Capítulo 9: Historia de dos pistas, Parte 1
27 de septiembre, 5:47 PM
Centro de Detención – Celdas de prisioneros
– ¡Hey, amigo! Cuánto tiempo sin vernos... – Una voz familiar le habló a Phoenix. Al instante lo reconoció gracias a esa gabardina verde que se notaba gastada por el clima y el paso del tiempo.
– ¡Detective Dick Gumshoe! Ha pasado un tiempo, ¿verdad? – replicó Phoenix.
– ¡Un par de años, para ser exactos! – señaló Gumshoe. – Te ves bien, por cierto. Tu traje azul sin duda le gana al suéter y los pantalones de ejercicio cualquier día. – agregó riéndose.
– Y veo que usted todavía lleva su gabardina verde desde el día que lo conocí. – replicó Phoenix medio en broma. Luego atrajo su atención al distintivo en su solapa. – El traje azul no es lo único que recuperé, por cierto...
– Por supuesto, tu distintivo. Veo que no pierdes el tiempo en enseñárselo a todo el mundo. –Gumshoe sonrió con algo de burla. – Felicidades por recuperarlo, por cierto. Aun así, ¡un hombre de verdad enseña su placa de policía, y esa es una verdad innegable! – dijo mientras enseñaba su placa.
– ¡No puedo estar más de acuerdo, mi hermano de armas! – Fulbright tomó la oportunidad de enseñar también su propia placa con orgullo. – ¡Una placa de policía es símbolo de un hombre de verdad y un campeón de la justicia!
– Jajaja, ustedes dos harían un buen dúo de comedia. Por supuesto, esas placas palidecen en comparación a la mía. ¡Admírense! – Najimi extrajo su identificación de estudiante. – ¡El sello orgulloso de Najimi Osana, de quien todos son amigos de la infancia, y asistente de Phoenix Wright, Gran Abogado! [Kometani: Una identificación de estudiante generalmente se considera un paso por debajo de una placa de policía...]
El pequeño numerito hizo muy poco para inspirar admiración a los dos detectives, aunque sí le sacó unas carcajadas a Gumshoe.
– Je, ¡te conseguiste una nueva asistente muy divertida, amigo! ¡Me imagino que esta chica es la que estará ayudando al Sr. Wright a defender al joven Sr. Tadano en la corte mañana! – declaró Gumshoe.
– Bueno, Najimi técnicamente no es mi asistente... – replicó Phoenix.
– ¡Hey! ¡Eso ofende, amigo! ¡Y después de que acababa de presentarme como tal y todo! ¡Vaya forma de hacerme quedar como tonta! – replicó Najimi medio en broma, haciendo un puchero.
– ¡Hey, no puedes andar por allí diciendo "amigo" así sin más! ¡Ese es MI rasgo personal! – declaró Gumshoe enojado.
– ¡Yo digo "amigo" cuando me da la gana, amigo! ¡No es como que usted tenga los derechos sobre la palabra, amigo! – replicó Najimi desafiante.
Phoenix no pudo evitar sacudir la cabeza. («Supongo que Najimi sí me recuerda un poco a mi antigua asistente, a pesar de todo...») pensó para sí mismo. – Lo que quise decir es que Najimi no es mi asistente porque yo no soy quien defenderá al Sr. Tadano en la corte.
– ¡Así es! – Athena dio un paso al frente. – ¡Yo soy quien va a representarlo!
– Detective Gumshoe, ella es Athena Cykes. Es una de los abogados junior que trabajan para mi agencia, y este será su primer caso. – declaró Phoenix, gesticulando con la mano para dirigir la atención de Gumshoe hacia su subordinada.
– ¡Gusto en conocerte, Srta. Cykes! – Gumshoe se acercó para darle la mano a Athena con entusiasmo. – Tu jefe y yo tenemos una larga historia. De hecho, ¡yo le enseñé todo lo que sabe!
Phoenix le lanzó una mirada de exasperación a Athena y negó con la cabeza, tratando de hacerle notar que Gumshoe estaba exagerando. Ella sonrió y le asintió a su jefe, mientras el detective seguía agitándole la mano.
– Err... wow... eso suena realmente impresionante... – dijo Athena algo dudosa, con una sonrisa nerviosa. Aunque no lo conociera, podía ver que el Detective Gumshoe era alguien de buenas intenciones pero sin mucho seso, y que no habría forma de que las cosas que decía fueran ciertas. Aun así, no se sintió con ganas de lloverle en su desfile. – ¡E-es un placer conocerlo también, Detective Gumshoe! – añadió antes de retirar lo más educadamente posible su mano del apretón demasiado entusiasta del detective.
– Entonces, uhh... ¿quién es el joven Tadano que se supone que debo escoltar? – preguntó Gumshoe. [Kometani: Aquí hay una pista: busca al único estudiante que lleva uniforme masculino...]
– Umm... ese soy yo... – Hitohito levantó la mano tímidamente. – Hitohito Tadano...
– Hmm... – Gumshoe le echó una mirada al joven estudiante. – No parece que seas una mala persona. De hecho, ¡apuesto a que no lastimarías ni una mosca! – dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
Hitomi le lanzó una mirada de satisfacción al Detective Fulbright. – ¿Lo ve? ¡Hasta otros oficiales de policía creen que mi hermano es inofensivo! ¡Eso significa que no hay forma de que haya atacado a nadie! – declaró triunfante.
– Por mucho que esté de acuerdo con ese sentimiento, por desgracia no tendrá peso en la corte. – dijo Fulbright mientras se ajustaba las gafas. – Especialmente en mi línea de trabajo, he aprendido que las apariencias pueden engañar...
Gumshoe suspiró. – Supongo que tienes razón. – Se volvió hacia Hitomi. – Tu hermano sigue siendo sospechoso de un crimen, así que tengo que vigilarlo mientras ayuda con la investigación.
– P-pero... – Hitomi empezó a hablar antes que Hitohito le pusiera la mano en el hombro.
– Está bien, Hitomi. Entiendo de dónde viene el Detective Gumshoe. – replicó.
– ¡Pero los otros detectives fueron unos patanes contigo! ¿Por qué deberíamos confiar en este? –Hitomi se aferró al brazo de su hermano de manera protectora.
– Porque parece ser una buena persona. Sé que está eso de "las apariencias pueden engañar", pero el Sr. Wright confía en él, así que yo también lo haré. – replicó Hitohito, acariciándole el brazo a su hermana.
Phoenix también asintió. Aunque Gumshoe no era el oficial más brillante de la fuerza policíaca, lo compensaba con creces con su honestidad y lealtad.
– Bueno, de acuerdo, ¡pero más le vale que no te haga daño! – advirtió Hitomi.
– Sí, escuché lo que te hicieron esos dos detectives. Les juro que esos dos no son sino problemas. – le dijo Gumshoe al hermano Tadano mayor.
– Bueno, si son tan horribles detectives, ¿por qué no los despiden? – preguntó Hitomi.
– Porque la jefa de la policía parece favorecerlos por alguna razón. No estoy seguro de por qué, pero la última vez que hablé mal de ellos casi me despiden. No te culpo por desconfiar de los detectives, amiga. ¡Pero no te preocupes! ¡Yo me aseguraré que no se metan con tu hermano de nuevo! ¡Tienes mi palabra, amiga!
– Yo... está bien. ¡Pero le estaré tomando la palabra, amigo! – replicó Hitomi. Gumshoe suspiró ante el hecho de que alguien más le robase su tic verbal.
Gumshoe fue una bocanada de aire fresco para Hitohito comparado con los otros oficiales de policía con los que previamente tuvo que lidiar. La mayoría eran o indiferentes o bruscos con él, pero la rubia y el bruto enorme a quienes tuvo que soportar eran unos sádicos.
Incluso Fulbright, que fuera de hacer su trabajo era amigable y parecía sentir simpatía por él, era alguien que Hitohito prefería mantener a distancia, incluso más que el Fiscal Blackquill. Aunque Blackquill era el que tenía la apariencia más intimidatoria del dúo, con él al menos sabía bien donde estaba parado, y tenía la sensación de que bajo su acto del "Samurai Retorcido", era una buena persona en el fondo.
Fulbright, por otro lado, era alguien que por alguna razón no le terminaba de dar buenas vibras por alguna razón, pero su instinto le decía que era mejor no profundizar más. Tenía la sensación de que, quizás, Fulbright ponía un acto alegre para lidiar con las cosas horribles que habría visto como detective de homicidios, y que si intentaba averiguar más, probablemente se enfrentaría a su ira. Cualquiera que fuese el caso, era mejor mantener su distancia con el "Campeón de la Justicia".
– ¡Bueno, ya veo que todos nos hemos presentado! Eso es maravilloso. Sin embargo, está un poco apretujado en este pasillo, así que ¿por qué no nos movemos afuera donde hay más espacio? Discutiré con ustedes cuál es el plan una vez que estemos allí. – anunció Fulbright.
– Eso suena bien. Voy a ver cómo están Trucy y Shouko. ¡Los veré afuera en un rato! – dijo Phoenix antes de adelantarse.
Mientras Fulbright escoltaba al resto del grupo hacia la salida del lobby del Centro de Detención, Phoenix miró alrededor y encontró a Shouko y Trucy sentadas una al lado de la otra en una banca. Shouko todavía seguía llorando, mientras Trucy hacía su mejor esfuerzo para reconfortar a su nueva amiga y levantarle los ánimos, con muy poco éxito.
