Capítulo 18: ¡Choque en la corte! Athena vs El Samurai Sombrío, Parte 1
28 de septiembre, 11:43 AM
Corte del distrito – Cámara del juez
La Jueza Gavèlle había estado haciendo su papeleo, molesta con el estado del juicio. No podía comprender cómo un asesino convicto como Simon Blackquill tenía permitido caminar libre, mucho menos servir como fiscal. No sólo eso, sino que difícilmente mostraba respeto por nadie en la corte. Si no fuera porque el Fiscal General Edgeworth había estado pidiéndole tener paciencia durante su período, ella ya lo habría detenido por desacato en los primeros cinco minutos.
Se puso a pensar cómo Blackquill no siempre había sido así. Recordó cuando los periódicos lo alababan como la nueva cara de los fiscales, prometiendo echar a un lado las tácticas sucias de aquellos como Manfred von Karma y en lugar de eso trabajar para encontrar la verdad durante los juicios. Sin embargo, la opinión pública sobre él se revirtió cuando ocurrió el incidente UR-1, y fue declarado culpable.
Los halagos que los medios otrora cantaban sobre él fueron reemplazados por condenaciones. Los artículos que salieron se preguntaban por qué un joven y prometedor fiscal como él tiraría por la borda su carrera y se preguntaron si era peor que von Karma y su prole. Muchos compararon este juicio con el de Zak Gramarye que ocurrió el año anterior, cuando Phoenix Wright sin saberlo presentó evidencia falsificada y fue destituido. En las redes sociales, especialmente Chwitter, la gente decía que el mundo legal estaba entrando en una era oscura, donde el hashtag "#EraOscuraDeLaLey" se utilizaba como la frase para describir este período de corrupción judicial.
Mientras continuaba pensando en esto, recordó que a principios del presente año, las alegaciones de falsificación de evidencia en contra de Phoenix fueron refutadas y se demostró que eran falsas. Al recordar esto, se preguntó si Blackquill también era inocente del asesinato que se le imputaba. Recordó también cómo, más temprano durante el juicio, se apresuró a emitir su propio juicio contra él por coaccionar al joven Tadano para hacerle confesar falsamente, y sintió que tal vez fue demasiado dura con él debido a su condena por asesinato, especialmente si existía la posibilidad de que hubiera sido un error.
Aun así, su etiqueta en la sala de justicia dejaba mucho que desear, y necesitaba que alguien lo pusiera en su lugar con eso.
De pronto notó en su teléfono que su hijo, Shaun Fenn, le había llamado antes y le dejó un mensaje. Una sonrisa se formó en su rostro al leer el nombre, y sin dudarlo, le devolvió la llamada.
(«Probablemente debería haber escuchado su correo de voz primero...») pensó la Jueza Gavèlle mientras escuchaba el tono de llamada. Sin embargo, ya era muy tarde para cancelar.
<¡Hey, mamá! ¿Recibiste mi mensaje?> respondió la voz de Shaun desde el otro lado.
– Ohh, no, no lo hice. Sólo vi que me habías llamado y pensé en devolverte la llamada. ¿Qué hay de nuevo? – respondió la Jueza Gavèlle en un tono cálido y conversacional.
<¿Adivina cuál película estrenará su tráiler en YouTune el próximo viernes?>
La emoción en la voz de Shaun encendió una chispa de reconocimiento en su madre. – ¡No puede ser! ¡Creí que no habrían terminado con Taurusaurus: Lord de los Kaijus hasta dentro de seis meses!
<Bueno, el productor quiere que terminemos a tiempo para hacer el estreno en Navidad, ¡así que hemos estado trabajando horas extra para cumplir ese plazo!>
– Estoy feliz por ti, Shaun, pero espero que no te estén haciendo trabajar demasiado duro sólo para poder estrenarla en las fiestas... – le dijo la Jueza Gavèlle.
<No te preocupes, mamá. Ya he aprendido mi lección. Me estoy asegurando de que tanto yo como mis coestrellas no nos estemos quemando con el trabajo...>
– Qué bueno. Me alegra que estés tomando mis lecciones en serio. – replicó la Jueza Gavèlle con orgullo en su voz. – Entonces, ¿de qué se trata la nueva película? Aparte de Taurusaurus, por supuesto...
<Vamos, mamá, ya sabes que no te lo puedo decir... >
– Lo sé. ¡Es que estoy emocionada por verte de nuevo en la gran pantalla! – respondió la Jueza Gavèlle con una emoción poco usual en una mujer tan dignísima como ella.
<Si sabes que no hace mucho desde la última vez que estuve en una película, ¿verdad? Apenas hace seis meses desde la última...>
– Por supuesto. Es sólo que hace mucho tiempo desde que actuaste en una película de Taurusaurus... – La Jueza Gavèlle estaba tan emocionada que apenas podía mantener la mano en el teléfono.
<Bueno, si estás tan interesada, siempre puedes pasarte por el estudio más tarde y venir a verla aquí mismo. Me permiten mostrarles nuestros avances a los miembros cercanos de la familia, mientras prometan que no saldrá del estudio...>
Los ojos de la Jueza Gavèlle se iluminaron. – ¡Eso suena grandioso! Ahora mismo me encuentro en medio de un juicio, pero una vez que termine, ¡con gusto pasaré por el estudio para verla contigo!
<Eso suena bien. ¡No puedo esperar para verte, mamá!>
Justo entonces, la Jueza Gavèlle escuchó una voz ahogada en el fondo preguntándole algo a Shaun, y Shaun le respondió que iría en un segundo.
<Perdón por eso, ya me tengo que ir. El Sr. Powers me necesita para algo.>
– Suena bien. Te veré esta noche, Shaun. ¡Y mándale mis saludos al Sr. Powers, por cierto!
<Lo haré, nos vemos esta noche. ¡Te quiero, mamá!>
– ¡Yo también te quiero, Shaun! – replicó la Jueza Gavèlle antes de colgar. Tenía una sonrisa tonta en el rostro, no sólo porque su hijo hubiera completado otra película, sino porque podría ver el tráiler del cine antes que nadie.
Al menos, eso le dio motivación para soportar a Blackquill por el resto del día del juicio.
28 de septiembre, 11:55 AM
Corte del Distrito – Sala de Justicia No. 8
El juicio estaba a punto de reanudarse.
El alguacil Hosonaga abrió las puertas dobles de la sala, permitiéndoles a Athena, Phoenix, Hitohito, y Hitomi ingresar. La mayoría de los espectadores en la galería habían vuelto y estaban llenando la sala con el rumor de sus conversaciones. Incluso la Jueza Gavèlle había regresado y se sentó en su lugar mientras miraba algunos documentos.
(«La Jueza Gavèlle parece estar de mejor humor...») pensó Athena. Aunque estaban en extremos opuestos de la sala, podía ver que la Jueza Gavèlle al parecer estaba más calmada a comparación de antes del receso, y había una ligera sonrisa en su rostro. Al principio eso le sorprendió, considerando su semblante irritable antes, pero luego se acordó de su hijo, Shaun, y supuso que tal vez había tenido una conversación agradable con él, lo cual explicaría su cambio de humor luego de que las acciones de Blackquill la estaban volviendo loca.
(«Hablando de eso, ¿dónde se metió Blackquill?») se preguntó, mientras caminaba hacia el banquillo de la defensa. El de la fiscalía estaba totalmente vacío, y faltaban pocos minutos antes que el juicio se reanudara. La Jueza Gavèlle insistió antes del receso firmemente que, si la defensa o la fiscalía llegaban tarde, el juicio se suspendería por el día de hoy, y quienquiera que llegase tarde sería penalizado. Incluso con el flagrante irrespeto de Blackquill hacia las reglas de la corte, Athena estaba segura de que querría continuar con el juicio.
Los dos grupos se dividieron mientras Athena y su adjunto se aproximaban al banquillo de la defensa. Hosonaga guio a Hitohito hacia la silla del acusado. – ¿Cómo te sientes, amigo? – le preguntó Hosonaga.
– Estoy bien. Honestamente, estoy más preocupado por la Srta. Cykes... – replicó Hitohito mientras tomaba su asiento.
– ¿Cómo así? – se preguntó Hosonaga.
– Bueno, es que tengo la sensación de que tal vez dije algo que la hizo recordar algo malo, y eso la desencadenó... – replicó Hitohito.
– Ohh, ¿quieres decir cuando casi colapsó antes? – preguntó Hosonada. Hitohito asintió, a lo que el alguacil le puso la mano en el hombro. – Dudo que haya sido por algo que tú hiciste. Es una abogada novata, así que es obvio que a veces le ganen los nervios. Sin mencionar que le tiene miedo a las cortes...
–¿Huh? ¿Le tiene miedo a las cortes? ¿Cómo se dio cuenta de eso? – preguntó sorprendido Hitohito. («¿Una abogada que le tiene miedo a las cortes? Eso es tan malo como... ¡como un astronauta que le tiene miedo al espacio!»)
– Solía ser un detective, así que soy bueno para observar a otras personas... – dijo Hosonaga mientras miraba a Athena. – Del poco tiempo que la he observado, pude notar que se siente incómoda de sus alrededores durante los momentos de silencio total. No sólo eso, sino que los obstáculos en su caso le afectan mucho más que a otros abogados que he visto. Me sorprende que pueda funcionar tan bien como lo hace en la corte, para ser honesto...
– Ya veo. Por la forma en que habla al respecto, suena a que ser abogada sería su última opción para considerar como carrera. – musitó Hitohito, mirando hacia el suelo. – Ahora me siento mal por hacer que me defienda. Imagine cómo debe sentirse ahora...
– No dejes que eso te deprima, hijo... – le aseguró Hosonaga a Hitohito, colocándole la mano en el hombro. – Aunque se sienta incómoda con eso, aquí es donde ella quiere estar más que nada. A veces, hay cosas en la vida que con tan importantes para una persona, que está dispuesta a enfrentarse a sus miedos para lograrlas. La razón por la que eligió convertirse en abogada fue para ayudar a alguien cercano a ella, y esa persona es lo suficientemente importante para que ella se arriesgue a revivir sus traumas para salvarla.
– ¿Quién era esa persona? – preguntó Hitohito. – Seguro que no soy yo, apenas la conocí hace un par de días.
(«Diablos, me olvidé que él no sabe nada sobre el UR-1.») Hosonaga se regañó mentalmente. – Err... bueno, fue sólo una corazonada basándome en mis observaciones, pero puedo decir con confianza que ella genuinamente quiere ayudarte y no se arrepiente nada de ser tu abogada. Así que no te compliques por aceptar sus servicios.
– Ok... si usted lo dice... uhh... gracias, Sr. Hosonaga... – asintió Tadano.
– Ni lo menciones, chico. Las cosas van a mejorar para ti. ¡Te lo garantizo! – replicó Hosonaga mientras volvía a su puesto en la sala.
(«Hmm, así que la Srta. Cykes se convirtió en abogada para salvar a alguien cercano a ella, a pesar de tenerle miedo a las cortes. Me gustaría saber más sobre esto, pero sólo si se siente cómoda sacándolo a colación. Tal vez pueda ayudarle con ello. Es lo menos que puedo hacer después de todo lo que ha hecho por mí.») pensó Hitohito mientras miraba a Athena por última vez.
