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🔰CAPITULO 7: LLUVIA DEBAJO DEL ÁRBOL🔰

(Hace 620 años Aprox.)

Perspectiva de Ann

Ya las ultimas explosiones de la fiesta se estaban escuchando, mi corazón estaba a mil y esperaba que la gente que nos seguía haya perdido nuestros pasos. La primera cosa que vi es a Junthia con sus ojos cerrados, sus miradas titilaban por el reflejo de las luces en el cielo y yo sin saber a donde ir. Pherkish nos tomó de la mano a ambas después de darse cuenta que no había nadie mas que nosotras en esos arbustos y nos jaló hasta que salimos corriendo de ahí.

Quería ignorar lo obvio, solo me dejé llevar por el empujón de escapar rápido de ese lugar mientras nuestra aventura de niñas se empezaba a acabar. Pherkish notó que algo estaba ocurriendo así que decidí actuar con normalidad.

- Junthia, ¿No te parece que deberíamos guardar dulces mientras podamos?, pues mi madre no tardaría de limpiar todo mi cuarto para hacerme comer sus aburridas comidas.

- Compremos y los guardamos en tu vestido. Dijo Junthia.

Nuestra próxima hazaña estaba ya planeada y el pueblo estaba ebrio en su mayoría, parecía que la noche estaba rojiza por el reflejo del fuego y las antorchas, era una noche que era sin igual, pero ahora ¡qué podría pensar!

Pherkish nos dio la idea de escribir nuestros nombres en un árbol con un pequeño cuchillo que guardaba en alguna parte de su vestido, lo suficiente filosa y pequeña de unos 6 centímetros para ser inofensiva. Estábamos a 6 casas del palacio, lo bastante cerca para verlo a menudo y recordarlo, entonces tomó su cuchillo y empezó a dibujar un corazón pero mas bien aprecia una nube, el dibujo no le da bien.

Mientras estaba escribiendo en el tallo de aquel árbol Junthia estaba silenciosa y me incomodaba de la misma forma de ser silenciosa sin embargo luego habló:

- No creo que tengas algo que decirme

- No, no creo tampoco.

- Solo me dejé llevar por el mo...

- Está bien. -Le sonreí-. No hay de qué preocuparse.

Pherkish nos llamó para que viéramos lo que escribió, pero lo que escribió no eran exactamente nuestros nombres, eran palabras más extensas y no tenía apariencia amistosa. El tiempo se nos estaba acabando así que agradecí por lo que sea que haya escrito y dije que lo vería bien el día de mañana. Las abracé una a una y luego nos abrazamos las tres, eran mis hermanas y la única familia que deseaba tener no solo esta noche sino para siempre, eran mi pasaje para viajar y ayudarme a sentirme viva.

Justo después de nuestro abrazo inmediatamente cayó una lluvia repentina, supongo que era producto de los inmensos vapores y calor. Llovió bastante fuerte como para salir corriendo del árbol donde nos encontrábamos, así que por fuerza me quedé un momento allí, no deseaba llegar toda empapada, no teníamos otras ropas y las personas que estaban ahí corrieron hacia sus casas, la lluvia le dio fin a la fiesta de la Reina.

Sin embargo tenía que regresar, la lluvia estaba empeorando y no demoró mucho hasta que el agua empezó a penetrar el árbol entre sus fuertes ramas y hojas, básicamente llovía debajo del árbol. Estábamos entre salir corriendo y afrontar el inminente aguacero y retada en nuestras casas o rogar por un milagro que detuviera la lluvia en ese momento.

- ¿Saben muchachas? Intentaré algo. Dijo Pherkish. Mi madre me lo enseñó.

Por un momento pensé que nos enseñaría a correr muy rápido como para que las gotas de lluvia no nos alcanzaran, pero a cambio se puso de cuclillas y puso sus manos en su frente con una posición extraña y empezó a hablar, a susurrar, la lluvia no me permitía escuchar lo que decía, pero en cuestiones de segundos vino una brisa fría. Nos arrimamos en el árbol y nos abrazamos, después de la brisa que parecía llevarnos como brujas por el aire se detuvo y cuando se detuvo noté que tampoco llovía.

- ¡Qué suerte!. Dijo Pherkish. Es momento de que podamos correr a nuestras casas.

