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Capítulo 38: Temeraria

–¡Agh!

Ibis recibió una patada en el estómago, ella se encontraba en el suelo, con unas cuantas lesiones y con algo de sangre, estaba siendo golpeada por Ana. No se defendía y lo único que hacía era evitar que Ana le diera algún golpe importante.

–¿Qué sucede? ¿No vas a defenderte?

La menor no respondía el golpe, no porque no quisiera, era porque no podía.

–Vamos, así no es divertido. –Ana sujeto a Ibis del cabello, la alzó y la golpeó en la cara.

–¡Ibis! –Ekaterina estaba preocupada, después de todo Ana parecía que se estaba divirtiendo, y así lo hacía.

–Si yo fuera tú, no me movería. –menciona el hombre con el arma a la chica.

La razón por la que Ibis no respondía los golpes de Ana se debía a que Ekaterina estaba siendo apuntada con el arma y no quería que ella saliera lastimada.

–Te ves patética. –Ana sacó su celular y tomó fotos de Ibis. –Sonríe~

–¿Por... qué... haces esto?

–¿Por qué? Tú sabes el porqué. Todo es tu culpa, tú tienes la culpa de todo.

–¿Mi culpa?

–¿Sabías que me había casado con Martín?

–... Sí... Me lo encontré hace poco...

–Ah, ¿entonces también sabes que me divorcié?

–Sí... también me contó que fuiste tú quien estuvo detrás de mi incidente en la universidad...

–Ah... eso, fue muy gracioso. Pero por eso... por ti... él me dejó...

–¿Por mí? Ana, deja de culparme por tus acciones. No te di motivos para odiarme. ¿Y por qué lo haces?

–¿Por qué? Eres molesta. Tú eres a quien todos quieren, te creen tan perfecta. Ibis... no eres más que una molestia.

–Jajaja... –la joven mostró una sonrisa burlona.

–¿Qué es lo gracioso?

–Bueno, es la primera vez que dices mi nombre con honestidad. Y viéndote desde aquí... tú eres la patética.

–¿Qué?

Ibis... ¿qué estás haciendo? –Ekaterina se sorprendió por el comportamiento de ella.

¿Qué es lo que trama esta niña? –el hombre también estaba intrigado.

–Qué triste es tu vida, Ana. Has basado tu existencia alrededor de la mía. Siempre pensando que opaco tu supuesto brillo. Por favor, no te compares conmigo. Lo único que provocas es lastima.

–¡Cierra la boca!

Ana enfureció, ella quería que Ibis se doblegara, quería verla llorar de terror, pero en cambio, se mostraba firme. Le dio una fuerte patada a Ibis que apenas pudo protegerse haciendo que cayera al suelo. Ana la volteó bocarriba y se puso encima de ella, colocó sus manos en el cuello de Ibis, empezando a asfixiarla. Mientras tanto la menor jalaba con poca fuerza la ropa de Ana.

–¿Quién es la que da lástima ahora? ¡¿AH?!

–¡Ibis! –Ekaterina quería ayudarla, pero aún estaba siendo apuntada con el arma. –¡Por favor! ¡Déjala!

–... –el hombre fue tranquilo hacia Ana y la jaló para evitar que terminara sofocando a Ibis. –Tranquilízate.

Ibis se giró, tosió y respiraba con dificultad.

–Esa estúpida me las va a pagar.

–... Sí, pero debes calmarte.

En un momento Ana le quitó el arma al hombre e intentó dispararle a Ibis, pero el sujeto logró jalarla del brazo haciendo que el disparo diera contra la pequeña ventana, rompiéndola.

–¡Maldita sea Ana! –el hombre le arrebató la pistola.

–¿La quieres salvar?

–¡No quiero muertos aquí dentro!

–No creas que te has salvado. – dijo volteando a ver a Ibis y luego se dirigió hacia el hombre. –¿Y por qué no trajeron a Andrey?

