Capítulo 4: Comienza la investigación
27 de septiembre, 10:45 AM
Centro de Detención – Sala de visitas
Shouko regresó a la sala de visitas, con Trucy siguiéndola. Hitohito seguía allí, sentado en el lado opuesto del vidrio. Shouko se sentó en la silla frente a Hitohito, y Trucy se quedó de pie junto a ella.
– ¿Volviste? – preguntó Hitohito, aparentemente confundido. Shouko le escribió a su amigo.
[Quería quedarme contigo un rato más]
– Uhh... gracias... – replicó Hitohito con tristeza. El aire se puso silencioso entre los dos amigos.
Hitohito la miró al rostro: todavía había rastros de sus lágrimas en sus mejillas, de cuando se puso a llorar ante el prospecto de que él fuera encerrado de por vida, y por su petición de que ella se olvidara de él y siguiera adelante con su vida. Sintió una punzada de culpa en la boca de su estómago por haber hecho esto, no porque dejara de creer que fuera una causa perdida, sino porque la hizo llorar.
(«Soy un amigo horrible para ella...») pensó Hitohito para sí mismo. Estaba tan enredado en su propia miseria que no se detuvo a considerar cómo se sentiría Shouko respecto a todo esto. Incluso si se sentía indigno de su amistad, él podía ver que ella todavía se preocupaba por él, y eso hizo que su intento de que ella siguiera adelante con su vida sin él luego de que inevitablemente fuese condenado resultara aún más difícil.
Pensó en lo que le dijo Athena, y entre más pensaba en ello, más llegaba a la conclusión de que tenía razón: él no quería despedirse de Shouko, o incluso de Najimi. Recordaba su declaración con mucha claridad:
– "Hitohito... ¡voy a defenderte!"
Recordó la mirada de determinación en su rostro, y se dio cuenta de que no sólo hablaba completamente en serio sobre defenderlo, sino que iba a dar absolutamente el 100% en ello. Esto le dio una chispa de esperanza de que podría salir bien de esto, y quizás las cosas podrían volver a cómo eran antes. Cuando conoció a Shouko por primera vez, cuando intercambiaron mensajes en el pizarrón. Antes de que Ren se metiera a fuerza en sus vidas y tratara de separarlos.
Pero incluso con esta esperanza, el miedo que venía con ella todavía existía. Incluso si, por alguna clase de milagro, lo declaraban inocente, Ren todavía seguiría suelta, y no había duda en su mente de que ella le haría algo horrible una vez que lo sacaran de prisión. No quería ni pensar en ello, especialmente ya que el sólo hacerlo lo transportaba de vuelta a ese fatídico día que pasó secuestrado en su casa. Sólo podía imaginársela haciendo algo mucho peor, sólo para dejar claro su punto de que él ni siquiera merecía respirar el mismo aire que Shouko. No quería ni pensar en ello, su mejor amiga estaba aquí y lo último que ella necesitaba era verlo derrumbarse de nuevo frente a ella.
Trucy sólo observaba a los dos amigos mirándose en silencio. Quería decir algo para romper este silencio incómodo, pero no podía. Quería darles espacio, pero al mismo tiempo, odiaba verlos allí sentados y agonizando en sus cabezas por culpa de la situación de Hitohito. Afortunadamente, él se aclaró la garganta para decir algo.
– Perdón por no hablar mucho, es que... tengo demasiadas cosas en mi mente. – Hitohito se rascó detrás de la nuca nerviosamente. Eso al menos era cierto.
[Lo entiendo. Debe ser horrible estar atrapado aquí.] le escribió Shouko. Eso era quedarse cortos. Para Hitohito, las únicas diferencias entre el closet de Yamai y la celda en la cárcel que estaba ocupando ahora era que al menos la celda era más grande, y no estaba amarrado todo el tiempo.
– Sí... no es nada divertida... – Hitohito se puso a juguetear con los dedos nervioso. Shouko podía ver que estar en prisión le recordaba cuando Ren lo secuestró. Pensó en lo solo y asustado que debió sentirse entonces, y sin duda ahora mismo también debía sentirse igual, especialmente mientras le escribía su siguiente mensaje.
[Si pudiera, me quedaría aquí contigo, para que no te sientas solo.]
El rostro de Hitohito se puso rojo. («Si Shouko estuviera aquí, sólo nosotros dos, tal vez esto no sería tan malo. Podría... NO NO NO NO NO NO NO, ¿QUÉ ESTOY PENSANDO?») se regañó mentalmente. Sólo estaba preocupada por su bienestar como amigo, nada más. Sin duda ella haría lo mismo por cualquiera de sus otros amigos si estuvieran en esta situación. Él no tenía nada de especial...
[Kometani: Supongo que el hecho de que fuiste la primera persona que se acercó a ella y le ofreció amistad nunca se te ocurrió...]
Shouko vio que la cara de Hitohito se puso roja. Miró lo que había escrito e inmediatamente lo escondió, avergonzada de lo que acababa de escribir. Aunque quería hacerlo sentirse mejor, supuso que habría incontables formas de hacerlo, así que ¿por qué lo primero que le vino a la mente fue estar en la celda con él para que no se sintiera solo?
Los dos volvieron a quedarse en silencio, aunque esta vez por una razón totalmente diferente. Trucy no pudo evitar pensar que realmente se veían adorables. («Quizás su amistad sigue siendo sólida a pesar de todo. Como sea, mejor mantengo un ojo sobre ellos para ayudarlos como pueda.»)
– Umm... entonces, Shouko, había alguien que quería presentarte: una nueva amiga potencial. – Hitohito rompió el silencio, esperando disipar la incomodidad en la sala. Los ojos de Shouko se levantaron ante la idea de conocer una nueva amiga.
A su vez, los ojos de Trucy también se iluminaron: justo allí recordó que ayer Hitohito le había dicho que quería presentarle a alguien, y a juzgar por lo que acababa de decir, seguramente quería presentarla formalmente a Shouko. Apenas pudo contener la emoción ante el prospecto de ser su amiga.
– Quería presentarlas ayer, pero... quedé atrapado en todo este embrollo, y al parecer ustedes dos ya se conocen, pero... supongo que puedo intentarlo de todos modos. Shouko, ella eis Trucy Wright. Es una estudiante de la clase 1-3, y una maga excepcionalmente talentosa.
