Capítulo 22: La trama se complica
28 de septiembre, 12:45 PM
Pasillo del primer piso – Preparatoria Itan
– Wow, pensar que todo esto le ha sucedido a nuestro muchacho... necesitaré un minuto para asimilar todo esto...
Hitoshi Tadano acababa de terminar de escuchar a su esposa explicarle todo lo que había averiguado sobre lo que le había sucedido a su hijo Hitohito desde que tomaron caminos separados aquella mañana. Varias emociones estaban corriendo por él luego de averiguar todo lo que había pasado Hitohito.
Una de ellas era culpa. Aunque sabía que su trabajo por contrato era responsable de mantener a flote a su familia financieramente, una vocecita incómoda en su cabeza le decía que, si le hubiera puesto más atención a su hijo, podría haberse dado cuenta que algo andaba mal mucho antes para hacer algo al respecto. No ayudaba que su búsqueda de Itsuki Honshoku con la policía no dio frutos. De haber sabido que no resultaría en nada, habría vuelto a la corte para apoyar a su familia.
También sentía incredulidad. El hecho de que hubiera una chica en la escuela que no sólo había secuestrado a su hijo, sino que había estado tratando sistemáticamente de arruinarle la vida por una chica que le gustaba le resultaba difícil de procesar. Recordó el día anterior cuando Hitohito se rehusó a que sus padres intentaran conseguirle un abogado, insistiendo en que era culpable. No pudo ni imaginarse cuan horrible sería esta chica al punto que su hijo prefería estar en prisión que en la misma escuela que ella.
Hitoshi se masajeó las sienes, tratando de procesar todo lo que había escuchado. Sabía que las cosas estaban difíciles para su hijo, pero nunca se imaginó nada de lo que acababa de escuchar.
– Sé que es difícil de procesar. Yo también sigo casi sin poder creerlo... – Jeanne le puso el brazo alrededor de los hombros a su marido.
Hitoshi la atrapó en un abrazo. – Lo es... siento mucho no haber estado para ustedes esta mañana...
– Está bien. Me alegro que estés aquí ahora... – Jeanne apoyó su cabeza en el hombro de Hitoshi.
– Sí... con todo lo que le ha pasado a Hitohito... no sólo eso, sino que el fiscal que lo acusa... ¿estás segura de que es el mismo Simon Blackquill que conocíamos? – se preguntó Hitoshi.
– 'Por supuesto. ¡Yo estaba allí en la corte! – insistió Jeanne.
– Pero no lo entiendo. ¿Por qué haría esto? Solían ser muy cercanos cuando eran más jóvenes. – inquirió Hitoshi.
– Bueno, como se lo dije a su esposa, ¡es complicado! – intervino Fulbright, causando que Hitoshi levantara una ceja con escepticismo. – La cosa es, el Fiscal Blackquill no deseaba procesar a su hijo, pero no tuvo opción. No si quería investigar ese caso que ocurrió en Itan hace siete años y que esperaba reabrir.
– ¿Entonces por qué no dejar que alguien más procese el caso y esperar hasta después del juicio para volver a su caso? ¡No es como que ese caso irá a ninguna parte si ha estado dormido durante siete años! – argumentó Hitoshi, cruzando los brazos.
– Porque temía que, si alguien más se involucraba, arruinaría su investigación. No sólo eso, sino que no confiaba en nadie en la oficina de fiscales para darle un juicio justo... – Fulbright se ajustó sus gafas.
– ¡Pero pensaba que el nuevo Fiscal General tenía como meta eliminar la corrupción en la oficina de fiscales! Hablando de eso, ¿usted no es el detective que está ayudando a Simon? ¿Por qué nos ayuda a nosotros? – Hitoshi le apuntó con un dedo acusador al detective.
– ¡Whoa, whoa, tranquilo! – Fulbright levantó las manos en shock. – ¡Sólo estoy tratando de asegurarme que su hijo obtenga justicia por lo que Yamai le hizo!
Hitoshi lo miró con suspicacia. – En ese caso, ¿por qué está intentando hacer que lo condenen por algo que no hizo?
– Bueno, técnicamente, ahora mismo mi trabajo es hacerle justicia a Yamai por ser agredida... – replicó Fulbright, ajustándose las gafas. Jeanne se unió a su marido dándole una mirada suspicaz.
»Por un lado, Yamai merece justicia por ser agredida. Por el otro, su hijo merece justicia por ser acosado y secuestrado... ¡argh! ¿Quién se supone que tiene la justicia más justa? ¡YA NO LO SÉ! – lamentó Fulbright agarrándose la cabeza. Gotas de sudor bajaban por sus cejas mientras agonizaba sobre cuál era la verdadera justicia.
Hitoshi y Jeanne se miraron uno a la otra incrédulos. Luego miraron de nuevo al detective y se preguntaron si este comportamiento era normal para él.
Mientras Fulbright contemplaba su justicia, su teléfono empezó a sonar. – Esperen, tengo que contestar esto. – les dijo mientras levantaba su dedo índice y sacaba su teléfono. Presionó la pantalla para aceptar la llamada y se alejó de ellos.
– ¿Siempre... es así? – le preguntó Hitoshi.
– Bueno, ciertamente habla mucho sobre la justicia. Aun así, incluso si está ayudando a la fiscalía, creo que podemos confiar en él... – señaló Jeanne.
Hitoshi miró a su esposa sorprendida. – ¿Qué te hace decir eso?
– Bueno, es sólo una corazonada, pero por lo que puedo ver, parece ser más genuino sobre ayudar a Hito-chan que sobre ayudar a esa chica horrible Yamai. Mencionó que sólo busca hacerle justicia a ella porque es su trabajo como detective de la policía. Creo que en el fondo sabe que ella es la que merece ir a prisión en lugar de Hito-chan. – explicó Jeanne. – Además, míralo. ¿Te parece el tipo de persona que podría decir una mentira para salvar su vida?
– Supongo que no... – Hitoshi asintió, llevándose la mano al mentón. – ¿Y qué hay de Simon?
– Para ser honesta, no estoy segura... – Jeanne bajó la mirada. – Por supuesto, él fue el que le ordenó a Fulbright que me ayudara, y también le ordenó asegurarse que Phoenix Wright fuese quien representara a nuestro hijo...
– ¿Por qué haría eso? – se preguntó Hitoshi.
– Por lo que Fulbright me dijo, es porque el Sr. Wright ha demostrado ser hábil y digno de confianza. Supongo que quiso asegurarse que su oponente pudiera vencerlo y permitirle a Hito-chan salir libre. Aun así, no puedo superar el hecho de que Simon esté procesándolo en primer lugar. Sé que tiene sus razones, pero aun así... – explicó Jeanne con ansiedad.
– Está bien. Todo saldrá bien al final. Ya lo verás... – replicó Hitoshi tratando de reconfortar a su esposa mientras la rodeaba con sus brazos. («Aun así, necesito confrontar a Simon y obligarle a que se explique totalmente. No me importa si intenta perder a propósito. Nosotros somos como familia para él, ¡y esto NO se le hace a la familia!»)
– ¿Qué? ¡¿Qué quiere decir con que no hay nada en el metraje?! – exclamó Fulbright en el teléfono, captando la atención de los Tadano debido al volumen de su voz y que sonaba enojado por alguna razón. Aunque no podían escuchar el otro lado de la mañana, Jeanne tenía una buena idea de lo que el detective estaba hablando.
»¡Revísenlo de nuevo! ¡Esta es una orden del Fiscal Blackquill en persona!
»Entonces no lo revisaron lo suficiente. Tal vez haya algún truco involucrado.
»Sólo revísenlo de nuevo. ¡Tengo que reportarle esto al Fiscal Blackquill, pasaré por allá después!
*Click*
– Lo siento, señores, pero tengo que volver a la corte. ¡Necesito informarle de algo urgente al Fiscal Blackquill! – Fulbright rápidamente metió su teléfono en el bolsillo de sus pantalones, y echó a correr por el pasillo a toda velocidad. – ¡¡¡¡El Fiscal Blackquill va a MATARMEEEEEEEEE!!!!
– ¡Detective Fulbright, aguarde! – lo llamó Hitoshi.
– ¡W-Whaaaaaa! – Fulbright trató de frenar su carrera, pero casi se resbaló y se deslizó por el piso. Sólo fue gracias a que se puso a agitar los brazos salvajemente que mantuvo su equilibrio. – ¿Qué pasa, Sr. Tadano? – le preguntó mientras se enderezaba.
– Siento retenerlo, ¿pero le podría pedir un favor? – inquirió Hitoshi.
– ¡Pero por supuesto! ¡Siempre estoy feliz de ayudar a una persona que lo necesite! – Fulbright sonrió mientras sacaba su billetera y desplegaba con orgullo su placa.
– Quisiera permiso para acceder a la computadora en los archivos de la biblioteca. – pidió Hitoshi.
La sonrisa en el rostro de Fulbright desapareció mientras guardaba su placa. – ¿Para qué necesita acceder a la computadora?
