Capítulo 37: Reencuentro
–Ibis~
–An-Andrey... –la joven dio un pequeño salto, pues el euroasiático la abrazó por la espalda.
Faltaba media hora para la hora del almuerzo, y Andrey quería ir a comer con ella.
–Tengamos una pequeña cita en el almuerzo.
–Ah, jaja, cla-claro... –la voz de Ibis sonaba nerviosa y provocaba en el mayor una pequeña risa por lo tierna que le parecía.
–De acuerdo. Te veo al rato. –se despidió de la menor con un beso lento en su mejilla.
–Te veo luego. –Ibis sonreía nerviosa mientras jugueteaba con sus dedos.
Una vez se fue Andrey, Ibis fue al ascensor y bajó hasta el primer piso, salió de la empresa y se dirigió a una cafetería que se encontraba frente al edificio. En ese lugar estaba Vladimir, quien acostumbraba a almorzar ahí.
–Provecho. –menciona la menor.
–Gracias. –responde Vladimir con una sonrisa. –¿Gustas sentarte?
–No, está bien, al rato iré a almorzar con Andrey.
–Oh, ¿y qué te trae aquí? ¿Vienes a decirme que encontraste la respuesta?
–Sí, bueno, sobre eso quería hablarte... No. No encontré la respuesta. Y la verdad no creo que la vaya a encontrar, al menos no ahora.
–¿Entonces? –pregunta antes de beber un poco de su café.
–No sé qué ni porqué debo cambiar. Andrey y yo... nosotros apenas comenzamos la relación, nos conoceremos y mejoraremos como pareja. Y él me acepta como soy, para mí, eso es suficiente.
–Ibis...
–Déjame continuar. Sé que deseas lo mejor para Andrey, es tu hijo después de todo, pero él me quiere y yo a él. No quiero perder tu amistad. Pero... tampoco quiero perder a Andrey. No voy a soltarlo.
–... –Vladimir no pudo evitar soltar una risa alegre.
–¿Qué es tan gracioso?
–Bueno, es que ni siquiera puedes darte cuenta, pero ya comenzaste.
–¿Qué? –Ibis miraba confundida al mayor, no lograba entender nada.
–Me siento realmente feliz por ustedes dos. Siempre los he apoyado y deseaba que realmente se hicieran pareja.
–¿Y qué pasa con la boda con Ekaterina?
–¿En verdad crees que obligaría a alguno de mis hijos a casarse sin su consentimiento con alguien a quien no aman? Sólo quería hacerte entender. Pero ya no hace falta.
–Pero... ¿y los preparativos?
–Nunca se empezó nada. Ni siquiera se reservó fechas ni lugares.
–Entonces... ¿Ekaterina también estaba fingiendo?
–No, ella creía que en verdad habría boda.
–... Eso... ¿no crees que es cruel? ¿Qué pasa con su familia? ¿Y los invitados?
–Con su familia no hay problema, su padre estaba enterado de esto y estaba de acuerdo, de hecho, también era una lección para ella. Y los invitados, me aseguré de que ella no hiciera un anuncio para evitarle la pena.
–...
–Tranquila, de hecho, he citado a Ekaterina aquí para hablar sobre eso y explicarle todo. No debería de tardar en aparecer. ¿Te quieres quedarte? –menciona con una sonrisa burlona.
–... En verdad no te comprendo... Eh, bueno... yo... no me quedaré, ya casi es la hora de almuerzo y tengo una... cita con Andrey...
–Uh~ diviértanse.
–Hasta luego... –se despide sonrojada.
–Ibis... Me encantaría poder seguir manteniendo nuestra amistad.
–... –la pequeña sonrió –Por supuesto.
Cuando iba saliendo de la cafetería, Ibis recibió una llamada de su madre.
–Hola Mamá.
–Hola hija, lamento llamarte en horas de trabajo, pero hay algo que tenías que saber.
–¿Pasó algo? ¿Mis hermanas y mi papá están bien? ¿Acaso ocurrió algo con...? –antes de que ella pudiera terminar su pregunta, su madre la interrumpió.
–Tranquila hija, no ocurrió nada malo, al contrario, es una buena noticia.
–Ah, gracias a Dios. ¿Qué es?
–Él volverá. Llegará mañana.
–¿En verdad? –Ibis estaba muy feliz de escuchar eso. –Ya quiero verlo, debemos hacer una fiesta. Debemos cocinarle un pastel.
–Hija, hija, jajaja cálmate, le daremos una gran bienvenida.
–¡Sí! Cuando salga del trabajo compraré algunas cosas.
Después de eso la llamada terminó, e Ibis se encontraba aún más feliz, porque llegaría alguien muy importante para ella. Ya con eso, la menor cruzó la calle y al llegar a la acera notó que Ekaterina se acercaba. Quería evitarla pues por la mirada de la contraria era obvio que se dirigía hacia ella, así que trató de rodearla.
