CINCO | "Tu familia y la mía" (Parte I)
La primera vez que fui de visita a la casa de alguien que no pertenecía a mi familia— ya que era a las únicas personas que visitaba—, fue a la casa de uno de mis compañeros de clase y solo para hacer un trabajo. Bueno, debo decir— otra vez— que soy la persona más desafortunada de esta tierra y... Pasó algo, realmente terrible ese día.
Oh, Rose ¿Qué ocurrió? Bueno, ese día la madre de mi compañero estaba de cumpleaños y como buena amiga— y compañera— le ayudé a Ben a prepararle una merienda sorpresa a su madre, la cosa iba bien, todo estaba yendo por buen camino y debía decir que, hasta nos divertimos muchísimo preparando aquella comida. ¡Pero no sé emocionen! Ya saben que en mi vida, no todo es color de rosa.
Ben me había informado que su madre tenía una vajilla especial para las fechas importantes— Ya ven por dónde va la cosa ¿Cierto?— y que podíamos utilizarla porque era su cumpleaños, entonces, eso hicimos. Decoramos todo a la perfección, luego de hacer nuestra tarea, él me invitó a quedarme y a esperar que le cantáramos el Feliz Cumpleaños a su mamá.
Acepté— y creo que se imaginan que pasó después—, me quedé la tarde con ellos y la pasamos muy bien. La cosa está en que, cuando todo terminó, me ofrecí a ayudarle a la mamá de Ben a lavar los platos y si, como soy tan ágil— ¿Si notan el sarcasmo?— se me han caído dos pequeños platos de la vajilla especial. ¡Yupi! ¿Genial no? Pues, la mamá de Ben nunca me recriminó por aquello, dijo que no había problema— pero en el fondo yo sentía que si lo había— y que no pasaba nada.
Lloré por semana a causa de ese trágico día, se puede resaltar que me alejé de mi amigo Ben por aquel suceso— y es que me daba mucha vergüenza—, no quería verlo y que él se acordara que le había roto la vajilla a su madre. Si, yo era rarita en ese entonces— y aún lo sigo siendo—, y hacia cosas como aquella.
Bueno, rebobinemos hasta el principio...
Cómo ya había dicho antes, nunca he visitado a nadie más que no sea mi familia y he llegado hasta este tema porque...
Noticia de última hora.
Nickolas Alexander Price Harrison, o como todos lo conocen "Nick Price"— o sea, mi novio—, llevará a su novia Rose Roberts Parks— O sea, yo— a conocer a su familia. Me llevará a conocer a su mamá, papá, hermano... ¡Dios!
¡Si! Y está de más decir que me estoy muriendo de los nervios, no sé que hacer, que pensar y mucho menos que voy a decirles... ¿Y si nos preguntan sobre nuestra historia de amor? ¡No! Dios mío, ayúdame... Estoy hiperventilando, me muero... ¡Auxilio!
— Voy a morir— exclamé dejándome caer boca abajo sobre mi cama, solté un leve lloriqueo que logro que el rubio a mi lado soltara una carcajada— estúpido, pensé—, lo sentí removerse sobre el colchón hasta situarse a mi lado, su mano— como siempre— se enredó en mi cabello y comenzó a jugar con mis rizos.
— ¿Por qué vas a morir, exactamente?— cuestionó pasando su otra mano por mi cintura.
— ¿Y si no le gusto a tu familia?— pregunté porque que era algo que me estaba atormentando, al no escuchar su respuesta me giré y quedé sobre mi costado derecho, así estábamos frente a frente.
— ¿Por qué no les gustarías?— me preguntó.
— No sé, por eso te pregunto. Es tu familia y los conoces mejor que yo— dije con algo de obviedad, uno de sus brazos se flexionó y lo pasó bajo su cabeza— Además, dijiste que ellos habían estado buscándote una Barbie ricachona y ciertamente, de Barbie no tengo nada y bueno, de ricachona tampoco.
— Eso es lo de menos— bufó y su mano se metió bajo mi blusa para acariciar la piel de mi cintura con sus dedos, su piel por alguna razón que desconocía, siempre estaba caliente y eso— aunque yo nunca lo iba admitir— me gustaba.— Ellos solo querían que alguien me ayudara a sentar cabeza y tú has hecho ese trabajo a la perfección.