Entretanto, Athena repasaba las notas de su caso en Widget en el banquillo de la defensa. Era más un ejercicio para mantener su mente ocupada en otra cosa que no fueran sus memorias de siete años antes. Aun así, era una forma de distraerse antes de reanudar el juicio.
– ¿Estás bien, Athena? – le preguntó Phoenix, refiriéndose a lo que sucedió antes.
– Sí. Estoy bien para defender el resto de este juicio, si es lo que pregunta... – replicó Athena.
– Para nada. Sólo estaba un poco preocupado porque estabas deslizando tus dedos por las notas en tu pantalla, así que pensé que tal vez algo estaba ocupando tu mente... – señaló Phoenix hacia la susodicha pantalla.
– Si le digo la verdad, jefe, si lo hay, pero eso puede esperar hasta después del juicio. ¡Por ahora, mi atención está 100% en demostrar la inocencia de Hitohito! – exclamó Athena, haciendo una seña de amor y paz.
– Bueno, eso espero. Si te desmayas de nuevo, ¡no te voy a arrastrar fuera de la sala de nuevo! – dijo una voz femenina.
– ¡Aaah! – Ambos, Phoenix y Athena se sobresaltaron ante la voz inesperada. Al girarse hacia la fuente, encontraron a Hitomi Tadano de pie junto a ellos tras el banquillo de la defensa.
– ¡H-Hitomi! ¿Q-qué estás haciendo aquí? – jadeó Athena, agarrándose las mejillas con las manos.
– ¡Ayudándoles! – declaró Hitomi, apretando los puños. – Mientras estuve sentada en la galería observándolos, sentí mucha ansiedad e impotencia por no poder defender a mi hermano, así que decidí que a la primera oportunidad que tuviera, me uniría a ustedes para ayudarles.
– Bueno, aprecio el sentimiento, pero creo que ya mi jefe y yo tenemos todo cubierto. – replicó Athena tímidamente, rascándose detrás de la cabeza.
– ¡Sí, cómo no! Casi te desmayaste de camino aquí. ¡Mi hermano y yo tuvimos prácticamente que arrastrarte de vuelta a la sala! – Hitomi golpeó el escritorio con su puño.
(«Ugh, espero que no me vaya a seguir recordando eso por el resto del juicio...») pensó Athena sombríamente. – ¡A-aun así, creo que el Sr. Wright será más que suficiente ayuda si la necesito!
– Bueno, ¿conoces el dicho de que "dos cabezas son mejores que una"? Bueno, si añades una tercera cabeza a la mezcla, sería tres veces mejor, ¿verdad? – propuso Hitomi con una sonrisa.
– No estoy seguro de que así vaya el dicho, pero creo que tiene razón allí. Además, creo que será bueno para ella si le dejamos ayudarnos. – señaló Phoenix distraídamente. («Sin mencionar que con lo alterada que ha estado, darle algo constructivo que hacer tal vez ayude a aliviar su ansiedad.»)
– Bueno... si usted lo dice, jefe. ¡Bienvenida al equipo, Hitomi! – Athena se golpeó la palma con el puño.
– ¡Gracias! ¡Espero poder ayudarles a poner a ese enorme patán de Simon en su lugar! ¡No hay forma de que tomara el caso en contra de Hitohito si realmente estuviera relacionado con la tía Aura! – Hitomi apretó sus puños.
– Err... claro, pero... ¿podríamos evitar hablar sobre tu tía Aura por un rato, por favor? – replicó Athena algo ansiosa.
Hitomi ladeó la cabeza con confusión. – Uhh... seguro, ¿pero por qué?
– Te... lo explicaré luego... – Athena se rascó detrás de la cabeza.
Hitomi seguía perpleja por esto, pero decidió no seguir presionando el asunto. Lo último que quería era que la abogada de su hermano no estuviera a su 100%.
*¡SLAM!*
El golpe del mazo de la jueza sacó a los tres de su conversación, dirigiendo su atención hacia el centro de la sala. Los murmullos en la galería se fueron apagando rápidamente hasta que toda la sala estuvo en silencio.
– ¡La corte se reanuda para el juicio de Hitohito Tadano! – declaró la Jueza Gavèlle solemnemente.
– ¡La defensa ya está lista, Su Señoría! – declaró Athena con confianza. («Bueno, más o menos, pero no puedo dejar que me vean sudar...»)
El banquillo de la fiscalía seguía todavía vacío. Ni siquiera se veía a Taka volando a su alrededor.
– Parece ser que la fiscalía sigue ausente a pesar de mis advertencias... – dijo en tono severo la Jueza Gavèlle mientras extendía el mango de su mazo. – Quizás no las entendió, o más probablemente, eligió ignorarlas flagrantemente...
– ¡Esto es bueno! – susurró Hitomi a Phoenix y Athena. – ¡Eso significa que no habrá más juicio hoy! Y el fiscal cara de patán será arrestado por... ¿cómo se llamaba? ¿"Desacato" o algo así?
– Bueno, supongo que eso nos dará más tiempo para investigar, pero eso también significa que no podremos probar su inocencia hoy mismo, lo que implica que tendrá que pasar otra noche más en la cárcel... – musitó Athena. («Ademáss, técnicamente Blackquill ya está encarcelado...»)
– No sólo eso, sino que tal vez podría estar allí más tiempo si tratan de buscar un fiscal que reemplace a Blackquill... – intervino Phoenix, mirando al frente. («E incluso con Edgeworth como Fiscal General, sigue habiendo muchos malos actores en su oficina, y quién sabe de lo que sería capaz el reemplazo de Blackquill. Con él al menos, por todos sus fallos, se puede esperar un juego justo...»)
– ¿Eso significa que mi hermano tendrá que pasar su cumpleaños en la cárcel? ¡Eso apesta! – gruñó Hitomi, dejándose caer en el escritorio.
– ¿Cuándo es su cumpleaños? – preguntó Athena.
– ¡Mañana! – replicó Hitomi con ansiedad.
(«Ahh, ahora lo recuerdo. ¡Creo que escuché a su papá mencionarlo ayer mientras hablaba con Hitohito! ¡Ahora tengo otra razón para demostrar su inocencia! ¡Nadie merece pasar su cumpleaños encerrado!») pensó Athena. – Y-ya veo. ¡Bueno, me aseguraré de trabajar extra duro para que pueda pasarlo con su familia! – dijo mientras se golpeaba la palma con el puño.
– Aunque, desafortunadamente, parece que el mejor escenario posible es que sólo podrá pasar parte de él con su familia... – Phoenix miró a la Jueza Gavèlle, cuyo humor previo fue reemplazado por una mirada seria y severa.
– Desafortunadamente tendré que terminar el juicio muy temprano por el día de hoy, pero con el Fiscal Blackquill ausente, no tengo opción... – declaró la Jueza Gavèlle retrayendo su mazo mientras lo sostenía sobre su escritorio. – Por tanto, declaro que los procedimientos por hoy quedan suspendidos, y el Fiscal Blackquill será...
Antes que la Jueza Gavèlle pudiera terminar su declaración, las puertas se abrieron resonando con eco, y revelando a Blackquill siendo escoltado por dos alguaciles, uno a cada lado.
– Fiscal Blackquill... – La Jueza Gavèlle miró a Blackquill con sorpresa. El fiscal no le respondió mientras los dos alguaciles lo escoltaban hasta el banquillo del fiscal. A medida que caminaba por el pasillo hacia el centro de la sala, la galería lo miraba con una mezcla de asombro y miedo.
– Mami, ¿ese hombre es malo? – preguntó un niño pequeño.
– ¡Sssh, guarda silencio, cariño! – lo regañó su madre.
Blackquill no respondió. Ya estaba acostumbrado a recibir miradas de asco de la gente al pasar; después de todo era un asesino convicto. En todo caso, esto le quedaba como anillo al dedo, pues añadía a su aura amenazante que lo rodeaba, y su imagen del "Samurai Retorcido" le permitía mantener sus metas reales ocultas de quienes lo rodeaban.
Unos cuantos momentos después, Blackquill regresó al banquillo del fiscal, y de la nada, Taka vino volando y se posó en el hombro de su amo. Blackquill entonces comenzó a acariciarle la cabeza a su compañero, y a rascarle debajo del cuello.
– ¡Fiscal Blackquill! – le llamó la Jueza Gavèlle con dureza. Blackquill no dejó de acariciar a su pájaro, pero sí levantó la mirada ligeramente hacia la jueza cuando dijo su nombre. – Espero que tenga una buena razón para llegar tarde...
– ¿Me creería si le digo que estaba charlando con una vieja amiga y perdí la noción del tiempo? – preguntó Blackquill en tono despreocupado. Se estaba enfocando en mostrarle afecto a Taka, quien apreciaba que le rascaran la cabeza.
– Sí recuerda lo que dije antes del receso, ¿correcto? ¡Sobre lo que le sucedería si llegaba tarde! – le recordó la Jueza Gavèlle, antes de volver a extender su mazo y blandirlo como martillo de guerra.
– Si cualquiera de ustedes no está presente cuando el juicio se reanude, entonces se suspenderá por el día de hoy, y la parte que haya ofendido será sometida a desacato. ¿He hablado claramente? – Blackquill hizo su mejor imitación de la Jueza Judge Gavèlle, con el tono de voz y todo. Terminó la imitación haciendo una mueca. – ¿Fue algo así?
El pequeño numerito no le pareció divertido a la Jueza Gavèlle. – ... Y aun así, usted eligió deliberadamente ignorar esas palabras. Ya sabe lo que significa, ¿verdad?
– Hmph, seguro, Su Santidad no tendrá algo entre ceja y ceja sólo porque llegué un minuto tarde, ¿o sí? Después de todo, era exactamente mediodía cuando entré por las puertas de este tribunal, así que, técnicamente, he llegado a tiempo. Además, piense en las testigos que he traído. Tuvieron que interrumpir su educación para venir a testificar, y si las enviamos a casa sin que puedan hacerlo, sería un mal servicio para ellas. Seguro que usted también está ansiosa por escuchar lo que tiene que decir, ¿verdad? – preguntó Blackquill tocándose la frente y sonriendo. – Hasta la Diosa de la Ley es capaz de ser piadosa, ¿verdad?
– ¡Si alguien tiene la culpa de eso, es usted! – La Jueza Gavèlle estampó el martillo en el suelo. – Ya sé que está intentando manipularme psicológicamente, y no aprecio que usted intente invocar el nombre de la Diosa de la Ley para hacerlo. Sin embargo, estoy de buen humor, así que pasaré por alto su transgresión si la defensa no tiene objeciones...
– ¡La defensa no tiene ninguna objeción, Su Señoría! – declaró Athena.
– ¡Vea, Su Santidad! ¡Incluso Cykes-dono desea escuchar a las testigos que están sacrificando su valioso tiempo para venir a hablarnos a todos! – sonrió Blackquill.
Hitomi pareció decepcionada de que Athena dejara que Blackquill se saliera con la suya.
