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Capítulo 3: Comienzo

**Hace 1 año y 6 meses**

Una chica con un recorrido sin rumbo alguno, sólo caminaba para poder calmar su mente de los problemas y pensamientos que le atormentaban, transitaba las calles de la ciudad sin prestar atención a las personas que había a su alrededor o al paisaje de los parques por las que cruzaba. En cuanto se dio cuenta ya había ido al otro lado de la ciudad, había llegado a un parque con un pequeño bosque al lado de un rio cuya corriente y profundidad era suficiente para que un cuerpo pudiera perderse un tiempo.

Oh vaya, me alejé mucho de la ciudad y sin siquiera darme cuenta. Al percatarme del bosque decido entrar, algo en él era como si me llamara, el olor de la tierra, la corriente de aire era suave, tranquilo. Visualizo el rio en cuanto más me acerco a la orilla, y en poco tiempo, escucho cierto sonido familiar, un sonido que suelo escuchar cuando algo está demasiado tranquilo. Un búho, el canto de un búho, es algo común cuando estas en un bosque, es normal, es su habitad natural, pero no podía divisar a uno en el tiempo que estaba dentro del bosque.

Llegó a la orilla del rio el cual sólo era separado por un barandal para precaución de los que llegaran hasta ahí. La chica posa sus manos sobre el barandal, y los aprieta, ya tenía una idea de lo que no quería hacer, pero cuyo sentimiento se apoderaba más y más de ella. Se decidió a cruzar la línea, las lágrimas brotaron y rodaron por sus mejillas, no quería, pero no encontraba un motivo para no hacerlo. Secó las lágrimas y antes de que saltara la barda, volvió a escuchar el canto del búho que provenía de una sola dirección.

Al voltear la vista pudo divisar un puente, era como una versión pequeña del Golden Gate, y en él había un hombre que parecía tener unos 40 y tantos, quien miraba fijamente al agua.

Ese hombre... ¿Qué esta...? Sus... ojos... Su mirada es como... Rápidamente me olvidé de lo que hacía y me apresuro a acercarme al hombre, quien ya se encontraba en la orilla dispuesto a hacer lo que hace unos instantes yo estaba a punto de hacer. Corrí, pues era claro que iba a hacerlo, el hombre saltó y en un acto desesperado, lo tomé del brazo, pero era grande, así que me llevó con él, lo único que pude hacer era sostenerme de un barrote con mi brazo izquierdo a la vez que con el derecho no soltaba al hombre.

-¿Pero qué? ¿Qué estás haciendo? ¿Quién eres tú? -el hombre estaba evidentemente sorprendido por lo que pasó -¿Estás loca acaso? ¿Por qué tratas de salvarme?

-Tú... haces muchas preguntas, amigo... -habló con dificultad, pues era simple, el hombre misterioso era pesado. -¿No quieres ayudarme subiendo de nuevo? -dice soltando una pequeña burla como "calmando" la situación.

-¿Por qué lo haces?

-Y yo que sé, sólo te vi y mi cuerpo se movió solo -dijo ya un poco alterada, estaba sintiendo que perdía fuerza. -Aunque pudo haber sido que me reflejé en ti. Amigo... dime ¿tienes familia? -mencionó suavizando la voz haciendo una conversación como si no estuvieran colgando de un puente

-¿Qué? -la mente del hombre no podía creer esto, la chica estaba tratando de sostener una conversación amistosa.

-Qué si tienes familia, sordo. -respondió aun sin perder la voz amistosa -¿Esposa? ¿Hijos? ¿Novia o novio?

-... Mi esposa murió hace tiempo y tengo tres hijos.

-Lamento lo de tu esposa, ¿qué edad tienen tus hijos?

-22, 17 y 3.

-Vaya, tienes dos escuincles muy chicos... Bueno, yo no tengo hijos ni pareja, pero si tengo padres y como hija te digo que perder a alguno de esta forma sería muy dolorosa sin importar la edad. No les hagas esto, especialmente a los dos menores. Ya perdieron a su madre, no les arrebates la presencia de su padre.

-¡Tú no sabes nada de mí o de mi familia! ¡Suéltame o te irás conmigo! -el hombre soltó lágrimas, era notorio que cargaba algo pesado.

-¡JA! Entonces hazlo, ¿o subes conmigo o nos morimos ambos? Pero no pienso soltarte.

-¿Por qué...?

-Porque... ¿Por qué lo hago? -bajó la mirada para verlo y mostró una gran sonrisa. -no quiero que pierdas de esta manera.

Siento un agarre en mi brazo, el hombre se aferró a no caer, así que empleé toda mi fuerza en alzarlo hasta hacer que alcanzara el barrote del barandal, él pudo subir, se colocó al otro lado y me ayudó a estar arriba también. Una vez estando a salvo, me desplomé en el suelo mirando al cielo.

-Estas muy loca ¿lo sabías?

-... -hubo un silencio por un corto tiempo -El cielo es bonito.

-¿Qué? -pregunta con cierta confusión.

-El cielo. ¿Alguna vez te has parado a mirarlo?

-¿El cielo? -el hombre alza la vista y contempló lo grande y azul que este era, tan tranquilo y majestuoso. -Es verdad... creo que... nunca le miré... -el sijeto decide recostarse también para apreciar mejor aquella espectacular vista.

Ambas personas se mantienen con la mirada al cielo, viendo las nubes, aves, mariposas pasar a su vista con la suave brisa envolviéndolos y a la vez que se les cruza un pensamiento en sus cabezas "¿Cuándo fue la última vez que mire al cielo? No lo recuerdo... ah sí... es verdad, fue cuando era niño".

-Niña. ¿Cuál es tu nombre?

-No soy una niña, sólo soy baja de estatura, tengo 20 años ¿sabes? -dice haciendo un pequeño puchero. -Mi nombre es Ibis. ¿Y el tuyo?

-Soy Vladimir... Gracias Ibis. -mencionó soltando un suspiro.

-No hay nada que agradecer Vladimir. Es un placer conocerte.

-El placer fue mío. -eijo poniendo una ligera sonrisa.

"El canto de los búhos anuncia desgracias". Hasta donde yo lo veo, su canto fue el que nos salvó a ambos.

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