Capítulo 6: En garde!
Salir del armario ante Iris y Maggie fue tan difícil como Allison lo había esperado, pero una vez las palabras dejaron su boca, nuevamente el peso de un elefante fue removido de sus hombros. Hasta llegó a respirar mejor, después de escupir aquella confesión con su voz baja y temblorosa.
Pero no lo hizo de inmediato. Primero, ella les dio a ambas el mismo trasfondo que le había dado a Hannah respecto a sus crushes y experiencias, aunque un poco más resumido. Luego, hizo el anuncio en sí, sin lograr mirarlas a los ojos ni parar de jugar con sus pulseras. Tampoco fue capaz de decir la palabra "lesbiana" aún, pero al menos logró hacer claro su punto: solo le gustaban las chicas.
Para su alivio, la reacción de sus amigas fue positiva. Y en retrospectiva, como su hermana había mencionado la madrugada anterior, era bastante obvio que lo sería.
—Ally... Nosotras medio que ya lo sospechábamos —Maggie comentó con una mueca incierta, que mezclaba tanto su miedo a ofender a la porrista, como sus ganas de reírse de la situación.
—¿Cómo así, "ya lo sospechaban"? —Allison cruzó los brazos y al instante subió la mirada.
—Bueno, nunca has tenido novios, ni has demostrado mucho interés en chicos —Iris se encogió de hombros.
—Siempre te veías incómoda y fuera de lugar cuando nosotras hablábamos sobre nuestros crushes.
—No eres muy buena escondiendo las miradas que les das a las chicas que te atraen tampoco.
—Una vez derramaste tu vaso de limonada sobre Hannah porque una camarera bonita coqueteó contigo...
Allison abrió la boca para defenderse, pero sus amigas continuaron exponiéndola:
—Tu fondo de pantalla es una foto de Phoebe Bridgers de traje y corbata.
—¿Qué tiene Phoebe Bridgers? —ella preguntó, confundida y asombrada.
—Oooh, ¡tu viejo crush en Elizabeth Swan! —Iris exclamó y Maggie se rio, concordando con la cabeza—. ¡Incluso te disfrazaste de ella para Halloween un año!...
—Okay, ya... Entiendo.
—Siempre has sido misteriosamente buena jugando Jenga...
—¡OKAY! —Allison alzó sus cejas y terminó la charla con una carcajada nerviosa—. ¡Suficiente por hoy! ¡Me voy!
—¡Sin un abrazo no! —Maggie se levantó del tronco caído donde estaba sentada junto a Iris y la atrapó, antes de que pudiera escaparse por el bosque.
—¡Me uno! —la otra joven exclamó, lanzándose encima de las dos.
—¡Ya, ya! ¡Suéltenme!
—Nope.
La porrista gruñó e intentó separarse de sus amigas, pero las chicas siguieron aplastándola en su sándwich humano. Las tres se rieron cuando eventualmente Allison logró huir de su cariño excesivo, y luego jugaron a las carreras entre los pinos, mientras se dirigían al comedor del campamento.
Al llegar allí dieron de cara con Taylor y sus colegas, quien en vez de hacer algún comentario sarcástico o lanzarles uno de sus clásicos chistes de mal gusto, simplemente las saludó y les informó sobre el acuerdo hecho con Hannah:
—Hoy a las seis de la tarde, equipo magenta versus el naranjo, en el Gran Campo. Traigan pistolas de agua.
—¿Qué? —Allison se rio y alzó una ceja—. ¿Por qué?
—Es nuestra última batalla —la atleta comentó con una seriedad cómica, antes de entrar al comedor y digerirse a su mesa.
Al mismo tiempo, la porrista fue a buscar a su gemela, para entender qué diablos estaba pasando ahora. Al parecer, lo que Taylor le había dicho era cien por ciento verdad. Las dos habían aceptado tener un conflicto final antes de enterrar su enemistad de una vez por todas.
—Yo y los chiques ya nos organizamos —Hannah señaló a sus colegas de equipo—. Vamos a llevar pistolas de agua, globos, y también botellas. Será todo un espectáculo.