– ¡Es un placer conocerte, Shouko! Bueno, ya nos conocimos, pero... ¡ya sabes lo que quiero decir! Otra vez, te pido perdón por haberme excitado de más en la oficina cuando te conocí. – Trucy se golpeó el borde de su sombrero con una expresión tímida.
[Está bien. Me alegro de conocerte también. ¡Me gusta tu atuendo!] le escribió Shouko.
– ¿E-en serio? Aww, g-gracias, me alegra que te guste mucho mi atuendo de trabajo. – Trucy no pudo evitar sonrojarse ante el cumplido. No sólo pudo conocer y hacerse amiga de la ídolo de la escuela, sino que incluso la halagó. Si no fuera por el hecho de que el amigo de Shouko estaba en la cárcel, lo habría considerado el mejor día de toda su carrera en la preparatoria.
[¿Cuándo se conocieron tú y Hitohito?] escribió Shouko, mirando entre ambos.
– Ohh uhh.... – Hitohito empezó a tartamudear buscando una excusa, pero no le venía nada a la mente. Por suerte, Trucy parecía lista para contestar la pregunta.
– No me sentía muy bien ayer, así que también fui a descansar a la enfermería. Vi a Hitohito y empezamos a charlar. Cuando me sentí mejor, le enseñé algunos de mis trucos de magia, y luego de eso me dijo que tenía a alguien a quien quería presentarme también. No sabía quién era en ese momento, pero supongo que se refería a ti.
[Oh, ya entiendo.] le escribió Shouko en respuesta. Hitohito mentalmente exhaló de alivio ya que le creyó la historia a Trucy, pero al mismo tiempo, se sentía ligeramente culpable por engañarla.
– Como sea, Hitohito dijo antes que quieres hacer cien amigos, ¿cierto? – preguntó Trucy. («Es muy extraño. Yo me imaginaba que alguien tan popular y adorada como ella ya debería haber logrado esa meta a estas alturas.»)
Hitohito mentalmente dio un respingo ante la realización de haber divulgado la meta de Shouko frente a todos de esa manera. («¿Por qué compartí esa información sobre Shouko tan libremente? ¡Seguro que se va a enojar conmigo por decir eso!») De repente, por un momento, recibir la pena capital no sonaba tan mal.
[Él tiene razón. Mi sueño es hacer cien amigos. Sé que suena algo tonto...]
– ¡Para nada! ¿Cuántos amigos has hecho hasta ahora? – preguntó Trucy. Shouko sacó otra libreta, la abrió, y se la entregó a Trucy. Miró lo que estaba escrito, y vio una lista con trece nombres.
Hitohito Tadano
Najimi Osana
Himiko Agari
Makeru Yadano
Ren Yamai
Omoharu Nakanaka
Akako Onigashima
Himeko Kishi
Shigeo Chiarai
Taisei Sonoda
Mono Shinobino
Nene Onemine
Kaede Otori
Trucy no pudo evitar sonreír al ver el nombre de Hitohito como el primer amigo de la lista. («Debe ser muy especial para ella si encabeza esa lista. Incluso encima de Najimi, que seguramente debió hacer amistad con Shouko desde la infancia.»)
Sin embargo, también le sorprendió que hubiera tan pocos nombres en la lista, y lo más sorprendente de todo, también haber visto el nombre de Ren Yamai en ella.
(«¿Ren Yamai? ¿No es ella la víctima de este caso? ¿Es decir que son amigas? Probablemente no sea la gran cosa, pero más vale que tome nota mental de esto, sólo por si acaso.»)
Ahora, la joven maga decidió pasar a la siguiente orden de negocios.
– ¿Te importa si tomo prestada tu libreta por un segundo? Me gustaría enseñarte un truco de magia. – ofreció Trucy.
Shouko asintió afirmativamente.
– ¡Muy bien! Deleiten sus ojos. Estoy a punto de hacer desaparecer esta libreta, y luego la haré reaparecer de nuevo.
Trucy se puso de pie y se quitó su sombrero. Shouko y Hitohito miraron fijamente a la joven maga mientras preparaba su truco.
– Para empezar, pondré la libreta en mi sombrero. Ahora, a la cuenta de tres, la haré desaparecer. – Sacó una varita de su bolso, y luego empezó a agitarla sobre su sombrero de mago. – Uno, dos, tres... ¡dimere! – Tocó el sombrero al recitar el conjuro. – Y ahora, dentro del sombrero, como pueden ver... ¡la libreta ha desaparecido!
Les enseñó a Shouko y Hitohito el interior del sombrero. Tal como les dijo, ya no estaba. Shouko soltó un chillido y empezó a temblar nerviosa.
– No te preocupes, sólo es temporal. Pero te dije que la haría reaparecer de nuevo, ¿no? – Hizo girar el sombrero en sus manos antes de volver a ponérselo en la cabeza.
– ¡Todo estará bien, Shouko! – le aseguró Hitohito a su amiga. Shouko dejó de temblar, pero todavía seguía preocupada por haber perdido su lista de amigos.
– Ahora, la siguiente parte de este truco requerirá algo que sin duda Hitohito reconocerá muy bien: ¡mis patentadas Braguitas Mágicas! [Kometani: Lo está haciendo a propósito]
Abrió la palma de su mano y en un puf de humo, aparecieron sus Braguitas Mágicas. Hitohito estaba gritando por dentro que Trucy no hubiera dicho lo que dijo de la forma que lo dijo, pero por fortuna, las implicaciones parecieron pasar volando por encima de la cabeza de Shouko, que estaba demasiado ocupada observando fijamente a Trucy.
– Tal como Hitohito lo sabrá, puedo hacer que cualquier cosa aparezca en mis Braguitas Mágicas, y tu libreta no es la excepción. Sólo necesito contar hasta tres y decir las palabras mágicas. Uno, dos, tres... ¡AMERE! – Luego de contar tocó las bragas con su varita, y luego metió la mano en ellas. – Y adentro, tenemos... ¡tu libreta, sana y salva!
Extrajo la libreta, y se la entregó de vuelta a una muy asombrada Shouko.
