Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 42: Te odio

–¡Andrey!

La voz desesperada y quebrada de Ibis hacía eco en aquel sendero de pastizales secos, el joven ruso había vuelto a levantar el arma, pero sus manos temblaban, él jamás había disparado una ni tampoco había sostenido alguna, tenía miedo porqué la bala impactará contra Ibis. Poco a poco su vista se nublaba y su mano le pesaba. Él veía con impotencia como la menor forcejeaba para ir con él.

–¡Por favor! ¡Déjenme volver con Andrey! ¡Necesita ayuda!

Las súplicas de Ibis eran ignoradas, ella no paraba de llorar, rogando en su interior por que su amor no muriera. Vladimir también se encontraba en la escena, oculto en una esquina de la casa, apuntaba a Ana con una pistola, y disparó directo a su hombro. El hombre se asustó, intento huir, pero en ese momento Ekaterina apareció junto con el hermano y el padre de Ibis, encontrando al joven ruso con lágrimas corriendo por no haber logrado ayudar a su novia, Brandon se asombró ante la reacción de Andrey. El padre de Ibis disparó contra Simón, logrando detenerlo.

Vladimir y Felipe corrieron hasta la menor, el ruso había llegado primero hasta ella y la ayudaba a pararse, pero volvió a caer al suelo por haber perdido la conciencia, el mayor logró atraparla en brazos dándose cuenta de la herida sangrante en cuanto vio como su mano se cubrió de rojo.

–¡Ibis! –gritaron al mismo tiempo Vladimir y el padre de ella.

Los paramédicos que tenían listos actuaron con rapidez, tratando y llevando a la pareja al hospital en dónde ambos tuvieron que entrar en quirófano. Horas de angustia por parte de familia y amigos para tener noticias alentadoras, horas que parecían ser eternas, Cada médico encargado salió y dio el aviso de que el peligro había pasado y ahora ambos chicos se encontraban recuperándose.

En una habitación, Andrey se encontraba en cama, ahora mismo estaba sedado y amarrado con un sujetador en sus muñecas, pues cuando llegó, estaba tratando de irse para estar junto a Ibis. Vladimir y Felipe llamaron a sus demás familias, quienes prontamente llegaron, aliviados de que apareciera, pero temerosos por lo que habían pasado. Después de la operación, la menor también ya se encontraba en una habitación, fuera de peligro, no fue hasta el día siguiente en que ella despertó, visualizando el techo y las paredes blancas con su padre acostado en el sofá del cuarto, quien se había quedado toda la noche con su pequeña.

–Ahg… –Ibis trató de reincorporarse, pero la herida le dolía, en ese momento su padre despertó.

–Hija. ¿Cómo te sientes? ¿Quieres que llame al médico?

–Papá… Estoy bien… Yo… –las lágrimas brotaron, estaba feliz de ver a su padre. –Tuve mucho miedo… Tenía miedo de no volverlos a ver…

–Lo sé, mi niña. Lo sé. –el padre tomó en brazos a su hija y lloró junto con ella. –Yo también tenía miedo de perderte… Perdóname…

–¿Perdonarte? ¿Por qué?

–Fuiste secuestrada de nuevo…

–Papá… Tú no tienes la culpa de nada, no la tuviste aquella vez, y tampoco la tuviste ahora. Así que no pienses así. ¿De acuerdo? –dice mostrándole una gran sonrisa haciendo que su padre también sonriera. –Papá, ¿sabes cómo está Andrey?

–… Él… bueno…

Por unos segundos el padre de Ibis se había quedado en silencio, pues aunque el euroasiático ya había despertado antes que su hija, él no dejaba de forcejear para ser liberado, incluso después de que le dijeran que Ibis ya estaba en el hospital recuperándose. Pensaron que eso lo tranquilizaría, sin embargo, el insistía en ir a verla.

–Ah… –menciona Ibis soltando un suspiro después de que su padre le contará lo sucedido. –Ese idiota… Bien, supongo que tendré que ir a verlo.

–¿Qué?

–Él va a seguir así hasta que me vea. Así que sólo tengo que ir con él.

–No puedes, estás herida.

–No hay nada que una silla de ruedas no pueda arreglar. Así que vamos.

–Ah… de acuerdo… –responde el señor soltando una pequeña risa.

Con cuidado y asistencia de una enfermera, Ibis estaba siendo llevada hasta la habitación del euroasiático, conforme se acercaba podía escuchar la voz de Andrey.

–Andrey, por favor tranquilízate, si no lo haces los médicos tendrán que sedarte de nuevo. –dice Vladimir con algo de molestia.

–¡Quiero ver a Ibis! ¡Quiero estar con ella!

–¡Andrey!

–¡Padre, haz que me suelten!

Las enfermeras en la habitación ya estaban listas para aplicar el sedante en el joven, fue entonces que Ibis llegó en silla de ruedas con su padre empujándola.

–Deja de actuar como un niño, Andrey. –dice Ibis con una sonrisa haciendo que el contrario se calmara.

–Ibis... –el euroasiático comenzó a soltar lágrimas. –Lo siento... No pude hacer nada por ti...

–¿De qué hablas? Fuiste a buscarme. –todos salieron de la habitación para dejar a la pareja sola, Ibis desató una de las muñecas del chico y le sostuvo la mano. –Tuve mucho miedo de no volver a verte... –menciona besándole la mano. –Andrey... En ese momento... Sólo pensaba en ti...

–Ibis... –el joven quitó su mano de la joven y la uso para desatar su otra muñeca, luego se levantó con un leve quejido de dolor y se puso a la altura de la chica, tomándola de las mejillas secando sus lágrimas. –Te amo. Yo siento esto desde hace mucho, se que para ti es algo nuevo, y se cómo eres, te estás sintiendo culpable por lo que pasó. Que te tocará toparte con una loca como Ana, que te secuestrara a ti y a Ekaterina y que me dispararan no fue tu culpa.

La joven tenía los ojos cerrados con fuerza, le dolía escuchar hablar de esa forma tan cálida a Andrey.

–Mírame, sabes lo que hago cuando no lo haces. –ella seguía sin abrir los ojos. –¿No vas a hacerme caso? Bien, mejor para mí, me encanta cuando te resistes. –el ruso sonrió con picardía y la besó con deseo, haciendo a la joven abrir de golpe su mirada encontrándose con la de Andrey.

Ella entrecerraba sus ojos como forma de entregarse al momento que estaba viviendo, así que volvió a cerrar sus ojos, pero está vez disfrutando la sensación del beso de su amado que le hacía sentir tan bien al estar con él. Ambos se separaron y sus miradas era todo lo que necesitaban para hacerse entender sin palabra alguna.

–Te odio... –mencionó la chica confundiendo al contrario.

–¿Qué?

–Que te odio... Volteaste mi vida, llegaste para hacer un lío en mi cabeza y en mi corazón. Ahora simplemente me siento egoísta.

–¿Ibis?

–Escúchame bien, Andrey. Estoy decidida a quedarme contigo. No voy a perder ante Ekaterina ni ante nadie. ¿Has entendido?

El ruso simplemente estaba sonrojado, y abría más sus ojos ante la mirada tan apasionada de la chica que sentía se clavaba en él con ese color tan hipnótico que le hacían perderse en ellos, si su corazón ya latía rápido cuando la veía, ahora creía que era como una locomotora.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro