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08 | Investigaciones y cabos sueltos.


Miró a Jenna de reojo, ella solo levantó una ceja.

—¿Era necesario que vinieras conmigo?—masculló. La castaña dejó la bolsa sobre el sofá con gesto cansado—Aún no me olvido de la dirección de mi casa, ¿sabes?

—No, pero sí te has olvidado de que necesitas comer y dormir para sobrevivir...—se quejó, hastiada. Puso ambas manos en sus caderas y Ruby se preparó para el sermón—¿Qué está mal contigo, Ruby?

Esa pregunta la descolocó.

—¿Perdona?

Ella frunció el ceño.

—Me has entendido perfectamente—la señaló con un pulgar acusatorio—. ¡No puedes jugar así con tu salud, joder!

Dio un paso atrás. Jenna rara vez soltaba tacos. En serio estaba enojada. La pelinegra se pasó las manos por el pelo, agotada.

—Estoy...bien—aún le costaba algo hablar demasiado por los estúpidos medicamentos, pero por lo demás en serio estaba bien. O eso quería creer—. No hay ningún problema.

—Mientes, Ruby—agachó la cabeza—. Quieres hacernos creer a todos que estás bien, pero no es verdad. Nadie deja de dormir y comer porque sí. Algo te pasa y no me lo cuentas, joder—subió los ojos hasta ella—. ¿He sido una amiga tan mala que no puedes confiar en mí?

Mierda. Chantaje emocional.

Negó.

—No me pasa nada—repitió, ella volteó los ojos y bufó con exasperación.

Se acercó a la puerta murmurando maldiciones.

—Quiero ayudarte, Rub...—frunció los labios—. Pero tú no quieres ayuda. Así no puedo hacer nada por ti. Buena suerte, ojalá te mejores. De verdad.

Y con eso se fue, dejando a Ruby con un mal sabor de boca.

*

Se pasó el resto de la tarde acostada en el sofá rodeada de los documentos del caso Ghost Killer, como había llamado a todos los asesinatos cometidos. Todos tenían puntos en común. Pequeños, pero ahí estaban.

Pero, sin duda, el más intrigante era el de Nora Altzman.

Se quedó unos minutos recordando los interrogatorios. No había sacado demasiado de ellos, solo pequeñas cosas que no resultarían demasiado útiles. Pensó en todo lo dicho por su novio, su amiga y su ex-jefa. El testimonio de su amante le hubiera venido de hostia para sumar piezas al rompecabezas, pero su cuerpo había elegido ese preciso momento para desfallecer.

Un flashback de sus ojos mirándola fijamente le hizo ponerse las manos en las sienes.

Joder, qué dolor de cabeza.

Se tomó unas pastillas para aliviarlo y siguió con su investigación. Había dejado la mesita de centro de la sala a tope de papeles pero a la mierda. Necesitaba resolver eso y darle una patada en la cara a su ex-marido.

Sacó el ordenador y tecleó el nombre de Rhys Lombardi en el buscador. Al incio le salieron pestañas de cientos de revistas de farándula y unas cuantas de deporte.

''Rhys Lombardi fue visto discutir con la afamada diseñadora Stephanie Meier en la entrada de un restaurante del centro''.

''Rhys Lombardi fue captado muy cariñoso con dos empleadas de su actual pareja la famosa diseñadora de modas Stephanie Meier''.

''Rhys Lombardi sale victorioso en combate contra aclamado luchador danés en bestial pelea en el ring más famoso de Europa''.

''Rhys Lombardi es visto en alto estado de embriaguez en el lobby de lujoso hotel acompañado de dos damas de compañía''.

''Rhys Lombardi es captado en plena calle peleando con la famosa diseñadora Stephanie Meier, ¿crisis de pareja?¿Está fallando el amor en la pareja más controversial de la farándula?''.

Después de un rato cerró el portátil y se pasó las manos por el mentón. Algo no cuadraba. No sabía qué. Solo sabía que su instinto le decía que a esa ''relación'' le quedaban demasiados espacios en blanco.