– Hey, Shouko, ¿cómo te sientes? – preguntó Phoenix suavemente. Sin embargo, Shouko no le respondió.
– No ha estado nada bien, papá... – dijo Trucy con tristeza. – Ni siquiera me ha hablado usando su libreta...
(«Puedo entender cómo se siente ante el prospecto de perder a un amigo cercano...») pensó Phoenix, recordando a su mentora fallecida. Sin embargo, todavía estaba determinado a asegurarse que Shouko no sufriera el mismo destino que él, perdiendo a Hitohito.
– Bueno, tengo algunas buenas noticias... – dijo Phoenix en voz alta, haciendo que Shouko volteara sus ojos hacia él. – Pude informarle a Hitohito de nuestro progreso con la investigación y ofrecer algunos sospechosos alternativos. Accedió a retractar su confesión si podemos encontrar pruebas irrefutables que apunten a cualquiera de ellos.
Shouko inmediatamente miró a Phoenix al escuchar la frase "retractar su confesión". Esto le pareció algo divertido a Phoenix, poniéndole una sonrisa en su cara.
– Je, supuse que eso captaría su atención. Pero no será fácil, y necesitaremos tu ayuda. – le dijo, causando que la chica le diera una mirada perpleja. Phoenix procedió a explicarle. – Ahora mismo tenemos dos posibles sospechosos. Uno de ellos es Itsuki Honshoku, que fue uno de los individuos que accedió a la computadora en la escena del crimen el día del incidente. Resulta ser que vive en el mismo complejo de apartamentos que Hitohito, y que él sabe cuál es su apartamento. Si vamos allá, quizás podamos averiguar cómo está involucrado con todo esto.
Ella apenas reconoció el nombre por una llamada que Phoenix había hecho a su subordinado, pero seguía sin saber quién era.
– La otra es Ren Yamai, la víctima en persona. Fulbright pudo conseguir permiso para que algunos de sus amigos la visiten, siempre que no estén acompañados por abogados como yo o Athena.
– ¡Lograste conseguir permiso! Eso es grandioso; ahora podemos sacarle su declaración a Ren. Y quién sabe, ¡tal vez ustedes puedan convencerla de que Hitohito es inocente y que todo esto no es más que un malentendido! – añadió Trucy, alzando los puños con determinación.
(«Un malentendido...») pensó Shouko para sí misma. Ahora todo empezaba a cobrar sentido para ella. Todo lo que había ocurrido tenía que ser un malentendido. En la mente de Shouko, Hitohito tenía que ser inocente, pero al mismo tiempo, no habría forma de que Yamai lo acusara de atacarla si no lo creyera de manera genuina. Después de todo, se disculpó antes cuando lo secuestró y le prometió que nunca más volvería a hacerle daño a cambio de poder ser amigas. Sin duda, este individuo Itsuki Honshoku tenía que ser el responsable por atacar a Yamai y se estaba ocultando para evitar ser confrontado y arrestado por sus crímenes. Shouko creía firmemente que una vez que Hitohito y Athena encontraran pruebas de la culpabilidad de Honshoku y que se aclarase el malentendido con Yamai, todo volvería a la normalidad, y así todos podrían volver a ser amigos de nuevo. [Kometani: Komi en este momento está en una profunda negación.]
Shouko sacó un par de orejas de gato con vigor renovado, y asintió con entusiasmo. Phoenix no pudo evitar reírse al ver las orejas de nuevo. – ¡Je, qué bueno que eso te puso de mejor humor. – dijo felizmente.
– ¡Vamos, Shouko! – dijo Trucy ayudando a su amiga a levantarse y poniéndole un brazo alrededor de los hombros. – ¡Vamos a ver a los demás! – agregó con entusiasmo.
– Ustedes vayan adelante; yo necesito hacer una llamara rápida. – les dijo Phoenix sacando su teléfono celular.
Las chicas asintieron, y Trucy escoltó a Shouko por las puertas del lobby hacia el área exterior con el resto del grupo. Phoenix entonces abrió su lista de contactos y puso en marcado automático el número de Apollo.
<¡Hola, Sr. Wright!> respondió la voz Apollo desde el otro lado de la línea.
– ¡Hola, Apollo! – replicó Phoenix.
<¿Cómo va la investigación? ¿Usted cree que Athena tenga oportunidad de ganar mañana?>
– Bueno, no será fácil, especialmente ya que Hitohito confesó el crimen. Pero no todo está perdido. Tenemos algunas pistas y un par de sospechosos alternativos en mente, y si podemos hacer un caso plausible con uno de ellos, Hitohito retractará su confesión.
<...En otras palabras, ¿mañana será "encontrar todas las contradicciones posibles y esperar lo mejor"?>
– Algo así, pero confío en que Athena lo hará bien. Hablando de eso, ¿pudiste averiguar algo de las cosas que te encargué?
<Sí; logré averiguar que Itsuki Honshoku vive en los apartamentos del Parque Matsugaoka. No pude conseguir un número exacto de apartamento, pero sí sé que es el edificio E-55...>
– Está bien, Hitohito sabe cuál es, y nos llevará a él.
Silencio.
– Sí, entiendo que debes sentirte decepcionado de haber hecho eso por nada, pero me alegra que lo hayas encontrado. Así podríamos haber investigado incluso si Hitohito no lo sabía. ¿Pudiste investigar sobre incidentes pasados en Itan?
<Lo hice, aunque el único que pode encontrar fue un incidente que ocurrió hace siete años, el 6 de octubre cuando una estudiante fue asesinada.>
(«¿6 de octubre hace siete años? Ese fue el día antes que el Fiscal Blackquill fuese arrestado por asesinato...») pensó Phoenix para sí mismo. – Ya veo. Puede que este sea el incidente del que Blackquill estaba hablando, cuando mencionó que tenía asuntos pendientes en la Preparatoria Itan.
< Dudo que lo sea. El culpable fue el custodio de la escuela, que fue juzgado dos días después, y ejecutado apenas al mes siguiente.>
– Wow, hablando de que te aceleren por el sistema judicial...
< ¿Aún quiere que siga investigando al respecto?>
– Más tarde, por ahora hay algo que quisiera que hicieras primero. Necesito que vayas a la Clínica Hickfield y esperes a que aparezca el Detective Fulbright con algunas personas, incluyendo a Trucy y Shouko...
< ¿Para qué van a ese lugar? ¿Y qué está pasando allí?>
– Es una de las pistas que te mencioné antes. El Detective Fulbright llevará a algunas personas que quieren visitar a Ren Yamai en el hospital. Creo que será una oportunidad excelente de averiguar su versión de los eventos antes del juicio.
< De acuerdo, ¿pero no puede ir usted o Athena a ese lugar?>
– Bueno, no podemos porque, acorde con el Detective Fulbright, los abogados no tienen permitido visitarla.
<...Por si acaso se le olvidó, yo también soy un abogado. No hay forma de que el Detective Fulbright no sepa eso. >
– Sí, pero tú no estarás involucrado en el juicio de mañana, y en tanto no lleves tu distintivo mientras estés allí, dijo que estaba dispuesto a guardar silencio respecto a eso. Además, podría apostar que ese poder tuyo te será útil mientras estés allí.
<... De acuerdo, los veré allá. >
– Gracias, Apollo. Eso ayudará mucho. Nos veremos en la oficina por la noche; quisiera saber más sobre ese incidente que ocurrió hace siete años.
< Suena bien, Sr. Wright. ¡Cuídese! >
– ¡Tú también!
*Click*
Phoenix colgó su teléfono, y justo cuando estaba a punto de metérselo al bolsillo, empezó a repicar de nuevo. Contestó de inmediato, pensando que se trataba de Apollo llamándolo.
– Hey, ¿Apollo? ¿Olvidaste algo?
<...¿Estoy hablando con el Sr. Phoenix Wright?> La voz sonaba como la de un hombre en sus veintitantos, a quien Phoenix no reconoció.
– S-sí, soy Phoenix Wright. ¿Q-quién me habla?
<... Usted estará representando al Sr. Hitohito Tadano en la corte, ¿correcto?>
– Una de mis subordinados es quien lo representará, pero estaré ayudándola como adjunto...
< Eso está bien. Usted es con quien más deseo hablar de todos modos. Tengo información concerniente al Sr. Tadano y el incidente que lo rodea que creo que usted debería escuchar.>
(«Ok... no estoy seguro de por qué querrá hablar solo conmigo, aunque...») pensó Phoenix para sí mismo. – No hay problema. ¿Sabe dónde se encuentra la Agencia Polivalente Wright?
<...Hay una reservación a las 8:30 PM para dos bajo el nombre "Phoenix Wright" en el restaurante La Carneval. Lo veré allí para discutir lo que sé. Por favor, sea puntual...>
– Espere, ¿por qué allí? ¿Por qué no en mi oficina? ¿Y quién es usted?
*click*
El teléfono al otro lado colgó, dejando a Phoenix totalmente estupefacto. No estaba totalmente seguro de qué hacer con las instrucciones que el hombre que lo llamó le había dado. Por un lado, el hecho de que el hombre se rehusó a identificarse, fue muy vago respecto a sis intenciones, y sólo le dio una hora y lugar sin esperar una confirmación levantaba muchísimas banderas rojas. ¿Qué tal si se trataba de una trampa?
