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Capítulo 39: Vamos a salir

Ya era de día, Ibis escuchaba su cotidiano sonido a la misma hora. Así que se incorporó un poco y junto a ella, Ekaterina también comenzaba a despertar.

–Buenos días. –menciona Ibis con una sonrisa.

–... Buenos días...

–Mira. –la joven le entrega una nota escrita con su sangre.

–¿Cuándo hiciste eso? Es un poco aterrador...

–En la madrugada, me ayudé con la luz del teléfono.

–Me sorprende... ¿Y cómo haremos para entregarla?

–Pues... sigo pensando en eso. –sonríe mientras pone su mano en la nuca.

–...

–Vamos, no me mires así, algo es algo... ¿no?

–Sí... en realidad no puedo quejarme, tú eres quien está haciendo todo lo posible por salir de aquí... –Ekaterina bajó la cabeza con una mirada de tristeza y miedo.

–Vamos a estar bien. –Ibis no dejaba de ofrecerle una sonrisa, lo que la tranquilizaba y la hizo sonreír un poco.

–¿Cómo están tus heridas?

–Duele un poco, pero nada que no pueda soportar. –Ibis le da el teléfono a Ekaterina. –Ten, ve a tomar fotos de todos los ángulos que puedas por la ventana.

–¡Sí!

La euroasiática se dirigió hasta la ventana rota, jaló una caja de madera que había a un lado, la colocó debajo de la ventana y subió en ella, con mucho cuidado tomó tantas fotos como pudo. Después regresó con Ibis y se las mostró.

–Uhm... no logro reconocer el lugar... pero mi padre de seguro lo sabría. Debemos encontrar una forma de hacer llegar esto... –dice haciendo referencia al teléfono y la nota. –Y debe ser pronto...

–¿Cómo lo haremos? Es imposible. Además, una vez que el teléfono se apague ya no podrán ver las fotos a no ser que logren desbloquearlo.

–Por eso en la nota mencioné a Martín y puse su número telefónico. Él de seguro sabrá la contraseña y si tenemos suerte también conocerá este lugar.

–¿Martín? ¿No era él la persona de la que hablaba esa mujer?

–Sí...

–¿Crees que nos ayudará?

–Claro. –Ibis mostraba una gran confianza en eso.

Mientras tanto en la estación de policía, Brandon y su padre estaban presionando para saber sobre las pistas que tenían, Andrey estaba con ellos. A unos metros del lugar donde había ocurrido el secuestro, los oficiales habían encontrado los teléfonos de ambas chicas, y no había testigos que identificaran nada más aparte de haber visto una camioneta cerrada de carga que iba a exceso de velocidad, las cámaras de seguridad de distintos puntos de la ciudad estaban siendo revisadas.

–Hay prácticamente nada... –Andrey apretaba los puños de la impotencia.

–Tranquilo, niño. –menciona Brandon con cara de pocos amigos. –Las vamos a encontrar, a Ibis y a la otra chica. Y los malditos que se atrevieron a llevárselas lo pagarán... Más les vale que no se hayan atrevido a hacerle daño.

–Brandon, debes calmarte tú también. –añade el padre.

En la empresa tampoco había excepción, todos estaban preocupados. Louis hacia llamadas para ayudar a encontrar a su amiga, incluso Daniel apoyaba en la búsqueda. Vladimir, junto con el padre de Ekaterina hicieron que la prensa transmitiera la noticia, cosa que hizo a Martín enterarse y salir rumbo a la delegación para estar mejor informado de lo que le ocurrió a su amiga. Mientras tanto Gerald y Erika estaban en la casa de los rusos cuidando de Makari y hacían lo que podían para que no se enterara del incidente.

–¿Hoy puedo ir al trabajo de papá para ver a Ibis? –pregunta el pequeño con curiosidad y alegría mientras jugaba con Pushinka.

–Tal vez hoy estén muy ocupados, cariño. Quizás debe ser otro día. –responde Erika sonriendo.

–Uhm... Ibis dijo que vendría hoy y que jugaríamos a caballeros y dragones...

–Ella vendrá, no te preocupes. –responde el mayor trayendo unos refrigerios con él. –Ella siempre cumple lo que promete, pero tal vez hoy no pueda. Ibis regresará.

Esas palabras hicieron al menor y a Erika poner una sonrisa. Aunque la chica sentía que Gerald se estaba diciendo eso a si mismo también. Era normal, pensaba ella, después de todo el mayor se encontraba enamorado de su amiga.

–Tengo hambre... –mencionaba Ekaterina, pues habían permanecido en ese lugar y no habían comido nada desde el día anterior.

–Uhm... –Ibis buscaba algo entre su ropa. –Toma, no es mucho, pero calmará tu hambre un poco.

–Pero... ¿Y tú? –Ibis le ofrecía una barra de avena, el cual, la rubia tomó.

–Yo estaré bien.

En ese momento escucharon que abrían la puerta, Ibis escondió el teléfono y la nota detrás de un mueble viejo que se encontraba en la habitación. Un joven diferente al que habían visto antes con Ana bajaba las escaleras con dos platos de comida.

–Aquí tienen. –dice poniéndolos en el suelo. –Vendré luego a recogerlos. -se retira sin más nada que decir.

