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Capítulo 1: El Show de Eileen.

“Nunca te rindas ante la superioridad del enemigo. Recuerda que el único que puede destruirte eres tú mismo”.


«¡Ashton! ¡Incorpórese, ya!»

Ashton Roux se levantó de un terrible sobresalto al escuchar aquella fémina voz ordenando que se levantara de una vez. Miró su alrededor, aturdido. Vivía solo como para haber escuchado la voz femenina de alguien dentro. Se había quedado dormido en el sofá después de haber permanecido viendo la televisión de madrugada. No solía conciliar bien el sueño y tampoco era que pudiera dormir mucho dado su trabajo como detective. Tuvo que apartarse el sudor frío de su frente. El corazón le latía muy deprisa e imaginó que la pesadilla se lo había provocado.

A su mente llegó Eileen Causey, su vecina. La noche anterior la vio muy agitada ante la presencia de tres jóvenes que la habían estado siguiendo. En Grivan la seguridad era escasa, pero cuando los matones veían a la policía llegar, huían como ratas. No obstante, la corta conversación que mantuvo con ella, le había dejado lo suficiente pensativo como para preguntarse: «¿por qué dijo aquello?» Era, sin duda, una joven peculiar.

El joven detective se alistó y, cuando iba dispuesto a marchase del apartamento, se percató que la puerta de su vecina se encontraba entreabierta. Todo Grivan sabía que debían asegurar la vivienda con cerrojo ante posibles allanamientos de morada.

No supo si fue su intuición, pero algo no le olía bien. Mostrarse desdeñoso e indiferente ante una vivienda abierta de tal forma iba contra él, más sabiendo que Eileen siempre fue precavida.

—¿Causey? ¿Estás en casa? —La llamó esperando oír respuesta, pero solo obtuvo silencio.

Roux se adentró en el apartamento. Deslizó la puerta con cuidado de no hacer ruido y observó la casa. Había un desorden descomunal y, aunque Eileen nunca fue muy ordenada, aquel desastre mostraba indicios de allanamiento. Cajones y armarios se encontraban abiertos, ropa tirada en el piso y la lámpara de pie del salón yacía en el suelo.

Pudo visualizar un increíble gusto por la brujería. Poseía un montón de símbolos como pósteres que Ashton desconocía. Ella siempre fue un tanto excéntrica, extravagante y curiosa, como su forma de vestir.

Era un pequeño apartamento donde se juntaba salón, cocina y dormitorio en uno. Salvo por el baño.

En el salón contempló un pequeño altar con una fotografía en el centro rodeada de velas. Era su hermana Annika. Se suicidó, supuestamente, hacía dos años.

Estudió las sábanas de la cama. Estaban desechas como si la chica hubiera permanecido ahí no hacía mucho. En su mesita de noche había un libro del autor Lovecraft.

—«La ciudad sin nombre» —leyó Ashton el título de este.

En su habitación tenía un trípode junto a una cámara, pero la tarjeta SD no estaba, por lo tanto el contenido de los vídeos o fotografías no eran posibles examinarlas.

La ausencia de Eileen era evidente. No yacía en el apartamento.

El detective abrió la puerta del baño y ahí fue cuando sus sospechas se hicieron ciertas. Había sangre por el suelo y el espejo estaba hecho añicos. Tuvo que informar a su departamento de lo ocurrido.

—¿Eileen Causey? ¿No es esa tu vecina? —interrogó su compañero Marcus que inspeccionaba la escena.

Marcus Forney era más mayor que Ashton. Solía llevar siempre un sombrero fedora, ya que, según él, le hacía meterse más de lleno en su papel de inspector.

—Sí —respondió Ashton desde el baño. Estaba de cuclillas, recogiendo uno de los cristales con sangre para guardarlo en una bolsita transparente y examinar si la sangre perteneciente era de Eileen.

Marcus examinó una fotografía depositada en la mesita del salón. En la imagen salía Eileen, su hermana y un varón desconocido.

—Quizá simplemente se ha ido de Grivan —opinó su compañero—. Esta ciudad no es para muchos.

—Forney —lo llamó Ashton por su apellido—. Hay restos de sangre en el baño y la puerta principal ha sido forzada. Está claro que ha ocurrido algo.

Marcus le dio la razón asintiendo.

—¿Qué hay de este chico? Puede que sepa algo de Eileen —señaló la fotografía en mano.

No hizo falta buscar información del susodicho ya que el joven se presentó en el apartamento.

Al ver a dos hombres en la vivienda de Eileen se alarmó y preguntó, receloso:

—¿Dónde coño está Eileen? ¿Quiénes sois?

El desconocido tenía el mismo gusto de vestir que Eileen Causey. Llevaba una camisa de cuadros roja y negra que, bajo ella, dejaba mostrar una camiseta por el grupo «Nirvana», pantalones oscuros y un piercing en forma de aro en su nariz, que se conocía por “nostril”.

Antes de que el chico sacara sus propias conclusiones, Ashton se aproximó para decirle:

—Disculpa la confusión. Somos del departamento de policía de Grivan —mostró su tarjeta de identificación.

—¿Por qué dos maderos están en casa de Eileen? —Él reconoció a Ashton y lo señaló con el dedo—. Colega, ¿tú eres el vecino guaperas de Eileen? Joder, cabrón. Sí que eres guapo para ser poli.

Aquella jerga era muy común en jóvenes así.

Ashton carraspeó su garganta con cierta incomodidad. No sabía cómo recibir aquel halago.

—Me llamo Kori Bianchi —dijo—. ¿Dónde está Eileen? Llevo llamándola toda...

No terminó la frase al ver que el detective Roux tenía en sus manos una bolsita con un cristal bañado de sangre junto a un bastoncillo del mismo fluido. Kori apartó a Ashton de su camino para adentrarse con profundidad en la casa de su amiga y ver si ella se encontraba dentro.

—¡Eileen! ¡Eileen!

Marcus y Ashton se miraron cómplices.

—Kori, cálmate, por favor —trató de apaciguar el joven inspector.

—No puede ser, no puede estar pasando... Eileen, tú no... —balbuceó Kori.

Los dos prestaron mucha atención a las palabras de Kori.

—¿Sabes algo de su desaparición? ¿Habló contigo anoche? —inquirió Marcus.

Kori se llevó las manos a la cabeza, sumido por la preocupación y el miedo de saber que su amiga había desaparecido.

—¡Kori! ¿Puedes darnos alguna respuesta? Facilítanos la investigación de Eileen Causey —insistió el joven inspector.

—Lo único que sé es que Eileen dijo que quería destapar la verdad.

—¿Cuál verdad?

—Esa es la cuestión. Que nunca me dijo qué verdad. Ella sabía más que todos nosotros. Y supongo que esa razón es la que la ha llevado a no estar hoy aquí.

—No deberías afirmar que está muerta. Aún no se sabe nada.

—¿De verdad, guaperas? Esto es Grivan. La ciudad cuya ley besa el culo de muchos.

Kori se acercó al retrato de Eileen, donde posaba junto a su hermana. Sus ojos se humedecieron, pero evitó que las lágrimas resbalaran. Luego miró con vehemencia a Ashton y le comentó:

—Por lo que más quiera, encuentre a Eileen. Haz de este caso, su caso.

Dicho aquello, Kori se marchó del apartamento.

El detective esperaba los resultados de sangre de la Científica para que determinara si la sangre pertenecía a Eileen. Yacía sentado cuando notó que sus párpados le comenzaron a pesar haciendo que le fuera imposible no caer en el sueño. Se encontraba débil y aletargado. No comprendió qué se lo provocó, pero dedujo que era la falta de sueño.

Y Eileen apareció ahí, a su lado. Sentada de piernas y brazos cruzados. Entendió que estaba soñando.

—Hola, detective Roux.

—¿Qué...? ¿Eileen?

—La misma. ¿Se acuerda cuando le felicité su treinta cumpleaños con un dibujo patético bajo la puerta, vecino? Nadie se acordó de su día, salvo yo. Aquel día le vi entrar con una tarta para sí mismo y unas velas. No me hizo falta preguntarle si era su cumpleaños.

Ashton sonrió al recordarlo.

—Fue un detalle enternecedor.

Eileen lo observó con seriedad. Sus ojos turquesas se clavaron como agujas en el rostro del inspector.

—Esto es un juego. Y usted va a participar de lleno. Descífreme. Descifra su entorno. Descifra a Grivan.

—¿Por qué esa insistencia por afirmar que Grivan esconde algo?

Eileen ladeó su cabeza como siempre hacía cuando no estaba de acuerdo con lo que oía.

—Porque sino no hubiera desaparecido, detective Roux —respondió—. Échele imaginación.

Él no podía tomarse en serio las palabras de Eileen si yacía en su subconsciente. Daba por hecho que soñaba y que por ende perdía credibilidad.

—¿Esto es un simple sueño?

La chica se acercó a su rostro cosa que hizo que él se tensara, pero por alguna razón, no podía esquivar su mirada. No tenía agilidad para apartarse ni moverse.

Eileen parecía controlarlo.

—Hmm, no sé. ¿Está soñando o... estoy en su cabeza?

—¡Detective Roux! Llevo un buen rato despertándolo —le sacó del sueño la Científica—. ¿Está bien?

La Científica Elvira Hayes, una mujer de media melena castaña y complexión delgada contenía en sus manos la muestra de sangre del cristal hallado en casa de Eileen.

Ashton se incorporó del asiento observando su alrededor. La mujer se percató que buscaba a alguien con la mirada cosa que la hizo extrañar, pero no preguntó.

—Las muestras afirman que la sangre es de Eileen Causey —informó.

El joven tragó saliva, aunque ya lo sabía.

—Está bien. Gracias, Elvira.

Ella se despidió y volvió a su centro.

