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Capítulo 20: Gracias

–Hola mamá. –Ibis salió de la habitación ofreciendo una pequeña sonrisa a su madre. –Perdóname por hacer que tú y los demás se preocuparan.

–¡Mi vida! –su madre simplemente la abrazó fuerte mientras unas lágrimas de felicidad brotaban de sus ojos al ver que su hija había salido de la habitación. –Nosotros te amamos tanto.

–Lo sé... perdóname. –Ibis no podía hacer más que corresponder el tierno abrazo.

–Mi niña, no hay nada de lo que deba perdonarte. –volta a ver a Vladimir. –Muchas gracias.

–Señora, no hay nada que agradecer. Solamente ayude a una amiga. –ofreciendo una sonrisa. –Tal vez podría prepararle algo de comer, ella saldrá un momento conmigo.

–¿Salir? ¿A dónde?

–Volveré al psicólogo, mamá, Vladimir agendó una cita para hoy. –responde la menor.

–¿Quieres que te acompañe?

–No, está bien, iré con Vladimir. Además necesito que te quedes para que le expliques a papá y a mis hermanas cuando vuelvan.

–No se preocupe. Estaré con ella. –añade Vladimir.

–Muy bien, –dice acariciando la mejilla de su hija –por favor, cuídamela...

–Tiene mi palabra que así será.

Después de que Ibis comiera un poco, fue con Vladimir en auto hasta el consultorio del psicólogo.

–Curioso... antes era yo quien esperaba por ti. –atina a decir Ibis.

–A veces los papeles se invierte. Anda, yo te esperaré aquí.

Una vez dentro del consultorio Ibis se acomodó y comenzó a hablar con el especialista, exteriorizando sus sentimientos, miedos, inseguridades, su pasado sobre su presente, derramando lágrimas y comenzando el proceso para sanar una vez más.

Al terminar la sesión y salir del consultorio, Vladimir se encontraba esperándola. El psicólogo pidió hablar con Vladimir a solas. Cuando terminaron, Ibis y Vladimir subieron al auto y se fueron.

–¿Qué te dijo?

–Que lo hiciste muy bien, dijo que sería bueno que hicieras alguna actividad para mantenerte animada.

–Ya veo... –la mirada de Ibis se posó en un lugar. –¿Puedes parar aquí?

–¿Qué pare?

–Sí.

Al estacionarse, el mayor reconoció el lugar.

–Ibis... Aquí fue donde...

–Donde nos conocimos.

–¿Por qué paramos?

–Siempre los escuchó. –Ibis comenzó a caminar hacia el interior del bosque.

–Espera –Vladimir la siguió.

–Descuida... no voy a lanzarme ni nada parecido.

–¿A qué te refieres cuando dices que siempre los escuchas?

–Todos los días, antes de despertar, a la misma hora, 7 de la mañana o cuando estoy en la oscuridad o lugares cerrados... Aunque no haya alguno cerca, los escucho.

–¿Aunque no haya alguno cerca?

–Los búhos, su canto. Al parecer quede con una especie de trauma por lo de mi pasado.

–...

–Jaja, lo sabes ¿no es así? Estoy seguro que mi familia le contó a Andrey y él te lo dijo a ti. No me molesta.

–Lo siento.

–¿Por qué?

–No lo sabía, y no lo averigüé antes, si lo hubiera sabido... entonces...

–JAJAJA –Ibis soltó una carcajada –Yo lo mantuve en secreto.

–Sí, pero...

–Gracias. –Ibis puso una enorme sonrisa.

–No tienes que agradecer nada.

–Me gustaría regresar al trabajo.

–Siempre tendrás un lugar ahí. Y... Andrey te está esperando.

–Gracias. –dice poniendo una sonrisa.

–Ahora eres tú quien no para de agradecer.

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