Capítulo 6: Bienvenida
**De vuelta en el presente**
–Jimmy~
La voz chillosa de nuevo se hace presente, Ana, la chica de 20 años con cabello teñido de rubio, maquillaje bien aplicado, falda muy corta y con escote que no dejaba a la imaginación, sí, la típica muchacha guapa de la oficina, quien no dejaba de cambiar el nombre de Ibis.
–A esta en verdad le gusta estar chingando. Hola Ana, ¿qué se te ofrece? –dice apenas volteando a verla a la vez que revisaba los asuntos pendientes.
–No seas tan seria, así nunca tendrás pareja. –menciona con una sonrisa burlona.
_Bueno, no es como que busque una. ¿En serio va a tirarle por ahí?
–Las chicas y yo nos preguntábamos si te gustaría acompañarnos hoy en la noche. Ya sabes para tener una plática de chicas, quizás podrías ampliar tus conocimientos.
–Vaya... que "sutil" fuiste. No puedo, gracias de cualquier forma por la invitación. –termina de acomodar los papeles y los toma para llevarlos a Louis. –Pero ya tengo un compromiso.
–Oh, es una pena, pero supongo que debes "atender" tus asuntos. Aunque ten cuidado, no le andes dando vuelo a la hilacha.
–Hija de perra, en verdad solo buscas estar chingando. Jajaja... ah, claro. ¿Sabes? tengo mucho trabajo que hacer, te veré luego.
–Bye~
–Se bien a lo que se refería, casi todos los días me voy caminando o en auto con Vladimir, obviamente a muchos le causa rareza o insinúan cosas como que tengo una relación más allá que de trabajo. Pero esto no es así.
Entrando de nuevo a la oficina de Louis, él tenía hecho un origami con forma de unicornio.
–Lo siento. –dice con la cabeza baja y dándole el origami como ofrenda de paz. –No sigas enojada conmigo.
–Louis, no estoy enojada contigo. –toma el origami con mucho cuidado. –Pero esta bonito.
–Entonces ¿por qué entraste con una cara aún más seria que ese rato?
–Ana vino a joder. Como siempre.
–¡Ah! esa igualada. –se levanta en un instante con ambas manos sobre la mesa. –Me va escuchar y...
–Tú no vas a ningún lado. –pone los papeles sobre el escritorio. –Vas a hacer tu trabajo y no es necesario que hagas nada por mí. Ya sabes que siempre busca molestar solamente.
–Pe-pero... –Ibis le voltea a ver entrecerrando los ojos, a lo que Louis toma los papeles, se sienta y empieza a revisarlos. –Deberías informar al presidente sobre Ana.
–No es necesario.
–... Y cambiando de tema, ¿Cuándo estarán aquí los hijos?
–El miércoles debo recogerlos en el aeropuerto. Creo que estaré bien con Makari, si es que no se olvidó de mí...
–Es verdad. Jaja, el chiquito te quería mucho. Seguro te recordará, no te preocupes. –dice sonriendo. –¿Qué sucede? –pregunta al notar que la cara de Ibis tiene un poco de preocupación.
–Es que... los mayores...
–Oh... ellos... jeje tranquila, seguro ya se han reformado jeje... –poco a poco el ambiente iba decayendo.
–¡Bueno! –alza la voz para animar. –Ahorita vemos que pedo JAJAJA, sigamos con nuestro trabajo. –expresa haciendo reír a Louis y finalmente se levanta para regresar a su escritorio.
«¡Tengo miedo!» Gritaba su mente pues recordaba que los mayores, Gerald y Andrey no la veían con mucha alegría.
**El miércoles en el aeropuerto**
Llegó el ansiado y preocupante día de recoger a los 3 hermanos en el aeropuerto, Ibis fue en auto junto con Juan, el chofer de Vladimir. Ella esperaba dentro del aeropuerto junto con un cartel con los nombres escritos de los hermanos tanto en español como en ruso. Cuando finalmente los pasajeros iban saliendo, ella pudo distinguir a dos jóvenes altos.
«Ah chinga, ¿para qué traje el pinche cartel entonces?» Pensó al ver a aquellos dos jóvenes. Pudo reconocer al instante que eran a quienes buscaba, era muy obvio pues tenían sus rasgos euroasiáticos, así que tiró el cartel en un bote de basura que se encontraba cerca. «Pinches postes.»
De pronto, de entre la multitud salió un pequeño corriendo directo hacia Ibis quien la abrazó. Al notar esto, Ibis supo quién era aunque no le había visto su cara.
–¡IBIS! –exclama el infante con mucha emoción.
–¡Vaya chamaco has crecido mucho! –Ibis corresponde el abrazo. –Que gusto volver a verte, Makari.
–Mira, esta es nuestra gata, se llama Pushinka. – El pequeño le muestra un trasportín con una gata negra dentro.
–¡Pero que hermosa! –menciona emocionada al ver a ese hermoso animalito.
–Tsk, de todas las personas que podría haber enviado ¿tenía que ser a ti precisamente? –dice con cierto desprecio el mayor.
–Eh...jeje... ho-hola Gerald... Que gusto volver a verte... -atina con una sonrisa nerviosa.
–El sentimiento no es mutuo.
–Sabía que este no había cambiado... -voltea a va ver al segundo hermano quien solo se mantenía callado. –Hola Andrey. También es bueno verte de nuevo. Creciste más. –aun tratando de poner su mejor sonrisa, esos dos la ponían muy nerviosa.
–... Hola... –dice sin más, algo raro, es verdad que no acostumbraba a hablar mucho y menos a Ibis, pero era como si hubiera cambiado un poco, Ibis sentía que ya no la miraba con la hostilidad de antes, lo que la tranquilizaba un poco.
–Bueno, ¿nos vamos? –alcanza a decir Gerald.
–Ah sí claro. –responde Ibis –Síganme.
Ellos se dirigieron hacia el auto donde Juan los estaba esperando para llevarlos hacia la empresa a que se encontraran con Vladimir. Ibis acomodó a Makari en medio para que sus hermanos se sentaran cada uno a un lado y él pudiera cargar el trasportín con Pushinka. Ya en el camino los hermanos mayores empezaron a hablar en ruso.
–¿De qué estarán hablando? –pregunta Juan en voz baja a Ibis
–Tal vez planeen dominar el mundo sobre sus osos mientras beben vodka. –responde como broma haciendo a Juan reír.
–¡Cállate, no hables así! –el más pequeño alza la voz regañando y enojado con Gerald, el mayor de sus hermanos.
–Rayos Makari, tú debes callarte, no entiendes nada. Lo siento ¿vale? –dice volteando hacia otro lado y haciendo que Makari bajara la cabeza con una cara triste. Y habiendo producido un incómodo silencio por unos segundos.
–... y... ¿Qué edad tienen ahora chicos? –dice con una sonrisa y volteando a ver hacia atrás, ella ya sabía qué edad tenia cada uno, pero el ambiente ya se sentía pesado, así que Ibis trata de hacer una charla tranquila.
–¡Yo tengo 5 años! –dice emocionado el pequeño. –Andrey tiene 19 y Gerald tiene 24.
–Vaya, sí que pasa rápido el tiempo. ¿Cómo cambian las cosas no? Jajaja.
«Tú tienes la culpa.» Era el pensamiento que compartían ambos hermanos mayores hacia Ibis. Un pensamiento que daría paso a abrir y cerrar viejas heridas.
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