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Capítulo 57: ¿Cómo te atreves?

El par llegó a la dirección indicada, permanecieron un par de minutos dentro del auto sin decir nada, Ibis mantenía la mirada baja por el miedo a creer que su sospecha resultara ser verdad.

–Ibis, ¿qué está pasando?

–No lo sé… –dijo saliendo del auto y viendo el edificio departamental en el que pararon.

Ambos entraron y subieron por el ascensor, al llegar al piso indicado, la joven tenía preocupación de salir de él, tragó y empezó a caminar junto al mayor dirigiéndose a la puerta del departamento de Julia. Al llegar, encontraron que la puerta estaba abierta, cosa que les extrañó, pero que Ibis aprovechó para pasar con el contrario siguiéndola mientras estaba confuso por su actitud. Fueron pasando hasta que llegaron a la habitación, Ibis abrió la puerta encontrándose a su pareja en la cama con Julia abrazada a él.

–Ibis… –mencionó Gerald viendo cómo sus ojos soltaban sus lágrimas, ella dio unos pasos hacia atrás y luego giró para continuar a salir y con él siguiéndola. –Ibis, espera. –dijo una vez llegó al ascensor con la joven oprimiendo rápido el botón. –Ibis…

–Soy una idiota. –mencionó entrando al ascensor.

–No, Ibis, no es cierto. Lamento que hayas visto eso. Escucha, quizás si vamos de nuevo allá… –fue interrumpido.

–¡¿Para qué?! ¡¿Para parecer más estúpida de lo que ya soy?! ¡Es más que obvio lo que pasa!

–Ibis… –el mayor la miraba con compasión mientras que la joven tomó su teléfono y buscó en él el vídeo que le fue enviado.

–Yo también quería una explicación para esto. ¡Quería creer que había algo razonable que me pudiera explicar esto! ¡Y la hallé! ¡La acabo de ver!

–… Andrey… eres un imbécil. –el chico la abrazó y ella se aferró. –Lo siento, no creí que Andrey fuera así.

–Tú y tu padre me dijeron que él no sería capaz de engañarme… Y también lo creía… Pero no fue así…

–Lo siento.

–Llévame a casa.

El mayor hizo lo que le pidió, pero también se quedó en la casa mientras ella se encerró en su habitación. Gerald estaba sentado en la sala pasando su mano por la cara y su cabello por la molestia y enfado que sentía, él estaba muy seguro que su hermano no era la clase de persona que engaña, pero ahora lo dudaba. Mientras tanto, Andrey despertaba con una fuerte jaqueca, gruñó tocando con su mano su cara tapando sus ojos.

–Rayos… Tomé demasiado… –susurró descubriendo sus ojos y abriéndolos con sorpresa al ver que no se encontraba en su habitación, sino que estaba en la de Julia. –¿Qué? –su sorpresa subió cuando la vio a un lado de él y abrazándolo. –July… –se levantó rápido y apartándose de ella.

–¿Qué pasa? –dijo despertando y viéndolo parado y preocupado. –… Buenos días.

–¿Cómo que buenos días? ¿Qué hago aquí?

–Estabas muy borracho anoche. Decías que no querías regresar a casa, así que te traje aquí. ¿No recuerdas nada?

–No… July… ¿Acaso tú y yo…?

–Si hubiéramos hecho algo ninguno estaría vestido. Ni siquiera me dejaste quitarte la camisa en cuanto tuviste algo de consciencia de que no era esa estúpida.

–Gracias a Dios… –dijo sentándose en la cama.

–Te la pásate diciendo Ibis esto, Ibis lo otro. No dejaste de mencionarla ni un segundo hasta el momento en que te dormiste. –dijo levantándose mostrando algo de molestia.

–¿Qué te pasa? –preguntó confuso.

–Que estoy enojada, eso pasa.

–¿Por qué?

–¡Porque aún me gustas! –respondió sorprendiendo al chico quien la miró con asombro. –Me molesta que la quieras a ella. ¿Pero que hago?

–July… lo siento, pero esos son mis sentimientos, siempre he sido directo contigo.