Por el otro lado, si este hombre tenía información sobre Hitohito que pudiera ayudarle a limpiar su nombre, sería un tonto si la dejaba pasar. Y también, si fuese una trampa para deshacerse de él, había mejores lugares para emboscarlo que en un restaurante elegante lleno de mesas donde estaría rodeado de un montón de posibles testigos. Se imaginó que lo peor que podría pasarle en La Carneval era que su contacto le haría pagar una cuenta enorme por la comida. [Kometani: Phoenix no tiene idea de que su ancestro fue incriminado por un asesinato en este mismo restaurante hace más de un siglo.]
Como fuera, decidió que al menos le avisaría a alguien sobre otra pista que planeaba seguir, en caso de que algo sucediera. La pregunta que tenía era: ¿a quién se lo iba a decir, y qué le diría?
27 de septiembre
Afuera del Centro de Detención
Luego de terminar con sus llamadas, Phoenix se dirigió afuera para reunirse con el resto del grupo. Todavía tenía al hombre misterioso que le llamó en la mente, y se preguntaba qué información podría tener. Sin embargo, decidió enfocarse en lo que el resto del grupo estaba haciendo: aún le quedaba algo de tiempo antes de encontrarse con el informante.
El Detective Fulbright estaba en el medio de explicar a dónde iría cada persona. Un grupo iría con el Detective Gumshoe y Hitohito Tadano a investigar los apartamentos del Parque Matsugaoka, donde vivía Itsuki Honshoku. Allí, lo interrogarían sobre sus movimientos del día anterior y su conexión con Hitohito y la víctima.
El otro grupo iría con el Detective Fulbright, que se ocuparía de supervisar la visita en la Clínica Hickfield a Ren Yamai por parte de sus amigos. Fulbright estaba al tanto de que la gente que quería visitarlo lo estaba usando como un pretexto para reunir información para el equipo legal de Hitohito. Aun así, estaba dispuesto a mirar al otro lado, mientras no se identificasen como abogados.
Luego de algo de deliberación, los grupos quedaron como a continuación:
Apartamentos del Parque Matsugaoka (Con el Detective Gumshoe):
Hitohito Tadano
Hitomi Tadano
Athena Cykes
Phoenix Wright
Clínica Hickfield (Con el Detective Fulbright):
Shouko Komi
Najimi Osana
Trucy Wright
Apollo Justice (Se encontraría con el grupo al llegar)
Shouko parecía estar triste. Entendía por qué ella y Hitohito estaban en grupos separados: él era el único que sabía con precisión dónde vivía Itsuki Honshoku, y ella era la única persona a quien Yamai estaría dispuesta a escuchar (o que por lo menos no le sería hostil). Aun así, odiaba la idea de finalmente ver a Hitohito luego de pasar toda la tarde investigando, sólo para verse obligada a separarse de él de nuevo.
Hitohito la vio decaída y se le acercó. Sabía por qué se sentía mal y quería reconfortarla, pero tenía problemas pensando en qué decir. Todavía tenía los eventos de hacía una hora en su mente y tenía problemas con su culpa auto-percibida y su autoestima, especialmente luego de que la hizo llorar. A pesar de todo, hizo su mejor por ignorar sus dudas para acercarse y hablarle.
– Hey... Shouko... – le dijo con incertidumbre.
Shouko levantó la mirada. Él trató de decirle algo, pero las palabras no le salían. Por alguna razón, en el pasado, cuando Shouko se sentía desanimada o insegura de sí misma, de alguna forma sabía exactamente qué decir o hacer para hacerla sentir mejor. No estaba seguro de cómo o porqué funcionaba, especialmente al considerarse a sí mismo alguien tan normal y poco interesante. Sin embargo, ahora mismo estaba sin palabras, y se quedó mirando a Shouko con una expresión desconcertada en los ojos.
[¿Estás bien?] Shouko le escribió en su libreta, lo que pareció sacarlo de su estupor.
– ¿Huh? Oh, sí. Lo siento, sólo... me perdí en mis pensamientos. Como sea... quería disculparme contigo. – le dijo nervioso, causando que ella ladeara la cabeza confusa. – Acerca de lo que te dije antes cuando te hice llorar. No debí hacerlo. Es sólo que... no estoy seguro de lo que sucede ahora o lo que ha pasado, y realmente no es que haya querido confesar un crimen que tal vez no cometí... yo sólo... yo sólo...
Siguió hablando sin parar, hasta que finalmente bajó los hombros con expresión sombría.
– Soy de lo peor, haciendo lo que me da la gana sin considerar tus sentimientos. Entiendo si estás enojada conmigo... – suspiró él. Al instante Shouko negó con la cabeza. – ¿No lo estás? Me alegro... – le dijo mientras se frotaba detrás de la cabeza algo nervioso.
[Desearía poder ir contigo...] escribió Shouko. Por alguna razón, esto le hizo sonrojarse.
– Yo también, pero... entiendo por qué necesitas visitarla... a ella... – Pareció temblar con la mención de Yamai, cosa que no se le escapó a Shouko.
[¿Las cosas entre ustedes dos están bien?] le escribió ella. Sabía que a Yamai no le agradaba Hitohito, pero esperaba que por lo menos pudieran tratarse de manera civilizada.
Obviamente no era así. Pero a Hitohito le daba miedo admitirlo.
– Es... complicado. Sigo sin agradarle, pero... – se detuvo. En este momento, no quería ni pensar sobre ella.
[Trataré de convencerla de que tú no lo hiciste. Tal vez me escuche...] le escribió.
– Je, lo dudo, aunque... gracias por la intención. Lo aprecio. – replicó él. Se sentía conmovido de que estuviera dispuesta a confrontar a Yamai con la esperanza de hacer que retractara su acusación, aunque no hubiera posibilidad alguna de que lo hiciera. Yamai lo detestaba, y estaba dispuesta a usar cualquier medio para eliminarlo y que dejara de ser un obstáculo para sus deseos con Shouko.
El pensar en eso hizo que a Hitohito le surgiera otra preocupación: ¿qué podría pasar si Yamai intentaba aprovecharse de Shouko? Sabía que Yamai, en su estado herido actual, sin duda intentaría inspirarle simpatía para acercarse a ella y tocarla de maneras inapropiadas o quizás algo peor. Con eso en mente, se acercó a Najimi y Trucy.
– Hey, ¿les puedo pedir un favor? – les dijo. De inmediato le prestaron su atención a su amigo. – Mientras estén allá afuera... visitándola a ella, ¿podrían por favor cuidar y proteger a Shouko? Sólo para estar seguros de que esté a salvo. – agregó casi suplicando.
– ¡Pues claro, la mantendré a salvo! – dijo Najimi en un tono serio mientras le ponía la mano a su amigo en el hombro. Najimi no necesitaba que se lo dijeran dos veces: sabía bien lo peligrosa que podría ser Yamai, ya lo había visto de primera mano. Aparte, haría lo que fuera por asegurar que Hitohito tuviera la mente tranquila.
– ¡Puedes contar conmigo! – Trucy apretó sus puños con determinación. A diferencia de Najimi, Trucy no sabía nada de Yamai ni de lo que era capaz de hacer, pero no había forma de que dejara pasar la posibilidad de pasar tiempo con su ídolo Shouko Komi o ayudar a sus nuevos amigos.
– ¡Gracias, de verdad! ¡Eso significa mucho para mí! – replicó Hitohito con una sonrisa amable. Najimi le dio unas palmaditas en la espalda.
– Escúchame, sé que estás preocupado por Shouko, pero también tienes que cuidarte a ti mismo.
– Gracias, Najimi... – replicó Hitohito. – Pero estoy...
– ¡Con un demonio, claro que no lo estás! ¡¿Es que no viste cómo estabas actuando hace un rato?! Te conozco por más tiempo que nadie de los que están aquí excepto Hitomi, y tú y yo sabemos que jamás le harías daño a nadie. Y aun así, confiesas un crimen que obviamente no cometiste. No sólo eso, sino que tu claustrofobia que se te desató cuando estabas en los archivos de la biblioteca, junto con tu reciente episodio de TEPT, ¡todo eso me preocupa! Por favor dime, ¿qué te ha estado pasando últimamente? – Najimi le lanzó a Hitohito una mirada de preocupación muy grave, que captó su atención.
– Yo...
Hitohito miró el rostro preocupado de Najimi y bajó la mirada. No podía negar que era muy atípico ver a Najimi actuar con tanta seriedad con algo, y tampoco podía negar que algo seriamente muy malo le había estado ocurriendo últimamente. Sin embargo, no se lo podía decir, especialmente ya que estaban a punto de visitar a Yamai. El miedo de que tomara represalias era demasiado intenso para confiarle a Najimi esa información.
– Yo... ¡no puedo decírtelo!
– ¿Por qué no? – demandó Najimi, agarrándolo de la chaqueta desesperadamente.
– ¡Simplemente no puedo! ¡Por favor! Yo sólo... ¡todavía no... por favor! – suplicó.
Najimi suspiró. Podía seguir de ida y vuelta con esto, pero no quería desperdiciar demasiado tiempo en este lugar.
– Bueno, te dejaré en paz por ahora, pero... por favor deja que Athena y Nick se encarguen de ti. Y prométeme que me vas a decir qué es lo que te pasa cuando estés listo, ¿OK? – dijo Najimi, a lo que él asintió.
– Lo prometo... cuando esté listo...
Najimi atrapó a Hitohito en un fuerte abrazo. Él mismo se sorprendió del gesto, pero se lo devolvió.
– Gracias, Hitomon... – dijo Najimi con una sonrisa, abrazando a su más cercano amigo de la infancia.