– Sé que estás enojada, Hitomi, pero castigar a Blackquill sólo por llegar un minuto tarde no nos ayudará a liberar a tu hermano. ¡Especialmente si su reemplazo resulta ser peor! – le recordó Athena.
– Yo... está bieeeeen. ¡Pero todavía necesita que le enseñen una lección! – declaró Hitomi, estampándose el puño en la palma.
(«Con suerte, será una lección sin violencia...») pensó Athena.
La Jueza Gavèlle retrajo su mazo y bajó la cabeza pensativamente. Le resultaba muy claro que Blackquill estaba de nuevo tratando de provocarla por diversión, para ver qué tan lejos podía salirse con la suya. No estaba 100% segura de por qué se había permitido ser tan paciente en primer lugar, pero el hecho era que le dijo que sólo le dejaría quedarse si la defensa estaba de acuerdo, y ahora tenía que mantener su palabra.
(«Sólo recuerda, una vez que termines con esto, podrás ir a ver a tu hijo en el estudio...») pensó la Jueza Gavèlle, tratando de empujar las emociones negativas fuera de su mente y permitirse recobrar la compostura.
– Ya que la defensa no tiene objeciones, el juicio continuará. Antes del receso, salieron a la luz varios problemas: uno de ellos fue la declaración de la defensa de que había una tercera persona, el Sr. Honshoku, en la escena del crimen junto con el Sr. Tadano y la Srta. Yamai. El otro es que el Sr. Tadano ha declarado que fue forzado a confesar por la Srta. Yamai y varios cómplices en el centro de detención anoche. Fiscal Blackquill, ¿ha investigado sobre estas declaraciones? – inquirió la Jueza Gavèlle.
– Ya he recogido a la Srta Yamai de la clínica, y le ordené a la policía recobrar el metraje de las cámaras de vigilancia en la sala de visitas del Centro de Detención. – replicó Blackquill.
(«Entonces Yamai ahora se encuentra bajo custodia policíaca. Me pregunto cómo habrá resultado eso...») pensó Athena. Juzgando por lo que averiguó sobre el pasado de Blackquill con la Sra. Tadano, teorizó que no fue nada piadoso con Yamai.
La Jueza Gavèlle deslizó sus dedos por su mazo. – ¿Y qué es lo que han descubierto?
– El metraje todavía está siendo analizado, y la Srta. Yamai sigue en interrogatorio. Francamente, habría deseado hacer eso yo mismo, pero desgraciadamente, debo volver a mi asiento designado antes que sonara la campana, así que tuve que delegarle la tarea a alguien más. A pesar de todo, estoy seguro de que ella, con ayuda de algunos cómplices, intentaron extraerle una confesión falsa al Sr. Tadano... – explicó Blackquill.
– Ya veo. ¿Y cuándo tendrá la corte las pruebas definitivas de esto? – preguntó la Jueza Gavèlle.
– Paciencia, Su Santidad... – Blackquill sonrió mientras se tocaba la frente. – Vendrá a su debido tiempo. Discutamos ahora mismo el otro argumento que hizo la defensa mientras tanto: el hecho de que el Sr. Honshoku, a pesar de que nadie lo ha visto desde ese día, estuvo en la escena del crimen durante el incidente...
– ¡La computadora seguía con la sesión iniciada cuando el Sr. Tadano accedió a ella en la escena del crimen! – declaró Athena, señalando con su dedo a su rival. – ¡Y debido al cierre automático de la computadora, la única razón por la que la sesión podría haber estado abierta es si el usuario seguía cerca! ¡Y el único otro usuario ese día fue el Sr. Honshoku!
– Y aun así, ¡ni una sola persona vio al Sr. Honshoku en la escena del crimen, ni mis testigos, ni el acusado, ni la víctima! – replicó Blackquill, estampando la mano en el escritorio. – Me permito recordarles que si el Sr. Honshoku siguiera allí abajo cuando el Sr. Tadano y la Srta. Yamai llegaron, al menos UNA persona tendría que haberlo visto. ¡Las rutas de escape posibles dejarían muy pocas oportunidades para que se fuera sin ser detectado!
– ¡Bueno, tal vez alguien SÍ lo haya visto, y está mintiendo! ¡¿Alguna vez se le ocurrió eso, patán con cerebro de pájaro?! – gritó Hitomi, estampando sus dos puños sobre el escritorio de la defensa.
– Tú estabas en el Centro de Detención ayer... – Blackquill entrecerró los ojos al ver a la niña intervenir de pronto. – Debes ser la hermana menor del Sr. Tadano...
– Esa hermana menor tiene un nombre, ¿sabe? ¡Hitomi Tadano! – dijo mientras cruzaba los brazos y miraba desafiante al fiscal, antes de estirar la mano y apuntarle con el dedo. – Puede que yo no sea una abogada como Athena o el Sr. Wright, ¡pero voy a ayudarles a defender a mi hermano y lo pondré a usted en su lugar, Blackquill!
– ¿De verdad...? – Blackquill cruzó los brazos y sonrió. – Parece que has añadido a una interesante y nueva espadachina a tu equipo, Cykes-dono...
– Ella quiere ayudar a su hermano, ¡y de ninguna manera le negaré la oportunidad de hacerlo! – exclamó Athena.
– Ya veo... – musitó Blackquill, cerrando sus ojos. Athena escuchó atentamente las emociones en su corazón mientras hablaba. («Percibo felicidad en su voz, aunque Hitomi no ha hecho nada sino castigarlo verbalmente. Supongo que realmente sí se preocupa por el bienestar de Hitohito... a su particular manera...»)
*¡SLAM!*
– La corte reconoce los argumentos tanto de la defensa como de la fiscalía. Fiscal Blackquill, por favor llame a sus testigos. – ordenó la Jueza Gavèlle.
– Como desee, Su Santidad... – replicó Blackquill en un tono bajo y sarcástico. – La fiscalía llama al estrado a la Srta. Omoharu Nakanaka, a la Srta. Sakura Gorimi, y a la Srta. Kaede Otori. A partir del testimonio de estas tres, ¡destruiré los frágiles argumentos de la defensa y confirmaré los movimientos del acusado para demostrar su culpabilidad!
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Tras un breve momento de espera, Nakanaka, Gorimi y Otori fueron escoltadas en hacia el estrado. Otori iba acompañada por Onemine, que le sujetaba la mano a su amiga para evitar que se fuera por allí. Mientras el grupo caminaba por el pasillo, los ojos de Onemine se fijaron en Blackquill, a quien le lanzó una mirada de desprecio. No sólo la obligó a esperar durante horas en la estación de policía ayer antes de dejarla marcharse, sino que además acusaba a su amigo.
Una por una, las estudiantes de Itan asumieron sus lugares en el estrado, donde Athena observó sus comportamientos. Nakanaka tenía una mano en posición de agarre frente a su rostro sujetando el aire, mientras mantenía la otra debajo del codo, una pose que varios fans del manga en la galería reconocieron como una imitación de un personaje de GoJo's Blizzard Adventure. Gorimi tenía los brazos cruzados con un gesto enfurruñado en su cara. Sujetaba su abanico en la mano y parecía lista para golpear con él a la primera señal de que alguien la molestara. Otori tenía una sonrisita amable y distraída en su rostro, mientras Onemine le sostenía la mano con expresión preocupada.
– ¡Testigos! – Blackquill se dirigió a todas las chicas en el estrado. – ¡Por favor digan sus nombres completos y su año actual en la escuela!
– Keh je, je, je, je, je... – Nakanaka se rio, y una sonrisa malvada se formó en su rostro mientras cerraba su mano vendada en puño mientras pretendía estar absorbiendo poderes místicos. – Así que finalmente es la hora del destino, la hora del enfrentamiento con la Reina de Amarillo y sus secuaces. Sí, he estado esperando por esto. He pasado horas en el lounge de los fiscales, puliendo mi poder y fortificando mi mana en anticipación a este momento. [Kometani: En realidad ha estado jugando Blaze Insignia en su Nontindo Swap mientras toma bebidas energéticas de la máquina expendedora en el pasillo...] ¡Pero ahora, este tribunal para mortales será testigo del verdadero poder de MEI KARUMA VAN ZIEKS, PORTADORA DE LA FUERZA DRAGÓN! – anunció Nakanaka mientras "liberaba" el poder místico que había acumulado.
Toda la sala se quedó en silencio al ver este espectáculo.
Athena se esperaba que Nakanaka actuara de esta manera cuando tomó el estrado. Sin embargo, pese a su preparación mental, todavía seguía perpleja al ver el numerito con el que la chica se presentó. («Que alguien por favor saque a esta chica de donde sea que esté el reino mágico que habita...») pensó.
Pese a esto, Athena no era ni de lejos la única incrédula del espectáculo. Mirando hacia el puesto adjunto, vio a Hitomi que estaba haciendo una mueca de vergüenza por la forma en que actuaba Nakanaka. – Ohh cielos... esto me está trayendo flashbacks de cuando Hitohito estaba pasando por esa fase suya... – comentó.
– ¿Fase? – inquirió Athena.
– Confía en mí... es mejor para ti que no hayas estado ahí para verlo... – replicó Hitomi.
Athena miró a Hitohito. No podía imaginarse a un chico tan aterrizado como él teniendo delirios como los de Nakanaka. Pero cuando volteó a verlo, ella pudo ver que se notaba aún más mortificado por el espectáculo que su hermana. Athena no lo sabía, pero en ese momento estaba tan avergonzado que en silencio deseaba que la jueza le diera la pena capital sólo para librarlo de la vergüenza.
*¡SLAM!*
– ¡Srta. Nakanaka! – La Jueza Gavèlle golpeó su mazo en el bloque de ruido. – ¡La corte desea oír su verdadero nombre!
– ¡Ese ES mi verdadero nombre, clériga despistada! – le gruñó Nakanaka.
(«Ohhh cielos, esto llevará todo el día, ¿verdad...?») pensó Athena con un suspiro audible.
– Je, je, je, en efecto lo es, joven padawan... – Blackquill sonrió, tocándose la frente. – Aunque al parecer, Su Santidad y la Reina de Amarillo no son capaces de comprender tu verdadera forma. Quizás podrías mostrar algo de piedad por estas pobres almas en desgracia y asumir una forma que los mortales sean capaces de comprender con sus mentes tan simples...
(«Grandioso, ahora incluso Blackquill le sigue el juego. Algo me dice que debió pasar por una fase similar en su juventud...») pensó Athena con un gruñido. [Kometani: Sí lo hizo.] Miró hacia la Jueza Gavèlle, que le lanzaba una mirada de fastidio a Blackquill.
– De acuerdo... mi disfraz como mortal es Omoharu Nakanaka, estudiante de primer año en la Preparatoria Itan. ¡Pero no se dejen engañar! ¡A pesar de mi apariencia como una colegiala de quince años, en realidad soy una archimaga con más de mil años de experiencia! – declaró Nakanaka. Luego hizo una serie de gestos elaborados con las manos antes de terminar poniendo su mano vendada en posición de agarre frente a su rostro.
– Muy bien... – La Jueza Gavèlle asintió con una sonrisa a la chica delirante. Luego volvió su atención a la siguiente testigo.
– Sakura Gorimi. Estudiante de segundo año y bibliotecaria en jefe. – declaró Gorimi en tono monocorde.
