
Extra 1
¿Alguna vez han visto la lluvia caer durante un día soleado cuando se supone que todo sería perfecto?
Es en ese momento cuando crees que el sol podrá brillar fuerte y anular la oscuridad que amenaza con consumir todos los colores y pintar el panorama de gris cuando cae la lluvia, empapando los sueños y la esperanza, tornándolos en desastre y caos.
Y es así como la vida de Zander Benson mantiene su ritmo, con una eterna tormenta donde las gotas de lluvia nunca cesan, donde lo único que ilumina su sombrío camino son el remanente de luz que se cuelan entre las nubes de la tormenta; porque hace tiempo que su sol ha dejado de brillar, porque la lluvia no le permite ver con claridad y porque todo en su vida se ha tornado en un tono tan oscuro y lóbrego que ni siquiera recuerda lo que sentía al observar colores pintando sus días.
El olor a café recién preparado era para Zander lo más repugnante que podía existir en el mundo. Este se presentaba flotando por toda la habitación del orfanato, anunciando la proximidad de la noche que estaba a punto de comenzar.
Pero lo más abominable y despreciable del aroma, era que lo emanaba el aliento del hombre que venía acompañando a las noches, aquel que lo privaba de su libertad, encerrándolo en su habitación, abusando de él y llevándose consigo pequeñas partes de su espíritu fragmentado.
A pesar de que trataba de cerrar los ojos y evitar que su alma se quebrantara por completo, el repugnante aroma se encargaba de siempre mantenerlo atado a la cruel realidad, con los sentidos alertas y el corazón expuesto.
Todas las tardes, cuando el sol comenzaba a ocultarse y antes de que se pudiera aspirar el repugnante hedor a café, Zander oraba, siempre por la misma razón.
Imploraba que las noches cesaran y nunca más llegaran, deseaba que el sol jamás pudiera volver a ocultarse y así, entonces, estaría resguardado de todos, nadie jamás podría hacerle daño y la oscuridad jamás volvería a nublar sus días, pero entonces sucedía; inhalaba el olor a café mientras recitaba las plegarias desde lo más profundo de su ser y se daba cuenta de que no había sido escuchado.
Quién sabe, tal vez no lo pidió de la forma adecuada, tal vez le faltó un poco más de devoción.
Sin importar cuál fuera la causa, Zander siempre mantenía la esperanza de que cuando pasara la noche, en el siguiente amanecer, alguna deidad lo oiría.
Sin embargo, nadie nunca lo escuchó, nadie nunca lo salvó y él siguió aspirando el repugnante aroma a café noche tras noche, luna tras luna, plegaria tras plegaria.
Y así hasta que a sus siete años conoció a Marco Harper, un niño de cara seria que llegó a ocupar la cama de al lado. Lo observó durante un tiempo y así llego a conocerlo un poco. El niño, que a pesar de su aspecto poco amigable en realidad era muy dulce y risueño, mojaba sus pantalones casi todas las noches y lloriqueaba por cualquier cosa.
Jamás intercambiaron palabra alguna, sin embargo, no fue necesario, porque aquel pequeño castaño le agradaba mucho.
El azabache era el infante más solitario del orfanato, su personalidad poco amigable y los rumores que se corrían acerca de él contribuían a que nadie tratara de acercársele.
Todos eran conscientes de lo que Gerald hacía con él, todos se daban cuenta de que por las noches lo llevaba a su habitación. Todos temían de Gerald; era por eso que nadie nunca trató de ayudarlo.
Zander nunca había socializado en ese lugar, sobrevivía solo con su dolor mientras los otros niños se apoyaban mutuamente, nunca había sentido esa necesidad, pero desde que había conocido al castaño de cara poco amigable, quería acercarse a él.
Y fue posible, cuando una vez el sacerdote Gerald entró a la habitación, como todas las noches, sin embargo, en esa ocasión no se acercó a su cama sino a la de su compañero de a lado; Marco Harper.
Zander no lo soportó, no podía permitir que le arrebatara la sonrisa al niño risueño, que oscureciera sus días y lo hiciera detestar el aroma a café, las noches y las estrellas. Entonces, tomó valor y se lanzó al hombre, arañando su rostro y soltando golpes con toda su fuerza, aunque esta fuera insignificante.