Shouko los miró a ambos mientras se abrazaban y se les acercó. Ella también quería un abrazo.
– Ohh, veo que Shouko también se quiere despedir de ti. Bueno, ¡les daré un poco de espacio! – dijo Najimi antes de romper el abrazo. Luego le guiñó el ojo con picardía a Hitohito antes de hacerse a un lado, dejándolos mirarse uno a la otra directamente.
Ahora que estaban cerca, Shouko sintió que se le enfriaban los pies. Quería abrazarlo desesperadamente. Quería rodear a su mejor amigo entre sus brazos y decirle que todo estaría bien. Quería asegurarle que ella siempre sería su amiga y estaría allí para él sin importar nada. Sin embargo, todo lo que pudo hacer fue temblar tímidamente, lo que le impidió cumplir sus deseos.
– Umm... entonces, te... veré más tarde... – dijo Hitohito con una sonrisa nerviosa. («No... tengo que decir algo más que eso. No sé cuándo volveré a verla de nuevo...») pensó para sí mismo cuando Shouko empezó a darse la vuelta. – ¡Espera! Yo... umm... sólo quería decir... gracias por todo lo que has hecho, y lo que estás haciendo. Sé que tal vez no lo parezca, pero estoy feliz de que hayas venido, y espero poder verte de nuevo pronto...
Shouko se sonrojó, pero asintió. Luego respiró profundamente y tomó las manos de él, apretándolas con fuerza entre las suyas.
– ¿S-Shouko...? – Hitohito se puso al rojo vivo, mientras la miraba fijamente a los ojos.
– Yo... volveré... más... tarde... a visitarte... lo... prometo... – logró decirle suavemente. Tener las manos de Hitohito entre las suyas le dio el valor que necesitaba para hablar. Hitohito sonrió.
– Gracias... te estaré esperando, Shouko... – replicó él, sujetando suavemente las manos de ella.
Los dos se quedaron en silencio, sujetándose a las manos del otro. Aunque apenas llevaban poco más de un día separados, se sentía como si hubiera sido una eternidad, y ninguno de los dos quería soltarse. Querían quedarse así por el tiempo que fuera posible, y hacerle saber al otro que siempre estarían allí, sin importar nada.
Athena sonrió al ver a Shouko y Hitohito tomarse de las manos, y mirarse una al otro con calidez a los ojos. Se dio cuenta que a pesar de las dudas sobre sí mismos, ambos se preocupaban mucho por el otro de manera sincera. Eso le recordó por qué fue que tomó este caso: no sólo para limpiar el nombre de un chico inocente, sino para salvar su amistad con esta chica que claramente era muy especial para él.
(«Estos dos harían una linda pareja.») pensó para sí misma. («Espero poder limpiar el nombre de Hitohito... así, tal vez los dos puedan estar juntos...»)
– ¡Consíganse un cuarto, tortolitos! – chirrió Widget. Esto hizo que Shouko y Hitohito salieran de su trance, dándose cuenta de que su posición era demasiado íntima y se separaron, desviando la mirada y muy rojos.
– ¡WIDGET! – gritó Athena con horror agarrándose el collar. Empezó a reírse nerviosa. – Errr... disculpen a Widget, uhh... ¿qué tal si mejor nos vamos a nuestras locaciones respectivas...?
27 de septiembre, 6:52 PM
Apartamentos del Parque Matsugaoka – Edificio E-55
El Detective Gumshoe detuvo el auto de policía en el que llevaba a Hitohito, Hitomi, Athena y Phoenix, justo en el camino afuera del complejo de apartamentos.
– ¿Este es el lugar? – dijo girando la cabeza para preguntarle a Hitohito, que iba en el asiento trasero entre Athena y Hitomi.
– Sí, está justo subiendo las escaleras. ¡El Edificio E-55 debería estar a la derecha! – replicó Hitohito.
– ¡Gracias, amigo! – exclamó Gumshoe. Al recibir confirmación verbal, movió la palanca de cambios a neutral y apagó el motor de su vehículo. Una vez que el auto se quedó en silencio, todos empezaron a salir, y se formaron en fila detrás del Detective, que escoltó al grupo por las escaleras de concreto que llevaban de la calle al complejo de apartamentos.
A estas alturas, el sol estaba a punto de ponerse en el horizonte, y la luz que proveía se estaba yendo con él, sólo para ser reemplazada por las luces de los faroles de las calles y los edificios, que iluminaban el complejo color bronce que contenía varias docenas de residencias. Cada edificio tenía ocho pisos, con una fila de puertas de apartamentos cada uno. Al lado de cada puerta había una ventana a la izquierda o la derecha, con algunas iluminadas y otras oscuras. De cada lado del edificio había una escalera que llevaba a los otros pisos del complejo.
– Debo decirlo, ¡este es un muy bonito lugar, amigo! – declaró Gumshoe mientras guiaba al grupo hacia el exterior de los edificios.
– Oh, no es nada especial... – replicó Hitohito con modestia.
– ¿"Nada especial" dijiste? ¡Esto está un paso significativamente arriba de donde yo vivo! – se rio el detective. Phoenix soltó un suspiro audible.
(«Uno pensaría que luego de tantos años en la fuerza, ya sería capaz de permitirse algo como esto. Supongo que habrán vuelto a recortarle su salario de nuevo...»)
– ¿Qué hay de usted, Sr. Wright? – le preguntó Hitomi. – ¡Apuesto a que un abogado famoso de usted debe vivir en una enorme mansión con piscina, más de cincuenta habitaciones y un ejército de sirvientas! }
– Uhh... sí, claro... – replicó Phoenix dudoso. («Cielos, ¿qué clase de dinero cree esta niña que hago? Si vinieran a visitar a mi hija en nuestro apartamento, se sentirían muy decepcionados...») pensó para sí mismo. Hitohito tuvo una sospecha similar de que la residencia de Phoenix no era tan grandiosa como la que describió su hermana.
– ¡Por allá! – Athena señaló al edificio con la etiqueta de "E-55" en un costado. – ¿Ese es el edificio, Hitohito?
– ¡Sip! ¡Ese es! – dijo mientras asentía con los ojos iluminados. – ¡Síganme, los llevaré al apartamento del Sr. Honshoku!
El resto del grupo siguió a Hitohito hacia el edificio E-55. Aparte de un par de personas que estaban volviendo a sus apartamentos, el complejo parecía estar vacío de gente. Los escoltó sin decir ni una palabra hasta las escaleras del edificio, deteniéndose en el tercer piso, y los guio por el corredor que llevaba hacia los apartamentos.
Por el camino, había algunas cosas regadas por el suelo. Había lonas y baldes de pintura junto a la baranda, junto con rodillos, brochas y bandejas para pintar. Había incluso una escalerilla apoyada en el medio del pasillo que el grupo tuvo que esquivar para seguir adelante.
– Disculpen el desastre; es que últimamente han estado haciendo renovaciones a los edificios aquí. – explicó Hitohito, señalando todo lo que había.
– ¡Diablos, hablando de gente perezosa! ¡Parece que no pueden ni limpiar su propio desastre! – dijo Hitomi, quitando la escalera de su camino. – ¡Por lo menos podrían haber quitado del camino esta escalera, en vez de dejarla en medio del pasillo donde alguien podría tropezarse con ella!
– En realidad, Hitomi... – dijo Hitohito señalando la escalerilla que Hitomi acababa de apartar. – ¡Eso era una escalerilla!
– ¿Y qué? ¡Son la misma cosa! – replicó Hitomi, señalando la escalera.
– ¡No, no lo son! Puede que se vean similares, pero son tan diferentes como el día y la noche. ¡Y puedo probarlo! – declaró Hitohito con decisión, apuntándole el dedo a su hermanita.
– ¿Oh sí, Sr. Listo? ¡Entonces pruébalo! – Hitomi cruzó los brazos de manera desafiante.
Hitohito le respondió colocando la escalerilla donde estaba inicialmente. – Verás, una escalera normal no podría pararse en el medio del pasillo así, bloqueando nuestro camino, ya que necesita apoyarse contra una pared. Pero una escalerilla es una historia diferente. ¡Una escalerilla no necesita apoyarse contra nada!
– Pero sigue siendo una escalera, ¿no? ¡Deberías dejar de señalar detalles menores que en última instancia no importan, hermano! – replicó Hitomi refunfuñando.
– ¡Él tiene razón, ¿sabes?! – intervino Athena. El debate entre los dos hermanos le resultó divertido, y no pudo evitar unírseles. – Es más que un detalle pequeño. ¡Hace una diferencia enorme!
– Hey, ¿a ti quién te preguntó? – gruñó Hitomi. – ¡Sólo estás de acuerdo con él porque eres su abogada!
– ¡No es cierto! – replicó Athena. – Siempre estoy teniendo esta misma discusión con Apollo en la oficina. Si quisiera reemplazar la bombilla del techo y no puedo alcanzarla, usaría una escalerilla ya que puedo pararla en medio de la habitación. Si uso una escalera normal, ¡no serviría!
– Bueno, ¿para eso no puedes usar un banquillo? ¿O a un hermano mayor? – preguntó Hitomi. Hitohito no pudo más que lanzarle una mirada de exasperación, al haber sido comparado con un banquillo.