(«Bueno, eso fue comparativamente directo...») pensó Athena.
– ¿Bibliotecaria en jefe? – preguntó la Jueza Gavèlle.
– Eso es correcto. Mantengo el orden en la biblioteca y me aseguro que nadie quebrante sus leyes sagradas, ya sean estudiantes que causan problemas o detectives de boca floja... – replicó Gorimi. Agarró su abanico con fuerza y parecía lista para usarlo.
– En efecto. Puedo abogar por su dedicación a las reglas de la biblioteca. Pero recuerda, Gorimi-dono, que ahora estamos en mi territorio... – Blackquill sonrió, con una mano bajo el mentón.
– Por favor ignore las palabras del Fiscal Blackquill, Srta. Gorimi. Yo soy la verdadera responsable en esta sala, y si se pasa de la raya, le doy mi permiso para disciplinarlo en mi nombre. – dijo la Jueza Gavèlle en un tono engañosamente amable.
– Tendré eso en mente, Su Señoría... – Gorimi asintió.
– Je, eso ya lo veremos, Su Santidad... – replicó Blackquill, reclinándose sobre su banquillo.
Athena se hundió en el banquillo de la defensa. («Ugh, ya veo que la pelea de poder entre Blackquill y la Jueza Gavèlle ha vuelto a máximo poder...»)
– Ahora, la última testigo... – Blackquill miró a Otori.
Otori no dijo nada. Ni siquiera pareció darse cuenta de que se dirigían a ella. En vez de eso, miraba hacia el espacio con una sonrisa serena pero vacante en su rostro.
– Srta. Otori, su nombre y año en la escuela, por favor... – dijo Blackquill, luego que la chica pasó un minuto entero sin responderle. Pero a pesar de la inusual gentileza del fiscal en su recordatorio, Otori permanecía totalmente ignorante.
– ¡Kaede! ¡Te está preguntando tu nombre y año en la escuela! – Onemine le apretó la mano a su amiga.
– Huh... ¡ohhh! – Otori finalmente se despertó de soñar despierta y miró a su amigo. – Perdóoon, Nene. ¡Es que estaba pensando en una película que vi anocheeee! – declaró Otori felizmente.
– El Fiscal Blackquill le ha preguntado su nombre y año escolar, Srta. Otori. Por favor intente poner atención a los procedimientos... – le pidió la Jueza Gavèlle en tono gentil.
– ¡Claro, Su Señoríaaaa! Soy Kaede Otoriiiii.... yyyyy... ummm... ¡soy estudiante de primeeeer añoooo! – le dijo Otori a la jueza.
(«Grandioso, al ritmo que va, mi cabello estará más gris que la barba del otro juez...») pensó Athena mientras se dejaba caer sobre su banquillo sudando frío.
Sin embargo, cuando el juicio paría estar volviendo a su curso normal, la mirada de Otori se volteó hacia el banquillo de la fiscalía. – Heeeyyy, ¿ese es un pajaritooooo? – preguntó mientras miraba al halcón posado sobre el hombro de Blackquill.
– ¡Espere! ¡Srta. Otori, no...! — Athena trató infructuosamente de detenerla.
– ¡Ahh, veo que has notado a mi fiel compañero halcón, Taka! – dijo Blackquill con una sonrisa cálida mientras le rasgaba el mentón a su pájaro. – Es un joven muy apuesto, ¿no lo crees?
– Awww... ¡qué lindooooooo! ¿Puedo acariciarlooooo? – inquirió Otori inocentemente.
– Bueno... ese es otro asunto... – replicó Blackquill. – Depende de él decidir si puedes o no acariciarlo, y dudo mucho que...
Para asombro de Blackquill, Taka voló fuera de su hombro y se dirigió hacia Otori, que extendió el brazo para que el halcón se posara en él.
– ¡Ohh! ¡Hola, Takaaaaaaa! – dijo Otori con vocecita arrulladora mientras acariciaba al pájaro en su brazo, haciendo que este chillara de aprecio por el afecto.
– Parece ser que Taka se ha encariñado contigo, Srta. Otori... – Blackquill sonrió al ver a su mascota recibir afecto de ella.
Otori alternaba entre acariciar a Taka en la cabeza y rascarle debajo del mentón. – ¡Eres muy apuestooooo, ¿verdad que sí, Taka?! ¡¿Quién es un buen chico?! ¡Sí, tú lo ereeeees! – dijo en voz cantarina mientras acariciaba al pájaro mascota de Blackquill afectuosamente. Taka le devolvió la atención frotándole la cabeza contra su mano.
– ¡Kaede! ¡Ten cuidado con ese pájaro! ¡Es peligroso! – le advirtió Onemine a su amiga con cautela, tratando de ponerle la mano en el hombro preocupada.
– ¡KEEEE-AAAAAA-RRRRR! – Taka le chilló a Onemine mientras chasqueaba su pico, provocando que se echara atrás de la sorpresa.
– A Taka no le gusta que lo llamen peligroso... – le advirtió Blackquill, a lo que Onemine le dio una mirada de asco.
(«Bueno, quizás no debería atacar a las personas si no quiere que le digan peligroso...») pensó Athena sudando frío.
– ¡Taka, sé amable con Nene! ¡Ella es mi amigaaaaa! – Otori le levantó el dedo índice mientras regañaba amablemente al pájaro.
– Kreeeee... – Taka suspiró, bajando la cabeza avergonzado.
– Está bieeeen. ¡Aún eres un buen chicoooo! – dijo Otori mientras volvía a acariciar al pájaro.
Hitomi veía la escena que ocurría en el estrado, y luego se volvió hacia los abogados. – ¿Esto es normal para ustedes?
– Uno se acostumbra... – remarcó despreocupadamente Phoenix. – Aun así, me pregunto por qué Taka es tan amigable con la Srta. Otori...
– ¡O incluso por qué Blackquill es tan amigable con ella! – añadió Athena. – ¡No le ha levantado la voz ni una sola vez, aunque le llevó quince minutos decir su nombre y su año escolar!
– Sí... supongo que lo único que hace falta es un amor hacia los pájaros para ponerte en el lado bueno de Blackquill... – Phoenix cruzó los brazos.
– Bueno, también parece alguien agradable... tal vez demasiado agradable... – Hitomi miró con los ojos en rendijas a Otori. – ¿Creen que esté ocultando algo?
– Si lo está, dudo que sea intencional. Aunque de nuevo, no descartaría esa posibilidad todavía... – remarcó Phoenix. – Ya he visto suficientes personas que actúan inocentes transformarse en monstruos sádicos en la corte como para no tomarme nada a primera vista.
– Bueno, algo es seguro: al ritmo que van las cosas, yo seré más vieja que nuestro juez regular para cuando empecemos el interrogatorio... – suspiró Athena.
(«No creo que así sea como funciona la edad, Athena...») pensó Phoenix.
*¡SLAM!*
– Continuemos, ¿de acuerdo? – declaró la Jueza Gavèlle, tratando lo mejor que podía de mantener su compostura de cara al caos que se apilaba con todo el desorden en la corte. Sin embargo, el notable tono tajante de su voz delataba que estaba empezando a perder su paciencia. – ¿Cuál es su nombre, señorita...?
– Nene Onemine. También soy estudiante de primer año. – replicó Onemine rápidamente a la pregunta de la Jueza Gavèlle.
– En efecto... – La Jueza Gavèlle asintió. Al mirar de nuevo al estrado, notó que algo no parecía del todo bien. – Fiscal Blackquill, tengo una pregunta para usted...
– ¿Ohh...? – Blackquill giró su atención hacia la Jueza Gavèlle.
– Usted mencionó antes que llamaría a tres testigos. Pero en el estrado veo a cuatro personas. ¿Asumo que tendrá una explicación para esto? – inquirió la jueza.
– Su Santidad demuestra una experticia digna de maestros en matemáticas de preescolar... – dijo Blackquill con una sonrisa burlona. La Jueza Gavèlle permaneció estoica pese al obvio intento de provocarla. – En efecto, las Srtas. Nakanaka, Gorimi y Otori son mis testigos. Sin embargo, la Srta. Otori tiene una tendencia a... dejarse volar, y no hablo de su imaginación. Por lo tanto, he traído a la Srta. Onemine para que la vigile y asegurarnos que no vaya a parar al otro lado del globo...
– ¡No estoy aquí porque usted me lo haya pedido, Blackquill! – aclaró Onemine en tono molesto mientras sujetaba la mano de Otori de manera protectora. Otori permanecía en su mundo feliz, haciéndole cariños al pájaro posado en su brazo. – ¡Sólo estoy aquí para asegurarme que usted no se aproveche de Kaede ni la utilice para condenar a Hitohito injustamente!
– Me importan muy poco tus motivaciones. El resultado final es lo único que importa... – replicó Blackquill con una sonrisa, sujetándose el mentón con la mano.
Hitomi miró de nuevo a los abogados. – Wow, y yo que creía ser la única persona que odiaba la actitud de Blackquill...
– En efecto, Blackquill parece estar intencionalmente asegurándose que todos lo odien hoy. – señaló Phoenix poniéndose la mano bajo el mentón también. («¿Quizás sea una táctica extraña que esté utilizando para proteger a Hitohito desde su posición como fiscal?»)
Athena miró a Blackquill con una expresión algo deprimida. («Simon...»)
*¡SLAM!*
– Creo que ya las presentaciones se han extendido lo suficiente... – declaró la Jueza Gavèlle tras golpear su mazo. – ¡La corte desea oír sus testimonios sobre lo que vieron el día del incidente!
– Así que ya es hora. ¡Ven, Reina de Amarillo, y enfréntate a tu juicio! – declaró Nakanaka agarrando el aire frente a su cara y apoyando el codo sobre su otra mano.
Athena le devolvió la mirada desafiante a Nakanaka. («¡La única persona que será juzgada al final de este interrogatorio serás tú, "Mei Karuma Van Zieks"! ¡Esta reina está a punto de emitir un decreto real contra tu testimonio!»)
**************************
Declaración de los testigos
--El día del crimen--
**************************
Gorimi:
– Entré a la biblioteca a las 12:30 PM en punto para asumir mis deberes...
»Vi a Tadano y Yamai ir a los archivos alrededor de las 1:10 PM y a Nakanaka a las 3:10 PM.
»La única persona que salió después fue Tadano a eso de las 3:15 PM. Nadie más entró o salió.
Nakanaka:
– Recibí un mensaje de Yamai pidiéndome ayuda en los archivos de la biblioteca...
»Temiéndome lo peor, ¡reuní toda mi fuerza y fui a toda prisa hacia la biblioteca!
»Una vez allí, fui directo hacia los archivos, y cuando entré, ¡vi una horrible imagen!
– ¡Vi a Tadano golpeando a Yamai en la cabeza con ese reloj antiguo!"
"Una vez que ese canalla cometió su fechoría, ¡huyó de la escena como el cobarde que es!
»Corrí hacia el cuerpo, y sin saber qué hacer, ¡llamé a la policía!
Otori:
– Umm....hmmm...
»Yo... vi a Tadano corriendo fuera de la bibliotecaaaaa, y se le cayó su teléfonooooo...