– Jeanne mencionó durante el juicio que alguien estaba usando la computadora antes que mi hijo Hitohito accediera a ella, y que dejaron la sesión iniciada. Sin embargo, no había evidencia sólida que lo demostrara... – explicó Hitoshi. – Quisiera examinarla más detenidamente para aclarar ese problema.
– Hmm, no lo sé... – Fulbright se ajustó las gafas. – ¿No se supone que usted debería estar ayudando a mis colegas a buscar al Sr. Honshoku?
Hitoshi negó con la cabeza. – La búsqueda no ha dado resultados. La policía ha buscado en la escuela, en su apartamento, su unidad de almacenamiento, e incluso en otros varios lugares que frecuentaba y no han encontrado pistas de su paradero, así que me dijeron que podía volver a casa. ¡Sin embargo, quiero seguir ayudando si es posible!
– Ohh, ya veo. Eso es desafortunado de escuchar... – Fulbright suspiró. – Me gustaría ayudarles, pero no sé lo que diría el Fiscal Blackquill si se enterara de que estoy ayudando a la defensa a conseguir evidencia...
– Si a Simon le importa tanto el bienestar de mi Hito-chan como usted dice, ¡entonces no tendrá problemas con que usted nos ayude! – insistió Jeanne poniéndose los brazos en jarras de manera autoritaria.
Fulbright asintió y sonrió. – Bueno, si lo ponen de esa forma, ¡estaré feliz de ayudarles! Sólo hágalo rápido, eso sí; ¡todavía debo volver a la corte para hablar con el Fiscal Blackquill sobre algo muy importante!
– ¿Y eso qué sería? – inquirió Jeanne.
– Err... ¡n-nada de lo que ustedes deban preocuparse! – replicó rápidamente Fulbright. No tenía el corazón para decirles que la policía no encontró nada en el metraje de la cámara de vigilancia. – Dígame, ¿cómo es que es tan buena para mantener al viejo Blackquill en la línea, Sra. Tadano? ¡Usualmente, hasta a mí se me hace difícil manejarlo!
– Bueno, solía hacerle de niñera a Simon cuando era niño, así que está eso. Hablando de Simon, ¿qué es tan importante que tiene que hablar con él de inmediato...? – Jeanne seguía presionando a Fulbright.
– Está bien, cariño. Creo que sé de lo que habla el Detective Fulbright, y si lo que dices sobre él y Simon es verdad, ¡seguro que serán capaces de manejarlo! – Hitoshi le puso el brazo alrededor de los hombros a su mujer para reconfortarla.
– Bueno... está bien. Aun así, no puedo evitar preocuparme por lo que eso puede significar para Hito-chan... – replicó Jeanne con ansiedad.
Hitoshi la atrapó en un abrazo. – Ya nos las arreglaremos. Por ahora, creo que sé exactamente dónde encontrar evidencia para limpiar el nombre de Hitohito. Luego iremos a verlo en la corte.
28 de septiembre, 1:00 PM
Centro de Detención
Junichi Asano ingresó al Centro de Detención muy agitado. El lugar estaba relativamente callado, siendo las únicas otras personas presentes el oficial mayor detrás del escritorio que estuvo presente la noche anterior, un guardia apostado en la puerta, una mujer esperando en las sillas de la sala de espera, y un hombre que discutía con el oficial.
– Sigo sin entender para qué me necesitan aquí. ¿El testimonio de Yamai no es suficiente para sus necesidades? – le preguntó Kozue Taida, siguiéndolo dentro del edificio.
– Es porque necesitamos que alguien respalde su testimonio, ¡especialmente la parte sobre que usted mandó a Yamai allá abajo a hacer ese recado! – replicó Asano, levantando su dedo.
– ¡Pero envié a Tadano allá abajo, no a Yamai! – protestó Taida.
– ¡Ah-ah! – Asano negó con el dedo. – Esa no es la historia que van a contar usted y Yamai. Tiene que decir que envió a Yamai allá abajo, y que Tadano la siguió.
– ¡¿Es decir que usted quiere que mienta descaradamente en la corte?! – exclamó Taida. – ¡¿Eso no es ilegal?!
– Prefiero pensar en ello como "corregir los registros..." – Asano se ajustó sus gafas. – Además, nadie jamás recibe castigo por perjurio, especialmente no estos días...
– Aun así, ¿no se supone que la policía encontró mi identificación y la nota con mis instrucciones en posesión de Tadano? – Taida comenzó a sudar nerviosamente, causando que sus gafas se llenaran de niebla.
– Relájese, las tengo en mi poder, lejos de la policía y especialmente de los ojos de Blackquill. – replicó Asano tranquilamente.
– ¡Espere! ¿Usted las tiene? – los ojos de Taida se ensancharon. – ¡¿Cómo les puso las manos encima?!
Asano rodó sus ojos. – Está haciendo demasiadas preguntas. ¡Creí que usted quería enseñarle a Tadano una lección!
– Bueno, claro que sí, especialmente por cómo piensa que está al mismo nivel que Komi... – Taida se puso a juguetear nerviosa con sus dedos. – Pero seguro que...
– ¡Entonces haga lo que le digo! – le ordenó Asano. – ¿O preferiría que la administración de la escuela se entere exactamente de cuánto ha estado descuidando sus deberes como profesora...?
Taida inmediatamente asintió y selló sus labios. Todavía tenía dudas sobre cometer perjurio, pero considerando todos los trapos sucios que tenía Asano sobre ella, no estaba en posición de discutir. [Kometani: Es decir que a usted le parece bien ayudar a sus estudiantes a secuestrar a alguien, ¿pero su límite está en cometer perjurio?] Además de eso, Asano le había prometido una jugosa recompensa en efectivo si le ayudaba a conseguir lo que quería.
Luego de la discusión, los dos se aproximaron al escritorio de recepción, donde el hombre y el guardia estaban teniendo la suya propia.
– Por última vez, ¡necesito ver a mi cliente AHORA! – exigió el hombre, casi echándole en la cara su distintivo de abogado en la solapa al guardia, que simplemente rodó los ojos.
– Y yo le sigo diciendo: está siendo interrogado y ahora mismo no está disponible para visitas. ¡O vuelve más tarde, o toma asiento y espera hasta que terminen! – le argumentó de vuelta el guardia, con tono cansado.
Esto hizo enfurecer aún más al abogado. – ¡Ahora escúcheme bien! ¡He estado esperando TODA la mañana desde que la sala de visitas abrió para ver a mi cliente, y todo este tiempo, usted se la ha pasado diciéndome que está siendo "interrogado"! ¿Cuánto tiempo se supone que lleva eso? ¿Es que ni siquiera se toman descansos o algo?
El guardia soltó un largo suspiro. – Mire, lo único que sé es que sigue en interrogación, y una vez que termine, ¡usted podrá verlo!
– ¡Esta es una violación flagrante de los derechos civiles de mi cliente! – El abogado le apuntó con un dedo acusador al guardia. – ¡Mi cliente tiene el derecho de ver a...!
– Sí, sí, "su cliente tiene el derecho de ver a su abogado antes de responder a cualquier pregunta", bla, bla, bla... – El guardia hizo un gesto de no darle importancia con la mano al abogado. – Me ha estado repitiendo el mismo maldito discurso toda la mañana. Aun así, nada ha cambiado, ¡así que o va, se sienta y se calla, o vuelve más tarde!
– ¡Esto no ha terminado! ¡Recuerde mis palabras! – El abogado le agitó el dedo índice al guardia antes de alejarse del escritorio para darle espacio a Asano.
– ¡El que sigue! – dijo el guardia con voz cansada. Luego al levantar la mirada, sus ojos se abrieron de par en par al reconocer quién era. – ¡S-Sr. Asano! ¿Asumo que viene a ver a la Srta. Yamai?
– Asume correctamente, Sr. Kanemaru. – asintió Asano, antes de poner las manos sobre el escritorio e inclinarse de frente. – Aunque tengo una petición especial para usted.
– ¿De qué se trata, Sr. Asano? – preguntó Kanemaru echándose atrás en su silla de oficina.
– He tenido algunos... problemas con las cámaras de aquí recientemente. – Asano señaló hacia una de las cámaras de seguridad detrás del escritorio. – Cierto fiscal pájaro enjaulado parece creer que yo estuve aquí anoche. Ahora, ambos sabemos que eso no es verdad, pero por cuestiones de conveniencia, ¿podría por favor arreglarme un lugar más... privado donde pueda ver a mi cliente? ¿De preferencia sin cámaras?
– ¡Claro, Sr. Asano! – Kanemaru asintió. Luego le hizo una señal al guardia de la puerta para que hiciera los arreglos.
Sin embargo, antes que el guardia pudiera hacer esto, el abogado de antes vino corriendo hacia el escritorio, tras haber oído la conversación.
– ¡Espere un segundo! Es decir que a mí me hace esperar todo el día para ver a mi cliente, ¿pero en cuanto este tipo llega de la nada usted le da el tratamiento VIP? – preguntó indignado, señalándose a sí mismo y luego a Asano.