– Bueno, yo personalmente usaría una silla de oficina. – intervino Gumshoe. – Pero sí, la Srta. Tadano tiene razón, amigos. Se están perdiendo el bosque entre los árboles. Al final, ambos son dispositivos que le permiten a la gente llegar a lugares más altos que normalmente no alcanzarían, así que son la misma cosa.
– ¡¿Ya lo ves?! ¡El Detective Gumshoe está de acuerdo conmigo! – Hitomi sonrió con suficiencia.
– ¿Qué? ¡Eso ni siquiera tiene sentido! – Hitohito jadeó ante la declaración de Hitomi, y la lógica cuestionable de Gumshoe.
(«Siendo el adulto aquí, probablemente sea mejor cortar este argumento antes que los vecinos presenten una queja por ruido...») pensó Phoenix para sí mismo. («Aunque, para que conste, ¡definitivamente es una escalerilla!»)
– Hey, siempre estoy dispuesto a un buen debate de escalera/escalerilla, ¡pero recuerden que tenemos un testigo al que interrogar! – le recordó Phoenix al grupo.
– ¡Ohh, es verdad! Perdón, jefe... – replicó Athena tímidamente. Hitomi y Gumshoe simplemente murmuraron y asintieron.
– C-como sea... está sólo un poco más adelante... – Hitohito continuó guiando al grupo por el pasillo.
Tras unas puertas más adelante, por fin se detuvo y extendió la mano para que el grupo lo siguiera.
– Este es su apartamento... – dijo señalando a la puerta.
– ¿Aquí? No parece que esté en casa... – señaló Phoenix, notando la falta de luz en la ventana.
– Bueno, para ser honesto, suele ser una persona muy encerrada. No le gusta hacer notar cuando está en casa... – replicó Hitohito mientras se acercaba al timbre de la puerta. Presionó el botón causando un fuerte zumbido dentro y fuera del apartamento, y gritó a la puerta. – ¿Hola? ¿Sr. Honshoku? ¡Soy yo, Hitohito! ¡El hijo de Hitoshi!
No hubo respuesta. Ni siquiera hubo pasos que indicaran que el ocupante se dirigía hacia la puerta del frente. Hitohito decidió presionar de nuevo el botón, pero esta vez lo siguió con unos golpes a la puerta.
– ¿Hola? ¡Habla Hitohito! ¡Necesito hablar con usted de algo importante!
Todavía no hubo respuesta.
– ¿Se suele tardar tanto para contestar a la puerta? – preguntó Athena. Hitohito negó con la cabeza.
– N-No... aunque, usualmente ya suele estar en casa a esta hora. Aunque he estado aquí algunas veces, no puedo decirlo con certeza. – replicó con algo de incertidumbre.
– Atrás todos; ¡déjenme intentar algo! – Gumshoe empujó a un lado suavemente a Hitohito y se paró frente a la puerta. Comenzó a golpear la puerta fuertemente. – ¡Sr. Itsuki Honshoku! ¡Le habla el Detective Dick Gumshoe de la policía! ¡Se le está buscando para ser interrogado sobre un incidente que ocurrió en la Preparatoria Itan ayer! ¡Por favor salga de su apartamento y coopere con el interrogatorio!
(«Sutileza, tu nombre no es Dick Gumshoe...») pensó Phoenix.
– ¡Hey! ¿No cree que eso es un poco extremo? ¡Sólo queremos hablar con él, no interrogarlo! – argumentó Athena.
– ¿Y qué no es lo mismo, amiga? – argumentó Gumshoe con una mirada confusa. La mirada poco impresionada en el rostro de Athena indicaba que ella no compartía su punto de vista. – A-además, ¡si esto no capta su atención, nada lo hará!
Phoenix puso la oreja en la ventana. Seguía sin escuchar nada que indicara movimiento adentro. – Todavía no hay respuesta. O está realmente concentrado en algo adentro, o no está en casa.
– ¿Por qué no simplemente tiramos la puerta a patadas y lo averiguamos? – preguntó Hitomi, y luego miró a Gumshoe. – Usted es un oficial de policía, puede hacer eso, ¿verdad?
– Créeme; me encantaría poder hacer eso... – replicó Gumshoe. – Pero la última vez que derribé una puerta sin una orden, me obligaron a pagar las reparaciones con mi salario. Y luego del recorte que sufrí por hacer eso, me llevó cinco meses pagar esa deuda. – concluyó suspirando.
(«Estoy empezando a sentir que este Detective parece siempre estar pasando por tiempos difíciles...») pensó Athena.
– ¡Aww, qué aburrido! – Hitomi hizo un puchero. – Bueno, supongo que eso significa que el Sr. Honshoku no está en casa. ¿Qué hacemos ahora?
– Bueno, quisiera decir que volviéramos más tarde, pero ya está anocheciendo, y si no está en casa a esta hora, dudo mucho que vuelva a casa hoy... – declaró Phoenix.
Fue en ese momento que Athena miró a Hitohito y notó que estaba respirando agitadamente y agarrándose el pecho. Combinado con su expresión de ojos muy abiertos en su rostro, se dio cuenta que estaba sufriendo un ataque de pánico.
– ¿Todo está bien, Hitohito? – le preguntó.
– Yo... – Hitohito quería decir que estaba bien, pero en este momento, el pánico que lo invadió le impidió decir nada. Esperaba que este viaje a su complejo de apartamentos proveyera una explicación alternativa de lo que pasó, pero este no era el caso. Una mente racional concluiría que el hecho de que Honshoku no estuviera en casa lo haría más sospechoso, pero en ese momento, Hitohito no estaba pensando de manera racional. En su mente, esto era prueba de que su culpabilidad era una verdad innegable, y que sólo había hecho que todos perdieran su tiempo.
– ¿Hermano? – Hitomi le jaló la manga de la chaqueta con preocupación.
– ¡Lo siento! – exclamó, jalando su brazo fuera del agarre de Hitomi. – ¡Siento mucho haberles hecho perder el tiempo a todos!
– ¡No le has hecho perder el tiempo a nadie! – Athena trató de detenerlo, pero ya había empezado a correr.
– ¡Hey! ¡Espera, amigo! – le gritó Gumshoe. Para cuando el resto del grupo asimiló lo que había pasado y corrieron por el pasillo a tras él, Hitohito había desaparecido. Nadie podía saber si subió o bajó por las escaleras. El detective adoptó una expresión sombría. – Esto no es bueno... si no lo encontramos...
– No puede haberse ido muy lejos. ¡Deberíamos separarnos, la mitad vamos arriba y la otra mitad abajo! – sugirió Phoenix. («En serio espero que no haya ido escaleras arriba. Y si lo hizo, espero que no esté pensando en...»)
Sus pensamientos se vieron interrumpidos por Hitomi, que señalaba bajo el balcón.
– ¡Allá abajo! ¡Allí está mi hermano! – exclamó.
Hitohito había corrido hasta llegar a un pequeño parque de juegos, donde había algunos columpios. Desaceleró su carrera y caminó hasta pararse frente a uno de los columpios, donde se sentó y hundió su cabeza entre sus brazos.
– ¡*Fiu*! ¡Menos mal que no salió corriendo hacia la ciudad, amigos! – Gumshoe se limpió el sudor que tenía entre las cejas. – Eso sería un desastre en más de una forma...
– ¡Dígamelo a mí! Lo último que necesitamos es que le agreguen cargos por escapar para evitar ir a juicio... – murmuró Phoenix. – Aun así, no parece que esté muy bien allá abajo.
Al escuchar esto Hitomi se preocupó, y se dirigió hacia las escaleras. – ¡Voy a ir allá abajo, y veré qué diablos le pasa!
– ¡Mejor voy yo! – declaró Athena.
– ¡Entonces yo voy contigo! – replicó Hitomi.
– En realidad, quisiera hablar con él a solas... – djo Athena. Hitomi la miró confusa.
– ¿Qué? ¿Por qué?
– Porque creo que estará más dispuesto a abrirse en una conversación de uno a uno que rodeado por un grupo de personas. – explicó Athena.
– ¡Pero yo soy su hermana! ¿Por qué no se abriría conmigo? ¿Es que no confía en mí? – preguntó Hitomi.
– Estoy segura de que confía en ti. Sin embargo, presiento que no quiere preocuparte... – dijo Athena buscando calmar a Hitomi. Pero ella simplemente le agarró el frente de la chaqueta, con lágrimas chorreándole por el rostro.
– ¡Pero ya estoy preocupada! ¡Lo único que veo ahora es a mi hermano sufriendo, y lo odio! ¡Odio ver cómo pasa por todo esto y no poder hacer nada al respecto!
– Entiendo de dónde vienes. – replicó Athena con calma y sonriéndole amablemente a la otra chica. – Tu hermano tiene suerte de tener una hermana que se preocupa tanto por él. Y me alegra que quieras ayudarlo.
– Entonces... ¿eso significa que puedo ir contigo? – preguntó Hitomi.
– Sé que quieres ir con él, pero todavía creo que es mejor si yo hablo con él a solas primero, para que no se sienta abrumado. Lo mejor que puedes hacer por él es darle espacio para que se abra. Estoy segura de que te hará saber lo que le pasa cuando llegue el momento, pero por ahora, por favor confía en mí... ¿ok? – suplicó Athena.
Hitomi pensó en ello por un segundo. Ella no era el tipo que le gustaba esperar sin hacer nada, y odiaba tener que hacerlo. Por otra parte, no podía negar que lo que Athena dijo era cierto. Además, Hitomi tuvo que reconocer que, ya que Athena era una psicóloga, estaría bien equipada para llegar al fondo de los problemas de Hitohito. Terminó suspirando de resignación.