»Lo recogí y lo seguí para devolvérselooooo...
**************************
La Jueza Gavèlle cerró los ojos, pensando en el testimonio profundamente. En la superficie, todo parecía encajar.
– Para aclarar, ninguna de ustedes vio al Sr. Honshoku ese día, ¿correcto? – preguntó la Jueza Gavèlle.
– Correcto. Al parecer ya había concluido sus asuntos cuando llegué a la biblioteca... – asintió Gorimi. – Ni siquiera sabía que había estado allí ese día...
– La única forma en que ese programador fantasma podría haber estado en la escena del crimen fue si hubiera invocado un hechizo de invisibilidad... – declaró Nakanaka. – No... yo registré toda la sala, y si aún estuviera allí, ¡lo habría visto!
– Umm... yo lo viiiii... – intervino Otori.
Blackquill, la Jueza Gavèlle y Athena parpadearon de sorpresa.
– ¿D-de verdad? ¡¿Dónde?! – preguntó Athena esperanzada.
– ... ¿Hmmmm? – Otori mantuvo su sonrisa amable incluso aunque se notaba confundida por la pregunta de Athena.
– ¿D-dónde vio al Sr. Honshoku? – preguntó Athena de nuevo, y su expresión de esperanza cambió a terror. Ya sabía cuál sería la respuesta.
– Ooohhhh...ummmm... – Otori se puso el dedo en la mejilla pensativa. – ...En realidad... vi a otra persona... eso creo... ¡perdóoooon! – replicó finalmente dándose un golpecito en un lado de la cabeza.
– Ya veo... – Athena gruñó y se hundió en el escritorio decepcionada. («Vaya forma de subirme las esperanzas...»)
– Como pensé. Ninguna de estas personas vio al Sr. Honshoku el día del incidente. Ergo, concluyó sus asuntos y abandonó el edificio antes de las 12:30 PM... – concluyó Blackquill. Luego estampó su palma en el banquillo del fiscal. – De esto, podemos concluir que no había nadie más en los archivos de la biblioteca a la hora del incidente aparte del Sr. Tadano y la Srta. Yamai, ¡y el que la sesión se haya mantenido iniciada no fue más que por una falla de la computadora!
– ¿Qué hay de la Srta. Nakanaka, que fue testigo del incidente? Ella también estuvo allí... – inquirió la Jueza Gavèlle.
Athena tomó esta oportunidad para intervenir también. – Sí, no sólo eso, sino que Nakanaka no llegó a la escena del crimen hasta las 3:10 PM, pero Hitohito y Yamai tuvieron su confrontación alrededor de la 1:10 PM. ¿Cómo se explica esta brecha de dos horas? – dijo estampando su palma sobre el escritorio.
– Muy fácil. Recuerden que la Srta. Yamai fue golpeada dos veces. Es totalmente posible que ambos ataques hayan ocurrido en momentos separados, ¡y el ataque a que la Srta. Nakanaka atestiguó fue el segundo! – replicó Blackquill, tocándose la frente y sonriendo.
– Eso es verdad... – Athena suspiró. Sin embargo, mientras repetía la última declaración de Blackquillen su cabeza, se dio cuenta de algo.
(«¡Esperen un minuto! Nakanaka fue testigo del segundo golpe... ¿No se supone que la puerta hacia los archivos requiere una identificación del personal? Hitohito sólo entró porque su profesora le entregó la suya, y Yamai lo siguió. En ese caso, no hay forma en que Nakanaka haya podido entrar...») pensó Athena, y una sonrisa de oreja a oreja se formó en su rostro. («¡Lo cual significa que está mintiendo!»)
*¡SLAM!*
– ¡Srta. Cykes! ¡Puede comenzar su interrogatorio! – proclamó la Jueza Gavèlle con un golpe del mazo.
– No habrá necesidad de un interrogatorio, Su Señoría, ¡porque hay una enorme contradicción en este testimonio que tanto el Fiscal Blackquill como la Srta. Nakanaka pasaron por alto! – declaró Athena, cruzando los brazos llena de confianza y sonriendo ampliamente.
– ¿Ohh? – Blackquill levantó una ceja y miró desafiante a Athena.
– Uhh... ¿estás segura de esto? – preguntó Phoenix.
– No se preocupe, ¡lo tengo cubierto! – le aseguró Athena. Luego giró su atención hacia Nakanaka. – ¡Srta. Nakanaka! ¿Cómo hizo para entrar en los archivos de la biblioteca?
– ¡Por alguna razón, la cerradura de la puerta resistió mi magia, así que me vi obligada a usar mi identificación de mortal para poder entrar! – replicó Nakanaka.
– Lo cual significa, tu identificación de estudiante... – aclaró Blackquill.
– ...Sí... esa misma... – Nakanaka asintió.
– ¡Ja! ¡Tendrá que sacar una mejor excusa que esa, Srta. Nakanaka! – Athena le apuntó con el dedo a la chica. Luego encendió la interfaz holográfica de Widget y abrió sus notas sobre la puerta de los archivos de la biblioteca. – ¡Porque esa identificación no puede usarse para abrir las puertas de los archivos de la biblioteca!
– Si ese es el caso, ¿cómo fue que entraron en esa sala el Sr. Tadano y la Srta. Yamai? – preguntó la Jueza Gavèlle.
– El Sr. Tadano tomó prestada la identificación de su profesora, la cual es requerida para abrir las puertas. En cuanto a la Srta. Yamai, ella estaba siguiendo al Sr. Tadano, así que probablemente se metió mientras la puerta seguía abierta... – explicó Athena.
»¡Pero no se puede decir lo mismo de la Srta. Nakanaka! ¡Si hubiera intentado usar su identificación de estudiante, se habría encontrado con un callejón sin salida! – Athena golpeó su palma sobre el escritorio para enfatizar su punto. – Adicionalmente, la cerradura de la puerta a los archivos de la biblioteca no es de conocimiento público entre los estudiantes, así que no hay forma de que supiera que necesitaba ir a buscar una identificación del personal para desbloquear la puerta. Así que, ¡todo lo que la Srta. Nakanaka ha dicho sobre ser testigo del incidente fue una gran y gorda mentira! – declaró Athena, apuntando con su dedo triunfantemente hacia la estudiante.
– ¡Ja! ¡En tu cara! ¡No hay forma de que lo que dijiste sobre mi hermano sea cierto! – vitoreó Hitomi, cerrando sus puños. – Wow, los abogados son geniales. ¡Ahora yo también quiero ser una cuando crezca!
Todos en la sala empezaron a conversar entre sí, haciendo teorías de lo que podría significar la mentira de Nakanaka. Tras unos momentos, la Jueza Gavèlle golpeó fuertemente su mazo.
*¡SLAM!*
– ¡Orden en la sala! Srta. Nakanaka, parece haber un grave fallo en su testimonio. ¿Le importaría explicarlo? – preguntó la Jueza Gavèlle en tono severo.
Nakanaka acababa de sacar una copa de vidrio y una botella de jugo de uva, que colocó frente a ella sobre el estrado. Luego se sirvió un poco de jugo en respuesta a la pregunta de la Jueza Gavèlle, antes de cogerlo de una manera aristocrática y tomar un pequeño trago.
– Pido disculpas por la descortesía de llenar mi cáliz sagrado en una corte de justicia, pero me encuentro de un humor inesperadamente bueno... – proclamó Nakanaka usando un acento británico exagerado mientras sostenía la copa en su mano.
La Jueza Gavèlle parpadeó incrédula. Se quedó en silencio momentáneamente, preguntándose si lo que veían sus ojos era real o sólo le estaban jugando trucos. Tras parpadear varias veces más, frunció el ceño inmediatamente, extendió su mazo y lo empuñó como martillo. – Discúlpeme, Srta. Nakanaka, ¿pero qué es lo que tiene en su mano?
– ¡Hmph! ¿No estaba escuchando, clériga despistada? ¡Este es mi cáliz sagrado, lleno hasta el tope con el vino más fino que el dinero puede comprar! – replicó Nakanaka tajantemente, antes de apretar la copa casi haciéndola romperse en sus manos.
– ¡A-alguacil! ¡Confísquele esa copa y esa botella de inmediato! – ordenó la Jueza Gavèlle. El alguacil Hosonaga asintió y se dirigió hacia el estrado para coger la copa y la botella. Sin embargo, antes de llegar a medio camino, Blackquill golpeó su escritorio, deteniendo al alguacil en seco.
– Espere un momento, no sea tan chapada a la antigua, Su Santidad. Si la chica desea disfrutar de un trago, yo digo que la dejen... – declaró Blackquill.
La Jueza Gavèlle miró a Blackquill incrédula. – ¿Ha perdido usted la razón? ¡El alcohol está prohibido en una corte de justicia, especialmente en las manos de un menor de edad!
– Si mira de cerca la botella, se dará cuenta de que es jugo de uva sin alcohol lo que está bebiendo. Se puede comprar fácilmente en cualquier tienda de conveniencia en la esquina más cercana. Creo que tú bebes la misma marca con regularidad por lo que me han contado, Wright-dono... – comentó Blackquill.
Phoenix miró con los ojos en rendijas la botella de Nakanaka. Blackquill estaba en lo correcto, era su marca favorita.
– El Fiscal Blackquill está en lo correcto. Puedo confirmar que efectivamente es jugo de uva... – asintió Phoenix. («Aunque ¿cómo es que sabe que me gusta beberlo?»)
– Ya veo... – La Jueza Gavèlle retrajo su mazo. Quería señalar que la política en los tribunales todavía prohibía el consumo de comidas o bebidas de ninguna clase, pero estaba demasiado avergonzada para hacerlo. – Supongo que puedo tolerarlo, ¡pero tenga en mente que cualquier desastre que haga será su responsabilidad de limpiarlo!
– ¡Hmph, podría hacerlo con una simple prestidigitación! – declaró Nakanaka. – De vuelta al asunto que nos compete, no sólo llené mi cáliz para saciar mi garganta. Lo hice para hacer un brindis.
Nakanaka levantó su copa hacia Athena. – Brindo por ti, Reina de Amarillo, ¡por tu valiente intento de hacer un argumento! – continuó hablando con su acento británico falso, y se bajó un trago triunfante de su jugo de uva antes de sonreírle a Athena con arrogancia.
Athena golpeó el escritorio de nuevo. – ¿No me estabas escuchando? ¡La cerradura de los archivos de la biblioteca sólo se abre con identificaciones del personal! – le recordó. No iba a dejar que esta testigo la alborotase.
Blackquill se apoyó contra su banquillo dándole la espalda a a Athena. – Te vas a cortar a ti misma si sigues blandiendo esa hoja tuya tan imprudentemente... – dijo en un tono sarcástico, manteniendo la mirada de espaldas a su oponente.
– ¡Pues yo digo que mi esgrima está bastante afinada, muchas gracias! – replicó Athena. – Incluso el Detective Fulbright confirmó que las identificaciones del personal son las únicas que pueden desbloquear las puertas.
– Me pregunto... ¿cuándo confirmó este hecho contigo? – dijo Blackquill antes de quedarse callado, y todavía sin mirar a Athena.