El alboroto despertó a todos los niños y a las madres encargadas del orfanato, a quienes Zander les confesó lo que el sacerdote hacía con él. Después de esa noche todo fue incluso peor, pero había ganado más de lo que había perdido; nunca más estaría solo.
Los años pasaron, las cosas se tornaron más terribles y dolorosas para Zander, sin embargo, la oscuridad se había extinguido, Marco siempre brillaba para él; como un sol que le regresó los colores a su vida.
Ambos chicos fantasearon durante toda su niñez con ser adoptados y formar parte de la misma familia. Ninguno de los dos se sentía capaz de irse sin el otro, así que se prometieron siempre permanecer juntos.
Fue por eso que nadie nunca los adoptó y ambos, simplemente, permanecieron juntos como lo habían prometido, sobrellevando su dolor y brillando para el otro cuando era necesario.
Hubo un tiempo en el que todo parecía haberse calmado, pero es así como inicia una tormenta; con calma.
Los chicos habían cumplido 18 años cuando Marco fue diagnosticado; insuficiencia renal.
La tormenta había comenzado con una ligera llovizna, pero ambos sabían lo inmensa que sería.
Si Zander lo piensa un poco, el orfanato fue lo peor que les pudo haber pasado a ambos, ya que sufrieron abusos y maltratos por parte de las personas que se suponía debían cuidar de ellos, sin embargo, a pesar de todo, para él fue como haber sacado una piedra preciosa de entre tanto estiércol; su mejor amigo.
Tal vez ninguna deidad jamás pudo detener las noches, pero a cambio le envió un sol íntimo que brillaba solo para él.
Y era por eso que jamás entendió por qué razón querían arrebatárselo tan pronto.
Los problemas comenzaron a acumularse, la enfermedad de Marco avanzaba demasiado rápido y pronto necesitaría de diálisis que no eran capaces pagar. En el orfanato se negaron rotundamente a ayudarlos, advirtiéndoles también que debido a su mayoría de edad pronto debían buscar un lugar donde vivir.
Zander soñaba con ir a la escuela de medicina, durante el corto tiempo de su miserable adolescencia estudió sin parar para tener las mejores notas de su clase y trabajó sin descansar para poder costearse la Universidad en el futuro. Marco hizo lo mismo, en cambio, él no sabía la razón por la cual lo hacía, simplemente quería seguir los pasos de su amigo.
Tal vez algún día podría ser un artista famoso o un exitoso empresario, no tenía idea alguna, lo único que sabía era que quería mantenerse al lado del azabache para siempre como ambos lo habían prometido.
Zander estuvo dispuesto a sacrificar sus sueños con tal de que Marco viviera, con tal de que su sol no dejara de brillar, fue por eso que dejó sus sueños en sólo eso; sueños. Con el dinero que ambos tenían costearon un pequeño departamento en un barrio de mala muerte y con el resto, Zander pagó el primer mes de diálisis en el mejor hospital que le fue posible.
A partir de ese momento, tenía 31 días para juntar todo el dinero que necesitaba para costear el siguiente mes y sabía que así sería sucesivamente hasta que Marco sanara por completo.
Zander había conseguido tantos trabajos que olvidó lo que era dormir por más de tres horas. Se sentía frustrado y decepcionado porque incluso a pesar de lo mucho que se esforzaba por trabajar horas extras, cubrir turnos y tratar de ser el mejor, el dinero que recibía no era suficiente para cubrir los gastos del hospital y la renta.
El azabache se dio cuenta de que se mataba trabajando para recibir un sueldo que al final sólo le servía para cubrir la mitad de las hemodiálisis mensuales que Marco necesitaba.
Si las cosas seguían así, la luz de su sol se iba a extinguir.
[...]
Hola, gente bonita.
Espero estéis bien.
Bueno para aclararles: extras como éste, estarán alrededor de la novela y son sucesos que ya han pasado, sin embargo, son importantes para una mejor comprensión de la historia.
Espero os gusten, xoxo <3
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