– Está bien... tú ganas, Athena. Sólo... prométeme que ayudarás a mi hermano a que se ponga mejor... – le dijo.
– ¡Lo prometo! – Athena se golpeó la palma con el puño. – ¡Volveré enseguida!
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Tadano estaba respirando agitadamente, intentando recobrar la compostura tras ese ataque de pánico que tuvo unos minutos antes. Luego de darse cuenta que Honshoku no estaba en su apartamento, un torrente de pensamientos negativos le invadieron la mente. Pensamientos sobre cómo la última pista posible que podría probar su inocencia resultó un callejón sin salida, y también de su juicio próximo, su aparentemente inevitable veredicto de culpabilidad, y el castigo que ocurriría después. Estas ideas negativas lo abrumaron, y tuvo que salir corriendo hacia algún lugar tranquilo para calmarse.
Luego que su respiración se controló, comenzó a llorar. A llorar de desesperación por lo que sentía que era su destino inevitable de pasar el resto de su vida en prisión. Apenas llevaba un día encerrado en la celda en el centro de detención, y ya se sentía sofocado de estar allí. No quería imaginarse lo horrible que sería estar atrapado en una habitación como esa para siempre. La peor parte es que incluso eso era preferible a lo que le esperaba afuera de la cárcel: Ren Yamai, quien sin duda le haría algo peor por tener la osadía de desobedecer su orden de alejarse de su preciosa Komi-sama.
Estaba tan perdido en su miseria que apenas notó unos pasos que venían detrás de él.
– Hey, Hitohito... – le dijo una voz amable. Se giró a la derecha, y vio que Athena se acababa de sentar en el columpio junto al suyo.
– Hey, Srta. Cykes... – Hitohito suspiró, girando su cabeza y volviendo a mirar al frente. No se sentía de humor para hablar.
– ¿Quieres que me vaya? Puedo volver después si quieres... – ofreció Athena. Hitohito negó con la cabeza. Por mucho que se sintiera como una carga para los demás y que no quería que nadie perdiera su tiempo tratando de resolver sus problemas, no fue capaz de alejar a Athena.
– Puedes quedarte... – replicó.
– De acuerdo, gracias. – replicó Athena, tratando de darle la sonrisa más alegre que pudo sacar para subirle los ánimos a su cliente. Tristemente, su expresión no cambió; seguía igual de melancólico que siempre. – Dime, ¿te gustaría ir a caminar un poco?
– ¿A caminar? – Hitohito la miró confuso. – ¿A dónde?
– Ohh, sólo dar una vuelta por los terrenos de los apartamentos. Sé que debes sentir mucha ansiedad ahora, así que pensé que tal vez algo de ejercicio cardiovascular podría ayudarte a aliviar algo del estrés, si eso te parece bien.
– Ya veo... – Hizo una pausa por un momento, considerando la propuesta de Athena. – Claro, supongo que no hará daño. – replicó finalmente mientras asentía y se levantaba del columpio.
– ¡Maravilloso! – Athena sonrió y se levantó de su columpio también. Se sacudió la tierra atrás de su falda antes de empezar a caminar con Hitohito. En este punto, ya el sol se había retirado más allá del horizonte, siendo reemplazado por la pálida luz de la luna, que era ahogada por la iluminación proveniente de los faroles de las calles y las luces en los edificios.
Los dos caminaron en silencio por varios minutos. Athena miraba a Hitohito a cada tanto para ver cómo estaba. El chico estaba cabizbajo y parecía tener los ojos pegados en el suelo, mientras jugueteaba con las manos producto de la ansiedad.
– Umm... sé que esto sonará tonto, pero... ¿te sientes bien?
Hitohito siguió mirando el suelo, sin hacer contacto con su abogada. – Bueno... la verdad no... pero tú no deberías preocuparte por eso...
– Hitohito... – Athena le puso la mano en el hombro y adoptó un tono de voz muy serio. – Soy tu abogada. ¡Tu bienestar en mi mayor preocupación en este momento!
– Supongo que eso tiene sentido... – replicó Hitohito. («Es su trabajo ayudarme después de todo. Sé que ella fue la que se ofreció a defenderme en la corte, pero si no fuera por eso, no hay forma de que considerara escuchar mientras me quejo de mis problemas...)
– Más aún, incluso si no fuera tu abogada, seguiría preocupándome por ti. – añadió Athena. Esto causó que Hitohito se diera la vuelta y la mirara confuso.
– ¿A qué te refieres?
– ¿No te he explicado ya que puedo oír las emociones en los corazones de la gente cuando hablan? – preguntó Athena.
– Tal vez. Creo que mencionaste algo así cuando me ofreciste defenderme en la corte... – Hitohito comenzó a jugar distraídamente con el mechón de su cabeza, al recordar las palabras que le había dicho antes aquel día.
– "Puede que esto suene extraño, pero sé cómo te está haciendo sentir todo esto. Realmente no quieres tener que decirle adiós a Shouko, o a ninguno de tus amigos. Cada palabra que has estado diciendo te ha causado un enorme dolor en el corazón. No sé qué es lo que te está forzando a hacer esto, pero... no puedo quedarme parada y viéndote sufrir así sin hacer nada..."
– Ahora que recuerdo, sí mencionaste que lo que estaba diciendo me estaba causando dolor en el corazón. Para ser honesto, no te equivocabas, pero... ¿cómo lo supiste? No tenía idea de que la gente pudiera hacer algo así. – murmuró Hitohito.
– La verdad, es un misterio para mí tanto como para ti, pero hasta donde puedo entenderlo, es una forma de hiperacusia. – replicó Athena, jugueteando con su arete mientras pensaba en ello. Notó que los ojos de Hitohito voltearon hacia ella ante la mención de la palabra hiperacusia. – La hiperacusia es cuando tienes una sensibilidad muy alta al sonido. En mi caso, es cuando la gente habla, y casi siempre era capaz de percibir cómo se sentían las personas, incluso más allá de lo que me decían su tono de voz y lenguaje corporal.
– Eso suena a demasiada información para procesar... – replicó Hitohito con preocupación. – Yo probablemente me sobrecargaría si tuviera algo como eso.
Athena asintió. – Era mucho más abrumador cuando era pequeña. Afortunadamente, he aprendido a adaptarme, en su mayor parte. Mi punto es, que puedo percibir las emociones que estás sintiendo sólo con escucharte hablar. ¿Eso tiene sentido para ti?
– Supongo... – Hitohito asintió algo dudoso. Todavía seguía sin entender cómo Athena podría hacer algo como eso. – Supongo que en este momento estarás oyendo mucha ansiedad y tristeza en mi voz, ¿verdad?
– Así es. – confirmó Athena. – Sin duda tu encarcelamiento ha tenido mucho que ver en ello. Sin embargo, también lo noté cuando nos conocimos por primera vez ayer.
– ¿Ayer? – Hitohito levantó una ceja. – ¿A qué te refieres?
– Hablo de cuando chocamos en la calle. Naturalmente, estabas nervioso y te disculpaste de inmediato, pero fuiste muy agradable y alegre una vez que todo se aclaró. Sin embargo, durante nuestra conversación, pude percibir una gran discordia en tu corazón. Me di cuenta que había algo que te estaba afectando incluso antes del incidente, y quise acercarme y ayudarte, pero no pude. En retrospectiva, ahora desearía haberlo hecho. – expresó ella, aparentemente muy arrepentida.
– Está bien. No hay forma de que hubiera sido honesto contigo ayer, y si me hubiera quedado, habría llegado tarde a la escuela. – replicó Hitohito.
– Ya veo... – Athena de nuevo empezó a juguetear con su arete. – ¿Qué tal ahora? ¿Hay algo más que te esté afectando, y que te sientas cómodo compartiendo conmigo?
– Yo... no lo sé... además, ya que la pista que seguimos resultó ser por nada, ¿no se supone que debo volver al centro de detención? – preguntó Hitohito.
– ¡Por supuesto que no! ¡Investigar al Sr. Honshoku no fue la única razón por la que te pedí que nos acompañaras, ¿sabes?! – respondió Athena.
– ¿No lo era?
– Claro que no. Uno de mis colegas ya estaba ayudándonos a rastrear al Sr. Honshoku. Sin embargo, no pudo conseguir el número exacto del apartamento donde vivía. Quería traerte conmigo para que nos ayudaras, pero más importante aún, quería sacarte de esa celda y darte algo de aire fresco para mejorar tu salud mental. – replicó Athena.
– Yo... – Hitohito hizo una pausa. Sin lugar a dudas, eso iba más allá de la descripción del trabajo de un abogado defensor. Una cosa era investigar su caso y buscar pruebas de su inocencia, pero proveerle terapia y escuchar sus problemas parecía excesivo, y no pudo evitar sentirse culpable por el apoyo extra que le estaba dando.
Por otro lado, ella fue la que tomó la iniciativa y ofreció defenderlo, así que él racionalizó para sí mismo que ella estaba haciéndolo porque quería, y lo mejor que podía hacer él para corresponderle era aceptar su ayuda.
Adicionalmente, en el fondo, se sentía agradecido de tenerla de su lado, y esperaba que pudiera ayudarle a sobreponerse a sus traumas.
– Gracias, Srta. Cykes... – le dijo, mirándola a los ojos y dándole una pequeña sonrisa. – Yo... realmente aprecio lo que estás haciendo por mí...