– Pero eso no es todo. Échale un vistazo a tu lista de amigos. – dijo Trucy, sosteniendo el ala de su sombrero con confianza.
Shouko hizo lo que Trucy le pidió, y abrió la libreta. Vio que todos sus amigos estaban escritos igual que antes, pero debajo del nombre de Kaede Otori, había otro nombre adicional escrito:
Trucy Wright
– ¡Ta-da! ¡Acabas de hacer a tu amiga número catorce, la chica mágica Trucy Wright! – dijo Trucy haciendo una reverencia con orgullo.
*Pomph*
Shouko hizo brotar sus orejas de gato, con sus ojos llenos de estrellitas ante el asombro. Esta era su primera vez viendo un truco de magia, e incluso ahora, estaba intentando descifrar no sólo cómo Trucy logró hacer desaparecer y reaparecer en dos objetos separados, sino también cómo pudo escribir su nombre en él mientras no lo tenía. En lo que a ella concernía, Trucy acababa de hacer magia real en frente de sus ojos.
Incluso Hitohito no pudo evitar asombrarse de lo que hizo. Tenía la certeza de que pudo esconder la libreta en alguna parte para aparentar que la había hecho desaparecer, pero el cómo se las arregló para escribir en él mientras estaba fuera de la vista, no tenía idea. – Wow... ¡eso fue impresionate! ¿Cómo lograste escribir tu nombre en la libreta si no la tenías?
Trucy sólo pudo responderle con un guiño pícaro. – Ah-ah-ah, ya sabes que los magos nunca revelamos nuestros secretos.
– S-sí, lo sé. Aun así, me alegra que ahora ustedes dos sean amigas. – Hitohito sonrió. Fue una sonrisa pequeña, pero era la primera sonrisa genuina que daba desde que comenzó todo el incidente. Sin importar lo sombría que fuera la situación en la que se encontraba, ver la mirada de asombro de Shouko al ver algo nuevo nunca fallaba en darle una sensación cálida en el corazón. Siempre se alegraba de poder darle algún alivio de lo que estaba ocurriendo a su alrededor, aunque fuese sólo temporal.
– Ahh, pero Shouko no es la única amiga que he hecho hoy. – Trucy se sostuvo el ala de su sombrero con confianza.
– ¿No lo es? – preguntó Hitohito rascándose la cabeza. – Entonces... ¿quién es el otro?
– ¡Tú, por supuesto! – Trucy le apuntó con el dedo a un sorprendido Hitohito.
No estaba seguro de qué pensar. Se alegró de haber tenido éxito en que Shouko y Trucy se hicieran amigas, pero ahora ¿ella también quería ser amiga de él también? Entre los amigos actuales de Shouko, los únicos que podría considerar como amigos propios eran Najimi, Nene y Kaede, y quienes eran amigables con todos, no sólo él. En su mente, todos los demás apenas lo toleraban en el mejor de los casos, o lo detestaban en el peor. La idea de que alguien quisiera genuinamente ser su amigo era un concepto totalmente extraño para él.
– ¡No te sorprendas tanto! Puede que no tengas una libreta especial en la que pueda escribir mi nombre, ¡pero ya somos amigos! – sonrió Trucy, dando saltitos sobre sus talones.
– Ohh... ¿en serio? Bueno... um... gracias... me... alegro de... ser tu amigo también... – Se rascó detrás de la cabeza nervioso. Todavía no podía creerlo, pero por ahora, se sentía agradecido de que ella no lo despreciara por ser amigo de Shouko.
– Yo también me alegro. Con suerte, cuando este caso esté resuelto y salgas libre, ¡todos podremos ir a divertirnos juntos alguna vez! – sonrió Trucy.
– Eso... me gustaría... – replicó Tadano.
Shouko evaluó la situación. Trucy ciertamente no tenía miedo de expresarse, y le vino una pequeña preocupación de que pudiera potencialmente convertirse en competencia por la atención de Hitohito. Aun así, le alegraba que su nueva amiga y Hitohito se llevaran bien. Ahora mismo, él necesitaba todos los amigos que pudiera conseguir.
Trucy por su parte se alegró de ver a sus nuevos amigos de mejor humor que antes. Aun así, había una cosa que le estaba dando vueltas en la mente debido a que ni su padre ni Athena habían logrado descifrar. ¿Cuál era la naturaleza exacta de la relación entre Hitohito y Ren? Ahora sabía que Shouko era su amiga mutua, pero ¿qué había entre Hitohito y Ren?
– Hay otra cosa más que quería preguntarte... – empezó a decir Trucy, pero fue interrumpida por el guardia del centro de detención.
– Se acabó el tiempo. Sr. Tadano, tiene que ir a que lo interroguen. – dijo el guardia, haciendo que Tadano se pusiera de pie de un tirón.
– Bueno, gracias por venir. ¿Y Trucy? – Hitohiro se volvió hacia ella.
– ¿Sí?
– Por favor cuida de Shouko mientras estoy aquí. – le suplicó.
– ¡No te preocupes, ella estará en buenas manos! – le aseguró Trucy.
– Gracias, y Shouko... me dio gusto verte de nuevo. – Hitohito se esforzó por darle una última sonrisa antes que el guardia lo escoltara fuera de la sala.
Shouko observó cómo su amigo desaparecía tras la puerta. En el momento en que estuvo fuera de vista, empezó a preocuparse de nuevo. Todo lo que podía pensar era en el interrogatorio al que irían a someter a Hitohito: ¿le iban a gritar, o lo iban a golpear para que escupiera información? [Kometani: Estoy seguro de que es ilegal que la policía haga eso...] Empezó a temblar de nuevo ante la posibilidad de que Tadano fuese herido físicamente mientras ella no podía hacer nada para impedirlo. Lo único que le sacudió el miedo fue cuando sintió una mano posarse en su hombro.
– Vamos, Shouko... te acompañaré a tu casa. – ofreció a Trucy a su nueva amiga.
Shouko asintió. Las dos abandonaron el centro de detención juntas, y mientras lo hacían, Trucy reflexionó en lo que acababa de pasar.