–... Bueno... ahora tenemos comida. –dice Ibis sonriendo.

–Me sorprende lo bien que puedes sonreír en esta situación. –menciona la mayor devolviendo el gesto.

Ambas chicas se disponen a comer, el sabor de la comida no era la gran cosa, pero agradecían que al menos pudieran tener algo con que saciar sus estómagos.

Ana estaba en una habitación de arriba, estaba despertando de buen humor, pues había dormido plácidamente después de haber golpeado a Ibis. Una vez que se levantó, fue directo a la mesa donde estaba su chamarra y metió su mano en el bolsillo donde se supone, había guardado su teléfono. Al principio tenía una cara burlona pues iba a deleitarse por lo que había hecho ayer, sin embargo, se encontró extrañada, pues no hallaba su celular y lo busco desesperadamente.

–¡¿Dónde está?! ¡¿Dónde demonio está?!

–¿Qué está pasando? –preguntó Ekaterina asustada, pues se pudo escuchar perfectamente los gritos de Ana.

–... Ya se dio cuenta de que no tiene su teléfono...

–¿Qué vamos a hacer?

–Niega todo. No podemos perder esta oportunidad.

–¿Pero si decide golpearte de nuevo?

–Sigue negándolo. Vamos a salir de aquí. Así es, saldremos de aquí, a como dé lugar.

En poco tiempo se escuchó el sonido de la puerta siendo abierta y de pasos bajando la escalera, Ana emanaba furia, se acercó a Ibis tomándola del cabello.

–¿Dónde está?

–No sé de qué hablas...

–No te hagas la que no sabe nada, no soy tonta. No sé cómo lo hiciste, pero tomaste mi teléfono... Regrésamelo.

–No tengo nada.

–¡Maldita sea Ibis! –Ana abofeteó a la chica.

Dos hombres bajaron, ninguno de ellos era el sujeto que habían visto la primera vez con Ana. Uno de ellos era la persona que les trajo el desayuno, parecía no importarle nada de lo que pasara, el otro aparentaba ser un poco mayor a la edad que tenía y mantenía una sonrisa burlona.

–Cuanta agresividad~ –menciona el hombre burlón.

–No me molestes. –replica Ana frunciendo el ceño.

–Uhm... vaya, que linda~ –el sujeto voltea a ver a Ekaterina, se acerca y pasa su mano por el cabello de la chica mientras ella comienza a temblar de miedo.

–¡No la toques! –Ibis se levanta y aleja al hombre dándole una mirada furiosa.

–¿Así que te importa tu amiga? –dice Ana. –¿Por qué no tomas el lugar de ella?

–¿Qué?

–Juan, ¿por qué no te diviertes con la pequeña?

–Yo preferiría a la alta, pero no me quejo de la niña~

Ni Ekaterina ni Ibis entendieron en ese momento a lo que se referían, hasta que el hombre jaló bruscamente a Ibis del brazo lastimándola, tirándola al suelo y subiéndose arriba de ella.

–No pongas esa cara.

–No... –Ibis estaba asustada.

–¡Déjala! –Ekaterina se levantó tratando de quitar al hombre, pero este la golpeó aturdiéndola un poco.

Ibis se abalanzó sobre el hombre para defender a su amiga, pero seguía estando herida por los anteriores golpes, fue entonces que el sujeto le dio un puñetazo en el estómago haciendo que ella vomitara lo poco que alcanzó a comer hace unos momentos.

–Sí que eres ruda.

Volvió a tirar a Ibis al suelo, pero esta vez con más fuerza y subiendo de nuevo arriba de ella. El hombre intentaba besarla y ella trataba de apartarlo.

–Suel...tame... –Ibis comenzaba a llorar, lo que provocó que Ana comenzará a sonreír despreciablemente.

–No hagas esto más difícil. –el hombre metía su mano por debajo de la camisa de Ibis.

–¡Para por favor!

–¿Qué ocurre con la valentía de hace poco? –Ana mostraba una sonrisa retorcida, por fin podía ver a Ibis suplicar de miedo.

–¡Ibis! –Ekaterina iba a intentar ayudar a su amiga.

–Más te vale que pares. –el primer hombre al que habían visto con Ana entró a la habitación.

–Simón... –responde el hombre encima de la chica. –Oh vamos, déjame divertirme un rato.

–Suéltala, ahora.

El sujeto acata la orden y suelta a la menor, quien se aleja de él, Ekaterina sin más abraza a Ibis.

–¡¿Por qué la ayudas?! ¡Te estoy pagando por ella! –réplica la Ana furiosa.

–¡Cierra la boca! Te he dicho que no me importa lo que hagas con ellas, pero lo que quieras hacer, no lo harás aquí. ¿Entendiste? Para eso te conseguimos otro lugar.

–... Sí... –Ana parecía estar calmada, pero aún mantenía su fiera mirada hacia Ibis. –uhm... No siempre tendrás la suerte de tu lado.

Después de eso los secuestradores salieron del sótano. Ibis temblaba y sollozaba mientras se aferraba a Ekaterina quien no dejaba de abrazarla.

–Ibis...

–Vamos... a salir de aquí... como sea...

–... Sí...

Andrey... quiero verte...

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