– No problem, mon ami! – Athena sonrió mientras le daba unas palmaditas en la espalda.
Este gesto le dio un pequeño consuelo a Hitohito. Al ver la sonrisa empática y amable de su abogada, se acordó de su amiga Nene Onemine en la escuela. Estaba seguro de que ella también estaría haciendo todo lo que estuviera en sus manos para ayudarlo si estuviera aquí. Incluso si intentaba aparentar que sus problemas no eran la gran cosa, ella insistiría en estar allí para ayudarlo si la necesitaba, y podría contarle cualquier cosa.
Athena y Hitohito continuaron caminando juntos en silencio. Él utilizó ese tiempo para reunir el valor para admitir cuál era la causa de su angustia: el secuestro que sufrió a manos de Yamai y su continuo abuso y acoso en su contra. Varios factores le impedían hacer esto. El primero, era que pensaba que nadie le creería su historia de que una colegiala pequeña como ella sería capaz de secuestrar a un chico de estatura promedio como él, ni siquiera alguien de mente tan abierta como Athena. Otro era que, incluso si le creía su historia, no habría nada significativo que pudiera hacer al respecto ya que no había pruebas de que hubiera sucedido. Finalmente, tenía miedo de que, de alguna manera, Yamai se enterase que habló con Athena sobre lo que pasó, y decidiera tomar represalias contra él por soplón.
Hitohito respiró profundamente. Estaba harto de dejar esto enterrado en su corazón, y ahora mismo, tenía la sensación de que Athena era la mejor persona en quien confiar. Tras varios momentos de tensión, suprimió sus dudas lo suficiente para hablar.
– Srta. Cykes... sobre lo que me preguntaste antes... si algo me estaba afectando...
– ¡Oh! – La voz de Hitohito captó la atención de Athena. – ¿Acaso algo te vino a la mente?
Sintió que el pecho se le convulsionaba de nuevo. Quería retirar lo que dijo. Sin embargo, logró mantener sus dudas y miedos a raya lo suficiente como para continuar.
– Sí, en realidad... hay algo que me está afectando... algo que me ha estado dando muchas noches sin dormir... – murmuró con ansiedad. Listo. Lo había dicho. Ya no había vuelta atrás.
– Ya entiendo... por favor, compártelo conmigo. – inquirió Athena.
– Bueno... yo... yo... – De repente, la respiración de Hitohito se volvió agitada, y se agarró el pecho. Empezó a arrepentirse de haberse puesto en una posición donde tendría que compartir la fuente de su angustia con Athena, pero no estaba listo para hacerlo tan fácilmente.
– ¡Ven! ¡Tomemos asiento! – Athena rápidamente escoltó a Hitohito a una banca que estaba cerca, para que se sentara. Ella se sentó junto a él y le puso la mano en la espalda para ayudarlo. – Está bien, Hitohito. Estoy aquí para ti. Sólo respira profunda y lentamente...
Hitohito hizo lo que ella le dijo, tratando de bajar el ritmo de su respiración. Tener a Athena a su lado era un alivio y le ayudó a sobreponerse a sus emociones. Lentamente, pudo relajar su respiración y logró calmar con éxito su ansiedad.
– Muy bien... ya estoy mejor... creo... – dijo Hitohito lentamente.
– Si te resulta demasiado doloroso recordarlo, no tienes que decírmelo. – ofreció Athena.
Hitohito negó con la cabeza. Sin importar lo traumática que fuera su experiencia, tenía que recordarla y compartirla con ella... aunque tuviera que dejar por fuera algunos detalles.
– Ok... supongo que... simplemente debo decirlo... aquí vou... – Hitohito respiró profundo, y Athena le asintió para motivarlo. – Hace unos meses... mientras iba camino a la escuela... fui secuestrado...
Una lágrima solitaria cayó por la mejilla de Hitohito al desenterrar esa memoria. Los ojos de Athena se ensancharon.
– ¡Eso es horrible! ¿Quién haría algo como eso?
– Yo... – Hitohito no podía soportar decir el nombre de su secuestradora. Aunque sabía que el pensamiento era irracional, tenía miedo de que, si decía el nombre de Yamai en voz alta, de alguna manera ella se enteraría de que él le dijo a alguien sobre lo que hizo, y se vengaría. Además, era amiga de Shouko, y él no estaba seguro de cómo reaccionaría ella a eso.
– Está bien... – Athena le apretó ligeramente los hombros a Hitohito para calmarlo. – Entiendo que debe haber sido una experiencia terrible para ti. Sólo dime lo que te sientas cómodo compartiendo.
– Gracias... – Hitohito asintió. – Como sea, iba de camino a la escuela ese día, y de repente, sentí que una mano me agarraba la boca y me desmayé. Cuando volví en mí, me encontré amarrado y amordazado en una silla, en el dormitorio de alguien. No sabía de quién era el cuarto en ese momento, pero las paredes y el techo estaban repletos de fotografías de Shouko. Traté de liberarme, pero no pude. Sólo pude quedarme allí sentado, impotente y asustado, y preguntándome si iba a morir... – Su respiración de nuevo se volvió agitada.
(«Pobre Hitohito...») pensó Athena, manteniendo las manos en los hombros del chico. («Yo también estaría aterrada si estuviera en esa situación. Sólo me alivia un poco que no parezca asociar a Shouko con este incidente, a pesar de todo...»)
Hitohito recuperó la compostura lo mejor posible, y se limpió las lágrimas que comenzaban a formarse. – Luego de lo que pareció una eternidad de estar atrapado allí, mi captora regresó. Me preguntó si prefería el mar o las montañas. No supe qué responder, así que simplemente dije que las montañas. Ella me dijo que allí sería donde me enterraría. De repente, escuchó a alguien y me escondió en su closet. Me dijo que alguien importante vendría a verla y que, si hacía cualquier ruido, ella me... me... – Se quebró en ese momento y empezó a sollozar.
– Estoy aquí... todo está bien... – Athena lo rodeó con sus brazos y lo atrapó en un abrazo, permitiéndole llorar sobre su hombro. Había una voz fastidiosa detrás de su cabeza que le decía que este era un comportamiento poco profesional como abogada y psicóloga, pero no le importó. No había forma de que viera cómo el chico se quebraba de esa forma y no hacer algo para consolarlo.
Eventualmente, logró calmarse un poco y se soltó suavemente del abrazo. – Lo siento... – dijo entre sollozos.
– No tienes nada por qué disculparte. – Athena le dio una sonrisa amable para asegurarle que estaba bien. – Lo estás haciendo muy bien. No hace falta que continúes si no quieres...
– Gracias, pero... necesito compartir el resto... – dijo él, haciendo su mejor esfuerzo para armarse de valor y limpiarse las lágrimas. – Como sea... yo... estuve atrapado en la oscuridad, preguntándome qué iba a pasar. Reconocí las voces de Shouko y Najimi. En ese momento pensé "¡Estoy salvado!", y empecé a golpear desesperadamente la puerta del closet, esperando captar su atención. Eventualmente, Najimi abrió la puerta, y fue entonces que pude ver que Shouko también estaba allí.
»En ese momento, ella regresó, con un cuchillo en la mano. Le dijo a Shouko que yo me estaba interponiendo en su camino y que tenía que eliminarme o algo por el estilo. No recuerdo muchos detalles específicos, pero ella dijo que era completamente insano que alguien tan popular, hermosa y talentosa como Shouko fuese amiga de alguien tan normal, aburrido y patético como yo, y que seguramente ella preferiría ser amiga de una chica popular como ella... – Hitohito suspiró.
– ¡Eso no es verdad! – gritó Athena, asustando a Hitohito. – No hay nadie allá afuera que pueda ser un mejor amigo para Shouko de lo que tú lo eres. ¡Esa chica no tiene derecho a decidir con quién Shouko puede o no puede hacer amistades!
– Supongo... bueno... después de eso, Shouko y Najimi me desataron, y me llevaron afuera. Antes de irse, Shouko le dijo a la chica una sola cosa: "Yo misma elegiré a mis amigos". – concluyó Hitohito la historia. – Ese fue probablemente el peor día de mi vida. Pero... esa chica... la que me secuestró... tal vez tenía algo de razón...
– ¡Absolutamente no! – lo interrumpió Athena. – ¡Quienquiera que sea, está muy equivocada! ¡Fin de la historia! – declaró tajantemente, con una mirada llena de determinación.
– Me alegra que pienses eso... pero... ¿qué te hace estar tan segura? – se preguntó Hitohito.
– ¡Porque hablé con Shouko personalmente hoy mismo! – declaró Athena como un hecho. – ¿Y sabes qué me dijo? – le preguntó, a lo que Hitohito negó con la cabeza. – Me dijo que antes de la preparatoria, nunca tuvo ni un solo amigo. ¡Ni uno! Creía que su desorden de comunicación alienaba a todos a su alrededor, y pensaba que también pasaría sus años en la preparatoria totalmente sola. Pero entonces, conoció a cierto chico...
Athena detuvo su explicación por un instante, al darse cuenta que esa parte captó la atención de Hitohito.
– Veo que entiendes a quién me refiero... – asintió ella al verlo. – Te conoció a ti. Y a pesar de su desorden de comunicación, te acercaste a ella. La invitaste a tener una conversación contigo. Luego, cuando le preguntaste cuál era su sueño, y ella dijo que era tener cien amigos, tú te ofreciste a ser el primero. ¡No sólo eso, sino que incluso le dijiste que le ayudarías a conseguir a los otros noventa y nueve! ¡Estaba muy emocionada! ¡Me dijo que ese fue el mejor día de su vida!