(«Es una pena que nos hayan interrumpido justo cuando estaba a punto de hacerle esa pregunta, pero ya habrá otras oportunidades. Por ahora, debo enfocarme en llevar a Shouko a casa a salvo, y decirles a papá y Athena todo lo que he averiguado. Por otra parte... sería bueno pasar algo de tiempo con Shouko hoy. Es una persona realmente amable, y me alegra que haya aceptado ser mi amiga. Ella y Hitohito. Finalmente... tengo mis primeros amigos en la preparatoria.»)
27 de septiembre, 11:14 AM
Afuera de la Preparatoria Itan
(«Así que, esta es la prestigiosa Preparatoria Privada Itan ...")
Athena se encontraba de pie frente a la relativamente vacía Preparatoria Itan, junto a Phoenix y Najimi. Aparte de los autos de policía aparcados en el estacionamiento frontal, al igual de los ocasionales oficiales de policía haciendo sus rondas, la escuela estaba relativamente vacía.
– Entonces, esta es tu primera investigación donde estás a cargo. ¿Cómo te sientes ahora mismo? – preguntó Phoenix a su subordinada.
– B-bueno, estoy algo nerviosa, ¡pero no dejaré que eso me impida resolver este caso! – Athena apretó sus puños. Estaba haciendo su mejor esfuerzo por ocultar el hecho de que todavía se sentía extremadamente nerviosa.
– ¡Estaba a punto de llamar diciendo que está enferma! – chirrió una pequeña voz digital.
– ¡Hey, cállate, Widget! – le gritó Athena a su collar. Najimi en ese momento alzó una ceja y se giró hacia ella.
– Espera, ¿tu collar acaba de hablar?
– Ohh, sí, creo que no les he presentado todavía a Widget. – Levantó su collar digital. – Widget es mi confiable asistente. A veces... tiene el hábito de irse de lengua y decir lo que estoy pensando.
Athena se encogió de hombros.
– Vaya, eso suena inconveniente. Quiero decir, ¿a veces suelta lo que estás pensando cuando estás teniendo... fantasías cochinas? – Najimi sonrió con malicia.
– ¡No, claro que no! Quiero decir... ¡eso es porque nunca pienso en cochinadas! – Athena hizo un puchero.
Phoenix no pudo evitar sacudir su cabeza. («Ya puedo ver que esta investigación comenzará de manera muy productiva...»)
Athena tomó nota de la expresión de su jefe y trató de recobrar la compostura. – C-como estaba diciendo, acorde con lo que dijo Hitohito, encontró a Ren noqueada en los archivos de la biblioteca. ¿Sabes cómo llegar allí?
– Honestamente, no tenía idea que la biblioteca de Itan tenía archivos, pero la biblioteca se encuentra en el segundo piso al final del corredor. Puedo llevarlos allí. – ofreció Najimi, aunque a Athena no se le escapó que había un titubeo en su voz.
– ¿No dijiste ayer que te echaron de la biblioteca? – preguntó Athena.
– ¿Eso dije? – Najimi intentó fingir ignorancia, pero sólo recibió una ceja levantada de Athena. – ¡Ohh sí, eso dije!
– ¿Puedo preguntar por qué?
– B-bueno, como dije antes, es que a la bibliotecaria Gorimi no le caigo bien. – Najimi intentó restarle importancia con una sonrisa. Athena sin embargo cruzó los brazos y le lanzó una mirada severa, indicando que no se estaba tragando las excusas de Najimi. – De acuerdo, de acuerdo, PUEDE que haya causado mucho alboroto cuando fui allí a buscar a Hitohito. Después, PUEDE que haya intentado colarme de nuevo allí después que me corrieron. Y luego TAL VEZ Gorimi me persiguió por toda la escuela como por quince minutos por haber tratado de volver a entrar... y quizás eso haya sido como resultado de que me echaron varias veces de allí durante el año escolar.
– Bueno, la escuela ahora mismo está técnicamente cerrada, así que puede que ella no esté allí, pero si lo está, creo que le debes una disculpa. Sé que estabas tratando de buscar a tu amigo, pero todavía necesitas respetar las reglas de la escuela. [Kometani: Considerando tu propia forma de conducirte en las investigaciones, difícilmente tienes derecho de hablar, Srta. Cykes...] Sin mencionar, considerando que siempre te han echado de allí por causar alboroto, también deberías disculparte por eso. – le regañó Athena.
– ¡Está bien, mamá! – suspiró Najimi. Por alguna razón, ese comentario hizo que Athena se sintiera vieja, a pesar de no tener la edad suficiente para comprar alcohol.
– ¡Hey, hay alguien por allá! – Phoenix interrumpió a Najimi y Athena para señalar lo que parecía ser una estudiante saliendo de la escuela. Tenía ojos cafés y cabello castaño amarrado en una cola de caballo, con sus mechones enmarcándole el rostro. Parecía estar mirando alrededor como si estuviera buscando a alguien, con una expresión de hermana mayor preocupada. El grupo inmediatamente se acercó a la estudiante preocupada.
– Disculpa, señorita, ¿está todo bien? – le preguntó Phoenix. La estudiante volvió su atención al abogado de azul.
– Ohh, sí, todo está bien. Sólo estoy buscando a alguien. – La chica castaña notó entonces a Najimi entre el grupo. – ¿Najimi? ¿Qué estás haciendo aquí?
– Estoy aquí con los abogados de Hitohito. Estamos intentando limpiar su nombre. ¿Qué hay de ti? ¿Qué estás haciendo aquí? ¿No sabes que la escuela está cerrada? – replicó Najimi.
– Sí, pero estoy tratando de encontrar a Kaede. Otra vez anda perdida y estoy preocupada. – suspiró la chica.
(«¿De nuevo? Eso no es una buena señal...») pensó Phoenix, llevándose la mano al mentón. – ¿Por qué piensas que está aquí? – le preguntó a la chica.
– Bueno, es que me llamó preguntándome por qué no estaba en la escuela. Le dije que la escuela estaba cerrada por hoy y que me esperara donde estaba, y que me reuniría con ella. Sin embargo, todavía no he podido encontrarla en ninguna parte...
– ¿Qué aspecto tiene? – intervino Athena.
– Tiene cabello negro-verdoso que sobresale arriba de su cabeza, sus ojos suelen estar siempre cerrados y... siempre tiene una actitud relajada y amable. – La estudiante parecía estar esforzándose lo mejor que podía por describir a su amiga.