–Un momento. –Ekaterina la alcanzó y la tomó del brazo. –No te vas a ir así de fácil.
–Jaja... ho-hola... –dijo poniendo una sonrisa forzada.
–Quita esa sonrisa. No creas que has ganado. Andrey está contigo por capricho, en cuanto se dé cuenta que ustedes no son iguales, él volverá conmigo.
–Bueno... No es como que hubiera tenido algo contigo desde un principio... –el decir eso hizo que Ekaterina la mirada enojada.
Dentro de la cafetería Vladimir se dio cuenta de que las chicas estaban al otro lado de la calle, así que pidió la cuenta para salir y evitar que hubiera una pelea, si bien sabía que Ibis no la comenzaría, Ekaterina sí, e Ibis no se quedaría sin defenderse.
Sin embargo, una camioneta cerrada de carga frenó repentinamente al lado de las chicas, del vehículo bajaron 3 sujetos encapuchados, uno tomó sin dificultad a Ekaterina, otro intentó someter a Ibis, pero fue golpeado por ella, se estaba defendiendo e intentaba ayudar a la euroasiática, cosa que pudo haber logrado de no ser porque uno de los sujetos inyectó algo en Ibis que la hizo perder el conocimiento, haciendo que lograran meterla dentro de la camioneta junto con Ekaterina.
Aunque Vladimir se apresuró a ayudarlas, estos ya se habían marchado, así que tomó su celular y llamó a la policía.
–Gerald. ¿Has visto a Ibis? –Andrey la buscaba para almorzar.
–No desde que la vi entrar al ascensor.
–Ya veo... ¿A dónde fue? –se preguntaba mientras veía por la ventana. Fue entonces que observó patrullas en la entrada del edificio. –¿Qué habrá pasado?
–¿Eh? Ah, no lo sé... Oye, papá está allí.
–¿Qué?
–Vamos a ver qué ocurrió.
Ambos se dirigieron para saber qué había pasado.
–Padre ¿qué ocurrió? –preguntó Gerald.
–¿Por qué hay patrullas aquí? –Andrey observaba a su alrededor.
–... Andrey... escucha. Antes que nada, no debes desesperarte.
–¿De qué hablas?
–Ibis... fue secuestrada junto con Ekaterina.
El mediano se alteró, quería respuestas, Vladimir y Gerald trataban de calmarlo.
–¡Andrey! Trata de tranquilízate. –Gerald tenía agarrado de los hombros a su hermano.
–¡¿Cómo pides que me tranquilice?! ¡Ibis fue secuestrada!
–¡Andrey! –Vladimir alzó la voz haciendo que ambos se callaran. –Entiendo cómo te sientes, pero no podemos alterarnos, debemos estar tranquilos. ¿De acuerdo?
–Sí... –los hermanos respondieron, pero era notorio la preocupación de ambos.
–Bien, tengo que dar declaración de esto, pero comenzaran la búsqueda de inmediato. Ustedes avisen a la familia de Ibis y Ekaterina. No le mencionen esto a Makari.
Mientras tanto, la camioneta había parado en un lugar que al parecer estaba abandonado ubicado fuera de la ciudad, una casa habitación residencial rodeada de maleza un poco alta. Los sujetos empujaron a Ekaterina, le habían vendado los ojos, ella lloraba y rogaba por ser libre. Ibis seguía inconsciente, la llevaron cargando al interior de la casa, pasaron la sala llegando hasta la cocina, ahí había una puerta con un candado de código que estaba oculta detrás de una alacena que podía ser movida, un escondite. La puerta era la entrada al sótano, así que metieron la clave en el candado, abrieron la puerta y llevaron a las chicas hacia abajo, el espacio parecía estar ambientado como una habitación minimalista con ventanas falsas, pero había una pequeña, muy pequeña ventana que se encontraba cerrada.
El anochecer estaba llegando, Ibis comenzaba a despertar, estaba somnolienta y un poco mareada.
–Agh... ¿Qué ocurrió? ¡Es verdad! Nos estaban secuestrando.
Ibis comenzó a ver a su alrededor y observó que no había nadie, excepto Ekaterina, los secuestradores sólo las habían dejado allí por el momento.
–Ekaterina... –la chica se acercó e intentó quitarle la venda de los ojos, pero la contraria estaba asustada.
–¡No! ¡Alejate! –ella comenzó a forcejear, Ibis tuvo que someterla para tranquilizarla.
–Cálmate, soy Ibis.
–¿Ibis?
–Te quitaré esto. –Ibis le quitó la venda y le mostró una sonrisa. –Ya está, lamento haberte asustado.
–Tengo miedo... –Ekaterina volvió a llorar.
–Lo sé... yo también. Pero ¡hey! Estamos juntas. Al menos tienes a alguien conocido con quien pasarla ¿no?
–¿Cómo puedes estar alegre en esta situación?