— ¿En serio?— pregunté confundida, él asintió en respuesta y luego prosiguió.
— No he ido a fiestas más tardar hasta las diez desde hace dos semanas, y todo gracias a ti— sonrió con orgullo, al parecer eso era una meta para él y me gustaba ver su cara de niño bueno e inocente después de ganar un examen difícil.
— ¿Eso deberá gustarle a tu familia?— volví a preguntar.
— Si— se limitó a decir— Más de lo que a una familia normal debería.
— Okey, eso me garantiza un punto más a mi favor— concluí suspirando, luego recordé otra cosa— Si sabes que soy demasiado torpe ¿Verdad?
— ¿Cómo no saberlo? Desde que estamos juntos te has caído más veces por un tropezón que yo en todos los años que llevo jugando fútbol— dijo con diversión y yo rodé los ojos.
— ¿Y si me caigo?— abrí mucho los ojos, entonces me levanté de un salto y comencé a caminar por toda la habitación mientras tiraba de mi cabello— ¡Ay Dios! No llevaré tacones, ni mucho menos un vestido... No, eso sería como planear mi propia muerte.
— ¿Quieres calmarte?— me preguntó el rubio mientras se incorpora y se sienta en la orilla de la cama— No te vas a caer, no al menos si estás conmigo.
— No importa— jadeo horrorizada— No tengo control de mis propios pies, puedo caerme sin siquiera tropezarme.
— Exageras...
— Oh no— negué y solté una risita histérica— No exagero, mi amigo. Yo sé porque te estoy diciendo todo esto, te lo digo porque yo misma salvé a mi perrita de una violación, que claramente ella quería y me rompí un dedo en el proceso.
— ¿Qué?— cuestionó perplejo— ¿Qué tú hiciste que?
— ¡El perro de mi vecino la estaba violando!— grité a la defensiva— ¿Qué querías que hiciera?
— Los perros no violan a otros perros, nena— dijo riendo, pero yo negué.
— ¡Pero chillaba!
— Porque le gustaba— dijo obvio y mi boca se abrió en un gesto de asco.
— ¡ Asqueroso!— chillé y me estremecí— ¿Cómo iba a saberlo? ¡Era una niña!
— Bueno, en ese caso, es perdonable— se burló y se puso de pie para acercarse a mi— A nadie le gusta que lo interrumpan en pleno acto— sus manos fueron a mis mejillas y tuve que levantar la cabeza para verlo mejor— No va a pasarte nada porque no lo permitiré, no vas a caerte ni a interrumpir ningún otro acto sexual que presencies— reí un poco sin poder evitarlo— A mi familia le vas a encantar porque a mí encantas.
— ¿Y eso que?— dije sin aliento por sus anteriores palabras, lo vi sonreír e inclinarse más en mi dirección— Tú eres una persona, y piensas de una manera... Tu familia, en cambio...
— Créeme cuando te digo, que todos los Price tenemos los mismos intereses— murmuró.
— ¿Cuáles?— pregunté aturdida por la cercanía que tenían nuestros labios.
— Darle oportunidad a las personas— dijo, parpadeé sin entender muy bien sus palabras— Y yo quiero darte la oportunidad de que me hagas sentir cosas. Muchas cosas.
— No sabía que eras tan tierno— murmuré y lo vi sonreír.
— Y yo no sabía que tú eras tan dramática.
Sin verlo venir, sus labios se posaron sobre los míos y mi respiración se atascó en mi garganta— como cada vez que me besaba— y mi mente dejó de funcionar. Mis manos entraron en contacto con sus mejillas y sus labios comenzaron a darle más que solo caricias a los míos, sin pedirle permiso a mi boca su lengua ya jugaba con la mía y aquello me dejó suspendida en el aire.
Sus manos me apretaron contra su pecho y no dudé en jadear al sentir su calor invadir el mío, coloqué mis manos en su abdomen y lo empujé hacia atrás para que se sentara en la cama. Me quedé en medio de sus piernas aún de pie y bajé mi rostro al suyo para besarlo yo— porque normalmente, él era el que me besaba a mi— y someterlo a mi ritmo. Sus manos se metieron bajo mi blusa y apretó fuerte mi cintura, luego subió por mi espalda hasta delinear con sus dedos el borde de mi sujetador.