—Creí que su choque de egos terminaría con una conversación, pero esto también sirve, supongo —Allison hizo una mueca y se encogió de hombros—. ¿Los monitores saben de esto?
—Obvio que no.
—Excelente, más problemas para nosotros.
—Es nuestro último año aquí, da lo mismo.
—¿De verdad no te importaría perder puntos para el campeonato?
—¿Sinceramente?... Mientras le ganemos a los del equipo naranja hoy, nada más me importa.
La porrista sonrió y sacudió la cabeza, encontrando el comportamiento irreprochable de su hermana hilarante, como de costumbre.
—¿Y cómo te fue con las chicas? —la bajista preguntó, mientras ambas giraban las cabezas para buscar a Iris y Maggie en la muchedumbre del comedor.
Las dos habían ido a la mesa vecina, del equipo azul, a hablar con unos amigos suyos y se estaban riendo a carcajadas de algo.
—Como tú misma lo dijiste, nada muy dramático pasó. Así que todo fue bien.
—¿Viste?
—Sí, sí... lo sé. Tenías razón.
—Como siempre.
—Claro —Allison giró los ojos—. Solo espero que con mis propias amigas allá del colegio la reacción sea parecida —añadió, con un tono que de pronto se volvió incierto y angustiado.
—Si no lo es, no te merecen a ti como amiga —Hannah respondió, dándole un empujoncito con el hombro a su gemela.
—Tal vez... pero igual no quiero perderlas. Y siento que eso pasará.
—No lo sabrás hasta que le digas que eres... ya sabes —La estratega se censuró, sabiendo que estaban en un lugar público—. Así que no sufras por adelantado.
—Eso es un poco difícil de hacer cuando tienes un cerebro como el mío.
—Tenemos el mismo cerebro, solo que funcionan en velocidades distintas —Hannah comentó, sacándole una risa corta y desanimada del pecho—. Y como una pensadora excesiva, te lo repito: Espera que el momento llegue y las cosas pasen. Después entras en pánico.
Allison no encontró una respuesta buena lo suficiente que darle, así que se quedó quieta y aceptó su consejo —que, con toda sinceridad, sí era muy bueno—. Teorizar y desesperarse por un futuro que no estaba para nada asegurado era ridículo. Tenía que concentrarse en el ahora.
Así que eso hizo. Junto a sus colegas desayunó, se rio de sus planes alocados para vencer al equipo naranjo, y una vez la corneta sonó, se despidió de todas con una sonrisa genuinamente alegre, para ir a practicar su primera actividad de la mañana: Esgrima. Tomó sus cosas y comenzó a recorrer los senderos del campamento, rodeado de pinos, arbustos, y árboles milenarios. Se metió sus audífonos en las orejas mientras caminaba, y en algún punto —al creer que estaba sola por donde pasaba—, comenzó a bailar mientras se movía.
En su defensa, la playlist de Spotify que una de sus amigas porristas le había compartido la semana anterior era fantástica. Estaba llena de clásicos sententeros y ochenteros, y al oír "Dancing In the Dark" de Bruce Springsteen tocar, le resultó físicamente imposible quedarse quieta.
No percibió que, a unos pocos metros de distancia, alguien la había estado siguiendo desde el comedor.
Una muchacha alta, de hombros anchos y piernas musculosas, piel marrón, y un cabello negro y voluminoso, que la noche anterior casi le había dado un paro cardíaco en las afueras de su cabaña.
Taylor, con sus propios audífonos puestos, escuchaba una playlist de hits de los 2000 que su hermano mayor le había hecho unos años atrás. "On Melancholy Hill" era la canción que estaba reventando sus oídos en el momento que Allison comenzó a bailar.
Los géneros de ambas composiciones no encajaban en lo absoluto. El ritmo tampoco. La melodía, mucho menos. Por lo tanto, la escena a la jugadora de Rugby le resultó cómica. Al sacarse los audífonos de la oreja, el silencio de aquel tramo del campamento solo empeoró sus ganas de reír.
Allison bailaba bien. Muy bien. Pero cualquier persona, por más coordinada que sea, al moverse al vaivén de una melodía inexistente se ve un poco ridícula.