– La última vez que verifiqué, usted no ayuda con los fondos del departamento de policía, ¡así que vaya tome un número y espere como los demás! – replicó Kanemaru despectivamente. Asano rodó los ojos ante lo abierto que era Kanemaru en su relación con el departamento de policía.
– ¡¿QUÉ?! ¡PERO...! ¡ESTO ES UN ULTRAJE! – gritó el abogado, golpeando sus puños contra el escritorio mientras hablaba. – Me está diciendo que porque ese tipo — señaló hacia Asano —le paga más recibe tratamiento especial. ¡Sabía que el sistema judicial de este país estaba hecho una ruina, pero no me imaginé que la corrupción fuese tan abierta!
– Ya tuve suficiente de esta basura... – masculló Kanemaru entre dientes. Luego le hizo otro gesto al guardia de la puerta. – ¿Quiere entrar para ver a su cliente?
– ¡Sí! ¡Por supuesto! ¡Es lo que le he estado diciendo todo el día! – respondió el abogado con impaciencia. Y de repente, sintió que le sujetaban los brazos detrás de la espalda. – ¡Hey! ¿Qué cree que está...?
– Hay una celda vacía en frente de la de su cliente. Puede esperar allí, y una vez que su cliente termine con el interrogatorio, ¡tendrá todo el tiempo del mundo para hablar con él! – dijo Kanemaru con arrogancia mientras el abogado forcejeaba.
– ¡No pueden hacerme esto! ¡Me están encerrando ilegalmente! – gritó el abogado mientras se lo llevaban arrastrando. – ¡Haré que los despidan! ¡Voy a llevarles esta queja a sus superiores... no, se las llevaré directo al Gobernador Aoki! ¡Me las pagaráaaaaaaan!
– ¡Ja! Buena suerte con eso. – dijo Asano en tono seco.
– Perdón por las molestias. Tendremos su cuarto listo en unos minutos mientras nos encargamos de esa peste... – dijo Kanemaru girándose de nuevo hacia Asano.
– No hay problema... – replicó Asano.
Taida se giró hacia él. – Parece estar muy familiarizado con el personal de aquí...
– Yamai Holdings es uno de los principales contribuyentes financieros al departamento de policía de Tokio. Parte de mi trabajo es asegurarme que haya una buena relación de trabajo entre la compañía de mi jefe y las autoridades, así que sí, estoy muy familiarizado con el personal de aquí... – explicó Asano.
(«Suena más a que los está sobornando para que miren a otro lado cuando hace de las suyas. Sólo espero que el dinero y deshacerme de Tadano lo valga...») pensó Taida.
Justo entonces, el teléfono de Asano sonó en su bolsillo. Discúlpenme un momento, tengo que contestar... – Taida asintió. Asano sacó su teléfono inteligente de su bolsillo y miró la pantalla.
(«Ishioda. Él y los otros deben haber llegado al apartamento de Yamai...») pensó Asano mientras presionaba el botón verde en la pantalla del teléfono. – Junichi Asano al habla...
< ¡Acabamos de terminar de registrar el apartamento de Yamai! >
– ¿Y? ¿Encontraron a este tal Apollo Justice?
< ¡Mierdas que no! ¡Sólo encontramos a una de las nuestras que al parecer espantó a otro degenerado !>
– ¿Qué aspecto tenía el "degenerado"?
< ¡Ni puta idea! ¡Lo único que nos dijo fue que tenía la cara cubierta! >
Asano levantó una ceja. – ¿Revisaron bien el apartamento? ¿Es decir en los closets y demás?
< Bueno, no, no hemos revisado los closets, pero podemos hacerlo ahora si... >
De repente, una voz femenina le gritó "¡Dame acá eso!" en el fondo del teléfono. La voz de Ishioda se alejó mientras gritaba "¡Qué mierdas, perra!" como respuesta a la voz femenina.
< ¡No hay forma de que Apollo Justice se encuentre aquí! >
– ¿Quién habla?
< Soy la amiga de Ren, Himeko Kishi. Yo fui la que persiguió al pervertido misterioso que entró en su apartamento. ¿Con quién estoy hablando? >
– Mi nombre es Junichi Asano. Soy el asistente del padre de la Srta. Yamai. ¿Y qué estaba buscando este "pervertido misterioso" en el apartamento?
< ¡Cuando revisé el dormitorio, vi que el cajón de la ropa interior estaba abierto, y varios pares de bragas habían sido robados! >
– ¿En serio...? – Asano se quedó en silencio. Se puso a tamborilear los dedos en su teléfono, intuyendo qué tan digna de confianza era la coartada de Kishi. – ¿Y cómo podemos estar seguros de que el ladrón de bragas y Apollo Justice no son la misma persona?
< La puerta del frente no mostraba signos de entrada forzada, lo que significa que el intruso debe haber usado una tarjeta de acceso para entrar. Hasta donde yo sé, Ren sólo tiene una, y no hay forma de que le haya dado otra a ese canalla de Apollo Justice... >
– Ya veo... – murmuró Asano. Hasta ahora, el razonamiento de Kishi tenía sentido. Incluso desde el ataque, había estado resguardando la tarjeta de acceso de Yamai por seguridad, y hasta donde él sabía, tenía la única copia. Suspiró. Ahí se iba su teoría de quién se habría metido. Tras un momento de reflexión, le vino una epifanía.
– Hay otra persona que posee la llave de su apartamento: el superintendente del edificio...
< ¿Usted cree que sea el pervertido responsable de robar la ropa interior de mi amiga? >
– Esa es una posibilidad. También podría haberle dado una copia de la tarjeta a un cliente potencial. Como sea, deberías averiguar lo que sabe y a quién le ha dado tarjetas de repuesto. No tengas miedo de usar la fuerza si es necesario, pero no seas demasiado ruda. También quisiera tener algunas palabras con el hombre más tarde...
< Por supuesto, sr. Asano. ¿Hay algo más? >
Asano pausó por un momento para considerar todo lo que había escuchado, y si Kishi era o no digna de su confianza.
– ¿Podrías por favor poner de vuelta al Sr. Ishioda?
< ... Por supuesto... >
Hubo una breve pausa del otro lado mientras Kishi entregaba el teléfono. Asano se tomó el tiempo de repasar la historia de Kishi en su cabeza.
(«¡Ladrón de bragas mis calzones! No hay forma de que alguien se tome las molestias de conseguir una tarjeta de acceso para meterse en un apartamento sólo para robarse algo de ropa interior. Kishi puede ser amiga de la Srta. Yamai, pero hay algo que no encaja sobre ella, y no estoy seguro de qué...»)
< ¿Qué necesitas? > Ishioda habló desde el otro lado con fastidio.
– ¿Sr. Ishioda? – preguntó Asano para confirmar.
< ¿Quién más si no, mierdas? >
La actitud grosera de Ishioda sorprendió brevemente a Asano, pero rápidamente recuperó su compostura. – ... Como sea, ha habido algunos... rumores inconvenientes que está esparciendo la Agencia Polivalente Wright, sobre que la Srta. Yamai anteriormente secuestró al Sr. Tadano e intentó matarlo...
< ¿Sí? ¿Qué con eso? >
– ... Necesito que registren su apartamento y destruyan cualquier cosa que pueda servir como evidencia para probar estas acusaciones falsas. Verán, a pesar de que los rumores son sólo eso, Phoenix Wright parece tener un talento sobrenatural para tomar las cosas más pequeñas y convertirlas en historias larguísimas. Quiero que tú y tus compañeros se aseguren que no haya nada de eso.
< ¡Considéralo hecho! ¿Algo más? >
– Hmm... – Asano brevemente consideró pedirle a Ishioda que mantuviera un ojo sobre Kishi y le reportara si veía algo sospechoso con su comportamiento. Aunque eso respondería a su pregunta de si Kishi era o no digna de confianza, también había el riesgo de que al mostrar su mano demasiado, Kishi sabría que algo andaba mal y podría escaparse antes de averiguar sus motivos. En última instancia decidió que mejor no, asumiendo que no habría forma de que Ishioda pudiera observarla con discreción.
– Una vez que terminen de interrogar al superintendente, por favor envíenme un mensaje de texto con los detalles de todo lo que averiguaron y esperen mis instrucciones. Estaré ocupado con asuntos muy importantes, y no podré contestar el teléfono de inmediato. Eso será todo. No me decepcionen... – les advirtió Asano antes de colgar y dirigirse hacia el escritorio de recepción.
– ¿Quién estaba al teléfono? – preguntó Taida.
– Sólo hablaba de negocios, nada por lo que deba preocuparse. – Asano le restó importancia a su suspicacia.
Taida rodó sus ojos. Se estaba frustrando cada vez más con que Asano no respondiera a sus preguntas, y de no ser por la zanahoria de un pago en efectivo y el palo de que revelaría lo que sabía sobre ella, ya se habría largado del centro de detención allí mismo y en ese instante.
Unos momentos después, el guardia de la puerta regresó cargando un pequeño control remoto. – La sala está lista. La Srta. Yamai lo está esperando, Sr. Asano. Y también, ya preparé ese "paquete" que usted solicitó. – le dijo el guardia antes de entregarle el control remoto a Asano.