– Creo que fue a mediodía, cuando empezamos a investigar en los archivos de la biblioteca... – aclaró Athena.
Blackquill finalmente volteó para encarar a Athena. – Sabes, hay un hombre allá entre las rejas que se nos unió hace un mes. Solía ser un programador de software antes de que lo arrestaran. Creo que sus palabras exactas cuando nos conocimos fueron "¿Sabes cuál es el problema con las computadoras? Que siempre hacen exactamente lo que les pides..."
– Déjeme adivinar: ¿lo atraparon por malversación de fondos ya que un error en su código causó que su programa retirase demasiado dinero a la vez? – preguntó Phoenix. La mirada de decepción en el rostro de Blackquill confirmó que había acertado. Phoenix inmediatamente aclaró: – Vi esa película en Hunole hace dos semanas.
Blackquill sacudió su cabeza. – En cualquier caso. Es cierto que las puertas están diseñadas para que se abran sólo con una identificación del personal. Pero, a pesar de esto, Nakanaka pudo abrirlas con su identificación de estudiante. Dime, Cykes-dono, ¿de qué forma ambas cosas pueden ser ciertas? – le preguntó con una sonrisa.
(«Déjenme pensar. Si las puertas se supone que sólo deben abrirse con identificación del personal, pero Nakanaka pudo abrirlas con su identificación de estudiante...») Athena se puso a pensar mientras jugueteaba con su arete. («Eso no parece estar bien. Las puertas no deberían funcionar así a menos que haya una falla... esperen, ¡eso es!»)
Athena estampó su palma sobre el escritorio. – Si la cerradura de la puerta tiene un fallo que provoca que reconozca las identificaciones de los estudiantes como válidas, ¡eso podría explicar cómo logró entrar la Srta. Nakanaka!
La sonrisa de Blackquill se ensanchó aún más al ver a Phoenix y Hitomi mirar a Athena con horror por lo que acababa de decir. – Exacto, y por ende, acabamos de explicar cómo la Srta. Nakanaka pudo desbloquear las puertas con su identificación de estudiante. ¡Contradicción resuelta!
– Esperen... ¡¿QUÉEEEEEE?!— Athena lanzó un grito con los ojos como platos y boquiabierta.
– ¡Muajajajajajaaa! ¡Un brindis para usted, Samurai Sombrío! ¡Por repeler a la Reina de Amarillo con su propia espada! – celebró Nakanaka extendiendo su copa hacia Blackquill.
– ¡Esperen un segundo! ¡Sé que yo lo sugerí, pero sólo era una posibilidad! ¡Por todo lo que sabemos, la Srta. Nakanaka podría estar mintiendo sobre abrir las puertas con su identificación de estudiante! – argumentó Athena desesperada.
Justo entonces, Athena sintió una presencia venir volando hacia ella. – Qué... ¡HEY, ALÉJATE DE MÍ! – gritó mientras intentaba desesperadamente de protegerse la cara de las garras de Taka, que le rozaban el cabello. Pero tan rápido como vino, Taka volvió a posarse en el hombro de su amo. Ella mientras tanto trató de acomodarse el cabello tras el ataque del pájaro, y al mirar sobre el banquillo, encontró un pedazo de papel.
– Fui informado de este fallo por la Srta. Nakanaka mientras la estaba interrogando. Para poner a prueba esta teoría, les pedí a treinta estudiantes que me prestaran sus identificaciones para probarlas en esta puerta. Como puedes ver por los resultados, cada uno de ellos marca "éxito"... – explicó Blackquill.
Athena recogió el papel. Era un cuadro con tres listas etiquetadas como "Nombre de estudiante", Número de Identificación, y "Resultado de la Prueba". Había treinta nombres diferentes con sus respectivos números de identificación en la lista, tal como dijo Blackquill, y para decepción de Athena, cada uno de ellos tenía marcado "ÉXITO", en la columna de resultados.
(«Ugh, no sé qué es peor: que ese pajarraco me haya desordenado el cabello, o el hecho de que Blackquill tenga pruebas del fallo en la cerradura...») Athena se desplomó, sudando frío.
– Es increíble lo que puedes hacer cuando ofreces el irresistible anzuelo de una tarjeta de regalo de 1500 yenes en Standbakes... – declaró Blackquill, tocándose la frente triunfante antes de estampar la palma en el escritorio. – Con estas pruebas, tenemos pruebas conclusivas de que las cerraduras de las puertas hacia los archivos tienen una falla. Ergo, ¡Nakanaka fue capaz de abrirlas y ser testigo de cómo el Sr. Tadano cometía el crimen!
– ¡NOOOOOOOOOOO! – gritó Athena antes de colapsar sobre el banquillo de la defensa.
La galería comenzó a conversar de nuevo por este acontecimiento. Muchos de los que creían que Nakanaka estaba mintiendo ahora consideraban que decía la verdad. Otros notaron la experticia de Blackquill al refutar a Athena y se preguntaron si realmente sería capaz de defender a Tadano.
*¡SLAM!*
– ¡Orden en la sala! – La Jueza Gavèlle silenció a toda la galería con su mazo. Luego miró a Athena con una expresión algo deprimida. – Bueno, Srta. Cykes. Tal parece que su "enorme contradicción" no era ni enorme ni una contradicción...
– Estoy... al tanto de eso... – suspiró Athena derrotada. – Si no le importa... quisiera empezar ahora mismo mi interrogatorio...
– Muy bien entonces... – replicó la Jueza Gavèlle. – Puede comenzar con...
– No habrá ningún interrogatorio... – declaró Blackquill.
– ¡¿Qué?! ¡¿Con qué derecho sale usted a declarar que no habrá interrogatorio?! – gruñó Athena mientras golpeaba su puño en el escritorio.
– En efecto. ¡Esa fue una interrupción muy grosera, Fiscal Blackquill! – lo regañó la Jueza Gavèlle.
Blackquill se giró y se apoyó de espaldas contra el escritorio. – Porque no habrá necesidad de un interrogatorio...
Una sensación de que se estaba hundiendo se empezó a formar en el estómago de Athena al escuchar a Blackquill regresarle sus propias palabras. Uniéndose a ellas estaban las voces en su cabeza diciéndole cuánto metió la pata por su exceso de confianza.
– Esas fueron tus palabras, Cykes-dono. Tú fuiste la que eligió no interrogar a las testigos porque creíste torpemente que tendrías la evidencia decisiva para desacreditar sus testimonios. Renunciaste a tu derecho a hacer un interrogatorio en el momento en que declaraste que no sería necesario por tu propia voluntad, ¡y no puedes culpar a nadie excepto a ti misma! – explicó Blackquill mientras seguía dándole la espalda a Athena.
– ¡P-pero...! – Athena empezó a tartamudear. Sin embargo, Blackquill se giró para seguir refutándola.
– Pero nada. Este interrogatorio termina. ¡Su Santidad! Mis testigos ya han dado su testimonio, y Cykes-dono ha tirado por la borda su oportunidad de interrogarlas por su exceso de confianza. ¡Ahora permítales que bajen del estrado y dé su veredictro! – dijo Blackquill golpeando el escritorio.
La Jueza Gavèlle levantó una ceja. Sabía que Blackquill estaba jugando a "Simon Dice" con los procedimientos legales. La única cosa que le impedía denegarlo era el hecho de que tenía un punto válido ya quye Athena declaró que no había necesidad de interrogatorio. – Muy bien. Lo siento mucho, Srta. Cykes, pero tendré que terminar con los procedimientos y pedirles a las testigos que bajen del estrado... – declaró.
– ¡AAAAARRRRRGGGGHHH! – gritó Athena. Se dejó hundir en el escritorio sudando frío. («¡¿Por qué diablos tuve que decir eso?! ¡Ahora Hitohito será declarado culpable porque tuve que ser una idiota confiada en exceso! ¡Estúpida Athena! ¡Estúpida, estúpida Athena!»)
– Qué lástima. Esperaba que esta batalla de ingenios durase más tiempo. Oh bueno, ¡supongo que brindaré por su victoria a pesar de todo, Samurai Sombrío! – Nakanaka alzó su copa una última vez antes de consumir el contenido.
Una vez que la última gota bajó hasta el fondo de la garganta de Nakanaka, Hitomi se levantó y golpeó el banquillo de la defensa. – ¡Blackquill, es usted una VÍBORA! – le gritó. – ¡APUESTO A QUE LE DIJO QUE OMITIERA LA PARTE SOBRE LAS PUERTAS EN SU TESTIMONIO PARA HACERNOS TROPEZAR A PROPÓSITO!
– Deja de chillar así, que molestas a Taka... – replicó Blackquill bruscamente, lo que sólo incensó aún más a la hermana menor deg Hitohito. – Lo único que hice fue preparar mi contraargumento en caso de que Cykes-dono sacara a colación las cerraduras. No me esperaba que hiciera una declaración imprudente sobre que no hacía falta interrogar como una tonta. ¡Eso es totalmente culpa suya!
– ¿Entonces por qué no aclararlo desde el principio? ¿Acaso le da miedo que por abrir las puertas con identificaciones de estudiantes ahora sus testigos podrían ser sospechosas? ¿Eh? – gruñó Hitomi antes de golpear de nuevo el escritorio.
– ¿Te atreves a enseñar tus colmillos al Samurai Sombrío, pequeña mocosa? – vociferó Nakanaka, apretando su copa y casi rompiéndola. – Nosotras no somos las que estamos en juicio aquí, sino tu hermano, así que a menos que tengas pruebas de que hicimos algo inapropiado, ¡cierra la boca, o yo misma te la cerraré! – dijo señalándola con el dedo.
– Secundo los sentimientos de mi "joven aprendiz". Aunque puedo apreciar tu deseo de defender a tu hermano, el que haya mencionado las cerraduras o no desde el principio no cambia nada. Al final, Cykes-dono eligió actuar como una tonta al decir que no necesitaba hacer un interrogatorio... – intervino Blackquill.
– ¡En realidad, esto lo cambia todo! – Phoenix golpeó el escritorio con ambas palmas. Blackquill se giró hacia él con un gesto amenazador. El fiscal ya se había anticipado a otra de las jugadas salvajes del abogado de traje azul.
– Esa es una declaración muy seria, Sr. Wright. Por favor elabore... – le pidió la Jueza Gavèlle con una sonrisa en el rostro.
– Con gusto, Su Señoría... – asintió Phoenix. Cogió sus notas para leerlas. – Previamente, todos asumimos que como las puertas sólo podían abrirse con una identificación del personal, la única otra persona que podría haber atacado a la Srta. Yamai era el Sr. Honshoku, esperando dentro de los archivos. Sin embargo, la revelación de este fallo en la cerradura abre más posibilidades de sospechosos. En resumen, ¡todos los que tengan una identificación de estudiantes son sospechosos!
– ¿Todos en la escuela son sospechosos? – Los murmullos entre la galería comenzaron a resonar. La última declaración de Phoenix los hizo hablar entre ellos de nuevo. Esto siguió por varios segundos antes que la Jueza Gavèlle los silenciara con su mazo.
*¡SLAM!*
– ¡Orden en la sala! – declaró la Jueza Gavèlle. Antes de poder cuestionar esto, Blackquill volvió a azotar su escritorio.