– ¿Y cómo dijiste que se llamaba?
– Kaede. Kaede Otori.
– Bueno, si la vemos durante el curso de nuestra investigación, nos aseguraremos de decírtelo. – le aseguró Athena a la estudiante.
– Muchas gracias. – Exhaló un suspiro de alivio, y les ofreció su mano para un apretón a los abogados. – ¡Soy Nene Onemine!
Athena le dio la mano primero. – ¡Athena Cykes, abogada defensora!
Phoenix fue el siguiente en darle la mano. – Yo soy su jefe, Phoenix Wright.
Nene les sonrió a ambos. – Es un placer conocerlos, Srta. Cykes y Sr. Wright. Y buena suerte con su investigación. Espero que puedan limpiar el nombre de Hitohito. – les dijo antes de irse a buscar alrededor del exterior del edificio.
– Bueno, por aquí, damas y caballeros... ¡la biblioteca nos espera! – Najimi hizo una reverencia y se metió adelante para guiar a los dos abogados.
Athena no pudo evitar sonreír ligeramente al ver a Nene antes de irse por su lado. («Me alegra que alguien más aquí crea que Hitohito es inocente...»)
Antes de ingresar al edificio, el teléfono de Phoenix comenzó a sonar con la tonada digital del Samurai de Acero. Se lo sacó del bolsillo y presionó el botón de llamada antes de llevárselo al oído.
– ¿Hola?
<¡Hola papá!>
– ¡Trucy! ¿Cómo va todo?
<¡Genial! ¡Acabo de hacerme amiga de Shouko y Hitohito!>
– ¡Eso es maravilloso! ¿Cómo está Hitohito?
<Parece estar un poco mejor, aunque puedo ver que todavía hay algo que le molesta.>
– Sí, a mí también me dio esa sensación. ¿Pudiste averiguar algo nuevo?
<No mucho. Lo único que averigüé es que Shouko y Ren eran amigas antes del incidente. Traté de preguntarle a Hitohito cuál era su relación con Ren, pero el tiempo de visitas se nos agotó. Perdón por no averiguar más.>
– Está bien, Truce. Entonces, ¿qué planeas ahora?
<Voy a acompañar a Shouko a casa, y luego volveré a la oficina. ¿Hay algo que necesites allí?>
– Nada que se me ocurra...
<¿Qué hay de tu kit para investigación forense? ¿Te lo llevaste?>
– No lo hice. («Probablemente debería llevármelo conmigo a partir de ahora. Me vino muy útil en el Acuario Shipshape...»)
<¿Quieres que vaya a la oficina a recogerlo y luego nos vemos en la escuela?>
– Claro, eso sería maravilloso. Cuando llegues aquí, ¿podrías llamarme?
<¡Claro!>
– Muy bien, gracias. ¡Te veré pronto!
<¡Adiós, papá, te quiero!>
– ¡También te quiero, cariño! ¡Cuídate!
*Click*
– ¡Wow, ese teléfono probablemente sea más viejo que yo! – comentó Najimi.
– Bueno, lo he tenido desde que inicié mi carrera legal. Sé que tal vez no sea tan elegante como sus teléfonos modernos, pero sirve para hacer y recibir llamadas, y eso me basta. – Phoenix se rascó detrás de la cabeza.
– ¿Pero también envía y recibe mensajes de texto? – preguntó Athena.
– Sí lo hace... eso creo... Aunque no sé para qué necesitas mensajes de texto cuando una llamada normal sería suficiente. – se preguntaba Phoenix.
– Bueno, vamos a una biblioteca, y creo que hay al menos un 95% de probabilidades de que Gorimi te dé un golpe si contestas una llamada en la biblioteca. – señaló Najimi.
– Y esa es sólo una situación. Hay muchas otras en las que sería necesario apagar el teléfono, pero la otra persona todavía necesita enviar un mensaje. O usted podría querer enviar un mensaje pero no puede por cualquier razón. Enfréntelo, jefe, ya va siendo hora de que se consiga un mejor teléfono. – intervino Athena.
– Está bien, está bien. Lo pensaré una vez que terminemos el caso. Por ahora, tenemos un trabajo por hacer. – les dijo Phoenix a sus colegas que eran más letrados con la tecnología.
27 de septiembre
Biblioteca – Preparatoria Itan
Athena y Phoenix siguieron a Najimi todo el camino hasta la biblioteca. El sol del mediodía se filtraba por las ventanas cayendo sobre el trío. Una vez adentro, Najimi inmediatamente echó un ojo al mostrador de recepción a la derecha. Aparte de una sola terminal de computadora y varios estantes, no había nada detrás del mostrador, salvo por un oficial de policía que examinaba el escritorio y la computadora en busca de pistas, para su gran alivio.
De hecho, las únicas personas entre los estantes de libros eran oficiales de policía. Las mesas de estudio estaban totalmente vacías, salvo por un bolso escolar aparentemente abandonado el cual tenía varios botones con imágenes de personajes de videojuegos, anime y manga.
Athena miró alrededor, pero no vio ninguna puerta en la inmediatez. – Entonces, ¿cómo bajas al sótano? – preguntó.
– No lo sé. Nunca he estado allí, y siempre me corrieron antes de poder averiguar cómo llegar allí. – dijo Najimi encogiéndose de hombros.
– Echemos un vistazo. Probablemente se encuentre en la pared trasera en alguna parte. – Phoenix señaló hacia las ventanas. Athena y Najimi asintieron estando de acuerdo.
Sin embargo, en cuanto comenzaron a caminar, oyeron unas pisadas moverse hacia ellos. Una figura apareció entonces para bloquearles el paso.
– ¡Alto, en nombre de la justicia! Esta área se encuentra actualmente restringida. Me temo que debo pedirles que... – La figura hablaba con voz atronadora, y cuando el trío pudo verlo claramente, se dieron cuenta que era un hombre de traje blanco y gafas de aviador que levantaba su puño de manera amenazante. Sin embargo, pareció calmarse en cuanto los reconoció. – ¡Oh, pero si son ustedes dos!
– ¡¿Detective Fulbright?! – exclamó Athena, ligeramente sorprendida.