Taylor sacudió la cabeza, intentó controlarse, y se acercó a la chica para anunciar su presencia y tal vez conversar un poco con ella mientras caminaban. Pero entre su súbita decisión de aproximarse y los pasos espontáneos de la porrista, acabó siendo golpeada en lleno por un codazo, derecho al estómago.
Allison soltó un chillido de terror, por el susto que se llevó. Taylor soltó un quejido de dolor y en seguida se rio del accidente.
—¡Dios mío! ¡¿Estás bien?!
—S-Sí... —La estratega se enderezó con la ayuda de la otra joven—. Pero mi h-hígado probablemente no...
—Ay, perdón.
—Es una broma, Parker.
La porrista exhaló, aliviada. Se quitó los audífonos de las orejas y continuó caminando junto a Taylor.
—¿Qué haces por aquí, en todo caso?
—Voy a clases de esgrima.
—Verdad, que también tenemos esa actividad en común.
—¿Y cómo sabes eso? – la atleta alzó una ceja.
—Bueno, ahora que tú y Hannah se llevan un poco mejor, creo que no hay problema si te lo cuento; ella se inscribió en casi todas las mismas actividades que tú, pero me obligó a mí a meterme a natación y esgrima porque sabe que no le va bien en ninguna de las dos.
—Ah, ¿entonces me vienes a espiar?
—No a espiar... Más bien a aplastar en los puntajes.
—En tus sueños, tal vez.
En vez de enojarse, las dos se rieron.
—En esgrima, tal vez pierda, lo admito. En natación... veremos.
—¿Siquiera has hecho esgrima en los años anteriores?
—No. Solía competir en la categoría de gimnasia. Los horarios coinciden.
—¡Verdad! —Taylor exclamó—. Me acuerdo de verte aplastar a las chicas de mi equipo en la final del año pasado... No sé hasta hoy cómo lograste ser tan buena en el caballo con arcos.
—Gracias. Y también me acuerdo bien de ese día. De verdad pensé que me ibas a pegar. Te pusiste súper roja cuando los jueces presentaron los resultados finales, y cerraste tus manos en puños como un bebé enfadado. Fue chistoso, pero también me diste miedo.
—Ah, ¿así que me estabas mirando, Parker?
—Obvio, Merrick —Allison contestó, sonriendo—. Eras enemiga de mi hermana y por asociación, mía. Tenía que estar pendiente de tus reacciones. ¿Me vas a decir que también no nos estabas espiando?
—No soy mentirosa, así que no. No lo haré —Taylor sacudió la cabeza—. Siempre las estoy espiando.
—No sé si eso debería halagarme o asustarme.
—Tal vez los dos.
Ambas chicas se rieron de nuevo y siguieron caminando, haciendo una pequeña pausa en su charla para beber un poco de agua. Había varios grifos esparcidos por todo el campamento, y aunque beber directamente de ellos sin calentar el agua no era recomendado por los monitores, las campistas lo hacían de todas formas.
Allison juntó sus manos y con ellas hizo un cuenco improvisado, al que usó para llevar el agua a sus labios y saciar su sed. Taylor no fue tan refinada con su método. Se inclinó abajo y bebió derecho del caudal, como un perro lo haría. Luego, se mojó las manos y se frotó el rostro, para quitarse de encima su calor.
—Oye, Parker...
—¿Hm?
—Estaba pensando, y si necesitas de ayuda con lo de esgrima, te puedo dar unos consejos... Si no te preocupa que Hannah nos corte la cabeza por ello, claro. Las clases se hacen en pareja de todas formas, así que vas a necesitar de una colega.
—¿Y esperas que yo crea que no tienes ningún motivo superior para ayudarme?
—Tal vez lo tenga. No tienes cómo saberlo —Taylor bromeó, cerrando el registro.
Allison hizo una expresión pensativa y cruzó los brazos.
—Al menos reconoces que esto es sospechoso.
—Mira, hablo en serio. No voy a intentar perjudicarte. Solo te quiero ayudar porque me caes un poquito mejor que tu hermana.
—Júralo entonces.
—¿Qué?
—Ya me oíste. Júralo. De manitos juntas y con carita de cachorro triste, vamos. Prométeme que no me vas a usar para tus planes nefastos.