Acaricié suavemente el contorno de su labio inferior con mi lengua y luego esperé que me diera paso dentro de su boca— cosa que hizo sin pensarlo— y me deleite con el sabor a chocolate que me invadió— porque mi muy tierno novio había aparecido en mi puerta con un helado de chocolate—, sentí su sonrisa sobre mis labios cuando jadeé.
Sus manos apretaron mi trasero y me atrajo más hacia su cuerpo, eché la cabeza hacia atrás para darle mayor acceso a mi cuello, en dónde— como siempre— inspiró mi olor, robándome una risita.
— Tienes que dejar de olerme— susurré, sus labios succionaron mi piel y sus manos subieron por mi abdomen hasta mis pechos, para después apretarlos— Pareces perrito.
— ¿Así como el que violó a tu perrita?— preguntó divertido y no sé que fue lo que salió de mi boca— ya que pareció un jadeo - risa—, luego golpeé su hombro con mi mano abierta.
— ¡No te burles de mi!— reproché y él negó aún con su rostro escondido en mi cuello.
— Jamás me burlaría de ti— garantizó y sus manos dejaron mis pechos para después rodearme con sus brazos. Su cabeza se inclinó hacia atrás y me observó con sus ojos azules— o verdes.— Hasta ahora te has convertido en lo más real que tengo, aparte de mi familia y no está en mis planes arruinarlo.
— Yo tampoco quiero arruinarlo— me sinceré y después pensé... ¿No nos estábamos besando? ¿En qué momento llegamos a hablar tan en serio?
— No lo harás— afirmó, sus manos hicieron presión en mi cintura e hizo que me sentara en sus piernas— Aunque no debería decirlo en voz alta, si debo admitir que eres más inteligente que yo...— reí a lo que él bufó— Olvida lo que dije, la cosa es... Que si en algún momento, ves que lo estoy arruinando, sé que vas darme una bofetada y me harás abrir los ojos ¿Está claro?
— ¿Quieres que te golpeé?— dice divertida y él rodó los ojos, reí al ver su exasperación.
— ¿Eso fue todo lo que escuchaste?— preguntó incrédulo, asentí— Eres increíble.
— Lo sé, Nickolas, lo sé— pasé mi cabello por sobre mi hombro en un claro gesto de suficiencia— Y si, pienso igual— coloqué mi mano bajo su barbilla y lo hice mirarme, sonreí antes de dejar un pequeño beso en sus perfectos labios— Pienso que si yo estoy apunto de arruinarlo, también me darás un estate quieto para que abra los ojos. Claro que no vas a abofetearme— lo miré con los ojos entrecerrados.
— Jamás te haría daño, rizos— me apretó más contra su cuerpo, sonreí antes de apoyar mi cabeza de perfil sobre su hombro. Su mano comenzó a subir y bajar por mi brazo, erizándome la piel— Sonará cursi pero... Eres mi cristal.
— ¿Cristal?— pregunté un tanto confundida.
— Si— suspiró y beso mi frente— Siempre quise tener a alguien aparte de mismo para cuidar ¿Sabes?— sonreí al ver por dónde iba su explicación— Ahora estás tú, y no sabes las ganas que me dan de protegerte siempre.
Siempre. Esa palabra había estado surcando mi mente desde hace varios días y me hacía sentir extraña— con una sensación de pesadez y al mismo tiempo de felicidad—, porque me he estado preguntando ¿Lo nuestro será para siempre? ¿O terminará algún día? La última pregunta me hace sentir mal, pero luego llega Nickolas con estás palabras— su sexy sonrisa— y confesiones, y luego hace que todo cuestionamiento raro desaparezca.
— Yo también quiero cuidarte siempre.
[...]
Y ahí estaba yo, frente a mi espejo repasándome de pies a cabeza como por enésima vez en lo que llevaba del minuto. Me había puesto un vestido negro con puntos blancos, era de mangas largas y tenía una falda de vuelo que llegaba cinco centímetros bajo mi trasero, oh, y también tenía botones. Y como dije anteriormente, me puse mis Vans negras— porque no quería morir a causa de una caída—, ya que no quería correr el riesgo de hacer el ridículo frente a la familia de mi novio.
Y, hablando del rubio, este se había ido luego de hacerme cosquillas hasta que casi estuve azul— tengo que decir que estuvo burlándose de mí todo el rato— por la falta de oxígeno. Me besó unos segundos más y luego se marchó diciendo; «Ponte más hermosa de lo que ya eres, rizos» Lo que me hizo sonreír y sonrojarme al mismo tiempo.
— Estás hermosa— dijo Mery mirándome desde mi cama, sonreí en agradecimiento.
— Gracias por ayudarme, Mery— ella se encogió de hombros y se levantó para sacudir un poco mis rizos y acomodarlos sobre mis hombros.
— Para eso estamos las amigas ¿No?— Asentí, sonrió y se alejó un poco, se acercó a la ventana y me miró después— Acaba de llegar Nickolas.
— Okey, en serio gracias por ayudarme— me acerqué a la cama y tomé mi pequeño bolso junto con mi chaqueta negra.
— No hay de qué— rió y le restó importancia con un gesto con la mano— Ahora ve, tu Ken te está esperando, Barbie.
— ¡Que cosas dices!— dije divertida y ambas salimos de la habitación, cerré la puerta con llave y me giré hacia ella— Deséame suerte.
— Suerte— besó mi mejilla y se despidió con la mano— Nos vemos.
— Adiós.
Me apresuré a bajar las escaleras y caminar hacia la puerta— la cual, sin importancia alguna cerré detrás de mi— , me apresuré a caminar hacia el todo terreno cuando vi a Nickolas bajar del mismo.
Me quedé sin aliento al verlo con una camisa negra de mangas largas, junto con sus jeans del mismo color— se veía realmente guapo—, y su siempre presente sonrisa. Sus manos se hicieron hacia adelante y yo las tomé con gusto, me dio un vistazo de pies a cabeza y luego sonrió más.
— Estás perfecta— dijo con más sentimiento de lo normal y no dudé en sonrojarme.
— Gracias, tú te ves muy bien— mordí mi labio inferior al apreciar su sonrisa, se acercó a mi y besó mi frente unos segundos, bajó por mi mejilla, mis labios y llegó finalmente a mi cuello.
Su brazo me rodeó y aspiró mi aroma con fuerza— como perro—, ya estaba demás que le dijera que parecía un niño pequeño haciendo, porque sabía que lo iba a seguir haciendo. Apreté mi mano alrededor de su brazo y cerré los ojos al sentirlo tan cerca. Y es que, aunque fuera muy pronto, ya me estaba acostumbrando a tenerlo junto a mi, abrazándome, besándome o simplemente acostado en mi cama viéndome estudiar.
Estaba comenzando a quererlo sin siquiera darme cuenta y no me estaba arrepintiendo para nada.
— ¿Ya has dejado de olerme, chico perro?— cuestioné divertida y lo sentí sonreír sobre mi piel— Debes dejar de hacer eso.
— No lo haré— sentenció, se alejó de mí y dejó escapar un suspiro soñador después de mirarme unos segundos más, abrió la puerta del auto para mí y me ayudó a subir, rodeó el todo terreno y subió al asiento del piloto— Mamá no ha dejado de hablar de tu visita.
— ¿En el buen sentido?— pregunté un poco nerviosa, entonces comencé a jugar con mis dedos.
— Obviamente, eres como un ser mágico para ella en estos momentos— dijo una vez que se puso en marcha, su mirada se desvió de la carretera y me miró unos segundos— Eres la primera chica que llevaré a casa oficialmente como mi novia.
— ¿En serio?— pregunté sorprendida, él asintió mirando hacia la calle.
— ¿No recuerdas nuestra conversación?— dijo— Nunca he tenido una novia como tal, por lo que eres, cito mis anteriores palabras «Un ser mágico» que conocerá a mi familia— me reí por aquello, su sonrisa se ensanchó y lo siguiente que hizo fue tomar mi mano y entrelazarla con la suya para después dejarlas descansar sobre la palanca de cambios— Y si tengo suerte, también serás el ser mágico que lleve al altar.