– ¡Muchas gracias! – Asano aceptó gustoso el dispositivo. («Esto podría serme muy útil si necesito mantener al Blackquill a raya...»)
28 de septiembre
Centro de Detención – Sala de interrogatorios
El guardia escoltó a Asano y Taida por los pasillos del centro de detención, más allá de la sala de visitantes usual. Al pasar por las celdas, pudieron oír los gritos del abogado que fue detenido antes por causar una escena. Estaba golpeando los barrotes, molestando aún más a los guardias. Una vez que los dos pasaron de largo, cambió de golpear a maldecirlos. Ellos lo ignoraron mientras seguían a su escolta hacia el área de encerrados.
Tras unos pasillos más allá, el guardia los llevó a una sala de interrogatorios poco iluminada. La única pieza de mueblería visible en ella era una mesa de metal con dos asientos a cada lado, siendo iluminada por un pequeño bombillo que colgaba del techo. En una de las sillas estaba sentada Yamai, tamborileando impacientemente los dedos en su mesa. Al escuchar la puerta abriéndose, levantó la mirada con una mezcla de alivio y shock al ver a Asano y Taida llegando.
– ¡Sr. Asano! ¡Ya era hora! ¡Sáqueme de aquí en el acto! – exigió Yamai, golpeando la mesa.
– A su debido tiempo. Hay algunas cosas que necesito discutir con usted primero... – replicó Asano. Escuchar estas palabras solo hizo que Yamai se pusiera aún más impaciente y furiosa.
– ¡No! ¡Escúcheme bien! ¡Fui agredida brutalmente por ese pedazo de mierda Tadano hace DOS días! ¡He pasado todo ese tiempo apenas recuperándome en un hospital! ¡Y ahora su compinche Blackquill hizo que me encerraran aquí y me victimizó por SEGUNDA vez! – le gritó. – ¡Exijo que me saque de aquí PERO YA, YA, YA, YA, YA, YA, YA!
Asano levantó una mano con calma. – Por favor, escúcheme por unos minutos. Tengo un plan que no sólo la dejará libre, sino que le permitirá vengarse tanto de Tadano como Blackquill. Sólo necesitaba asegurarme que nos viéramos en un lugar privado, eso es todo. – Luego de unos momentos de decir esto, Asano vio por la esquina del ojo una cámara de seguridad en el rincón de la habitación. Se giró hacia el guardia. – ¡Pedí específicamente un cuarto privado sin cámaras!
– ¡Relájese, Sr. Asano! La cámara de allí en realidad está dañada. ¿Ve cómo la pequeña lucecita roja no está encendida? – dijo el guardia señalando la cámara.
– Mmm-hmm... – Asano asintió, cruzándose de brazos.
– Fue muy curioso. Un día notamos que estaba rota, así que solicitamos a mantenimiento que la arreglaran. Sin embargo, más tarde me informó que la jefa quería que se quedara rota. Me dijo que esto sería ideal si necesitábamos interrogar usando... técnicas menos legales... – les informó el guardia.
– Ingenioso. ¡Así no habrá evidencia para esos abogados entrometidos que invaliden los resultados de sus interrogaciones! – Asano sonrió ligeramente.
– ¿Pero qué tal si el abogado descubre que la cámara estaba rota? ¿No podrían señalar eso? – se preguntó Taida.
– Si lo hiciera, sólo tenemos que decir que no lo sabíamos y agradecerle por avisarnos. – replicó el guardia. – La jefa me dijo que si eso sucede, arreglaremos la cámara y romperemos otra.
– Ya veo... – replicó Taida, ajustándose nerviosamente las gafas.
– Como sea, ya estamos listos, así que puedes salir. – le dijo Asano al guardia para que saliera.
El guardia asintió y abandonó la habitación. Una vez que se cerró la puerta, Asano se volvió hacia Yamai. – Ahora, vamos a discutir cómo nos encargaremos de Tadano y Blackquill...
Yamai se había calmado un poco, pero seguía molesta por haber sido arrestada. Todavía quería irse, pero estaba al menos dispuesta a escuchar a Asano por unos cuantos minutos si eso significaba una solución permanente a sus problemas con Tadano y Blackquill.
– ¿Qué es lo que sugiere? ¿Y qué hace ella aquí? – preguntó Yamai, señalando a su profesora.
– Bueno, el Sr. Asano me pidió que... – Taida empezó a hablar, pero Asano la cortó.
– Ella está aquí para respaldar su testimonio. – dijo Asano, causando que Taida gruñera al ser interrumpida.
– ¿Respaldar mi testimonio? – preguntó Yamai confundida. – Espere, ¿quiere decir...?
– Sí. Usted tendrá que ir a testificar en la corte. – intercedió Asano.
Yamai sacudió violentamente su cabeza. – ¡No, no, no! ¡Usted me dijo que se encargarían de Tadano antes del mediodía! ¡Y que yo no tendría que mover ni un solo dedo!
– Sí, bueno... por desgracia, subestimé la integridad del Sr. Wright de cara a prospectos lucrativos en su carrera... – musitó Asano. – Y aunque sabía que Blackquill no cooperaría, no me anticipé a que tuviera una relación previa con el acusado y su familia...
– ¡Bueno, ¿para qué diablos cree que le estoy pagando?! – gruñó Yamai.
– Técnicamente, su padre...
– ¡Misma diferencia! ¡Usted me prometió que Tadano estaría en la cárcel y fuera de mi vida ahora mismo! ¡En vez de eso, ahora soy yo la que está en prisión, y quién sabe qué mentiras estará cocinando el equipo legal de Tadano para ayudarlo a que se salga con la suya con un asesinato! – Yamai le hizo un gesto furioso con las manos a Asano.
– ¡Ya entendí! ¡Está molesta! ¡Yo tampoco le tengo ningún cariño a Tadano o al Fiscal Blackquill! ¡Pero escúcheme por dos segundos, y le ayudaré a vengarse de los dos! – argumentó Asano.
– ¡Bieeeeen! – suspiró Yamai. – ¿Qué quiere que diga entonces?
Asano se reclinó en la silla donde estaba sentado, y cruzó los brazos. – Bueno, para empezar, la declaración que se hizo en la corte es que Tadano bajó a los archivos de la biblioteca bajo instrucciones de la Sra. Taida aquí presente. – Asano señaló a Taida y luego a Yamai. – Y después, usted lo siguió allá abajo. Luego de eso, ustedes dos discutieron, y allí sucedió el incidente...
– Por desgracia es verdad... – señaló Yamai, frotándose su cabeza adolorida.
– ¿Ve dónde está el problema? – preguntó Asano. Tanto Yamai como Taida lo miraron confusas, provocando que suspirara. – Esto no pinta una imagen muy halagadora de usted, Srta. Yamai. Tenemos que voltear el libreto y corregir los registros: en lugar de eso, usted testificará que fue a usted a quien le dieron instrucciones de ir allá abajo, y que luego Tadano la siguió.
– ¿Huh? – Yamai ladeó su cabeza confusa.
– Es muy simple. En lugar de que parezca que Tadano la atacó en defensa propia, eso hará que Tadano parezca que estaba buscando agredir a una chica inocente... – aclaró Asano.
– ¡Ohh! ¡Ya veo! – exclamó Yamai. Su mente comenzó a formular posibilidades de las cosas que podría acusar a Tadano de tratar de hacerle allá abajo.
– ¿Cómo funcionará eso? Ya le dije a la policía que envié a Tadano allá abajo, y si lo que usted dice sobre Blackquill es verdad, no hay forma de que acepte el testimonio de la Srta. Yamai. – argumentó Taida.
– Ahí es donde entra usted, Sra. Taida. – Asano se giró hacia ella. Se puso de pie y cogió un trozo de papel del bolsillo de su chaqueta para entregárselo. – Usted respaldará el testimonio de la Srta. Yamai declarando que fue a ella a quien le dio las instrucciones de ir a la biblioteca, no a Tadano. Para hacer eso, necesito que escriba las mismas instrucciones que escribió para Tadano en ese papel y se las dé a la Srta. Yamai.
– ¿Pero ese fiscal no tendría las instrucciones originales? – inquirió Taida mientras cogía el papel de las manos de Asano.
– Estuve viendo el juicio toda la mañana, y si hubiera sido así, ya las habría presentado en la corte. – respondió Asano, empezando a pasearse por la habitación. – Puedo decir con confianza que no tiene sus instrucciones originales, lo cual la deja libre de escribir un nuevo papel con ellas para presentar ante la corte.
– ¿Cómo está tan seguro de eso? – argumentó Taida. – ¿Y qué voy a decir sobre el hecho de que le dije otra cosa a la policía? ¿No me voy a meter en problemas por mentir?
– Sólo dígales que no se sintió cómoda diciéndole a Blackquill lo que realmente pasó; la corte lo entenderá... – replicó Asano. Sus pasos por la habitación se volvieron más acelerados e intranquilos mientras Taida cuestionaba su plan.