– ¡El primero y el único! ¡El campeón de la justicia en persona! ¡Bobby Fulbright! – exclamó Fulbright, enseñando su placa policial a los abogados y Najimi con orgullo.
(«Sigue igual de escandaloso que siempre. Supongo que si las actividades escolares siguieran en curso normal, ya debería haber violado por lo menos siete reglas de la biblioteca a estas alturas...») pensó Phoenix, con un sudor frío y una mirada de exasperación en su rostro.
Al ver al grupo, Fulbright notó un rostro que no había reconocido entre ellos. – ¿Y tú quién se supone que eres?
Najimi enfrentó la sonrisa de Fulbright con una propia. – ¿Yo? ¡Yo no soy un estudiante ordinario! También me considero una especie de campeón de la justicia. Soy quien traerá la verdad a la luz. ¡Mi nombre es Najimi Osana, todos son mis amigos de la infancia, y soy la estrella en ascenso de la Preparatoria Itan! – Najimi enseñó con orgullo su carnet estudiantil para competir con la placa de Fulbright. Athena y Phoenix se quedaron sin palabras con lo que estaba ocurriendo frente a ellos, y sólo pudieron mirar con expresiones perplejas.
– ¡Ja! ¿Te crees un campeón de la justicia, aun cuando te asocias con bribones desvergonzados como ellos? – Fulbright señaló a los abogados, que se veían aún más exasperados.
– ¡O-oiga, qué descaro tiene al llamarnos así! ¡Especialmente cuando demostramos que usted arrestó a personas inocentes bajo falsas pretensas al menos dos veces! [Kometani: Se refiere a los incidentes en "El Caso Monstruoso" y "El Caso Reclamado"] – protestó Athena.
– Que sean tres veces, porque está intentando arrestar a mi amigo por cargos falsos ahora mismo. Dígame, ¿eso es algo que haría un campeón de la justicia? – Najimi se puso los brazos en jarras con orgullo.
Fulbright jadeó y se puso a agitar los brazos salvajemente ante la acusación de Najimi, y luego se agarró la cabeza sudando frío. – Urk... me atrapaste allí... – Pareció quedarse en shock por varios momentos antes de recuperar la compostura y ajustarse sus gafas. – Pero en mi defensa, sólo estaba siguiendo el camino que considero el más justo. ¡Puede que no sea perfecto, pero siempre pelearé por la justicia!
– Como sea, si ya hemos terminado de establecer quién tiene la justicia más justa, quisiera hacerle algunas preguntas, por favor. – interrumpió Athena, que también se puso los brazos en jarras y se notaba impaciente.
– ¡Ahh, entonces he de suponer que ustedes son los que representarán al Sr. Tadano! Muy bien, ¡adelante, pregunten lo que quieran! – Fulbright sonrió con orgullo.
(«Lo que queramos, ¿eh?») Athena se tomó un momento para pensarlo. Había muchas cosas que necesitaba saber, incluyendo qué le pasó exactamente a Yamai, por qué la policía creía que Hitohito era el principal sospechoso, pero lo más importante de todo, quería saber dónde fue la escena del crimen. – ¿Podría decirme en dónde está la escena del crimen? ¿Los archivos de la biblioteca?
– Claro, se encuentra detrás de aquellos estantes en la esquina más lejana. Hay unas escaleras que llevan hacia el sótano. – Fulbright señaló la pared más lejana. Athena fue a ver y, efectivamente, en ese lugar había una puerta doble cerrada, que presumiblemente llevaba al sótano. – Al fondo de las escaleras, debería haber una puerta frente a ustedes, y otra puerta a la derecha. Los archivos se encuentran detrás de dicha puerta.
– ¡Gracias! – Athena sonrió. El grupo empezó a moverse hacia las puertas, pero el detective los detuvo de nuevo, plantándose frente a ellas.
– ¡Un momento! ¿A dónde creen que van?
– Umm... ¿a investigar la escena del crimen? – replicó Athena con una sonrisa tímida.
– ¡Eso sí que no! ¡En este momento no se permite a nadie no autorizado en la escena del crimen! – declaró Fulbright en tono autoritario.
– Aww, vamos, ¿por qué no? – Athena hizo un puchero.
– ¡Por órdenes del fiscal Blackquill! – declaró con orgullo Fulbright. Parecía estar muy orgulloso de sí mismo por seguir ciegamente las órdenes de su superior.
– Bueno, pero usted también sabe que para que el juicio sea justo y limpio, la defensa también tiene derecho de investigar la escena del crimen tanto como la fiscalía. De lo contrario, si un solo lado es el que tiene toda la información, eso no es verdadera justicia. – Athena esperaba que, apelando a la obsesión del Detective Fulbright con la justicia, le haría cambiar de parecer.
– Bueno, tienes toda la razón, y para ser honesto, si dependiera de mí, los dejaría pasar de inmediato. – Levantó la mirada y se ajustó las gafas con expresión pensativa. – Pero en este momento, el Fiscal Blackquill se encuentra allá abajo investigando, y ordenó explícitamente que, mientras él esté allá abajo, absolutamente ningún personal no autorizado tiene permitida la entrada a la escena del crimen.
Athena hinchó las mejillas y suspiró derrotada. («Demasiado pedir por eso...») Parecía ser que esta vez Fulbright no iba a ceder. Najimi, que pareció sentir que el grupo tendría que esperar por un rato, decidió irse hacia los estantes en busca de algún manga para ponerse a leer.
– ¿Qué está haciendo Blackquill aquí de todas manera? Muy rara vez se aparece en la escena del crimen en persona. – preguntó Phoenix.
– Bueno, ¿es extraño que el fiscal a cargo del caso quiera investigar en persona? – señaló Fulbright. Phoenix levantó una ceja. – Pero sí tiene algo de razón. No suele tomar la investigación directamente en sus manos. Después de todo, sigue siendo un convicto. Pero en este caso es diferente. Por lo que he escuchado, tiene un asunto pendiente aquí, y espera poder utilizar este caso para cerrarlo de una vez.
– ¿Un asunto pendiente? ¿Por qué tendría Blackquill algún asunto pendiente aquí en la Preparatoria Itan? – preguntó Phoenix.
