76.
—¿Por qué me ha besado usted? —Le pregunta Anastasia, al terminar el apasionado beso.
—Sólo quería hacerla callar, ¿Estuvo mal? Porque quiero hacerlo otra vez, sin importar que ya esté usted callada. —Le dice William.
—Detective Pennington, usted está enamorado de su prima, ¿Por qué me ha besado a mí de tal forma entonces?
Ambos siguen aún bastante cerca, entonces él la toma por la cintura, y le dice:
—Usted es maravillosa. Y ahora yo... Yo necesito fuerzas, porque hay algo que debo hacer, algo que no he hecho aún, porque soy un cobarde al que le aterran las cosas. Mi vida durante este caso ha sido sólo oscuridad, y usted es la única luz que he podido percibir. Pero soy un cobarde, y ahora quiero afrontar eso, debo entrar a esa mansión y hacer algo ahora mismo.
—¿A qué se refiere usted? No le entiendo. —Le dice Anastasia.
—Debo hacerlo. —Murmura William.
Ambos entran a la mansión poco después, Lilia y Bernard también habían entrado y entre todos estaban dialogando e intentado calmar el asunto.
—Chester, ¿Podría usted hacerme un enorme favor? Vaya hacia el jardín de esta mansión y pídale a toda esa gente que se vaya de aquí. —Le pide el detective, en un estado de seriedad y frialdad máxima.
—¿Por qué habría yo de hacer eso? —Se queja Chester.
—No se preocupe, detective. Yo les pido a los invitados que se retiren. —Dice Bernard, quién acto seguido sale del salón a hacer el cometido.
—William, ¿Estás bien? —Le pregunta Lilia, acariciando el rostro se su primo—, ¡Tienes sangre por toda la cara!
—Lo sé, pero eso no me importa ahora. —Le contesta William.
Minutos después, cuando todos los invitados se habían ido, Bernard vuelve al salón, y entonces William toma asiento frente a todos los demás, y les mira con una frialdad muy incrementada.
—¿Por qué tienes tal semblante, hijo? —Le pregunta la señora Pennington—, Estuvo mal que Samuel te lastimara de tal forma, no te preocupes, conversaremos mejor el tema al llegar a casa.
—No, mamá. Nadie irá a casa. —Dice William muy serio y con los ojos cristalizados.
Anastasia, Bernard, Lilia y todos los demás no logran comprender el estado de William, y por qué se encuentra él así.
—Quiero que Charlie Blair salga de esa cárcel, quiero que Chester Black cierre su boca y no vuelva a pretender saber acerca de mis limitaciones profesionales, pero, lo que más quiero, es que el alma de Christina Blair se encuentre en paz. —Dice el detective—, ¡Qué mal que nunca la conocí! Pero tú, papá, tú sí conociste a Christina, y seguramente notaste que a pesar de todos sus problemas era ella una buena persona; ¿Verdad?
—¿Qué? ¡De qué hablas, hijo! Yo no conocí a esa mujer. —Exclama Thomas.
—Christina Blair tenía un apodo con el cual le conocían en ciertos lugares de prestigio, era Jenny Wilson. —Manifiesta William—, Mi padre, Thomas Pennington, era su amante, ambos estaban enamorados, quizás, pero últimamente no se veían casi. Mi madre, la señora Rosanna Pennington, sabía acerca de esta mujer, así que pretendió ir a mi casa aquí en Hunsford, presuntamente por mi cumpleaños, para poder encontrar a Christina Blair, y asesinarla.
Todos se encuentran perplejos ahora, la señora Pennington exclama:
—¡No! ¡Yo no he hecho nada! ¿Cómo puedes acusarme de algo que no sabes, hijo? ¡Soy tu madre!
—Mi madre odiaba a Pedro por ser pobre, pensaba que él no debía estar con mi hermana Claudia ni mantener relación alguna; esto por cuestiones de clasismo y ética errada. —Continua hablando William—, Pedro y Claudia me comentan hace poco que mi madre ha aceptado a Pedro repentinamente, sólo porque le ha conocido mejor y sabe que es un buen chico. Desde luego, Claudia se cree este cuento, pero Pedro sabe que no es así. Mi madre le propone a Pedro, luego de meses de conocerlo, que le ayude a asesinar a la amante de su esposo, a una tal Christina Blair quién habita en Hunsford.
Anastasia se queda impactada, su respiración se agita, y eso mismo pasa con todos los demás allí presentes.