Ashton se dirigía al estacionamiento para marcharse en su vehículo cuando reconoció a los tres varones que la noche anterior habían seguido a Eileen. Estaban en una callejuela donde desprendía un intenso olor a cannabis. Uno de ellos se percató de la presencia del inspector haciendo que tirase el canuto al suelo.

—¡El poli! ¡Apaga eso, cabrón! Que sino nos lleva al talego.

—¡Vosotros! Como salgáis huyendo tendremos un serio problema.

—Amigo, solo es un poquito de maría.

—Me importa muy poco la maría. ¿Dónde está Eileen Causey?

—¿Quién es esa?

—La chica a la que siguieron anoche. Ha desaparecido.

—No, no, no —alzó sus manos al aire—. Podremos haberle dicho guarrerías por la calle, pero no nos acuse de algo tan grave, hermano.

—Le dijisteis que por vestir de cierta manera le pasaría algo malo. ¿Esperan que no juzgue eso después de haber desaparecido?

Ninguno de los presentes pudo prever lo que sucedería a continuación: tanto cadenas de televisión, como ordenadores, redes y radios fueron hackeados por la imagen en movimiento de una fémina que Ashton Roux conocía de antemano. Eileen Causey. Sabía que eran vídeos pasados después de haber hallado la videocámara en su domicilio, pero no su contenido.

Alguien manipuló las ondas de radio y televisión para retransmitir aquel mensaje.

Los ciudadanos de Grivan no entendían lo que sucedía. Algunas personas se detuvieron frente a los escaparates de televisiones para prestar atención a lo que sucedía, otras permanecían inmoviles observando los altos edificios que proyectaban la enorme presencia de la muchacha y otras veían y escuchan el mensaje desde sus casas.

—¡Grivan! Te amamos —se manifestó su voz en toda la ciudad—. ¿Cuántas personas se enorgullecen de ser ciudadanos de esta bella y funesta ciudad? Mujeres y hombres se han roto el cuello por la libertad de expresión que el Gobierno ha jurado defender. ¿Cuántas bocas han sido silenciadas por miedo a sacar la verdad a la luz? ¿Cuánta corrupción y sobornos ha habido y sigue por haber? ¿No les preocupa haberse adaptado, y hasta sentirse cómodos, en esta sociedad tan terriblemente enferma? Queridos ciudadanos, si estáis viendo esto, es porque yo, Eileen Causey, han intentando deshacerse de mí. Pero, ¿saben qué? A través de las ondas de radio y la televisión permaneceré pegada en vuestras cabezas durante días y días. No me iré sin más. Todavía tengo mucho que ofrecer.

—¿Qué es esto? ¿Qué clase de publicidad nueva es esta? —dijeron los transeúntes.

—Debo haber tocado alguna fibra sensible de alguien allá arriba, porque ahora dicen que estoy en aprietos —continuó Eileen—. Ni incluso muerta me van a callar. He recogido mierda toda mi vida y ahora os la estoy salpicando —la joven se acercó a la cámara como si observara a todos y cada uno de los espectadores que se encontraban viéndola. Sus penetrantes ojos turquesa se clavaron en el objetivo de la cámara—. Yo soy el revolver que apunta hacia la pequeña Grivan para atacar su personificación. La cabecilla de este circo de peones despreciables. Veamos cuántos se ponen nerviosos por lo que tengo que decir. Me quisieron callada y no vieron venir este truco de magia. ¡Tachan! ¡Sorpresa, cabrones! —vociferó—. Eileen seguirá aquí para recordarles que: «Nunca te rindas ante la superioridad del enemigo. Recuerda que el único que puede destruirte eres tú mismo». Vamos a divertirnos un rato. ¡Este es el show de Eileen Causey! ¡Os quiero!

La joven tiró un beso a la cámara seguido de una peineta.

El bullicio y las especulaciones que generó después de la retransmisión, los comentarios de los cuidados llegó a oídos de Ashton.

—¿Quién es esa chica?

—¡Dios mío! ¿Qué ha querido decir? ¿Grivan esconde oscuros secretos? ¿Han querido deshacerse de ella?

—Tiene mucho odio dentro.

—¡Está loca! ¡Enciérrenla en el manicomio!

—Es guapísima, ¿no crees?

Eileen Causey sembró desde dudas, inseguridad y miedo, hasta halagos y descarados piropos.

Todas las personas del centro siguieron su camino, menos Ashton Arius, que se había quedado inmovilizado mirando la pantalla en la que antes se encontraba la imagen de ella.

«¿Qué intentas conseguir con esto, Eileen? ¿Qué tipo de efecto vas a provocar en la ciudad de Grivan?», penso para sí mismo.

Alguien con una gran inteligencia sobre la tecnología hackeó de manera espeluznante todo el alrededor. Con el único fin de dar a conocer lo que Eileen llevaba tiempo preparando.

El show de Eileen Causey iba a dar mucho juego en Grivan.

Un juego que ninguno estaría preparado.

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