–Sólo trato de que no te desesperes, lo mejor que podemos hacer ahora es estar calmadas y analizar nuestras opciones. –dice quitando algunas lágrimas del rostro de la rubia.
–Ya veo...
–Por cierto ¿sabes dónde estamos?
–No, desde que nos metieron en el auto me vendaron los ojos.
–Uhm... ¿Y durante el camino que escuchaste?
–¿Por qué preguntas?
–Bueno, yo estuve inconsciente todo el tiempo, que describas los ruidos que escuchaste en el camino puede que nos dé una idea de donde nos encontramos.
–Eh... al principio se escuchaban muchos autos y luego ya no. Yo... no... no recuerdo.
–Tranquila. – Ibis tomó el rostro de Ekaterina y sonrió. –Estoy aquí, haremos esto con calma. Primero cuéntame cada ruido o sonido desde que entraste al auto hasta el momento en que llegamos aquí.
La mayor asintió y con calma describió lo que escuchó. Como dijo al principio escuchaba el sonido de los autos, notando que estaban en la ciudad, luego ese ruido fue disminuyendo hasta que casi no había ninguno, Ekaterina logró identificar cantos religiosos, haciendo alusión que pasaron cerca de una iglesia o templo, también pudo identificar sonidos de vías ferroviarias.
–Lo siento... No recuerdo mucho.
–Está bien Ekaterina. Dime, ¿los que nos trajeron aquí hablaron de algo en el camino?
–Creo que uno de ellos hablaba por teléfono, dijo algo que no entendí, aun no reconozco algunas cosas en español.
–Está bien, ¿puedes recordar lo que dijeron?
–Eh... que recogieron el paquete con un extra.
–Bien, por paquete es obvio que se referían a una de nosotras.
–¿Y lo demás?
–Qué la otra no estaba en los planes.
–Así que te secuestraron a ti también por estar conmigo.
–¿Por qué crees que te buscan a ti?
–¿Por qué lo preguntas? ¿Quién te va a secuestrar a ti? Mi familia tiene dinero.
–Buen punto. –Ibis seguía mirando el lugar e inspeccionándolo –Ventanas falsas...
–¿Para qué quieres tener ventanas falsas si vas a vivir en un sótano?
–Para no sentir tanto la sensación de estar bajo tierra. –Ibis notó la pequeña ventana. –Oh, mira. Rápido ayúdame a subir.
–¿No me digas que quieres tratar de salir por ahí? Es cierto que eres muy pequeña, pero por favor, es una ventana que sólo pueden pasar por ahí un gato o un perro pequeño como un chihuahua.
–Primero, no soy tan pequeña, tengo una estatura normal. Segundo, no soy tonta para pensar en que puedo pasar por ahí. Y tercero, solo quiero ver si puedo identificar donde estamos. Así que ayúdame.
–De acuerdo...
Ekaterina junto sus manos para que Ibis pudiera pararse sobre ellas y lograr ver hacia afuera.
–Parecer ser que estamos en un lugar un poco desolado... pero puedo notar luces a lo lejos...
–¿Ya terminaste? Me estoy cansando...
–Sí, puedes bajarme. Si logramos salir de aquí sólo hay que dirigirnos hacia allá por ayuda.
–¿Y cómo vamos salir para empezar?
–Ya se nos ocurrirá algo.
Por el momento Ibis no haría nada, ya que no sólo no sabía en qué lugar exacto se encontraba, sino que no podía actuar debido a que no conocía cuantas personas estaban fuera del sótano y si estaban armadas, tampoco descartaba la opción de que ella no saldría ilesa si fue llevada como daño colateral por estar cerca de Ekaterina.
–Un momento... –Ibis se cuestionó algo que había pasado por alto.
–¿Qué ocurre?
–A mí me inyectaron algo para que estuviera inconsciente.
–¿Y? ¿Qué ocurre con eso? Tú te resistías.
–Sí, pero hay algo raro, si se suponía que era a ti a quien buscaban ¿Por qué no gastaron esa inyección en ti desde el comienzo?
–Porque tú te resististe.
–Aun así, hay algo que no me cuadra... –dijo mientras aun pensaba en ese detalle.
Mientras Ibis trataba de atar los puntos, alguien abrió la puerta del sótano y se escuchaban pasos que bajaban las escaleras. Ibis retrocedió con Ekaterina manteniéndola atrás de ella.
Quienes bajaron fueron dos personas, un hombre de unos 25 años aproximadamente, con tatuajes en los brazos, cabello corto, pelirrojo y con unas cuantas perforaciones en el rostro, él tenía un arma en la mano y estaba fumando. La otra persona era una mujer, vestía ropa holgada, rubia y su cabello estaba recogido con una cola de caballo, esa mujer no era una desconocida, no para Ibis.
–Hola enana. –dijo la mujer con tono burlón y una mirada de satisfacción al ver a Ibis metida en el sótano.
–¿Qué? ¿Por qué estás aquí? Ana...
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