Con toda certeza, ya tenía otra preocupación. – ¿Está seguro que la corte...?
– ¡Sí! ¡Tenga algo de fe, maldita sea! – espetó Asano. Taida eligió quedarse en silencio en lugar de provocarlo más, pero sus dudas sobre el plan seguían presentes. – Ahora, necesitamos hacer algo respecto al argumento principal de la defensa, de que había una tercera persona en la escena del crimen...
– ¡Eso debería ser fácil, porque no vi a nadie más allí! – replicó Yamai.
Asano le dio un pulgar arriba. – ¡Exacto! Sin embargo, tenemos que preparar una serie de eventos alternativos que hagan que esto sea imposible. Esto es lo que debe decir...
Mientras Asano comenzaba su explicación, Yamai recordó lo que sucedió dos días antes. Luego que Tadano se había desmayado, ella fue a chequear la computadora para acceder a ella. Inicialmente planeaba rematarlo mientras estaba inconsciente, pero su curiosidad sobre lo que estaba haciendo en la computadora le hizo detenerse por un momento sólo para satisfacerla.
Por lo que recordaba, pasó alrededor de un minuto entre eso y que recibió el golpe en la cabeza. Pensando en ello, se dio cuenta de que, ya que Tadano estaba inconsciente, quizás sí había una tercera persona en la escena del crimen a quien no vio.
(«¡No! ¡Tuvo que haber sido Tadano! ¡Probablemente sólo estaba fingiendo! ¡No había forma de que hubiera alguien más!») racionalizó en su cabeza. Si aceptaba la idea de que había una tercera persona presente allí, tendría que aceptar entonces la posibilidad de que Tadano fuese inocente.
(«¡Lo único que importa es deshacerme de Tadano! ¡Una vez que él se haya ido, Komi-sama será toda míaaaaaaa!»)
– ¿Entendió lo que le dije? – preguntó Asano.
– ¿Huh? – Yamai salió de sus pensamientos al oír la pregunta de Asano, provocando que éste suspirara y rodara los ojos.
– No importa, lo repasaremos en más detalle cuando vuelva a casa. Quiero asegurarme de que entienda perfectamente lo que va a decir mañana en la corte... – dijo Asano.
Taida se giró hacia él en shock. – ¿Mañana? ¡Tenía la impresión de que íbamos a testificar hoy!
– Ese era el plan original, pero no he podido hacer las preparaciones necesarias, y a juzgar por lo que he escuchado del juicio, va a concluir por el día de hoy pronto. Por suerte, no parece que la defensa sea capaz de probar que Tadano es inocente, así que tendremos tiempo de hacer nuestra estrategia... – explicó Asano, cruzando los brazos.
– ¿Qué clase de preparaciones? – Taida levantó una ceja.
– Del tipo que usted no necesita saber los detalles, excepto que harán que el testimonio de la Srta. Yamai sea inquebrantable... – espetó Asano con impaciencia.
Taida se echó atrás. – Bueno, yo...
– ¿Quiere encargarse de Tadano o no? Por cómo suena, usted no parece estar totalmente convencida de que mi plan vaya a funcionar. Quizás a pesar de todo, es que usted lo considera demasiado útil para eliminarlo porque hace su trabajo por usted... – Asano se paseó de aquí para allá mientras enfatizaba su punto, y luego señaló a Taida. – ¿O será que de pronto está escuchando a su conciencia?
Taida parpadeó. Lo que dijo Asano era verdad: aunque inicialmente quería deshacerse de Tadano debido a cómo degradaba el estatus de Komi como Diosa de la escuela, le estaba viniendo la incómoda sensación de que Asano estaba dispuesto a hacer cosas que incluso ella consideraba reprehensibles para deshacerse de él. No tenía idea de qué involucrarían las preparaciones de Asano, pero por la forma en que evitó su pregunta, sabía que eran poco menos que legales.
Asano continuó moviéndose de ida y vuelta. – Debo decirlo, Sra. Taida, encuentro sus razones para querer deshacerse de Tadano muy sospechosas. Una cosa es que el resto del cuerpo estudiantil se quede totalmente embobado por esa supuesta "Diosa de la Escuela", pero que una profesora se enrede en todo ese hype...
– ¡Komi-sama NO es una "supuesta" Diosa, es una VERDADERA DIOSA! – gritó Yamai.
– ... para que una profesora se enrede en todo ese hype también, bueno... debo decirlo, eso no se ve nada bien... – continuó Asano, ignorando el arranque de rabia de Yamai. – Aunque inicialmente estaba dispuesto a dejarlo pasar y ofrecerle una generosa suma para que me ayude a voltear el juicio a mi favor y de la Srta. Yamai. Sin embargo, si de pronto se le van a enfriar los pies y planea echarse para atrás y huir porque no le gusta mi manera de hacer las cosas, entonces no tendré más opción que informarle al consejo escolar de todas sus fechorías y su pereza en general. Me atrevo a decir que esas revelaciones garantizarán que usted nunca vuelva a conseguir trabajo en esta ciudad nunca más. Probablemente incluso en todo el país, gracias a las maravillas de la tecnología...
Asano finalmente se detuvo a pocos metros de Taita y volvió a apuntarle con el dedo. – Entonces ¿qué prefiere? ¿Desempleo, o un retiro temprano?
Antes que Taida pudiera responder, un sonido de vibrador salió del bolsillo de la chaqueta de Asano. Gruñó mientras sacaba su dedo índice para callar a las otras dos y sacaba el teléfono.
– ¡Sólo un segundo, necesito salir para contestar esto! – les dijo mientras se dirigía hacia la puerta y salía de la habitación. Mientras lo hacía, Taida notó que el teléfono que sacó era diferente del que había usado antes. Pensó que era peculiar al principio, antes de concluir que seguramente tenía uno para uso personal y otro para asuntos relacionados con el trabajo.
Una vez que salió de la habitación, Taida ocupó su lugar en el asiento frente a Yamai. – ¿Cómo te sientes? – le preguntó.
– Mejor que antes, pero todavía me duele la cabeza... – se quejó Yamai, frotándose la cabeza.
– Siento mucho oír eso. Sólo quería hacerte saber que todos en la clase te desean lo mejor y esperan que te recuperes pronto. – dijo Taida en tono dulce y reconfortante.
Los ojos de Yamai se iluminaron. – ¿Incluso Komi-sama?
– P-por supuesto. ¡Ella quiere que vuelvas a clase tanto como los demás! – replicó Taida.
A decir verdad, no tenía idea, porque Komi nunca se expresaba verbalmente, pero quería ayudar a Yamai a sentirse mejor. – Y hablando de eso, tu asiento en el salón ahora estará junto al de Komi.
– ¿E-estoy al lado de... Komi-sama? – inquirió Yamai eufórica. Hoy las cosas empezaban a verse mejor para ella. No sólo su ídolo estaba preocupada por su seguridad, sino que ahora tenía el asiento en clase al lado de su Diosa. No sabía de qué otra forma su día podría mejorar, salvo que Tadano muriera. Y fue entonces que algo se le ocurrió.
– Mencionó que ahora tengo el asiento al lado de Komi-sama, ¿verdad? – preguntó Yamai, a lo que Taida asintió. – ¿Eso significa que...?
– Sí... – confirmó Taida. – Tadano no volverá a clase no importa cuál sea el resultado del juicio. La administración piensa que ha causado muchos problemas, así que ya no seguirá siendo un estudiante en la Preparatoria Itan...
– Yo... ¡ESTE ES EL MEJOR DÍA DE MI VIDA! – Yamai saltó de su asiento, haciendo que se cayera hacia atrás y asustando a Taida. Por fin se había deshecho de Tadano permanentemente, y ahora no habría más obstáculos en su camino a ganarse el corazón de Komi [Kometani: Excepto su perversión, falta de respeto por los límites, y prácticamente todo lo demás sobre ella...].
Sus delirios comenzaron a correr libremente. Comenzó a fantasear sobre volver a la escuela y todos dándole la bienvenida. Komi felizmente la guiaría hacia su nuevo asiento junto a ella, con un rubor luminiscente en su rostro. Después, Komi la invitaría a su casa, donde le ofrecería usar su regazo como almohada. Luego, Komi le confesaría a Yamai cuánto la amaba y cuán feliz estaba de que Tadano se hubiera ido para siempre. Las dos se volverían novias y, eventualmente, se casarían.
[Kometani: El autor y el traductor les ahorrarán el resto de las fantasías delirantes de Yamai.]
Taida observó a Yamai sentada allí con una sonrisa extraña y un chorro de baba saliéndole de un lado de la boca. No supo qué pensar de la escena, pero tampoco tenía ganas de preguntar.
Momentos después, Asano regresó, abriendo la puerta de la habitación de golpe. – Cambio de planes: ¡vamos a la corte ahora mismo a testificar!
– ¿Qué? ¿Por qué? ¡Creí que necesitábamos ensayar nuestros testimonios! – intentó objetar Taida.