– ¡Tendrás que hacerlo mejor que eso, Wright-dono! – le dijo Blackquill a Phoenix. – Para empezar, la biblioteca permanecía cerrada e inaccesible a los estudiantes a excepción de la Srta. Gorimi hasta las 12:30 PM. Adicionalmente, acorde con su profesora, ella permaneció en su clase todo el tiempo antes de asumir su puesto en la biblioteca.
– Entonces ¿cómo hizo el Sr. Honshoku para acceder a la biblioteca a las 9:15 AM ese mismo día? – inquirió la Jueza Gavèlle.
– Muy fácil, con la llave de la biblioteca... – Blackquill presentó otra llave ante la corte. – Cinco personas poseen una copia de esta llave: el director, el subdirector, el custodio de la escuela, el Sr. Honshoku y la Srta. Gorimi. De los cinco, cuatro poseen coartadas férreas: el director y el subdirector estuvieron trabajando juntos en la oficina de administración todo el día, el custodio se encontraba en su casa enfermo, acorde con su esposa, y la Srta. Gorimi estuvo trabajando en la biblioteca toda la tarde. Esto deja al Sr. Honshoku como el único portador de la llave sin una coartada, aunque como nadie lo vio en la escena del crimen antes o después del incidente, también podemos descartarlo.
(«Qué raro...») musitó Phoenix. («¿Por qué los archivos de la biblioteca tienen una cerradura electrónica, pero la biblioteca tiene una física?»)
– La corte acepta la llave de la biblioteca como evidencia... – asintió la Jueza Gavèlle. – Parece ser que, después de todo, sólo el acusado podría haber cometido el crimen...
– ¡No tan rápido, Su Señoría! – Phoenix le apuntó con su dedo a la jueza. – Quizás el director y el subdirector puedan confirmar sus coartadas entre ellos, y la esposa del custodio pueda confirmar la de su marido, pero ¿podemos verificar la coartada de la Srta. Gorimi?
Gorimi frunció el ceño y se tensó al escuchar su nombre. – ¿Qué es lo que está insinuando, Sr. Wright? – le preguntó en voz severa, apretando su abanico con ganas de infligir castigo.
Una gota de sudor bajó por las cejas de Phoenix. («Ok, relájate, Phoenix, no dejes que te asuste. Ya has lidiado con testigos mucho más aterradores... como ese tipo que se hizo pasar por ti...») pensó. Luego se limpió el sudor y miró a Gorimi. – ¡Estoy insinuando que tu coartada no es tan férrea como piensas!
– Dime que estás bromeando, Wright-dono... – espetó Blackquill. – Había una biblioteca llena de estudiantes que pueden confirmar que la Srta. Gorimi estuvo trabajando en su escritorio cuando entraron.
– ¡Exactamente! ¡Yo no abandonaría mis deberes en la biblioteca por ninguna razón! ¡De lo contrario, los quebrantadores de las reglas camparían a sus anchas! – Gorimi levantó su abanico de manera amenazadora.
Phoenix negó con la cabeza. – Eso puede ser verdad, pero ¿acaso esos estudiantes pueden estar seguros de que la Srta. Gorimi estuvo en su escritorio todo el tiempo?
Ambos, Blackquill y Gorimi le lanzaron miradas fulminantes a Phoenix.
– Es cierto que los estudiantes vieron a la Srta. Gorimi al entrar a la biblioteca, pero después, irían directo a sus estudios, y estarían demasiado concentrados en sus asuntos para fijarse en la bibliotecaria. Incluso los que causan problemas y mantuvieran un ojo abierto no encontrarían sospechoso que la Srta. Gorimi no estuviera en su escritorio; asumirían que estaba patrullando la biblioteca. – explicó Phoenix. Luego golpeó las manos en el escritorio. – Durante este tiempo, la Srta. Gorimi podría fácilmente haber ido a los archivos de la biblioteca sin que nadie se diera cuenta, atacado a la Srta. Yamai, ¡y regresado sin que nadie se diera cuenta!
– ¿Estás acusando formalmente a la Srta. Gorimi de ser la agresora de la Srta. Yamai, Wright-dono? – preguntó Blackquill en tono severo. Luego miró a Gorimi, que estaba enojada y preparándose para blandir su abanico. – Piensa bien y profundamente antes de responder a esta pregunta, y considera bien el castigo que te aguarda si te equivocas...
Sin embargo, Phoenix negó con su cabeza. Sabía que Blackquill le estaba tendiendo una trampa, y no iba a morder la carnada. – Sólo estaba ofreciendo una posibilidad en base a lo que acabamos de averiguar. También existe la posibilidad de que la Srta. Nakanaka sea la culpable, después de todo, fue encontrada en la escena del crimen. Sin embargo, la única forma en que podemos averiguar si estas dos posibilidades tienen algún mérito es si la defensa tiene oportunidad de interrogar a las testigos. – explicó Phoenix.
La Jueza Gavèlle asintió. – La defensa tiene razón. Lo lamento, señoritas, pero la corte tendrá que pedirles que permanezcan en el estrado un poco más.
– ... Bien, pero sólo para que estemos claros, la Srta. Yamai no rompió ninguna regla durante mi turno, ¡así que no tengo ningún motivo para haberla atacado! – aclaró Gorimi.
(«Qué gracioso, uno pensaría que entrar en un área que está fuera de los límites para los estudiantes es una regla significativa a romper...») pensó Athena.
– Entonces, debo acabar también con el dragón de la Reina de Amarillo... muy bien... – Nakanaka se apartó su cabello dramáticamente.
Otori permaneció feliz y totalmente ignorante. Onemine sostenía su mano preocupada, esperando que el fallo en la cerradura de la puerta no llevase a que su amiga se convirtiera en sospechosa. Por ahora podía respirar, sabiendo que la defensa se enfocaría más en Gorimi y Nakanaka que en Otori.
Blackquill se tocó la frente y sonrió. – Felicidades, Wright-dono. Lograste salvar el desastre que tu subordinaca causó. ¿Quizás tú querrías tomar su lugar en el juicio?
(«Blackquill tiene razón. Metí la pata hasta el fondo con mi impulsividad. Quizás el Sr. Wright debería ser quien defienda a Hitohito en mi lugar...») pensó Athena desplomándose sobre el banquillo con una expresión deprimida. Supuso que su jefe habría sentido lo mismo que ella y Blackquill.
Sin embargo, Phoenix negó con la cabeza. – Al contrario. Quiero que la Srta. Cykes continúe siendo quien defienda al Sr. Tadano...
– P-pero jefe, casi nos hice perder el caso por mi acción impulsiva. ¡Si usted no me hubiera salvado, habría hecho que lo declararan culpable! – Athena lo miró con una mezcla de confusión y culpa.
– ¡No te preocupes! – replicó Phoenix, tratando de sonreírle para calmarla. – Yo también he cometido muchos errores y he tomado muchas acciones imprudentes. Diablos, durante mis días de novato, varias veces necesité que mi mentora me salvara el pellejo. ¡No hay por qué avergonzarte de apoyarte en los demás cuando necesitas ayuda! ¡Y siempre estoy feliz de darte una mano!
– Bueno, lo aprecio, pero... no sé si puedo seguir con esto... – declaró Athena mientras jugueteaba nerviosamente con un mechón de su cabello. Sabía que su jefe tenía razón, pero sus propias dudas estaban dominando a la razón en este punto.
– ¡Hey, creí que habías prometido proteger a mi hermano! – protestó Hitomi.
– L-lo hice, pero no quiero decepcionarlo... – argumentó Athena.
– ¡La única forma en que lo vas a decepcionar es si te das por vencida! ¡Estás haciendo un gran trabajo, Athena! – replicó Hitomi, esperando que el cumplido le ayudara a subirle los ánimos a Athena.
– Hitomi tiene razón, ¿sabes? El estado mental de Hitohito ha mejorado enormemente, y todo gracias a ti. – le recordó Phoenix.
– ¡Así que no te rindas, Athena! ¡Mi hermano te necesita más que nunca! ¡Yo creo en ti, y él también... y también el Sr. Wright! ¡Ahora, vamos todos a patearle el trasero a Blackquill todo el camino hasta la Bastilla! – le dijo Hitomi con un pulgar arriba y un guiño. Phoenix asintió estando de acuerdo con ella.
– Bueno... – Athena miró hacia un lado. Todavía seguía algo insegura de sí misma. Quería seguir defendiendo a Hitohito, pero su mente le decía que su jefe Phoenix haría un mejor trabajo, y que sería su culpa si lo declaraban culpable. Mientras contemplaba esto, su mirada se fijó en la silla del acusado y su ocupante. Sintiendo que su abogada necesitaba motivación, Hitohito le dio una sonrisa radiante y un pulgar arriba.
Este gesto sorprendió a Athena. Ella sabía que a pesar de todo el progreso que habían hecho, él todavía seguía luchando mentalmente, y que su ansiedad y TEPT seguían siendo significativos. A pesar de esto, podía ver que él también luchaba con valor contra sus emociones negativas para sonreírle y subirle los ánimos.
Al ver esto, no pudo evitar sonreír ella misma también, con un ligero rubor en las mejillas. («Je, puedo ver por qué Shouko lo quiere tanto. Muy bien. No más autocompasión. ¡Estoy lista para esto!»)
– Bueno, parece que tus compatriotas abogan por tu capacidad. La pregunta es: ¿tú misma lo harás? – inquirió Blackquill. – ¿Crees en tus propias habilidades? ¿En serio crees que tu esgrima es lo suficientemente fuerte para acabar conmigo? ¿O es que planeas hacer que Wright-dono pelee todas tus batallas por ti? – Sonrió mientras se llevaba la mano hacia un costado, como si sostuviera una espada invisible en postura de Iaijutsu.
– ¡Venga lo que venga, Blackquill! ¡No me voy a rendir ante alguien como usted! – declaró Athena apuntándole con el dedo. Luego miró a la Jueza Gavèlle y se golpeó la palma con el puño. – ¡Su Señoría, estoy lista para llevar a cabo mi interrogatorio!
– Que así sea... – dijo Blackquill en voz baja. Luego levantó sus puños y empezó a abrir los brazos. Athena y Phoenix se tensaron. Ambos reconocieron ese gesto que significaba que Blackquill estaba a punto de romper sus cadenas y empezar a acuchillar a la gente con su espada de dedo. Por otro lado, Hitomi los miró a ambos con una expresión confusa.
Sin embargo, en lugar de romper sus cadenas, Blackquill bajó los brazos suavemente. Antes que pudiera liberarse, notó a la Jueza Gavèlle mirándolo severamente, y al alguacil Hosonaga llevándose la mano hacia su cachiporra. Con eso, pudo ver que, por mucho que la Jueza Gavèlle le permitiera salirse con la suya pese a sus protestas, había varias líneas que no podría cruzar. De cualquier manera, supuso que todavía no sería el momento de ponerse serio.
– Dejaré pasar tu indiscreción esta vez, pero en el futuro ten cuidado con tus palabras, porque no te extenderé esta piedad por segunda vez. Vuelve a soltar esa lengua tuya de manera descuidada, ¡y haré que Taka te la arranque! – amenazó Blackquill. Taka chirrió estando de acuerdo con las palabras de su amo.