Y sin poder evitarlo, me atraganté con mi propia saliva— lo que indicaba que, si hubiera tenido líquido en la boca, lo habría escupido por todo el auto— y comencé a toser sin contemplación. Abrí mucho los ojos al ver la sonrisa burlona de Nickolas, los instintos asesinos volvieron a mi cuerpo y con mi mano cerrada en puño comencé a golpear su brazo.
— ¡Estoy conduciendo, estoy conduciendo, mujer!— dijo como excusa para que dejara mi ataque psicópata para otro momento, fruncí el ceño y me crucé de brazos, luego escuché su risa— ¿Tan malo sería casase conmigo?
— No es eso, solo... ¡No puedes decir ese tipo de cosas y esperar que no reaccione! ¡Estás loco!
— Por ti, rizos— me guiñó uno de sus ojos y continuó conduciendo.
Me quedé callada unos segundos— asimilando— pensando en sus palabras. ¿El quería casarse conmigo? Bueno, si todo salía como lo planeado— lo que consistía en que todo siguiera tan bien como ahora— quizás podríamos convertirnos en ese espléndido futuro que ambos alguna vez— que aún seguimos— soñando.
— ¿Qué le diremos a tus padres si nos preguntan cómo nos conocimos?— pregunté, porque eso me estaba volviendo loca.
— La verdad, supongo— se encogió de hombros y giró el volante, pude ver cómo entrabamos a la autopista, la cual nos llevaría al norte de la ciudad.
— ¿La verdad? ¿Le diremos que me sobornaste para que fuera tu novia?— abrí mis ojos al máximo.
— ¡Yo no te soborné!— se defendió con énfasis.
— ¡Si lo hiciste!— garanticé— Con tus ojitos de cachorro abandonado en medio de la calle.
— Dijiste que era tu príncipe azul— se burló y yo le saqué la lengua, rodé los ojos.
— Y tú dijiste que era la rosa que le faltaba a tu jardín— sentencié cuando descrucé mis brazos, para después enlazar mis manos en mi regazo— Ambos dijimos cosas muy cursis aquel día.
— Si, pero yo sigo pensando que eres la rosa que marcará la diferencia— dice orgulloso y yo reprimo una sonrisa mordiendo mi labio inferior— ¿Sigues creyendo que soy tu príncipe azul?
— Si, te tengo mucha fe y estoy casi segura de que eres mi príncipe azul— dije con sinceridad, me quedé con la vista clavada en el parabrisas, pero eso no impidió que sintiera la pesada mirada azulosa de mi novio sobre mi.
Se produjo un silencio cómodo— aparte del sonido bajo de la música que sonaba en la radio— y eso logró que mis nervios se disiparan un poco, en algún punto del camino, Nickolas tomó mi mano y la llevó a sus labios para darme un beso en la palma que me estremeció de punta a punta. Le sonreí un instante y esperé a que llegáramos a la casa de sus padres, por lo que me había contado el rubio, todo saldría bien porque su madre ya estaba emocionada por conocerme y su padre, en cambio, estaba más intrigado.
Entonces, como si mi curiosidad no pudiera ser más grande— porque si, era más grande que yo— una enorme casa se abrió paso enfrente de nosotros. ¡Era gigante! El único color que tenía la fachada era el blanco y las luces eran de un color amarillento que contrastaba con el ambiente, había una especie de fuente que estaba rodeada de un gran arbusto verde. Quise abrir mis ojos a tope, pero me contuve... No sabia ni que pensar.
El auto se detuvo y Nickolas me miró unos instantes, me sonrió y bajó del auto, yo hice acopio de sus acciones y también bajé del vehículo. El aire me golpeó con fuerza y no fue hasta que él estuvo junto a mi logré respirar con normalidad. Su mano se entrelazó con la mía y dándome un pequeño tirón, me llevó hasta la casa.
— Respira o te desmayarás— dijo el rubio dándole un apretón a mi mano, luego me soltó y con las mismas llaves de su auto— en las cuales habían muchas llaves— abrió la puerta, volvió a tirar de mi y nos adentró a la gran casa— ¿Mamá?