Nos dimos un abrazo rápido y corrimos con nuestros vestidos algo húmedos pero felices de no llegar empapadas. Sé que hay algo aquí que no entiendo pero que sí pasó. Llegué a casa, mi madre ni mi padre estaban por lo que no hubo ningún problema, el recuerdo de Bisather llegó a mi mente de nuevo, me puse triste y traté de buscarla pero no estaba, tal vez estaba ya en su cuarto. Yo no tenía acceso de ir donde vivían los empleados de mi casa y más aún a estos momentos de la madrugada. Me cambié de ropa y quería dormir, estaba muy cansada. Mañana hablaré con Bisather, pensaba de nuevo en lo cruel que fui y egoísta, sin duda le debo más que una disculpa y mi consuelo. Mientras pensaba en mi cama y tratando de conciliar el sueño, la lluvia de nuevo regresó. Mi madre siempre me advirtió sobre algunas cosas, de hecho el pueblo era reconocido por cuatro cosas: Tejidos, legumbres, herramientas de construcciones y la magia. El mito era cualquier cosa que pasaba afuera de mi puerta, las cosas que sabía o las que llegaba a escuchar eran limitadas como seleccionadas. Escuchaba decir que mis padres me amaban y por ende me protegían de todo lo malo por fuera, pero yo no soy una niña más, podría darme cuenta que las cosas no pasaban de la forma con la que me decían o respondían.

La lluvia seguía fuertemente azotando las calles y los árboles de nuestro patio, era una noche hermosa, la lluvia era uno de mis eventos preferidos en las noches, su sonido me arrullaba y me hacía sentir como un gato acostado sobre las piernas de su dueño. La próxima vez que pestañé se me había quitado el sueño por completo, mis ojos secos se remplazaron por una total lucidez, lo mejor era que no sufrí por la falta de sueño, pero creo que entonces me iba a esperar una noche larga.

De las clases con profesores de arte, cocina y medicina tenía mis cuadernos en la mesa donde me sentaba a estudiar, así que decidí escribir algo parecido a mi diario. Había tenido hace mucho aquella idea pero siempre fue suplantada por otras cosas, ya que un registro era lo que hacen mis padres y otras personas cercanas a eso, yo era más impulsada en aprender medicina, matemáticas y escribir bien y no voy a negar que mi letra era una de las más bonitas. Los empleados de mi casa en su mayoría no sabían escribir, también me fue prohibido enseñarles, eran cosas que solo mi familia como otras familias podrían hacer, siempre me pareció una tontería pero no me enfocaba en eso.

Sin que alumbre mucho, encendí una pequeña vasija con mechera para alumbrarme lo suficiente y escribir. Escribí todo lo que me ocurrió este día, lo mejor y lo raro, escribí lo mejor que pude, al principio me sentí un poco ridícula al hacerlo, jamás había escrito sobre mí pero luego de varios minutos parecía interesante.

Dentro de poco me encontré con que había escrito muchas cosas, era algo que espero no descontinuaría. Acabé con la ultima palabra que se me ocurría y me eché a dormir sumamente cansada.

Lo más hermoso de amanecer son las aves que nos ofrecen su repertorio cada día antes de despertar, sus bellos cantos me envolvían con sus tiernas alas. El concierto natural comenzaba desde que las hojas de los arboles sacudían con sus ramas unas contra otras y el sonido de algunos animales despertaban, la vista que tenía desde mi balcón me dejaba ver el extenso patio de mi casa. Creo que he pasado mucho tiempo observando por la ventana y el balcón de mi casa que cada árbol tenía un nombre, por ejemplo: El más alto que estaba a mi derecha a unos 80 metros era Dorth, el otro árbol era al otro extremo pero más cerca de aquí a unos 30 metros era Irkri, y podía nombrarlos a todos sin perderme uno solo. He sido testigua de bellos hogares de pájaros que nos visitan u otras ardillas que vienen de visita mientras que otras se quedan.

La felicidad tiene un patrón certero, es que nunca dura mucho. Uno de los empleados toca fuertemente mi puerta, eso me sorprendió mucho porque tienen prohibido hacerlo; al abrir la puerta entró con lágrimas en los ojos hinchados de quien dirige la limpieza de todo el 3er piso diciendo:

- Princesa Ann, Bisather ha muerto.

La sangre parecía recorrer como melaza hasta llegar a mis pies, mi cuerpo frío de la noticia desastrosa hizo que gritara fuertemente y envistiera el suelo con mis rodillas.

Sencillamente no podía creerlo. Tenía miedo de escuchar los motivos de su muerte pero le pregunté, me contestó que la encontraron con su cabeza en un cubo de agua, posiblemente se suicidó mientras tomaba un baño en la noche.

Mi corazón no resistió tanto dolor que me eché al suelo a llorar. El dolor se intensificaba cuando sabía el dolor con el que pasaba en la noche. ¿Por qué no me detuve a escucharla cuando pude? ¿Por qué derramo lágrimas cuando tenía que compartirlas con ella?. Todo era en vano, cuando se pierde lo que no se valora deja una cicatriz donde seguramente si recordaremos para siempre.

La ceniza cayó justo en frente de mí. El inevitable dolor que me había cubierto me acompañaba el día de su funeral. Mis padres estaban ocupados y en otro pueblo, pero aquí estoy, pidiendo perdón a mi segunda madre, tocaba su féretro con dolor y nulidad de mente, si pudiera haberle brindado un minuto más pienso que podría descansar junto a ella también.

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