– Así es, pero acabo de enterarme que mis preparaciones ya están completadas, y prefiero golpear mientras el metal está caliente... – replicó Asano. – Además, entre más pronto nos deshagamos de Tadano, más pronto le pagaré.
– ¡Pero no sé si podré recordarlo todo! – se quejó Taida.
Asano la ignoró y se giró hacia Yamai. – ¡Srta. Yamai! ¡Tenemos que irnos!
Yamai no le respondió. Estaba demasiado ocupada fantaseando sobre su vida de casada con Shouko Komi.
– ¡Srta. Yamai! ¡Deje de soñar despierta! – Empezó a sacudir a la hija de su jefe para despertarla de sus delirios.
– ¡Ahhh! – Yamai gritó al ser traída de vuelta a la realidad. – ¿Qué diablos?
– Tenemos que ir a la corte para dar nuestro testimonio. Les explicaré todo lo que tienen que decir en el auto mientras viajamos. Y límpiese esa baba de su boca, que da asco. – la regañó Asano, señalándole su cara.
Las mejillas de Yamai se pusieron rojas de vergüenza mientras usaba su manga para limpiarse la baba. Quería darle un puñetazo a Asano por avergonzarla, pero sabía que todavía lo necesitaba para deshacerse de Tadano.
– ¡Espere! ¿Vamos a ir en su auto? ¿Qué va a pasar con el mío? – gruñó Taida.
– Necesitamos todo el tiempo para ensayar como sea posible, así que tendremos que usar el viaje a la corte para nuestra ventaja. – le dijo Asano mientras obligaba a Yamai a levantarse y las empujaba a ella y a Taida hacia la puerta.
Mientras caminaban por el pasillo para salir del edificio, Asano de pronto recordó algo de su conversación con Kishi. – A propósito, Srta. Yamai, ¿por casualidad le ha dado a alguien una copia de la llave de su apartamento? Como a amigos o familiares.
– ¡O-Ohh, le di una copia de mi tarjeta a Komi-sama, en caso de que quisiera visitarme o incluso venir a vivir conmigo! – replicó Yamai alegremente. Fue entonces que notó que Asano tenía una mirada de decepción en el rostro. – ¿Por qué pregunta?
– Se lo explicaré después; por ahora, ¡tenemos que ocuparnos de lo que usted dirá en la corte para deshacerse de Tadano! – replicó Asano. La mención de deshacerse de Tadano pareció satisfacer a Yamai, pero Asano aún tenía la revelación en su mente.
(«Por supuesto que haría eso. Esta maldita mocosa y la mitad de la maldita escuela no pueden dejar de adorar a esa chica Komi como si fuese una diosa o algo por el estilo. Lo que sea, eso me facilita controlarlos.»)
(«Aun así, por lo que sé sobre esta tal Shouko Komi, dudo mucho que sea la única perpetradora. Lo más probable es que le haya dado la tarjeta del apartamento a alguien más. Ahora que recuerdo, ella fue a visitar a la Srta. Yamai junto con algunos amigos, incluyendo a una chica llamada Trucy, una cucaracha llamada Najimi, y un tipo llamado Apo... ¡Lo sabía! ¡Sabía que Apollo Justice tuvo que ser quien se metió al apartamento de la Srta. Yamai!»)
(«Aunque si ese es el caso, dudo mucho que haya estado allí para robarse unas bragas, lo cual probablemente significa que esta chica Kishi es muy fácil de engañar, o que es una mentirosa. Como sea, debo esperar el reporte de Ishioda antes de decidir qué hacer con ella. Por ahora debo concentrarme en asegurarme que el plan para deshacernos de Tadano en la corte salga sin tropiezos. Si esos dos me lo arruinan, haré que paguen...»)
28 de septiembre, 1:20 PM
Apartamento de Yamai
Apollo, Trucy, Shouko y Najimi seguían escondidos en la oscuridad del closet cerca de la entrada del apartamento de Yamai. Las pisadas iban y venían por lo que parecieron horas. Durante este tiempo, Apollo se maldijo por no pedirle a Kishi su teléfono para preguntarle si ya estaba despejado afuera.
Eventualmente, las pisadas se detuvieron. El grupo se preguntó si finalmente ya todos se habrían marchado y era seguro salir. Najimi estuvo a punto de abrir la puerta para asomarse cuando otro par de pisadas se les acercó. De inmediato Najimi apartó su mano, y todos los demás se pusieron las suyas en la boca para ahogar cualquier sonido. Las pisadas se detuvieron frente a su puerta, y en el momento que oyeron la manija moverse, se congelaron, preguntándose si los habrían descubierto.
La luz del apartamento iluminó el closet y por un momento los cegó. Si el Culto de Komi los había encontrado, no habría palabras que pudieran describir lo jodidos que estaban. Parpadearon por unos momentos, ajustándose los ojos al brillo del apartamento.
Una vez que pudieron ver, suspiraron de alivio al ver que sólo estaba Kishi al otro lado de la puerta.
– ¡Ya es seguro, pueden salir! – les dijo Kishi, haciendo que los cuatro relajaran sus posturas.
– ¡Diablos, nos diste un susto de muerte! ¡Podrías habernos dicho algo antes de abrir la puerta! – se quejó Najimi mientras salían a toda prisa del closet hacia el pasillo.
– Mis disculpas... no lo consideré... – Kishi miró el suelo con algo de remordimiento.
Apollo, Trucy y Shouko salieron del closet poco después que Najimi. Después de estar apretujados juntos allí dentro por lo que se sintieron como varias horas, todos miraron a su alrededor y estiraron los brazos y piernas, agradecidos del espacio extra.
– Aunque no lo entiendo... – Najimi se rascó la cabeza mientras se dirigía a Kishi. – Esos fanáticos Cultistas de Komi llegaron aquí demasiado rápido. Si tú no nos vendiste, ¿cómo supieron que debían venir?
– Vengan conmigo un segundo. – ordenó Kishi. Najimi asintió, y junto con el resto de sus compañeros, siguió a Kishi hacia la puerta del frente. Kishi entonces señaló un pequeño sensor que estaba camuflado con el marco de la puerta.
»¿Ven esto de aquí? Es una alarma silenciosa, y en el momento en que entramos, les alertó que estábamos aquí. – Kishi se llevó la mano al pecho. – Sólo me enteré cuando un chat grupal del que soy parte empezó a explotar, diciéndoles a todos que había que venir al apartamento de Ren para atraparlos a ustedes...
– Bueno, me alegra que estuvieras aquí para ayudarnos. Dudo mucho que hubiéramos podido evadirlos de otra forma... – replicó Apollo con gratitud. Luego se llevó la mano al mentón pensativo. – Aunque ¿no se supone que las alarmas silenciosas como esa suelen alertar a la policía? ¿O por lo menos a compañías de seguridad privada o algo así? ¿Por qué iba a llamar a un grupo de estudiantes en lugar de eso?
– Bueno, la cosa es que no estaba tratando de llamar al 119 o algo así. Estaba tratando de contactar a un número privado... – respondió Kishi, todavía mirando el sensor.
– ¿A quién intentaba contactar? – inquirió Trucy.
– ¿Cuál era su nombre...? Sé que acabo de hablar hace unos instantes... – Kishi se sacudió la cabeza, tratando de recordar el nombre del asistente del padre de Yamai.
– ¡Espera! ¿Hablaste con él? ¿Qué le dijiste? – preguntó Najimi.
– ¡Ahh, ya lo recuerdo! – exclamó Kishi, ignorando la pregunta de Najimi. – El hombre se llama Junichi Asano...
Shouko, Trucy y Najimi parpadearon en shock. Reconocieron el nombre cuando les dijeron ayer sobre el hombre que restringía las visitas a Yamai en nombre de su padre. Colectivamente se preguntaron si la alarma silenciosa era otro ejemplo de las medidas de seguridad exageradas de Masatomo. También se preguntaban cómo podía ser tan sobreprotector y a la vez tan negligente con su propia hija.
Apollo parpadeó también, pero por razones diferentes.
– Umm... ¿y quién se supone que es él? – preguntó confuso.
– ¿No estuviste ayer cuando Fulbright nos habló de él? – suspiró Trucy.
– Uhh, ¡no, no lo estuve! ¡Recuerda que me reuní con ustedes en la clínica! – le recordó Apollo tajantemente.
– ¡Ohh, es verdad! – Trucy se golpeó el lado de la cabeza y sacó la lengua. Apollo simplemente rodó los ojos.
– Junichi Asano es un tipo que trabaja para el papá de Ren, y estaba restringiendo quiénes podían visitar a su hija en el hospital. Aparentemente, su papá prefiere gastar su tiempo construyendo su imperio de negocios para apoderarse de Japón y el resto del mundo antes que pasarlo con su hija, así que este sujeto Asano debe estar actuando en su nombre. – explicó Najimi.
(«Por supuesto, Yamai tiene problemas con su papá. ¿Por qué no me sorprende?») pensó Apollo. – Bueno, eso explicaría por qué Yamai vive sola. Supongo que su papá es quien le paga para que viva en estos apartamentos tan lujosos.