– Escuché que tiene algo que ver con un caso antiguo aquí. Quizás ustedes podrían preguntarle, pero dudo mucho que les vaya a decir algo. – dijo soltando una carcajada, lo cual Phoenix no encontró nada divertido.
– Bueno, si se trata de un caso antiguo, ¿por qué arrestaron a Hitohito? No hay forma de que él pueda estar involucrado en algo así, ¿verdad? – preguntó Athena enojada, apretando los puños.
– ¿Y cómo sabes que no lo está? Después de todo, apenas has conocido a tu cliente desde hace unas horas. Podría estar ocultándote una gran cantidad de secretos que no tienes idea. – replicó Fulbright con una sonrisa.
– Grr... no crea que me va a hacer dudar de mi cliente tan fácilmente, amigo. Además, tener secretos no es razón suficiente para arrestar a alguien, de lo contrario, todo mundo estaría encarcelado. – dijo Athena apuntándole con el dedo a Fulbright. Phoenix asintió estando de acuerdo con su subordinada, pero en privado admitió para sí mismo que el detective tenía un punto. Aún había cosas que Hitohito les estaba ocultando, después de todo.
– Cierto, pero esa no fue la razón por la que lo arrestamos. – Fulbright una vez más se ajustó las gafas. – Para empezar, basándonos en nuestra investigación, él es el único que podría haberlo hecho. Y en segundo lugar, ¡tenía un motivo!
– ¿Un motivo? ¿Y cuál podría ser ese motivo? – Athena mantuvo su mirada enojada fija en el detective.
– Lo siento, pero si digo más, estaría filtrando información del caso para la fiscalía. – Fulbright pareció notar que la abogada se estaba poniendo cada vez más y más impaciente con su interferencia. – No me importa cuánto me supliques o me mires feo; no pienso divulgar ninguna información. Ahora si me disculpan, tengo que ir a ver al Fiscal Blackquill. Hasta luego, y en justicia-¡YEEOWCH!
Fulbright se vio interrumpido por un abanico de papel que lo golpeó encima de la cabeza. El golpe lo sacudió y provocó que se agarrara la cabeza de dolor. A pesar del material del que estaba hecho el abanico, dejó una marca considerable en su cabeza. Esto atrajo la atención de Phoenix y Athena hacia la dueña del abanico: una chica enorme y musculosa con uniforme escolar. Incluso Najimi asomó la cabeza para ver qué estaba pasando, pero inmediatamente se volvió a poner a cubierto en cuanto vio quién era.
– Nada de gritos en la biblioteca. – le advirtió la colegiala con aspecto de gorila al detective. – Ya tiene dos strikes, Detective Tonto Bright. Uno más, y tendré que reportárselo a su jefe...
– P-perdón, Srta. Gorimi. ¡Le juro que no volverá a pasar! – se disculpó tímidamente, jugueteando con sus dedos antes de dirigirse hacia las escaleras de atrás. Gorimi entonces volvió su atención hacia los abogados con quienes Fulbright estaba hablando.
– ¿Y quién se supone que con ustedes? – La colegiala gorilona los miró con amenaza, sosteniendo su abanico de papel listo para golpear si era necesario. – No parecen ser de la policía.
– U-Umm... somos... los abogados de Hitohito Tadano. – dijo Athena casi chillando.
– Por favor no me mates. – chirrió Widget, causando que Athena tratara desesperadamente de cubrirlo.
– Ya veo... – Gorimi relajó su postura. – Muy bien. Pueden quedarse por aquí... sólo recuerden que las reglas de la biblioteca también se aplican a ustedes. Eso significa que tienen que poner en silencio todos sus dispositivos electrónicos, sin excepción.
Athena también se relajó. Para alguien con aspecto de que podría retorcerla como si fuera un pretzel y arrojarla por la ventana, Gorimi parecía ser por lo menos lo suficientemente razonable. Phoenix, por su parte, se había puesto más blanco que una sábana, y Najimi no se veía por ninguna parte. Athena suspiró, esperando que su jefe recuperara el sentido eventualmente.
– Umm... gracias. ¿Te importa si te hago algunas preguntas?
Gorimi asintió.
– De acuerdo... entonces, ¿estuviste aquí el día del crimen? – le preguntó Athena a la fornida bibliotecaria, todavía algo aprehensiva.
– Lo estuve. – replicó en tono seco.
– Y... ¿viste algo insual? – preguntó Athena en tono aprehensiva. De alguna manera, tuvo el presentimiento de que no le iba a gustar su respuesta.
– Aquí arriba no. En cuanto a allá abajo... – Gorimi miró hacia las puertas que llevaban hacia las escaleras – ... sólo vi a dos personas bajar allá durante ese día: Tadano y Yamai. Y de esos dos, solamente Tadano volvió a salir. – agregó negando con la cabeza.
Athena sintió que se le hundía la cara. A veces, odiaba que sus corazonadas resultaran ser correctas. – Y... ¿estás absolutamente segura de esto...?
– ¿Acaso dudas de mi dedicación a mantener esta biblioteca como un santuario sagrado para estudio y aprendizaje tranquilo? – Gorimi entrecerró los ojos y miró muy enojada a Athena.
– N-N-No, para nada. Sólo estoy diciendo que tal vez se te escapó ver a alguien bajar allá y...
– No hay forma de que se me haya escapado nadie. Sólo Tadano y Yamai bajaron ese día, y sólo Tadano regresó. Eso es todo lo que hay.
Athena pudo sentir que se le formaba un sudor frío en la frente, mientras se le hundía el corazón. («Si lo que dice es verdad... eso no es bueno para Hitohito... no me extraña que la fiscalía esté tan segura de que él lo haya hecho.») Miró a su jefe, que todavía estaba algo en shock, pero lentamente parecía estar recuperando el color en su rostro. Luego volvió a mirar a la gorila humana. Pensó que tal vez si charlaba de algo con ella, se le escaparía algo más.
– Entonces... parece que tienes un trabajo muy apretado aquí. – Athena se esforzó por sonar lo más causla posible. Gorimi se echó las manos detrás de la espalda y miró solemnemente.