La estratega se rio, pero hizo lo solicitado.
—Te juro, por el alma de mi madre, que solo te quiero ayudar por ser buena onda. ¿Feliz?
—Muy —La porrista asintió—. Y acepto tu oferta. No entiendo nada sobre esgrima y siento que me va a ir fatal si es que alguien no me explica qué se supone que tengo que hacer.
—No creo que te vaya tan mal así. Es una actividad divertida, si te aprendes los movimientos básicos. Solo no te quites el casco antes de tiempo, y no sujetes el florete con demasiada fuerza, o todo tu brazo terminará inflamado. Y créeme, no es un dolor agradable.
—Pareces estar hablando por experiencia propia.
—Hago esgrima desde mi primer año en el campamento, así que... sí. Es por experiencia propia. —Taylor comentó, y luego señaló a la pequeña cicatriz que tenía en el mentón—. Esto me pasó por sacarme el casco antes del fin de la partida, de hecho. Gina se entusiasmó por haber ganado, me atacó sin percibir que yo ya no tenía protección alguna encima, y me cortó la barbilla en dos por accidente. Fue así que nos volvimos mejores amigas. Ella me llevó a enfermería llorando, y al final yo tuve que calmarla. Un día fantástico...
—Me imagino. Pero, ¿cómo te lastimó si los floretes se supone que no cortan?
—Con la fuerza que me pegó, créeme que descubrí que sí cortan si eres bruta lo suficiente.
La atleta siguió hablándole a Allison sobre sus aventuras pasadas en el campamento, y enseñándole cada cicatriz y marca originada por las dichas. La porrista, por su parte, se rio con despreocupación, y se sorprendió de buena manera al ver su esfuerzo en volverse una persona más sociable y simpática. Estaba acostumbrada a tener que soportar la versión más competitiva, tóxica y cruel de Taylor, así que este inesperado cambio de actitud le resultó sumamente agradable.
Además, se estaba dando cuenta de que, si lo intentaban, podrían ser buenas amigas. Las dos tenían un sentido del humor parecido, nunca se negaban en apoyar a sus colegas en sus locuras, y también eran bastante obstinadas y ambiciosas, a un nivel casi enfermizo. Su amor por el deporte era otro punto que las unía.
—¿Y por qué entraste al equipo de rugby? —Allison preguntó, mientras las dos seguían caminando. Habían disminuido la velocidad de sus pasos para poder charlar por más tiempo—. O sea, ¿qué te gustó del deporte?
—Al inicio solo lo hice porque papá solía ser capitán de un equipo. Y oírlo hablar sobre sus años jugando me inspiró a querer intentarlo. Eso sí, en mi colegio no había un equipo de rugby femenino, así que tuvimos que crearlo de cero.
—Ah, ¿entonces fuiste parte de las jugadoras originales?
—Sip. Es una de las cosas de las que más me enorgullezco, de hecho —Taylor comentó, contenta.
—¿Y en cuál posición estás? Sé que existen los backs y los delanteros, pero más allá de eso...
—Soy talonadora... delantera —clarificó—. Tengo que sacar el balón de la melé y devolver la posición a mi equipo.
—Hm.
—No entendiste nada, ¿cierto?
—No, entendí... algo —Allison comentó, pero su tono no fue muy seguro—. ¿Estás en el medio de la golpiza no?
—¿Golpiza?
—Ya sabes, ese hormiguero humano en el medio del campo.
Taylor se rio.
—Bueno... sí. Para simplificarlo, estoy ahí en medio del caos. Como soy una de las jugadoras más grandes, no hay mejor lugar para mí. Gina también juega, pero ella es flanker en la tercera línea. Tiene que estar moviéndose todo el rato, y yo no tengo paciencia para eso.
—No sabía que ella era parte de tu equipo también.
—Ella y algunas chicas del campamento lo son. Pero aquí somos oponentes, así que intentamos fingir que nos detestamos. Casi todas están en el equipo negro, por si te preguntas.
—¿Entonces fue en sus cabañas donde te llenaste de alcohol el otro día? O sea, su sector está cerca del mío. Solo hace sentido...