– Eso es correcto, y también las vacaciones lujosas a las que suele ir... – agregó Kishi. Sacó su teléfono, abrió el chat grupal y miró los mensajes recientes. – Como sea, ustedes tienen que salir de aquí rápido. ¡Ellos volverán en cualquier minuto!
– ¿Qué...? — Apollo volteó la cabeza hacia Kishi confundido. – ¡Pero creí que habías dicho que era seguro salir!
– Eso dije, pero ellos no se irán para siempre. Ahora mismo están interrogando al superintendente del edificio para ver si está "involucrado" en la irrupción. Creen que es el responsable... – explicó Kishi.
– ¿Qué les dijiste? – preguntó Trucy.
– Les dije a esos otros tipos, y al Sr. Asano, que vi a un intruso solitario y misterioso aquí, y que se metió a robar la ropa interior de Ren. – replicó Kishi. Luego abrió los bolsillos frontales de su chaqueta, revelando unos cuantos pares de bragas que metió en ellos. – Por supuesto, me aseguré de coger algunas prendas para hacerlo más convincente...
– ¡Ja! ¡Bien hecho! – Najimi apretó su puño y sonrió. – ¿Y se lo creyeron?
Kishi asintió. – Los demás sí lo hicieron. Chiarai parecía especialmente incensado, y parecía querer asesinar al ladrón responsable. Aunque no estoy segura si Asano me creyó...
Shouko empezó a temblar de miedo al escuchar la palabra "asesinar".
(«Y ellos creen que esa persona podría ser el superintendente del edificio... pobre tipo...») pensó Apollo recordando lo que el Culto de Komi le había hecho a él antes.
– ...No se preocupen, el Sr. Asano les ordenó que no lo mataran. – agregó Kishi rápidamente, al ver las miradas de preocupación en los rostros de Apollo y Shouko. Aunque Shouko dejó de temblar, el hecho de que hubieran tenido que darles instrucciones explícitas al Culto de Komi de no asesinar a alguien no les hizo sentirse mejor ni a ella ni a Apollo.
– Mencionaste que no crees que el Sr. Asano se haya tragado tu historia. ¿Crees que podría ordenarles que vengan tras de ti? – preguntó Apollo.
– ¡No te preocupes, Sir Justice, puedo cuidarme perfectamente! – replicó Kishi, tocando las espadas shinai en su cadera. – ¡Pero de todos modos, tienen que irse ya! ¡Trataré de reunirme con ustedes después!
– ¿Sabes dónde está la Agencia Polivalente Wright? – inquirió Trucy.
– ¡Sí lo sé! – asintió Kishi. – ¡Los veré allá en cuanto me pueda escapar de ellos!
– ¡Suena bien! – Trucy le dio un pulgar arriba.
– ¡Esperen! – gritó Apollo antes que pudieran irse. – ¡Se nos olvidó la cuerda y la cinta adhesiva! Tengo que volver por...
– ¡No, es mejor que las dejen! – Kishi le puso la mano en el hombro a Apollo para impedir que volviera al apartamento.
– ¿Huh? ¿Por qué? – preguntó Apollo confuso.
– El Sr. Asano no sólo nos ordenó interrogar al superintendente. ¡También quiere que destruyamos toda la evidencia que pueda probar que Ren secuestró a Tadano! – explicó Kishi. – Ellos ya vieron la cuerda y la cinta, y si desaparecen cuando vuelvan... bueno...
– Entiendo. Te verás sospechosa, y probablemente vayan tras de ti. – respondió Apollo. – Quisiera llevarme esa evidencia conmigo, pero no si eso te pone a ti en peligro...
Kishi se sonrojó ligeramente por la preocupación de Apollo. – Yo... trataré de sacar algo que pueda serles útil. No quiero que su búsqueda aquí haya sido por nada. ¡Ahora váyanse! ¡Los veré en su oficina!
– ¡Claro! ¡Cuídate, Kishi! – replicó Apollo. Hizo una señal con la mano para indicarle al resto que salieran del apartamento con él.
El grupo inmediatamente se fue directo hacia las escaleras. Tenían que voltear a ver constantemente entre el frente y por la baranda, manteniendo un ojo alerta en caso de cualquier señal del Culto de Komi.
Una vez que llegaron a ellas, descendieron a toda prisa. Ya no tenían una vista del patio abajo, así que mantuvieron abiertos los oídos. A cada tanto, Apollo se daba la vuelta para asegurarse que las chicas y Najimi todavía lo estaban siguiendo. Lo único peor para él que tener otro encontronazo con el Culto de Komi sería que alguno de ellos se quedara atrás. Aunque por todo lo que sabían, esos locos ya podrían estar volviendo al apartamento de Yamai.
Una vez que llegaron abajo, Apollo asomó la cabeza y miró alrededor. Una vez que vio que no había moros en la costa, les hizo una señal al resto para que lo siguieran. Empezaron trotando ligeramente, y entre más se alejaban del complejo, iban acelerando un poco hasta que finalmente se movieron en carrera para alejarse de allí.
28 de septiembre
Calles de Kanagawa – Parada de autobús
Una vez que escaparon del complejo de apartamentos, Apollo, Trucy, Shouko y Najimi siguieron corriendo hasta llegar a una parada de autobús desierta en un lado del camino. Decidieron descansar allí, viendo que estaban muy agitados por haber corrido tanto y ahora ya estaban lo bastante lejos del Culto de Komi.
La tormenta que había estado arreciando desde la otra noche por fin empezaba a calmarse. Aunque todavía estaba nublado sobre sus cabezas, la lluvia finalmente había cesado. Charcos de agua llenaban las calles, calmados y tranquilos por la falta de lluvia. Shouko se sentó en la banca, limpiando un poco de la tierra que había en ella primero.
– ¡Fiu, creo que ya estamos lo bastante lejos! – dijo Apollo inclinándose sobre la parada de autobús y limpiándose el sudor de la frente.
– Sí... – Najimi también se sentó en la banca. – Bueno, ¡eso resultó ser un completo desperdicio de tiempo! ¡Encontramos evidencia del secuestro de Ren, sólo para tener que dejarla atrás!
– ¡No fue un desperdicio total! ¡Aún tenemos esa foto de Yamai y su hermana! – señaló Trucy mientras se apoyaba también en un lado de la parada.
– ¡Lo cual no nos sirve de nada para probar la inocencia de Hitomon o las fechorías de Ren! – argumentó Najimi.
Trucy negó con la cabeza. – Tal vez por sí sola no, ¡pero definitivamente es una pista importante!
– ¿Cómo así? – Najimi alzó una ceja y cruzó los brazos.
– ¿Recuerdas lo que nos dijo Kishi sobre cómo Yamai adoraba a su hermana, pero que esa era la única foto de ella que había en la casa? – preguntó Trucy.
– Ajá... – Najimi asintió. Shouko y Apollo también lo hicieron.
– Bueno, Kishi también dijo que antes solía haberlas por todo el apartamento, pero alguien se las llevó, lo que indica que alguien debió estar allí recientemente. ¡Quizás sea la misma persona que removió toda la demás evidencia! – explicó Trucy.
– ¿Y? Por todo lo que sabemos, tal vez ese superintendente sí sea un enfermo pervertido y probablemente se las robó para... – argumentó Najimi.
– No necesariamente. – intervino Apollo, levantando su dedo. – Esa no es la única explicación...
– Bueno, ¿entonces quién más? – espetó Najimi. – Ren no pudo haber sido, Shouko tampoco. Eso significa que la única otra persona con acceso es...
– ¡Junichi Asano! – declaró Apollo, levantando el dedo. – ¡Él también tenía acceso al apartamento, ya que fue quien instaló la alarma silenciosa en la puerta!
– Supongo, ¿pero no pudo haber hecho eso alguien más? – preguntó Najimi.
– Lo dudo. Recuerden, la alarma silenciosa estaba programada para llamar al número privado del Sr. Asano. Lo más sensato sería que contactara a la policía o a un servicio de seguridad privado. – dijo Apollo mientras se paseaba de lado a lado dejando claro su punto.
Najimi levantó una ceja. – Entonces, ¿por qué no la programó así?
– ¿Recuerdas esa película de Bat-San? ¿La que empieza con ese asalto en el banco de la mafia? – preguntó Apollo.
Los ojos de Najimi se ensancharon al recordar esa escena en la película. – ¡Ohh! ¡Ya entiendo! ¡¿Lo que estás diciendo es que Asano tiene conexiones con la mafia?!
– Err... nnnooo... me estaba refiriendo a la parte en la que la alarma silenciosa llamó a un número privado en lugar de a la policía... – Apollo suspiró mientras sudaba frío entre sus cejas. Sin embargo, en silencio tuvo que conceder que no podía descartar la posibilidad de que Asano tuviera conexiones al crimen organizado en Japón, como podrían ser los Yakuza.
Shouko levantó su libreta. [Creo que lo que trata de decir es que el Sr. Asano la configuró para que llame a su número personal porque no quiere que la policía se involucre.]