Al no recibir respuesta, su ceño se frunció pero su rostro se iluminó al escucharse una dulce y tierna voz.
— ¡Tío, Nick!— exclamó un pequeño castaño— que no llegaba a más de tres años—, el cuál venía corriendo hacia nosotros. El rubio a mi lado abrió sus brazos y recibió al pequeño para después elevarlo por los aires.
— ¡Pero mira nada más!— dijo, abrazó al niño y besó su mejilla efusivamente— ¿Qué haces aquí, renacuajo?
— La abuelita me invitó— murmuró con su voz infantil y no pude evitar sentir ternura por él, mi novio reparó en mi y sonrió.
— Rizos, el renacuajo es mi sobrino Jason— dijo, para después pasar un brazo por mi cintura y acercarme a él— Jason, ella es mi novia, Rose.
— Novia— el pequeño repitió la palabra y sonreí cuando tomó uno de mis rizos entre sus pequeños dedos.
— Hola, pequeño— acaricié su mejilla y solo entonces pude ver el parecido que tenía con Nickolas— Se parece a ti.
— Es hermoso y sexy como su tío, ¿Cierto, amigo?— le hizo cosquillas a su sobrino— ¿Dónde está el tonto de tu padre?
— Cocina— dijo el niño y mi novio lo bajó, Jason corrió hacia el interior de la casa y se perdió en la misma.
— Vamos— volvió a tomar mi mano y me guió por la sala.
Casa era preciosa, había blanco y dorado por todas partes, y es que lo único colorido eran los cuadros y algunos adornos, del resto todo era igual— pero me encantaba, claro— y me parecía llamativo.
— ¡Oh Dios! ¡Pero si es hermosa!— exclamó una voz femenina que logró sobresaltarme un poco, divisé a la mujer rubia con un vestido azul marino por sobre las rodillas, una sonrisa encantadora y un aire materno y amoroso— ¡Hijo, es toda una belleza!
— Son los rizos, mamá— dijo Nickolas con una sonrisa orgullosa y entonces lo corroboré, aquella hermosa mujer era su madre. Sonreí un poco tímida cuando se acercó y seguido de eso, me rodeó con sus brazos en un abrazo corto y amistoso— Mamá, ella es Rose.
— Es un gusto, señora Price— dije sonrojándome.
— Ay, cielo. Puedes decirme Beatriz— sugirió con una sonrisa, la cual correspondí con confianza— Vengan, los demás están por aquí.
¿Los demás? ¿Habría más gente? ¡Ay Dios! Inhalé y exhalé varias veces mientras caminamos hacia lo que parecía ser el comedor. Cuando entramos, habían dos hombres más y una chica— que parecía más joven, pero un poco mayor que yo— sentados todos en la mesa.
— Familia— llamó Beatriz y todos giraron hacia nosotros— Les presento a Rose, la novia de Nick.
Entonces todas las miradas cayeron sobre mi y me sonrojé inmediatamente. El señor mayor— que ya conocía porque lo había visto varías veces en la televisión y en los periódicos— se levantó, era el padre de Nickolas. Tenía el cabello dorado y la sonrisa igual a la de su hijo, un esmoquin negro elegante y un enorme Rolex de oro en la muñeca izquierda.
— Una pelinegra en la familia— dijo sonriendo a lo que yo sonreí igual, y Vi que tenía razón, todos eran rubios a excepción de Jason— Un placer conocerte, Rose.
— Lo mismo digo, señor Price— estreché su mano con firmeza y el siguiente en saludarme fue el hermano de Nickolas junto con la chica rubia.
— No sabía que te gustaban las morenas, hermano— se burló el rubio con diversión antes de darme un beso en la mejilla a modo de saludo.
— Fueron los rizos— esta vez dije yo, causando la risa de mi novio.
— En ese caso, felicidades por tus rizos— sonreí— Jeremy Price, para servirte y ella es mi esposa, Katherine.
— Un gusto— me sonrió amablemente y yo asentí en saludo.
— Tomen asiento, la cena llegará en minutos— dijo la madre de Nickolas con una pequeña sonrisa y todos hicimos lo que pidió.
Inhalé profundamente otra vez y me dije a mi misma; «Sé tú».
¡Voten y comenten mucho!
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