago, porque era acoso callejero. Los tres varones se mostraron arrepentidos.

Dicho aquello, Ashton les acompañó a la salida.

Al anochecer, Ashton llegó a su apartamento cuando observó la puerta de al lado de su conocida vecina. Las cintas amarillas advertían de que nadie entrara, pues era asunto de la policía.

Sacó su móvil del bolsillo del pantalón para llamar a su padre, el alcalde de Grivan. El señor no tardó mucho en responder.

—¿Qué opinas de lo que ha ocurrido esta mañana? —fue al grano.

—Una broma muy pesada. Una chica de veinticinco años pretende asustar a toda una ciudad con un discurso ridículo. No son más que palabras.

—¿Palabras? —enfatizó él—. Esa chica desapareció anoche. Esta misma mañana hemos encontrado la cerradura forzada y sangre en la vivienda. Es muy necio pensar que esto se quedará en solo palabras. Siempre hay una secuencia de causa y efecto.

Ashton introdujo la llave para entrar en su vivienda.

—¿Y qué quieres que diga a eso, Ashton? Si esa chica llamada Eileen Causey ha desaparecido, cuando la encontréis, detenedla por hackear las emisoras y las ondas de radio y televisión. Eso es un delito penal.

El alcalde Corwin siguió hablando sobre lo mal que le parecía que aquella chica aún no hubiera sido localizada a lo que su hijo despegó el móvil de su oreja esperando a que dijera algo con fundamento.

—... Preocuparse por una mujer con complejo de villana no entra en mis planes.

—¿Alguna vez te has preocupado por alguna sola mujer? —recalcó él con rencor.

Su padre hizo una pausa de silencio. Luego dijo:

—¿Me has llamado solo para sacar asuntos del pasado? Porque no me apetece este drama...

Ashton dejó de prestarle atención cuando observó con vehemencia cómo su portátil de su pequeño escritorio se encendía solo. Despegó su teléfono de su oreja dejando caer su brazo. Oía la pequeña voz de su padre llamándolo, pero hizo caso omiso.

Luego colgó la llamada.

Él se acercó con lentitud al ordenador portátil y casi se caía del susto cuando Eileen apareció tras la pantalla. Por como lucía el fondo, y los pósteres con símbolos extraños, supo que era su apartamento.

—Hola, vecino —dijo ella—. Supongo que si está viendo este video es porque el juego ha comenzado. Y sí, usted es mi peón favorito. He ocultado varios fragmentos por toda la ciudad. Lo que entienda por fragmentos lo dejaré a su imaginación. Quiero que se dirija a lo alto de la Torre del Reloj. Encontrará una pequeña caja, ábrela y haga el resto. Recuerde que son más de cien escalones. Va a sudar. Tiene una hora.

—¿Una hora? ¿Por qué demonios tengo tiempo?

Eileen respondió como si hubiera escuchado sus preguntas.

—Yo que usted no preguntaría porqué tiene tiempo. Porque... el tiempo es oro. Tic, tac. Corra.

Dicho aquello, una cuenta atrás se produjo tanto en su portátil como en la pantalla de su móvil. Intentó detenerlo, pero era imposible. No había modo de pararlo. Ni siquiera daba opción de apagarlo.

Era sádico, perturbador e intrigante. Notó la adrenalina subir por su cuerpo. No era posible que por "fragmentos" se refiriese a bombas, pero ella jugó con las palabras, jugó con su imaginación. Sabiendo perfectamente que dudar era perder el tiempo y que, si quería averiguarlo, debía ir.

Y Ashton corrió como alma que lleva el diablo.

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