Ekaterina e Ibis se sorprendieron al escuchar el nombre del euroasiático.

–Se suponía que debían traerlo con ella. –dice Ana refiriéndose a Ibis.

–¿Andrey? ¿Querías involucrar a Andrey en esto?

–¿Crees que no iba a estar enterada de tu vida? Sé que ambos empezaron una relación. Felicidades, de hecho, quería felicitarlos a ambos aquí. –mostraba una sonrisa maléfica.

–¡No te atrevas a meterlo en esto Ana! ¡Tus problemas los tienes sólo conmigo!

–¡Cierra la boca! Él está involucrado por tu culpa, al igual que esta chica. Recuerda eso, tú los metiste en esto. Debería dispararte ahora mismo.

–¡Basta! No vas a dispararle a nadie en esta casa. Ve arriba. –replica el hombre

–¡Pero!

–¡Ve arriba!

–... –Ana estaba muy enojada, aun así, obedeció al sujeto.

–Ah... –dijo con un suspiro. –Si quieres morir puedes hacerlo tú misma.

Ibis no dejaba de mirar al hombre, estaba observándolo detenidamente, analizándolo. Él se puso en cuclillas y colocó la pistola por debajo del mentón de Ibis, quien aún no quitaba la mirada temeraria.

–Tienes agallas, niña. –dice poniendo una sonrisa. –Quédense tranquilas ¿de acuerdo?

Una vez el hombre salió del sótano Ibis soltó un suspiro pesado.

–¿Estás loca? ¿Qué fue eso? ¿Por qué la provocaste? –Ekaterina se acercó a la pequeña.

–Bueno... –Ibis con esfuerzo se reincorpora para recostarse sobre la pared –necesitaba que estuviera cerca para tomar esto.

–Eso... –la menor logró extraer el celular de Ana. –Olvida la pregunta que te hice... En verdad estás loca.

–Sí, bueno, me lo dicen seguido.

–Esa mujer... dijo que también tenían planeado secuestrar a Andrey...

–... Por el momento no hay que pensar en eso...

–¿Por el momento no hay que pensar en eso? ¡¿Y si le hacen daño por tu culpa?! Esa mujer te odia. Y al parecer quiere hacer lo que sea para dañarte.

–... –Ibis fruncía el ceño de preocupación.

–Es verdad... Todo esto es tu culpa... No traes más que problemas...

–¿Eh?

–Por ti, Andrey está en peligro. Por ti, yo también me vi involucrada.

–Lo siento. Tú saldrás de aquí, y Andrey estará bien.

–Aléjate de él...

–¿Qué?

–¡Aléjate de Andrey! ¿Por qué quieres tenerlo en primer lugar? Si lo que buscas es dinero, puedes quedarte con Gerald, a él también le gustas. Incluso podrías conquistar a su padre, Vladimir. ¿Por qué Andrey?

–Vladimir y Gerald son mis amigos. Además, ninguno de ellos me interesa, yo quiero a Andrey.

–¡¿Por qué?! ¡¿Por qué él?!

–¡Porque me gusta! ¡Me gusta!

–¡A mí también me gusta! ¡Desde que somos niños he estado enamorada de él!

–¡Yo lo quiero más de lo que tú lo quieres!

–¡No pienso perderlo por tu culpa!

–No voy a permitir que le hagan daño, además, Andrey jamás podrá amarte de la manera en que lo deseas.

–¡Escúchame! Por mi altura, pecho y posición social, yo soy mejor pareja para Andrey que una niña pequeña, caprichosa, plana ¡y egoísta como tú!

–¡¿Qué demonios tiene que ver el tamaño de mi pecho?! ¡No soy plana para empezar! ¡Y deja de llamarme niña, soy dos años mayor que tú! –Ibis ocultó su rostro con ambas manos por la frustración del momento. –Demonios Escucha Ekaterina, debemos calmarnos.