Se levantó y se puso una chaqueta. No hizo ni un esfuerzo porque su cara de hospitalizada mejorara, solo se tomó un vaso de agua para aclararse la voz y, tras coger las llaves y el móvil, se dirigió a la estación.

*

Al poner un pie allí, se encontró con Lucian. Él casi siempre era el encargado de vigilar la estación de noche, y un día como ese, donde todos estaban ocupados, solo podá haber alguien ahí dentro.

Saludó a Lucian y se inventó algo sobre unos papeles, le contó que se había desmayado por hambre y que estaba mejor y, después de una charla con él, entró.

Sus botas hicieron ruido en el mármol. Siguió hasta el final del pasillo y miró la puerta dando dos toques.

—¿Sí?

Bingo.

—Adrien, soy yo.

—¿Ruby?—sintió sus pasos acercarse. Abrió la puerta y la miró de pies a cabeza antes de confirmar—: Joder, Ruby, que sí eres tú.¿No deberías andar haciendo reposo?

—¿Ya te fue Jenna con el chisme?

—Está muy enojada, Ruby...—se puso serio—. Dice que no estás durmiendo ni comiendo lo suficiente. Ya estás vieja para la etapa universitaria, ¿No te parece?

Ella soltó un bufido y chasqueó la lengua.

—Están exagerando, Adrien. En serio...—pasó el peso de una pierna a la otra—Necesito tu ayuda.

—Eso explicaría qué haces en la estación a las ocho de la noche, sí.

Miró a ambos lados del pasillo y, al no ver a nadie, le hizo una seña para que se hiciera a un lado y pasó. El frío de la sala donde trabajaba Adrien le puso los pelos de punta bajo la chaqueta. Suspiró.

—Quiero...llamar a Rhys Lombardi.

Él frunció el ceño con confusión.

—Claro, mañana podemos...

—No, Adrien, me refiero a que...quiero hacerle el interrogatorio. Ahora.

—¡¿Ahora?!

—Si no lo hago me va a explotar la cabeza, tío.

—No, no, no...—tomó aire y se quitó los guantes antes de ponerle las manos en los hombros y mirarla fijamente a los ojos—Ruby, querida. Sé lo mucho que te importa este caso, todos lo sabemos. Peeero la solución no es esta, no puedes citar a uno de los sospechosos cuando la estación está cerrada. Encima de que está prohibido, es como súper peligroso. No puedes hacer algo así, no, no.

Bufó.

—Creéme cuanto te digo que debo hacerlo, Adrien. Te juro que si alguien me pregunta nunca te vi, pero por favor déjame usar el teléfono de esta habitación, te lo ruego.

—Ruby, esto es una mala idea, si el capitán Oliver se entera...

—¡Qué le den a Oliver, Adrien!—gruñó. Le tenían hasta los ovarios con el miedo hacia él.—Podríamos estar frente a un asesino en serie, no voy a poner a personas en riesgo por sus caprichos. Que se joda. No tiene ni puta idea de lo que está en juego.

Adrien se pasó una mano por la cara mirando a su compañera.

—Ruby, te vas a meter en un lío.

—Puede ser, pero será por una buena causa.

Negó, rendido y me señaló el teléfono del fondo.

—Hazlo rápido.

—¡Eres el mejor!—se burló, pellizcándole la mejilla.

—Y tú una pelota. Esta me la guardo.

Se acercó al teléfono y abrió la foto de la agenda de Nora para sacar el número de Rhys Lombardi. Dio varios toques y de repente...

—¿Aló?—su voz le dio una pequeña punzada en las sienes. Joder. Seguía sin entender esos repentinos dolores de cabeza—¿Hola?

Dio un respingo, carraspeó y habló:

—Es la Detective Evans, señor Lombardi. La encargada del caso de Nora. Sé que estoy fuera de horario, pero debemos hablar cuánto antes. ¿Lo pillo en un mal momento o puede pasarse por la estación?

Esperó mil cosas, que se negara o que le preguntara por qué lo interrogaba a una hora tan estúpida. Lo daba todo por jodido. Pero hubo un largo silencio antes de que dijera con voz queda :

—Estoy allí en media hora.

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