– Ella... ¿te dijo eso? – preguntó Hitohito. Le resultaba muy difícil comprender por qué alguien diría esas cosas sobre él.
– ¡Claro que sí! – Athena asintió. – ¿Entiendes ahora lo que estoy tratando de decir?
Hitohito se quedó mirándola, anticipándose a lo que estaba a punto de decir. Ella le puso la mano en el hombro.
– Tú cambiaste su vida. Tú solo lograste sacarla de una vida de soledad y le diste esperanza para su futuro. Le diste algo muy importante, algo que la mayoría de la gente toma por sentado. Le diste la única cosa que ella siempre quiso: un amigo. Tú significas un mundo para ella, y con la posible excepción de su familia, tú eres la persona más importante en su vida. ¡Y eso nada ni nadie te lo puede quitar!
– Yo... no sé qué decir... – Le llevó algo de tiempo antes que el peso de todo lo que Athena había dicho se asentara. Él sabía que Shouko lo consideraba un amigo a pesar de ser tan normal, pero no tenía idea de que significase tanto para ella. Comenzó a tratar de convencerse a sí mismo que Athena se estaba inventando cosas para hacerlo sentir mejor, pero al verla de frente, supo que esas palabras eran de Shouko, y que se las estaba retransmitiendo a él. Una vez que la realización lo golpeó, sintió que las lágrimas bajaban por su rostro.
– No tienes que decirme nada... mientras entiendas el gran amigo que eres para Shouko... – le dijo Athena. ... Y eso es lo que te convierte en una persona maravillosa, ¡sin importar lo que digan los demás!
Hitohito se limpió las lágrimas en su rostro. – Gracias, Srta. Cykes... tú también eres una persona maravillosa. ¡Me alegro de haberte elegido como mi abogada! – exclamó, finalmente con una sonrisa genuina en su rostro.
– Bueno, técnicamente fui yo la que eligió defenderte, ¡pero hey, entiendo lo que dices! – Athena también sonrió, feliz de haber podido subirle el ánimo a su cliente. («Si tan solo Shouko estuviera aquí para ver su sonrisa...»)
– Hey, ¿crees que deberíamos volver y ver cómo están los demás? – inquirió Hitohito, a lo que Athena asintió.
– Sí. ¡Y sin duda estarán felices de ver que estás de mejor humor! – dijo ella mientras se levantaba de la banca.
Hitohito se levantó de la banca también. Antes que Athena se fuera, le agarró la manga de su chaqueta para llamar su atención.
– Hey, antes que vayamos... por favor no le digas a nadie más sobre lo que hemos discutido aquí... no quiero que se preocupen más, y no estoy listo para compartir lo que dije con otras personas todavía.
– ¡No te preocupes, Hitohito! – Athena le guiñó el ojo. – Todo lo que hemos hablado está cubierto bajo el privilegio del abogado y su cliente. ¡No voy a compartir nada de lo que hablamos hoy sin tu consentimiento! – Extendió su dedo meñique. – ¡Lo prometo!
Hitohito extendió su propio dedo meñique y lo entrelazó con el de Athena para sellar su acuerdo. – ¡Gracias, Srta. Cykes!
– ¡No hay problema! ¡Volvamos ya! – Athena se golpeó la palma con el puño de nuevo.
Mientras caminaban de vuelta, Athena comenzó a repasar toda la información que acababa de obtener en su cabeza.
(«Esa debió ser una experiencia muy horrorosa para alguien como él. Cielos, si tan solo supiera quién fue la secuestradora, le diría lo que pienso de ella, ¡asumiendo que no le aplicara primero mi Derribo Athena patentado! Aun así, el hecho de que haya mencionado que la secuestradora quería acercarse a Shouko y se refería a sí misma como una chica popular, debe significar que se trata de una de los compañeros de clase de Shouko. ¿Podría ser...?»)
– ¡Hito-chaaaaan!
Athena salió de su tren de pensamiento al oír el grito de una mujer. Al ver adelante vio a la fuente, reconociéndola como la madre de Hitohito, que venía corriendo a abrazar a su hijo. Junto a ella estaba también su padre, llevando lo que parecía ser un envase plástico que contenía varios pastelillos.
– ¡Mamá! ¡Papá! – gritó Hitohito devolviéndole el abrazo a su madre. Su padre soltó una mano del contenedor que llevaba para usar su brazo libre para abrazar a su mujer y su hijo.
– Volviste, hijo... ¿significa que ya estás libre de la cárcel? – preguntó el Sr. Tadano.
– Bueno... no exactamente... – replicó Hitohito con tristeza. Athena intervino para explicar.
– Verán, su hijo tenía información para ayudarnos con la investigación, así que persuadí a la policía de que nos dejaran traerlo con nosotros. También pensé que sacarlo de su encierro en esa celda aunque fuese por un rato le ayudaría a sentirse mejor. – dijo sonriendo.
– ¡Vaya, eso fue muy considerado de tu parte! – dijo la Sra. Tadano, girándose hacia Athena y jugando con su mechón. – Tú eres Athena Cykes, ¿verdad? ¡Me alegra que tú y el Sr. Wright pudieran convencer a mi querido Hito-chan para que aceptara un abogado!
Hitohito no pudo evitar lanzarle una mirada de vergüenza a su madre, por como usaba ese apodo cariñoso con él.
– Bueno, estoy más que feliz de defender a su hijo, Sra. Tadano. Es un buen muchacho, ¡y haré todo lo que esté en mi mano para probar su inocencia! – Athena hizo una señal de amor y paz con sus dedos. El padre le sonrió.
– Mi hijo es muy afortunado de tener una abogada tan determinada como tú. Ah, pero no me he presentado. Soy Hitoshi Tadano, el padre de Hitohito. – dijo haciendo una reverencia frente a Athena.
– ¡Y-y yo soy su madre, Jeanne Tadano! – dijo la mujer, cuya reverencia fue considerablemente más ansiosa.
– ¡Gusto en conocerlos a ambos! – Athena les devolvió la reverencia a ambos padres. («¿Jeanne? Los nombres occidentales no son poco comunes estos días en Japón, ¿pero con un apellido japonés también? ¿Será francesa?») se preguntó. Luego notó el envase que Hitoshi llevaba en las manos. – ¿Qué es lo que llevan allí?
– ¡Ohh, son unos buñuelos! Jeanne los horneó para Hitohito. – replicó Hitoshi. Abrió el contenedor para revelarlos: docenas y docenas de buñuelos fritos espolvoreados con azúcar.
– ¡Ohh, buñuelos! ¡Qué dulce de su parte, disculpen la expresión! – dijo Athena. – Pero... no sé si le permitirán tenerlos en la cárcel.
– Además... no hay forma que me los pueda comer todos... – agregó Hitohito, con aspecto triste. – N-no es que sea malagradecido, definitivamente me comeré algunos antes de volver, pero...
– Lo siento, cariño. Es que estaba tan preocupada por hacer algo para ayudarte a distraer tu mente de todo lo que sucede, que terminé horneando más de la cuenta. – Jeanne se dio un golpecito en la cabeza. – ¡Ohh, ya sé, puedes compartir algunos con tu abogada, la Srta. Cykes!
– ¡Hey, esa es una idea maravillosa, mamá! – exclamó Hitohito, mientras recibía el contenedor de manos de su padre. Lo abrió para enseñarle los buñuelos a Athena. – ¿Quieres probar algunos?
– ¡Por supuesto, me encantan! – Athena cogió uno felizmente y se lo llevó a la boca. Sus ojos se iluminaron con estrellitas al probarlo y disfrutar de su sabor. – Mmm... ¡están realmente buenos, Sra. Tadano! – dijo entre mordiscos.
– ¡Gracias, querida! Son los favoritos de mi Hito-chan. ¡Siéntete libre de comer todos los que quieras! – replicó Jeanne, feliz de ver que Athena disfrutaba de su cocina. Hitohito estaba un poco avergonzado de que su madre siguiera usando ese apodo con él pero asintió estando de acuerdo con el sentimiento.
– Gracias, aunque no estoy segura de poder hacerlo yo sola... – señaló Athena.
– ¿Por qué no compartimos algunos con Hitomi, el Sr. Wright y el Detective Gumshoe? ¡A Hitomi también le encantan! – sugirió Hitohito.
– ¡Eso suena divertido! – replicó Athena, juntando las manos con una gran sonrisa.
– ¡Prepararé algo de café para acompañarlos! ¡Volveré en un rato! – Jeanne se fue al apartamento para preparar algo de café.
– ¿Supongo que será como una fiesta de postres? ¿Tenemos tiempo para eso? – le preguntó Hitohito a Athena.
– ¿Para ti? ¡Haremos tiempo! ¡Además, no hay forma que Gumshoe pueda resistirse a un café y donas francesas! – Athena sonrió de nuevo y le guiñó el ojo.
– ¡Supongo que no, jajaja! – se rio Hitohito.
Athena sonrió de felicidad y satisfacción al ver a su cliente sonreír y reírse. Aunque fuese sólo temporal, se alegró de haber podido ofrecerle alguna clase de alivio antes del juicio de mañana.
(«Será un día difícil mañana para los dos, pero sin importar lo que pase, voy a limpiar el nombre de Hitohito.») pensó Athena, asintiendo con decisión.
Esta historia continuará...
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