–No quieras cambiar el tema.

–Debemos hacerlo, si quieres continuar esta discusión está bien, pero hagámoslo después de que hayamos salido de esto.

–... Tienes razón... Bueno llama a la policía.

–No podemos.

–¿Qué? ¿De qué hablas? Tienes el teléfono, llama.

–No podemos, no tiene señal.

–¿Entonces por qué pasaste todo el problema?

–Bueno... aunque el celular tiene contraseña, nos permite tomar fotos.

–¿Y de qué nos sirve eso? ¿Quieres una selfie antes de morir para mostrar nuestros últimos momentos de vida?

–... No... Pero tú eres alta y esa caja es lo suficientemente firme para soportarte, puedes alcanzarte por la ventana, está rota y así tomarás las fotos. Cómo es de noche, podemos esperar a mañana para hacerlo y ver mejor.

–No entiendo para qué.

–Porque así podemos ver mejor donde estamos.

–Ya veo, debo admitir que eres ingeniosa.

–Gracias, mientras podemos escribir una nota de quien es la que nos secuestró, en caso de encontrar una forma de enviarla.

–¿Y cómo lo harás?

–Bueno... tenemos este papel que encontré y este palito que puede funcionar como lápiz. Y como tinta, tenemos esto. –dice Ibis rozando con su dedo la sangre que tenía en su cabeza.

Qué tétrico... ¿Y cómo la entregaras?

–Aun no pienso esa parte del plan, pero ya se me ocurrirá algo. Sólo espero que Ana no se dé cuenta ahora de que no tiene su teléfono. Bien vamos a descansar un poco.

–¿Estarás bien?

–Sí, sólo debo descansar. – dice recostándose con un poco de dificultad sobre el suelo. –Estaremos bien Ekaterina, además, él volverá mañana. No se va a quedar sin hacer nada cuando sepa lo que ocurrió conmigo.

–¿Él? ¿Quién es él? ¿Ibis?

La joven estaba muy cansada, así que se quedó dormida en el instante en que cerró sus ojos.

–Creo que empiezo a entender... que fue lo que te atrajo de ella... –Ekaterina puso una sonrisa triste, y luego se recostó al lado de Ibis a dormir.

Mientras tanto, todos los demás estaban preocupados por Ibis y Ekaterina, Andrey estaba con la familia de su amada.

–Lo siento... No estuve con ella cuando pasó... –mencionó Andrey preocupado.

–No fue tu culpa. –dijo el padre de Ibis quien guardaba la compostura para ser el apoyo emocional de la familia. –Una vez que él llegue, empezaremos la búsqueda de Ibis. ¿Quieres ayudarnos?

–¡Claro! –el joven no lo pensó dos veces, era obvio que haría lo que fuera por encontrarla –¿Él?

Fue en ese momento que un adulto joven de 36 años llegó a la puerta de la familia de Ibis. Parecía preocupado y enojado, tenía puesto un traje militar

–Brandon. Llegaste antes. –habla el padre Ibis.

–Por supuesto, después de que me dijiste lo de Ibis, no iba a quedarme quieto.

¿Quién es él? –se preguntaba el euroasiático.

–¿Quién es este chico? –pregunta Brandon alzando una ceja.

Hace los mismos gestos que Ibis...

–Es el novio de Ibis. –responde el padre.

–¿Novio? Ella no está en edad para tener novio. Y menos si es alguien que no conozco.

–... ¿Qué no tiene edad? – Andrey no entendía quién era el sujeto así que volteó a ver al padre de Ibis. –Señor, ¿quién es?

–Es mi hijo mayor.

–¿El hermano de Ibis?

La persona que tanto ansiaba ver Ibis había llegado, su hermano, alguien con un instinto sobreprotector, pero gentil, aunque esto último nadie podría notarlo por el aura aciaga que se sentía proviniendo del hombre.

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