—Sí, Sherlock. Fue con ellas —Taylor la interrumpió, antes de que se pusiera engreída por haberlo averiguado—. Pero no se lo comentes a nadie.
—No tengo planeado hacerlo.
—¿Y qué hay de ti? —La estratega decidió cambiar de asunto—. ¿Por qué te volviste una porrista?
—¿Sinceramente? —Allison se encogió de hombros, en vez de llamarle la atención por ignorar el tema anterior—. Me gustaban los uniformes —Taylor se rio, pero ella siguió hablando—. Aunque te puedes imaginar que no me quedé en el equipo por eso.
—Sí, lo suponía.
—Es que... La adrenalina de esas rutinas es algo fuera de lo común. No te lo puedo explicar. Me dejó adicta. Y animar te demanda tanto físicamente, que es más entretenido que solo ir al gimnasio.
—Entiendo... Me pasa algo similar con el rugby —la estratega concordó—. Pero no entiendo casi nada de tu deporte. ¿También tienen posiciones?
—Sí, tres. Las flyers, que son las porristas que hacen los trucos aéreos. Las bases, que sostienen a todas las formaciones y lanzan a las flyers al aire. Y las spotters, que ayudan a estabilizar las formaciones, y ayudan a las flyers a aterrizar.
—¿Y tú eres?...
—Flyer.
—Una de las posiciones más fáciles entonces... —Taylor dejó de hablar así que vio la mirada asesina de Allison—. No, okay. Me retracto.
—¿Ya has sido lanzada al aire y sostenida por el talón?
—No, no creo que mucha gente en el mundo ha tenido esa experiencia...
—Pues inténtalo, y después dime si lo encuentras fácil.
—Okay, ¡lo siento! —La estratega alzó sus manos al aire, como para señalizar que no quería fracturar su paz.
—Es muy difícil ser una flyer, ¿ya? —La porrista se volvió a defender, porque sintió que necesitaba hacerlo—. Tienes que tener un control perfecto sobre el peso de tu cuerpo, sobre tu equilibrio; debes ser súper flexible; no le puedes tener miedo alguno a las alturas. O a caerte de cara al suelo. Porque créeme... en algún punto lo harás. Y no será bonito.
—¿Alguna vez tuviste alguna caída tan mala que se volvió inolvidable?
—Oh sí. Una vez terminé en urgencias porque mis spotters no lograron sostenerme a tiempo. Me gané una conmoción cerebral preciosa ese día.
—¿Conmoción? ¿O sea que sí te has caído de cara al suelo? ¿Literalmente?
—Sí.
—Uff. Eso debe haber sido bastante doloroso.
—Fue horrible. Casi me rompí la nariz al aterrizar. Y me desmayé por unos segundos, si es que quieres saber.
—Brutal...
—Sí, brutal —Allison se secó el sudor de la frente.
—Ahora me dieron ganas de ir a verte a ti y a tu equipo entrenar. No sabía que ser porrista era algo tan intenso así. Ignorancia mía, perdón.
—El público en general no lo sabe, hasta que intenta de verdad meterse al deporte. Ahí se dan cuenta de lo exigente y agotador que es. O sea, a mí me encanta, y disfruto cada rutina que hacemos con toda mi alma, pero no te voy a mentir... Es difícil. Y con relación al entrenamiento, si quieres venir a vernos algún día, tú dale... Puedo hablar con nuestra entrenadora y ella te dejaría pasar a las gradas. Solo tienes que portarte bien, claro.
—Pero soy de otro colegio. ¿No hay problema con eso?
—En teoría... sí. Según las reglas del colegio, tú no puedes pasar, pero créeme, después de clases un montón de gente se mete a la cancha, y muchos no estudian por ahí tampoco.
—Dale... y bueno, si dices que podría hacerlo... —Taylor se encogió de hombros—. Me apareceré por allá.
—Mándame un mensaje primero, eso sí.
—¿Siquiera te tengo en mi celu, ahora que lo pienso? —La jugadora de rugby paró de caminar y sacó su celular del bolsillo, para desbloquear la pantalla y meterse a sus contactos.
Revisó la lista por unos segundos, pero efectivamente no encontró al perfil de Allison allí.