– ¡Y a usted más le vale vigilar a ese pájaro suyo, o haré que los encierren a los dos! – le advirtió la Jueza Gavèlle al fiscal convicto, a lo que Blackquill rodó sus ojos. – ¡Srta. Cykes, ya puede comenzar su interrogatorio!
– ¡Gracias, Su Señoría! – asintió Athena.
– ¡Buena suerte, Athena! ¡Y recuerda que estamos aquí si necesitas ayuda! – le recordó Phoenix con una sonrisa.
– ¡Dale a ese Samurai Retorcido una por mí! – intervino Hitomi.
– Gracias, lo intentaré... – replicó Athena. Luego giró su atención hacia el estrado, donde sus ojos se fijaron en los de Nakanaka.
– Tal parece que todavía no has sido derrotada. Supongo que tendré que rellenar mi cáliz sagrado... – Nakanaka suspiró mientras cogía su botella de jugo de uva con una mano y su "cáliz sagrado" en la otra. Luego retiró el corcho de la botella y llenó la copa. – Estoy muy ansiosa de verte luchar en vano contra el asalto del Samurai Sombrío, O Reina de Amarillo...
– ¡La única que va a estar peleando aquí será usted, luego de que exponga sus mentiras, Srta. Nakanaka! – replicó Athena.
– Ten cuidado, o podrías estar a punto de llegar al final de tu carrera... – gruñó Gorimi mientras empuñaba su infame abanico. – La bocaza de tu jefe ha estado escribiendo cheques que tu trasero encontrará imposibles de cobrar, jovencita.
– Ohh, claro que los voy a cobrar. ¡Los cobraré diez veces y me quedará cambio para pagarme una soda! – replicó Athena. Phoenix y Hitomi internamente se avergonzaron de lo mala que fue su respuesta, pero se guardaron sus pensamientos para no desmotivar a Athena.
Otori era la única que no tenía ninguna réplica que dar. En vez de eso, se mantuvo en sus propios pensamientos con una sonrisa amable mientras Onemine le sujetaba la mano de manera protectora.
– Con suerte, tus argumentos serán más ingeniosos que la agudeza de tu sarcasmo, Cykes-dono... – Blackquill sonrió mientras observaba este giro de eventos. («Bien, todo procede tal como lo planeé. Sabía que todo lo que debía hacer era acorralarla, y Wright-dono acudiría en su rescate de inmediato. Cykes-dono puede ser una amateur, pero mientras su jefe siga siendo el cerebro detrás de la operación, puedo asegurarme que este juicio termine con ambos obteniendo lo que queremos...»)
(«Y una vez que este juicio termine, iré por ti, Yamai...»)
Esta historia continuará...
Acta del Juicio (Athena)
(* - Indica nuevo o actualizado)
Perfiles:
Apollo Justice (Edad: 23): Un abogado que ha estado en la agencia desde antes que yo me uniera. Tiene una habilidad increíble para detectar mentiras a través del lenguaje corporal de la gente.
Trucy Wright (Edad: 16): La querida hija del Sr. Wright. Una aspirante a maga profesional que también es estudiante en la preparatoria Itan.
Hitohito Tadano (Edad: 15): Mi cliente. Un joven amable que está sufriendo de TEPT por culpa de las acciones de Yamai.
Phoenix Wright (Edad: 34): Abogado propietario de la agencia. Le debo mucho por darme la oportunidad de convertirme en una abogada consumada.
Shouko Komi: (Edad: 15): Amiga cercana de Hitohito y su compañera de clase. Es una chica hermosa que tiene problemas para comunicarse.
Najimi Osana (Edad: 15): Estudiante de Itan que siempre tiene mucha energía, y aparentemente tanto Hitohito como Trucy son sus amigos de la infancia. Su verdadero género es un misterio.
Ren Yamai (Edad: 15): No sólo ha secuestrado y acosado a mi cliente durante meses, sino que también lo atacó con un cuchillo. ¡Debo detenerla a toda costa!
Nene Onemine (Edad: 16): Una estudiante que se preocupa por los demás como una hermana mayor. Es muy amable y protectora especialmente con su compañera Kaede Otori.
Kaede Otori (Edad: 16): Una estudiante que parece siempre ser muy lenta y distraída. Le devolvió a Hitohito su teléfono perdido el día del incidente.
Bobby Fulbright (Edad: 33): El enérgico detective a cargo de este caso. A veces me hace preguntarme qué significa realmente la justicia.
Sakura Gorimi (Edad: 17): Una estudiante de segundo año, y la bibliotecaria principal. Aún puedo sentir el golpe que me dio en la cabeza con su abanico mortal.
Omoharu Nakanaka (Edad: 15): Una estudiante con síndrome de adolescencia que se hace llamar la Archimaga "Mei Karuma Van Zieks". Supuestamente vio todo el incidente.
Simon Blackquill (Edad: 28): Un fiscal y prisionero condenado a muerte. Posiblemente haya sido el fiscal de otro caso que ocurrió en Itan antes de ser arrestado.
Kozue Taida (Edad: 49): Profesora de la clase de Hitohito y Shouko. Es muy holgazana y le encanta aprovecharse de Hitohito para que él haga su trabajo en su lugar.
Itsuki Honshoku (Edad: 33): El experto en informática residente en Itan. Accedió a los archivos de la biblioteca el día del incidente.
Masatomo Yamai (Edad: 61): El padre de Ren Yamai (en teoría) y presidente de Yamai Holdings. Un hombre de negocios muy exitoso, pero también un fracaso como padre.
Junichi Asano (Edad: 25): La mano derecha de Masatomo Yamai. Se encarga de las tareas del día a día con las que el Sr. Yamai no puede o no quiere tomarse la molestia, como criar a su hija.
Hitomi Tadano (Edad: 14): Hermana menor de Hitohito, y totalmente opuesta a él en personalidad. Puede ser un poco impulsiva, pero quiere mucho a su hermano y se preocupa por él.
Dick Gumshoe (Edad: 40): Un detective de la división de homicidios con quien el Sr. Wright solía cruzarse a menudo. Aunque le falta inteligencia, lo compensa con su lealtad y corazón.
Hitoshi Tadano (Edad: 46): El padre de Hitohito. Se suponía que se encontraría con el Sr. Honshoku el día que ocurrió el incidente.
Jeanne Tadano (Edad: 43): La madre de Hitohito. Solía ser una vieja amiga del Fiscal Blackquill.
Takara Yamai (Fallecida): La hermana mayor de Ren Yamai, que fue asesinada en la Preparatoria Itan hace siete años.
Carl Pritt (Fallecido): Un antiguo custodio que trabajó en la Preparatoria Itan que fue sujeto de rumores muy perturbadores. Fue condenado por el asesinato de Takara Yamai.
Verity Gavèlle (Edad: 34): La jueza que preside este juicio, una mujer educada pero de carácter severo. Parece conocer bien al Fiscal Blackquill.
Kenshin Hosonaga (Edad: 70): Un alguacil de edad avanzada en la corte que perdió a su hijo hace décadas. Simpatiza con la situación de Hitohito y no quiere que termine yendo por el mismo camino que su hijo.
Lucretia Augustus (Edad: 37): Una detective rubia conocida por su corrupción. Fue contratada por Yamai para coaccionar a Hitohito para que hiciera una confesión falsa.
Brutus Augustus (Edad: 35): Un detective enorme y fornido, y hermano de Lucretia. Fue contratado por Yamai para coaccionar a Hitohito para que hiciera una confesión falsa.
Evidencia:
Distintivo de abogada: Mi nuevo y brillante distintivo. Lo perdí brevemente, pero Hitohito me ayudó a encontrarlo.
* Puertas hacia los Archivos de la Biblioteca: Estas puertas supuestamente requieren una identificación del personal para poder entrar. Sin embargo, un fallo en el sensor también permite que las identificaciones de estudiantes las abran.
Diagrama del sótano: Un diagrama del sótano, que muestra los archivos de la biblioteca y la sala de servidores. El pasillo del sótano y la sala de servidores estaban cerrados durante el crimen.
Reporte médico de Yamai: Un reporte médico de la Clínica Hickfield para Ren Yamai. Según el reporte, fue golpeada dos veces con un objeto contundente.
Reloj antiguo: Un reloj antiguo operado con baterías usado en la agresión, cubierto con la sangre de Yamai y las huellas digitales de Hitohito. Actualmente no tiene baterías en su interior.
Escritura en sangre: Un mensaje garabateado con sangre que va hacia la mano derecha de Yamai que lee "Tadano". Según Hitohito, no estaba allí cuando salió de los archivos.
Llave de la Sala de Servidores: La llave que abre las puertas de la sala de servidores desde los archivos de la biblioteca. Lleva una semana desaparecida.
Termostato: El dispositivo que regula la temperatura entre los archivos de la biblioteca y la sala de servidores. Fue ajustado durante la hora del crimen, pero no se encontraron huellas digitales en él.
Computadora de los Archivos de la Biblioteca: Una computadora en los archivos de la biblioteca a la que Hitohito accedió por razones desconocidas. Se encontraron huellas digitales de Hitohito, Yamai, y un individuo desconocido en el teclado y el ratón.
Historial de inicio de sesión: Un registro de quién inició sesión en la computadora de los archivos de la biblioteca. El día del crimen, Itsuki Honshoku accedió a la computadora a las 9:15 AM, y la sesión se mantuvo abierta hasta las 1:15 PM, cuando Hitohito Tadano usó las credenciales de su profesora para iniciar su propia sesión.
Huellas en el escritorio: Huellas de manos encontradas en el escritorio de la computadora. Análisis indica que pertenecen a Ren Yamai.
Abanico de papel: Un abanico de papel roto que se encontró en una papelera, afuera de un aula del segundo piso. Parece tener algunos cabellos color lavanda enredados. Tiene las huellas digitales de Gorimi.
Mancha de sangre borrada: Una mancha de sangre revelada con prueba de luminol en el piso junto al escritorio de la computadora. La sangre pertenece a Ren Yamai.
Teléfono de Hitoshi: El historial de llamadas muestra que intentó contactar a Itsuki Honshoku a las 3:15 PM el día del incidente. Sin embargo, no recibió respuesta y terminó dejando un mensaje de voz.
Artículo de Periódico: Artículo del Kanagawa Times que detalla el asesinato de Takara Yamai en la Preparatoria Itan hace siete años. Según el artículo, la persona responsable fue el custodio de la escuela Carl Pritt.
Regalo de Shouko: Un regalo que Shouko hizo para Hitohito. Tiene una tarjeta adjunta con su nombre en ella.
Diagnostico de TEPT: Un diagnóstico provisional escrito, firmado por el Dr. Koizumi que declara que Hitohito Tadano sufre de trastorno de estrés postraumático.
Palillos de metal: Un par de palillos de metal afilados que Yamai usó para amenazar a Hitohito. No hay sangre en ellos.
*Llave de la biblioteca: La llave que abre las puertas de la biblioteca. Aparte de la administración de la escuela y el custodio, Gorimi y Honshoku poseen una copia cada uno.
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