–Lo sé… Lo siento. No quiero perder tu amistad por esto.

–No lo harás.

–¿Puedo abrazarte?

–Claro.

Andrey se levantó y la abrazó, ella acurrucaba su rostro en él mientras dibujaba una sonrisa maliciosa, pues estaba muy segura de que ahora había logrado romper algo entre Andrey e Ibis, pues Julia tomó el teléfono del chico y le mandó a Ibis el vídeo y el audio.

–Rayos… July ¿no has visto mi celular?

–No, ¿por qué?

–No lo encuentro… –la chica escondió su teléfono para hacerle creer que lo había perdido.

–¿No lo habrás dejado en el antro?

–No lo sé… ¡Ah! Soy un desastre ahora.

–Jajaja, descuida, lo encontrarás.

–Eso espero… Ya se nos hace tarde para la universidad… Vamos.

–Sí~

Espero poder hablar con Ibis hoy…

Ambos fueron a la escuela, por suerte para el chico, él adoptó la idea de su novia por tener un cambio de ropa en su mochila por cualquier caso. No se podía concentrar bien debido a su resaca y por estar pensado en su dilema con Ibis, mientras que, Julia estaba muy feliz sabiendo que a Ibis le llegó el vídeo y el audio, pues tenía el visto azul indicando que fue visto.

Al salir de la universidad, el chico fue a comprar otro teléfono, lo primero que hizo fue registrar el número de Ibis y luego marcarle, sin embargo, ella no contestaba, creyó que ella no respondía porque no reconocía el número nuevo, así que por el momento decidió desistir, primero volvería a casa para darse un baño.

Mientras tanto, Vicky y Erika regresaron a casa y encontrándose a Gerald en la cocina preparando la cena.

–¿Qué haces aquí? –preguntó la rubia sorprendida.

–Preparo la cena.

–… ¿Por qué? –cuestionó Erika. –¿Dónde está Ibis?

–… Está en su habitación, durmiendo. Pedí permiso en la oficina para faltar y cuidarla.

–¿Cuidarla? ¿De qué hablas? ¿Qué le pasó?

–… Por el momento no le pregunten nada, por favor.

Ambas estaban confusas, trataron de hacer que el mayor hablara, pero no lo lograron y aceptaron su petición. Ibis no quiso comer y prefirió quedarse a dormir, además, no iría a trabajar al día siguiente. Sus amigas se preocuparon, pero no pudieron saber nada.

–En verdad, Gerald, ¿qué ocurrió? ¿por qué está así?

–Lo siento, Erika, no puedo decirles. Debo regresar a casa, pero si necesitan algo, avísenme, no importa la hora que sea ¿sí? –las chicas asintieron y así el ruso pudo volver a casa. Eran cerca de las 8:30 p.m. y él llegó a casa encontrando a su padre sentado en la sala.

–Gerald ¿qué pasó? ¿Por qué no quisiste decirme nada?

–¿Andrey ya regresó?

–Eh… No, pero… –en ese momento, el mencionado cruzaba la sala para subir las escaleras. –Andrey… –también la madre de Vladimir bajaba

–Padre, Gerald, hola, lamento haber llegado hasta ahora… –el chico dejó de hablar en cuanto recibió un puñetazo por parte de su hermano. –¡¿Qué rayos te pasa?! –replicó molesto, pero la confusión de todos apareció cuando Gerald lo tomó del cuello de su camisa. –¿Gerald?

–¡¿A ti qué rayos es lo que te sucede?! ¡¿Cómo eres capaz de haber hecho eso?! ¡Creíamos en ti! ¡Ibis confiaba en ti!

–¿Qué…? ¿De qué hablas?

–¡Gerald! –Vladimir se acercó a separarlos. –¿Qué rayos fue eso? ¿A qué te refieres?

–No te hagas el inocente conmigo, Andrey. Vamos, o lo dices tú o lo digo yo.

–¡No sé de qué hablas!

–¡¿Ah no?! ¡Maldito falso! ¡¿Cómo se te ocurre engañar a Ibis?!

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