—Pero qué manera más sutil de pedirme el número, eh —la porrista bromeó, y luego agarró a dicho teléfono con una sonrisa traviesa, para poder ingresar su información y abrir luego un chat entre ambas—. Listo... Ahí lo tienes. Ahora puedes molestarme a cualquier hora del día, y viceversa.
—Planeo hacerlo —Taylor le sonrió de vuelta y revisó la foto de perfil de su nueva amiga—. Oye, pregunta random; ¿fuiste al concierto de Black Derby?
Allison se confundió por un instante, hasta mirar también a la imagen.
—¡Ah! ¡Sí!... Hannah y su banda de rock, Demolition, fueron su acto de apertura.
—Espera, ¿qué? —La atleta alzó una ceja—. Te juro que no la reconocí en el escenario cuando la vi tocar.
—¿Tú también fuiste al concierto de Black Derby? ¿En el del festival de primavera de Querry?
—Obvio que sí. Soy fan de ellos.
—Es broma.
—No, no... Mira —Taylor abrió la galería de su celular y rápidamente movió su dedo por la pantalla hasta encontrar lo que quería: las fotos que había sacado junto a su hermano y su mejor amiga en el evento—. Como puedes ver, ahí yo estaba, muriéndome de calor, rodeada de gente, sujetando mi té helado con desespero, y lamentando amargamente haber usado una camiseta negra en un día como aquel...
—Hacía demasiado calor —Allison concordó—. Eso sí que fue un suicidio de tu parte.
—En mi defensa, no sabía que estaría tan lleno como lo estuvo. Black Derby no es una banda muy grande, al final de cuentas. Pero no llevé en consideración el hecho de que estaban tocando en un festival y que probablemente más gente se sumaría al concierto, solo para ver qué onda —Taylor guardó su celular y las dos volvieron a caminar juntas.
—Fue un error comprensible. Y en tu defensa, hasta yo me sorprendí con la cantidad de personas que llegaron. No sé cómo Hannah se quedó tan calma ese día.
—¿Ella y su banda por acaso tienen cuenta en algún lado? Ya la escuché tocar el bajo aquí en el campamento, pero me gustaría echarle una mirada a lo que produce lejos de aquí.
—Te envío sus links más tarde... Si me prometes que no los usarás con algún propósito maligno.
Taylor se rio.
—Mis días de villana de teleserie quedaron atrás, te lo juro.
En breve, las dos llegaron al fin al lugar de reunión de los esgrimistas. El equipamiento de la actividad permanecía siempre guardado en la misma cabaña, en el área fronteriza del campamento con el resto del bosque. Afuera de la construcción había una cacha rectangular, cuyos límites estaban demarcados por banderines. Allí los duelos de esgrima tomaban lugar.
—Reza para que todavía queden chaquetillas y pantalones de tu tamaño —Taylor le comentó a Allison mientras las dos entraban a la casucha de madera.
Apenas al llegar, los campistas ya chocaban con un escritorio alargado, donde una monitora trabajaba. A su frente, ella tenía a su disposición un libro donde anotaba todos los ítems prestados a los jóvenes. A su espalda, casilleros y más casilleros llenos de los materiales que ellos necesitaban para sus duelos.
—¡Señorita Merrick! ¡Se estaba demorando tanto en llegar que incluso pensé que no se había inscrito a esgrima este año!
—Le echo la culpa de eso a este caracolito aquí, señora Holden —Taylor señaló a Allison al acercarse a la mesa—. Ella me hizo caminar más lento.
—Hey, esperen un minuto... —La monitora se quitó sus lentes del rostro, para efecto dramático—. ¿Estoy alucinando, por acaso? ¿La señorita Parker vino a la clase de esgrima? ¿Con usted?
—Estamos intentando dejar de molestarnos —la porrista comentó—. Aunque si ella sigue llamándome cosas como "caracolito", no sé si el experimento funcionará.
—Ay, ¡pero si caracolito es un apodo tierno! —Taylor reclamó, fingiendo tristeza, mientras la mujer a su frente iba a recoger su uniforme, cuya talla ella ya se conocía de memoria.
Mientras las jóvenes discutían sobre el posible uso o no uso del apodo, la monitora regresó.