– Es un trabajo muy serio, y me siento honrada de cumplirlo. La biblioteca representa la máxima institución de aprendizaje e inspiración. Los tomos de conocimiento contenidos aquí pueden expandir el intelecto de cualquiera, y la paz y tranquilidad de este lugar le permite a cualquier estudiante con aspiraciones tener el espacio necesario para alcanzar la grandeza. Por eso no puedo permitir que nadie se atreva a mancillar este santuario sagrado con comportamientos crudos.
– Wow... realmente eres muy dedicada. – Athena trató de sonreírle. («Eso casi sonó poético.») Aunque en cuanto pensó en eso, no pudo evitar echar un ojo a la sección de mangas. («Aunque difícilmente podría calificar "Gojo's Blizzard Adventure" u "One Pence'"como tomos de conocimiento.»)
Gorimi siguió adelante. – La policía no es una excepción, como acabas de atestiguarlo. Ellos también tienen que seguir las mismas reglas que los demás. Si alguien se atreve a cruzar alguna línea, le daré un strike. Tres strikes, y se largan de aquí.
– ¿Puedes echar a los oficiales de policía de la biblioteca? Seguramente eso no le sentaría nada bien a la fiscalía. – comentó Athena en shock.
– El Fiscal Blackquill y yo llegamos a un acuerdo. Como habrán adivinado, no puedo sacar de aquí a los oficiales de la ley que sólo están haciendo su trabajo. Sin embargo, aún deben seguir las reglas como todos los demás. Así que, en lugar de correrlos de aquí, les reporto sus infracciones al Fiscal Blackquill para que él se encargue del resto. Cuando les informé a sus oficiales de este acuerdo, parecieron captar rápidamente el mensaje. De hecho, la única persona a quien he tenido que disciplinar es ese Detective Tonto Bright.
Athena sonrió nerviosa. – De hecho, creo que su nombre es Fulbright.
Gorimi sacudió la cabeza. – Bueno, así es como lo llama el Fiscal Blackquill. Supuse que ese era su verdadero nombre, y que fue víctima de que le hayan dado un nombre desafortunado. Aun así, con su comportamiento en general, considero que "Tonto Bright" es un nombre mucho más apropiado.
(«Eso no puedo discutirlo.») pensó Athena, jugando distraídamente con su arete.
– En cualquier caso, quienquiera que viole las reglas aquí, recibirá el castigo de mi abanico. – Gorimi miró detrás de Athena. – Incluyendo a cierto bribón de pelo lavanda que se ha estado escondiendo detrás del estante todo este tiempo. No creas que no me di cuenta que estabas allí. Más te vale que salgas ahora mismo, o sino tú y tus dos chaperones serán echados en el acto.
Athena también miró en dicha dirección. – Sólo haz lo que dijo, si no, no podremos investigar aquí. Najimi no tenía muchas ganas de salir, de hecho, sólo quería salir pitando de la escena. Sin embargo, aunque Najimi estaba al tanto de que tenía la entrada prohibida a la biblioteca, los abogados no podrían ayudar a limpiar el nombre de Hitohito. Así que con cautela, emergió de su escondite.
– Ahora... tienes cinco segundos para decirme lo que estabas haciendo antes de que te agarre y te arroje por la puerta. – Gorimi se tronó sus nudillos. Por una vez, Najimi se quedó sin palabras, y todo lo que podría hacer era tartamudear excusas.
Phoenix finalmente había recobrado el sentido, y apuntó con su dedo directamente a la bibliotecaria. – Si arrojas a Najimi por la puerta de esa forma, ¿eso no causaría mucho ruido, y por ende estarías violando las reglas de la biblioteca?
Gorimi miró al abogado con sus ojos en rendijas. – Sería necesario, para mantener a ese problemático individuo fuera de aquí.
– Tal vez, y puede ser que Najimi haya hecho mal aquí en el pasado, pero hoy no ha hecho nada que amerite esa respuesta de tu parte. – replicó Phoenix.
– Su comportamiento pasado indica que no hará otra cosa que causar problemas. No veo razón para no echarle de aquí de manera preventiva.
Phoenix se tomó un momento para pensar. Honestamente no podía culparla por querer cortar un problema potencial de raíz. Por otra parte, Najimi genuinamente quería ayudarles, y él pensaba que todavía tenía una oportunidad de demostrarlo.
– Bueno, ¿qué te parece esto? Si Najimi se disculpa, y se queda con nosotros todo este tiempo ¿le dejarás que se quede? – le preguntó.
Gorimi pensó en ello por un momento. Miró a Najimi y después otra vez a Phoenix. – De acuerdo, pero si Najimi causa más problemas, usted también tendrá que hacerse responsable. ¿Le quedó claro?
– Me parece justo. – asintió Phoenix. Luego miró hacia Najimi. – ¿Hay algo que quieras decirle?
Najimi se aclaró la garganta. – Lo siento mucho, Gorimi. Por haber tratado de colarme ayer en la biblioteca después de que me echaste.
Gorimi cruzó los brazos y miró amenazante a Najimi.
– Y también por todas las veces que he causado ruido, desorden y molestias aquí dentro. Prometo que no lo volveré a hacer.
Gorimi mantuvo su mirada fija en Najimi por un largo tiempo, y luego descruzó los brazos. – ...Te voy a estar vigilando muy de cerca... – le dijo antes de volver al mostrador de recepción, causando que Najimi suspirara de alivio.
– *Fiu*... eso resultó mejor de lo que esperaba... – comentó.
(«Con suerte, mantendrá su palabra, o nuestro caso estará en graves problemas.») pensó Phoenix.
El grupo volvió a mirar a su alrededor. En la mesa donde antes había un bolso escolar aparentemente abandonado, ahora estaba sentada una persona, jugando con un Nontindo Swap. Llevaba un guante negro sin dedos en su mano derecha, y su mano izquierda estaba totalmente vendada. En su rostro llevaba un parche blanco cubriéndole el ojo. Sobre sus hombros llevaba la chaqueta de la escuela como si fuera una capa. Levantó la mirada una vez que notó la presencia de los abogados y Najimi se acercó hacia ella. Inmediatamente, levantó su mano vendada.
– Su aura... puedo sentir que... ¡sí! Ustedes son aquellos que el Samurai Sombrío dijo que vendrían...
Esta historia continuará...
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