—Mis dos padres, mi hermana y mi cuñado vienen a visitarme a mi casa por mi cumpleaños, por supuesto, ya mis dos queridos primos estaban en mi mansión antes de esta llegada. —Habla William—, Pedro finge tener un interés extremo por mi carrera, desde que me conoce, razón por la cuál persuade a mi hermana para quedarse más tiempo en mi casa, y ayudarme con un homicidio del cual él mismo había sido cómplice.
—No es cierto, no es cierto, ¡Juro que no! —Exclama Pedro, pero Samuel le exige inmediatamente callarse.
—Entonces, días posteriores a mi cumpleaños, mi madre y Pedro salen de improviso en la madrugada, Pedro conoce ya a los niños porque, desconozco cómo, ya ha logrado entablar relación, o por lo menos con Rubius. —Explica el detective—, Rubius sabe que debe hacer salir a su ebria madre de casa en la madrugada, se inventa el hecho de que necesita un cuaderno, un cuaderno que en realidad nunca se había perdido afuera porque ni siquiera había sido visto.
Thomas mira a su esposa y a Pedro con estupefacción. Claudia mira horrorizada a su novio, no puede creer las palabras de su hermano.
—Entonces, Pedro ya conocía a Emily Rutt, en alguna ocasión en que convivía con los niños, la criada ve el rostro de Pedro guiar a Christina hacia la iglesia, así que Emily asustada se introduce en la casa y se calla, pensaba que quizás sólo irían a follar o algo así. Más adelante se encuentran con mi madre, entre los dos guían a la ebria y drogada Christina hacia Santa Rita, pero, quizás Christina se resiste al ver a dos desconocidos y esto les provoca cierta tardanza con el cometido. ¿Qué sucede entonces al llegar a la iglesia? De alguna manera habrán golpeado a Christina y la pobre ha quedado inconsciente. Mi madre se resiste y comienza a discutir con Pedro, porque mi madre tiene cierto afán religioso y amor a la iglesia, y le parece, naturalmente, una grosería asesinar a alguien dentro de la casa de Dios. Mientras discuten, un jardinero que limpia detrás llamado Albert Robson, les escucha, pero no presta atención, y sólo se aleja. Ambos cargan a Christina y la meten a la iglesia, ya ha salido el sol, por supuesto. Pedro toma el arma e intenta matar a Christina, pero por sus enormes nervios, falla dos veces y sólo logra hacer impacto en el hombro de la víctima. Mi madre, quién yo sé perfectamente que tiene experiencia con armas debido a un pasado familiar relacionado con su práctica, toma el arma y dispara directamente en la frente de Christina.
—No, William, no tienes pruebas para acusarme a mí. —Le dice Pedro.
—Sí las tengo. Esto gracias al señor Corner quien, luego de descubrir quién es el asesino porque Brahms se lo ha contado, entonces no puede dejar de mirarte fijamente y exige hablar a solas conmigo en la cafetería y que tú no estés presente. Y, para culminar con esto, la punta del iceberg, Rubius te dice: Pedro, ¿Puedes pasarme mi pote de agua que está junto a tí? Es que no le alcanzo. Y, señores, Rubius se supone que no conoce a Pedro, ¿Cómo sabe su nombre entonces si jamás lo ha oído antes?
—No, no tienes pruebas. —Dice Rosanna Pennington—, ¡Yo no iré a prisión porque no hice nada! ¿Cómo podría yo asesinar a una pobre mujer con hijos y casada?
—Lo hiciste, sí lo hiciste, madre. Por eso volviste, fingiste una disputa con papá, él no comentó nada, pero tú viniste a mi casa diciendo que necesitabas tiempo lejos de él. ¡Pues no! Sólo necesitabas estar más cerca del caso, y mandar a Pedro a ser tu marioneta, para que sólo así lo aceptaras para que estuviera con tu hija. ¿Quién asesinó a Emily Rutt? Probablemente él mismo Pedro Smith, quien salió de casa esa misma tarde a decir que quería dar un paseo, sólo toma el bate de béisbol de Charlie, y luego lo pone en su habitación para incriminarlo.
—Pedro, ¿Es todo eso cierto? ¿Tú y mi madre cometieron tal acto atroz? —Le pregunta Claudia, llorando.
—No, no lo hicimos. —Niega Rosanna Pennington.
—Todo lo que dijo William es cierto, pero yo lo hice porque estaba enamorado de tí, Claudia. Y necesitaba de la aprobación de tu madre, o si no ella se encargaría de persuadir al señor Thomas y entonces jamás podríamos ser pareja. —Le dice Pedro, ahora también llorando—, ¡Pero yo no quería!
—Asunto resuelto. —Murmura Anastasia, aún en shock.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro