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Capítulo 56: Imaginación

Una semana pasó, un tiempo en el que Ibis y Andrey no habían podido hablar con tranquilidad y eso era algo que a ella le molestaba, pues Andrey seguía diciendo que Julia no hacía las cosas con maldad. Mientras tanto, la madre de Vladimir estaba de muy buen humor en su oficina.

–¿Podemos preguntar por su felicidad, señora? –preguntó con una sonrisa Viktor.

–La relación entre esa chiquilla y mi nieto se está desgastando. Esa chica, Julia está haciéndole ver la realidad a Andrey.

–… Señora. –habló Sergei. –La señorita Ibis en verdad está enamorada de su nieto.

–Ya me lo habías dicho, sin embargo, es obvio que consiguió engañarte.

–No, no lo hizo, porque fue sincera. Es una buena persona con buenos sentimientos.

–… No es común que hables así de alguien. Bien, aún así no la quiero para mi nieto, él se merece a alguien de nuestra categoría. –dijo levantándose y yendo a buscar a Ibis, a quien le pidió hablar a solas. –Entiende, aléjate de Andrey, tú sólo eres un juego para él, un capricho.

–… ¿Para esto me llamó? –dijo irritada sin tratar de apaciguar su tono de enojo. –Señora, deje de meterse en mi relación con Andrey.

–Si en verdad estás enamorada de él y no me haces caso, vas a terminar llorando.

–¿En tan mal concepto tiene a su propio nieto?

–Sólo es un chico que aún no ha sentado cabeza.

–Constantemente me pide que nos casemos, ¿y dice que no ha sentado cabeza? Déjame en paz. –se retiraba, pero fue sujetada del brazo.

–Es mejor que termines las cosas antes de que te veas cómo lo que eres, una tonta. Él no ha olvidado a Julia.

–… –la menor se soltó del agarre y fue al baño a encerrarse en un cubículo. Esa última línea se repetía en su cabeza mientras soltaba lágrimas. –No es cierto, Andrey me quiere… –sacó su teléfono y marcó al chico, sabía que estaba en sus clases, pero igual quiso intentar.

¿Ibis? ¿Qué ocurre?

–Perdón, quería escuchar tu…

Ay, perdón. –la voz de Julia se escuchó al fondo, estaban en un restaurante, ella tiró un vaso, y aunque Ibis no sabía esto, ella estaba enojada.

Ibis… –suspiró. –Sí, es cierto que estoy con July, pero sólo vine a comer algo, tenemos una hora libre.

–Lamento haberte molestado. Y no te preocupes, no quiero ser alguien que controle tu vida y tus relaciones. Buen provecho. –se limitó a decir antes de colgar.

«Tú sólo eres un juego para él, un capricho» palabras que se repetían en su mente y que trataba de callar y no dejar de convencerse por ello. Estaba frustrada y enojada de ella misma, odiaba sentirse así, tan insegura. Las horas pasaron e Ibis volvió a casa con sus amigas, comió poco, lavó sus dientes mientras se veía al espejo pensando como hablar con el euroasiático, pero se fue a dormir, aunque en realidad no podía hacerlo. Constantemente revisaba su celular para ver si Andrey le había mandado un mensaje, pero no. Tampoco quería marcarle de nuevo y que pensara que era alguien que le iba a estar vigilando.

Mientras tanto, el chico se encontraba en una fiesta con unos amigos que lo llevaron para que se le levantara el ánimo un poco, aunque ni ahí dejaba de pensar en cómo hablar con Ibis, no dejaba de ver su agenda con el contacto de ella para marcarle, pero cuando estaba decidido a llamar, su mente se le volvía a poner en blanco, quería decir las palabras correctas. Por eso se estaba estresando y tomaba cerveza rápido.

Maldición, me siento mareado… –el joven ya había bebido 6 vasos, así que se levantó para ir al baño a echarse agua. –Tengo que hablar con Ibis…

–Andrey… –él sintió como unas manos le tomaban de su rostro, y se acercaron a besarlo.

¿Ibis? –pensó con la vista nublada para luego cerrar sus ojos y seguir el ritmo de ese beso, sin darse cuenta que a quien en realidad besaba, era a Julia.

Ibis se encontraba ya dormida, pero una notificación le despertó haciendo que bostezara a la vez que estiraba su brazo para alcanzar su teléfono en el escritorio de al lado. Frotó sus ojos para poder abrirlos bien, y su cansancio se esfumó cuando vio que Andrey le había mandado mensajes, específicamente, un vídeo seguido de un audio.

Sus ojos se cristalizaron y sus lágrimas no tardaron en caer, un vídeo de él besándose con Julia, de una manera como si se les fuera a acabar el mundo, y lo que la hizo sentirse peor fue el audio con la propia voz de Andrey que sonaba tan firme: July, ¿cuántas veces te lo voy a decir? Ibis no es mi novia y no la quiero.

Intentó marcarle, pero la llamada no entraba, su enojo estaba apareciendo y apretaba el celular queriendo negar lo que había visto. Se quedó llorando toda la noche, apenas y pudo volver a dormir. Ella avisó que no iría a trabajar, y así aprovechaba para ir a la casa de Vladimir a buscar a su novio.

–¿Ibis? –preguntó Vladimir cuando ella se presentó temprano en su casa, Gerald bajaba también, pues irían juntos al trabajo.

–Hola… –dijo con una leve sonrisa.

–¿Qué ocurre? –preguntó Gerald.

–Lamento haber venido sin avisar, necesito ver a Andrey.

–Iré a despertarlo, aguarda. –dijo el hijo mayor subiendo de nuevo las escaleras.

–… ¿Makari ya se fue a la escuela? –comentó la joven mientras esperaba con Vladimir.

–Sí, lo llevó Juan. Ibis ¿sucede algo?

–… Espero que no… –musitó bajando la mirada, algo que al mayor extrañó por su semblante decaído.

–Padre… –habló Gerald regresando abajo, y pidiendo a su padre que se acercara a él.

–¿Qué pasa? ¿Y Andrey?

–No está.

–¿No está? ¿Ya se fue?

–No, ni siquiera llegó a dormir. Su habitación está tal cual la dejó ayer. –ambos voltearon su vista a la chica que los observaba sabiendo que el mediano no estaba.

–Ya veo… –dijo sin quitar su sonrisa después de que le dijeran sobre la ausencia del chico. –… ¿Dónde vive Julia? –preguntó quitando su sonrisa mientras apretaba la mandíbula y sus puños.

–¿Por qué lo preguntas?

–Ibis ¿crees que Andrey está con ella? –mencionó Vladimir sorprendido.

–Por favor… Necesito que me digan donde encontrarla.

–¿Irás sola?

–Yo la acompañaré. –dijo Gerald. –Tienes una junta ¿no? No te preocupes.

–No, está bien, puedo ir sola.

–No. Iremos juntos.

Después de unos minutos, Gerald la convenció de dejar que la acompañara, Vladimir dio la dirección y los vio irse en el auto en el que su hijo conducía. Durante el camino, Ibis venía cabizbaja apretando con sus puños la falda, pedía en su interior que lo que se estaba imaginando fuera solo eso, su imaginación.

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