—Me alegra ver que al menos están haciendo el esfuerzo de llevarse bien. Y me hace aún más feliz saber que yo gané la apuesta.
—¿Apuesta? ¿Qué apuesta? —Allison se giró hacia la señora Holden, quien le pasó una pila de ropas a Taylor, y luego, su florete.
—Nosotros, los monitores más antiguos, tenemos una apuesta de años respecto a ustedes dos y Hannah. Algunos decían que nunca se llevarían bien, y otros que se volverían amigas al final del campamento. Cierto es que sus días aquí aún no se acaban, les falta un poquito para eso, pero... ya casi se van. ¡Y mi grupo está ganando!
—No puedo creer que ustedes... —Una risa pasmada cortó la voz de Taylor—. ¿De verdad apostaron con nosotras?
—Yo estoy más interesada en saber cuál es la recompensa —Allison cruzó los brazos.
—Eso... es un secreto —La monitora le guiñó un ojo y se devolvió con apuro a los casilleros, para su eterna frustración—. Ahora dígame, ¿cuál es su talla, señorita Parker? ¿Mediana, Larga, XL?...
La mujer estuvo correcta en asumir que sus brazos gigantes no entrarían en prendas de menor tamaño. Porque al probarse el peto y chaquetilla de porte mediano, Allison notó que incluso estos le quedaban ajustados. Tuvo que solicitar el largo.
La careta —el casco que la protegería de los ataques de su oponente— y los pantalones, por suerte, no le ocasionaron este mismo problema.
Una vez firmaron sus nombres en la ficha que indicaba su reserva temporaria del equipamiento, las dos muchachas salieron al campo y esperaron a que su instructora apareciera.
La mujer encargada de enseñarle esgrima a los campistas desde el año pasado se llamaba Erica James, y era una campeona nacional del deporte. Tenía una piel muy oscura, llamativa por su intensa negrura; ojos pequeños y profundos, y rasgos delicados, verdaderamente hermosos.
Mientras ella hablaba, con elocuencia y reverencia hacia su amado deporte, dos jóvenes le prestaron total atención a su discurso, así como sus otros colegas de la actividad. Pero, así que pudieron alejarse para practicar las poses y desplazamientos enseñados por la mujer en un rincón más solitario de la cancha, confesaron en voz baja que concentrarse en sus instrucciones había sido una tarea ardua. Taylor en específico, no logró ocultar ni un poco su enamoramiento repentino.
—Nunca pensé que te vería tener un gay panic al frente mío, pero aquí estamos —Allison bromeó, mientras ambas se ponían en posición para comenzar su práctica.
Una de pie al frente de la otra, con las rodillas dobladas y los floretes en alto. Según la instructora, tenían que moverse en una línea recta, retrocediendo y avanzando sin trasladarse a los lados. Era una actividad que demandaba agilidad, observación, rapidez, e intrepidez.
Un combate cara a cara. Literalmente.
—Siempre tienes que esperar lo inesperado —Taylor comentó, moviéndose para atacar.
Obviamente lo hizo a modo de chiste, pero Allison era una persona competitiva. Y no la dejaría ganar un punto tan temprano en su práctica. Retrocedió con apuro y se salvó por milagro, rechazando su ofensiva de forma intuitiva.
—¡Oye! —La jugadora de rugby de devolvió atrás unos pasos—. ¡Me dijiste que nunca habías hecho esgrima antes!
—¡Y no mentí! Solo... me defendí.
—Bueno... Veamos si fue suerte de principiante o no.
Taylor se tomó su tiempo en avanzar otra vez. Intentó anotar un punto de nuevo, pero de alguna forma, Allison volvió a bloquear su ataque y de esta vez incluso logró hacer uno propio.
—¡¿Cómo estás haciendo eso?!
La porrista se rio ante su enojo y aprovechó la oportunidad para iniciar otra ofensiva. Su impulsividad de esta vez le jugó en contra, porque Taylor la dejó inclinarse adelante lo máximo que podía y, inclinando su cuerpo, esquivó la hoja de su florete, para así poder atacarla de cerca.
Estaban empatadas, y apenas habían comenzado su práctica.
Su mañana sin duda sería una bastante divertida.
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