– ¡Exacto, Shouko! – replicó Apollo, feliz de que finalmente alguien entendiera lo que estaba diciendo. – ¡Creo que la alarma está configurada de esa forma no para beneficio de Yamai, sino de Asano!
– Aunque ¿qué podría tener que esconder en la residencia de Yamai? ¿No sería más conveniente tener guardada la evidencia incriminatoria en su propio lugar? – se preguntó Trucy, cruzando los brazos y mirando a la distancia.
– Podría ser, pero digamos que la policía de pronto sospecha de él y quisiera investigarlo. ¿A dónde irían a buscar primero? – propuso Apollo.
– ... en su casa... – replicó Trucy.
– Exacto. Aunque en este caso, no sería tanto lo que el Sr. Asano tenga guardado allí, sino más bien lo que sacó... – teorizó Apollo, colocándose la mano en el mentón.
– ¡Aguarda! ¿Estás diciendo que Asano fue el que sacó todas esas fotos de la hermana de Ren? – exclamó Najimi.
– No se me ocurre nadie más que pudiera haberlo hecho. – replicó Apollo. Luego sacó la foto de las hermanas Yamai de su bolsillo y la miró. – Dicho eso, tampoco puedo imaginarme sus razones para hacer eso, pero creo que el siguiente paso a partir de aquí, aparte de tratar de averiguar más sobre el asesinato de Takara Yamai, sería tratar de averiguar más sobre quién es Junichi Asano, y cómo está conectado con ella...
– Bueno, las únicas personas que deben saber más sobre eso serían la policía, y dudo mucho que nos dejen ver los archivos de sus casos sin más... – suspiró Najimi.
– No hay problema. Tengo una buena amiga que trabaja para la policía. ¡Ella podrá ayudarnos! – replicó Trucy, dándoles un pulgar arriba.
Entretanto, Shouko miraba su libreta con una expresión sombría. No podía dejar de pensar en Hitohito y preocuparse por su predicamento. Aunque sabía que Phoenix y Athena estaban haciendo todo lo que podían para defenderlo, sabía también que había muchos otros intentando deshacerse de él permanentemente, un hecho reforzado por su último encuentro con su club de fans rabiosos.
Hitohito tampoco era la única persona por quien Shouko temía. Sabía que esas personas también estaban cazando a Apollo, y aunque él le dijo que estaba bien, no pudo evitar sentir miedo por su seguridad. No sólo eso, sino que Trucy, Najimi, e incluso Kishi estaban poniéndose en peligro sólo por ayudarlo. Todos ellos estaban en riesgo de sufrir lo mismo que Yamai planeaba hacerle a Hitohito, y todo por culpa de ella.
– ¿Estás bien? – preguntó Apollo, notando lo deprimida que estaba Shouko. Ella negó con la cabeza. Najimi y Trucy dejaron de hablar y voltearon a ver a Shouko con miradas preocupadas mientras la veían escribir un mensaje en su libreta.
[Estoy preocupada por Hitohito, y por ustedes.]
– Entiendo por qué estás preocupada por Hitohito, ¡pero no deberías preocuparte por nosotros! – le dijo Apollo.
– ¡Así es! – Najimi y Trucy estuvieron de acuerdo.
Shouko negó con la cabeza y empezó a escribir furiosamente en su libreta.
[Ustedes no entienden. Esas personas allá venían tras ustedes debido a mí. Es por mi culpa que todos ustedes podrían salir lastimados o algo peor. Ya he visto las cosas que le han hecho a Hitohito, y no quiero que eso le pase a él, o a ninguno de ustedes.]
– Mira, Shouko, ¡necesitas una nueva línea porque esa ya aburre! – argumentó Najimi.
– Estoy de acuerdo con Najimi. Todos estamos al tanto del peligro en el que estamos, pero no importa lo que ellos intentan hacer: ¡todavía queremos ayudarte! – añadió Apollo.
Shouko estuvo a punto de escribir algo más, pero Apollo le levantó la mano para detenerla.
– Entiendo que no quieras que nos lastimen por haberte ayudado. Me alegra que te preocupes por nuestra seguridad. Pero si nos escondemos en nuestras casas y no hacemos nada sólo por miedo a estos fanáticos, lo único que sucederá es que una persona inocente será condenada por un crimen que no cometió, y los verdaderos culpables seguirán suelos para continuar con sus crímenes.
»Sí, admito que este caso es poco ortodoxo, y sí, admito que mucha gente en tu escuela es totalmente irracional. Pero eso no significa que debamos darnos por vencidos y dejarles ganar sólo porque están dispuestos a lastimarnos para conseguir lo que quieren. También hay personas buenas en tu escuela, y en este momento, Athena y el Sr. Wright están peleando por tu amigo. No va a ser fácil, pero ellos no se van a rendir, ¡y nosotros tampoco!
Shouko miró su libreta, y luego a Apollo. A pesar de tener la cara sucia, y su traje manchado con lodo y hierba, todavía tenía una sonrisa llena de confianza en el rostro que le decía que, como siempre lo repetía, estaba "bien". Aun así, ella tenía problemas para no sentirse culpable por las acciones del Culto de Komi.
– Hey, ya sé, ¡vamos a visitar a Hitohito en la corte! ¡Quizás vernos le ayude a subir sus ánimos! – sugirió Trucy.
Shouko parpadeó y sus ojos se ensancharon. Quería verlo más que nada en el mundo, pero tenía la preocupación irracional de que, de alguna manera, si ella aparecía allá sólo empeoraría las cosas de alguna forma.
– ¡Gran idea! – Najimi estuvo de acuerdo, y sacó su teléfono. – Según el sitio web de la corte, el juicio de Hitomon aún sigue en curso, así que podemos ir allá y animarlo a él y al equipo de la defensa. ¡Y quizás también podamos abuchear a ese Patánquill mientras estamos en ello!
– No creo que tengas permitido animar o abuchear a la gente en la corte... – señaló Apollo sudando frío. – Aun así, creo que Hitohito se emocionará de verles, o por lo menos, eso mejorará su humor significativamente.
– Sí, ¿recuerdas su reacción cuando recibió tu regalo, Shouko? – preguntó Najimi.
Shouko asintió. Recordó el momento en que leyó su carta. Antes de eso, estaba empeñado en decir que era culpable, pero tras leer las palabras de ella, estuvo dispuesto a retractarse de su confesión forzada. Ella pensó que quizás no era una amiga tan horrible para Hitohito como creía, y que él valoraba y atesoraba su amistad con ella, tanto como ella atesoraba la de él.
– Tomaré el rubor de tus mejillas como un sí... – señaló Najimi el rostro ahora rojo de Shouko, que trató de cubrirse por la vergüenza. – Entonces está decidido: ¡vamos a visitar a Hitomon en la corte!
– ¡Bien! – exclamó Trucy, alzando su puño con confianza. Shouko asintió con entusiasmo.
Apollo, por otra parte, sacudió su cabeza. – Por mucho que me encantaría acompañarles a ver a Hitohito, ahora mismo tengo que ir a casa, darme una ducha y ponerme algo de ropa limpia. – dijo señalando su traje empapado y sucio.
– Aww, eso apesta, pero lo entiendo. – Trucy suspiró decepcionada. – ¿Quizás podrías venir a vernos cuando termines de limpiarte?
– Lo siento, pero tengo que volver a la oficina después de eso. Alguien tiene que esperar a Kishi, después de todo. – señaló Apollo.
– Ohh, sí... – asintió Trucy.
– Además, me servirá para aprovechar el tiempo para averiguar más sobre Junichi Asano y tratar de descubrir sus acciones. Aunque con suerte, ustedes luego volverán victoriosos del juicio y no necesitaremos la información que encuentre... – explicó Apollo. – Como sea, nos veremos más tarde. ¡Cuídense!
– ¿Estarás bien por tu cuenta, Polly? – inquirió Trucy preocupada.
– ¡Estaré bien! – Apollo se acomodó la corbata. – ¡Denle mis saludos a Hitohito cuando lo vean!
– ¡Eso haremos! – replicó Najimi. – ¡Nos vemos luego, Polly!
Shouko respiró profundamente. Reunió todo el valor que tenía para poder despedirse.
– Adiós... Sr.... Justice... c...c-c-c-c-c-c... – lo llamó Shouko. Por un momento se ahogó, pero logró hacer acopio de fuerzas para poder terminar la oración. – ...c-cuídese...
– ¡Tú también, Shouko! ¡Nos veremos en la oficina, con suerte con buenas noticias! – Apollo le guiñó el ojo y le dio un pulgar arriba antes de irse de la parada de autobús.
Shouko se dio la vuelta para seguir a Trucy y Najimi, que ya iban en la dirección opuesta mientras miraban un mapa en el teléfono de Najimi. Una vez que les alcanzó, volteó para ver por última vez a Apollo, que estaba a punto de cruzar la calle. Luego miró la libreta en sus manos.
(«La próxima vez que lo vea, debo pedirle al Sr. Justice que sea mi amigo...»)
Esta historia continuará...
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